viernes, 27 de marzo de 2009

PARTICIPARON EN NOVIEMBRE EN EL II CONGRESO DE JÓVENES CON VALORES

Historias que han cambiado el mundo

Jaume Sanllorente fundó la ONG Sonrisas de Bombay.

Rosa Cuervas-Mons

Atrás quedaron los tiempos en los que los héroes estaban reservados para el cine o la televisión. Esta semana, y gracias al Congreso ‘Lo que de verdad importa’ celebrado en Madrid, más de dos mil jóvenes de toda España han conocido las vidas de héroes reales, hombres que hoy -ahora mismo- están cambiando el mundo que les rodea.

Un campeón olímpico, un periodista, un juez, un actor y un hombre que limpiaba las escaleras del World Trade Center. Ellos decidieron cambiar su vida y coger las riendas de su destino. Compartieron esta experiencia con miles de jóvenes y no tan jóvenes en la segunda edición del congreso ‘Lo que de verdad importa’. Sus testimonios, duros pero esperanzadores, van desde La India hasta Estados Unidos pasando por Granada, México e incluso alguna que otra Olimpiada; sus vidas revelan la cara y la cruz del éxito, los misterior de la condición humana y la capacidad de superación.

La otra cara de Bombay

La vida no puede seguir siendo igual después de ver a niños menores de cuatro años viviendo en la calle y hurgando en las entrañas de un cerdo muerto para encontrar algo que llevarse a la boca. No puede ser igual cuando se ha visto a una madre llorar por su bebé muerto, un bebé que ella misma había matado en una situación desesperada, y no puede ser igual tras visitar un prostíbulo y ver a un niño de apenas dos años con un preservativo usado en la boca.

Por eso la vida de Jaume Sanllorente cambió cuando viajó a La India. “Me dio asco ser humano. Me avergoncé de pertenecer a un grupo que permite que esto pase”. El creador de la ONG Sonrisas de Bombay, periodista de profesión, vivió un cataclismo interior cuando conoció la dura realidad de Bombay, de los niños que viven allí en condiciones que parecerían indignas hasta para los animales. Su mundo interior, “ese puzzle que todo el mundo tiene dentro” como él lo define, se derrumbó al profundizar en la cruz de la cuna de Wollywood, una ciudad en la que más del 60% de la población vive en la más absoluta miseria. Y tras derrumbarse, el puzzle se reconstruyó dando lugar a un nuevo hombre.

Volvió a su Barcelona natal, vendió su casa, se despidió de su trabajo y viajó de nuevo a Bombay para pagar las deudas de un orfanato que acogía a 40 niños y que estaba a punto de cerrar.Se convirtió en “servidor de los pobres” y transformó ese orfanato con 40 niños en una institución que hoy acoge a más de 6.000. Desde hace poco más de cuatro años Jaume Sanllorente es “servidor de los niños intocables de La India“. “Ellos son mis jefes y me pagan con sonrisas”, explicaba Sanllorente a los miles de jóvenes que le escuchaban en un abarrotado Palacio de Congresos. “Salvamos a niños de las mafias de prostitución que ven en ellos la carne de su carnicería, su máquina de hacer dinero”. “Buscan a niños a partir de dos años de edad y los introducen en el mundo de la prostitución. La mayoría de estos niños acaba muriendo de sida y explotados sexualmente hasta el final de sus días”. Sonrisas de Bombay pretende dar a estos niños la infancia que nunca tuvieron, una casa, amor, educación y una oportunidad de futuro. Un día uno de los niños rescatados preguntó a Jaume el significado de su nombre. Tras buscarlo en Internet, Jaume le dijo que su nombre significa ‘Dios recompensará’. Días más tarde, los niños pintaron en la pizarra de sus clases: “Jaume significa Dios recompensará y a nosotros Dios nos ha recompensado con Jaume”.

Amenazado de muerte

Él es el protector de esos niños. Pero esta actividad resta efectivos a las mafias; por eso Sanllorente está amenazado de muerte en Bombay. En contra de su voluntad tuvo que aceptar una escolta que hoy le sigue a todas partes, hizo testamento y dejó organizado todo para que el día que él no esté su proyecto siga funcionando. “Soy muy consciente de que mañana me pueden dar un tiro en la nuca. Lo sentiría por mi familia y por los niños de la organización, que me necesitan. Pero egoístamente, si yo mañana ya no estuviese aquí ha merecido la pena. Si sólo hubiera salvado una vida también habría merecido la pena”. Así de simple. Sanllorente es un hombre pleno, feliz y satisfecho de hacer lo que hace, de ser “un servidor”. Y desvela a los jóvenes el secreto de esa felicidad: “no mirarse a uno mismo sino ver a los demás; la vida es mucho más bonita de lo que nos quieren hacer creer; en nuestras manos está cambiar lo malo del mundo”. Sanllorente embelesó a la audiencia, que preguntaba cuándo salía el próximo vuelo a Bombay, pero cómo dice Jaume, la “cooperación internacional comienza con una sonrisa en el ascensor”.

Emilio Calatayud también rescata niños, pero él lo hace desde Granada. A su juzgado de menores llegan cada semana decenas de denuncias: menores acusados de agresión sexual, demaltrato a sus padres, niños que conducen ebrios, robos… Calatayud es juez, y también padre, y aseguró que le parece mucho más fácil lo primero que lo segundo. “No voy a dar a nadie consejos de cómo ser padre, porque no sé si yo soy buen padre, pero sí les puedo decir cómo crear un pequeño delincuente”. “Comience dando a su hijo todo lo que pida, no le dé educación espiritual, ríase cuando diga palabrotas, no le regañe nunca y póngase siempre de su parte en los conflictos con sus profesores”.

Habló con sentido del humor, pero con una claridad que bien valdría unMinisterio de Educación. “En España hemos perdido el norte. ¿En qué cabeza cabe que yo, con 52 años,me tenga que esconder para fumar un cigarro en la oficina pero no tenga derecho a saber que mi hija de 15 años está siendo atendida de un coma etílico en un hospital, porque sería violar su intimidad?”, se preguntó este hombre que recibe muchos regalos de sus condenados.

“Los absueltos nunca regalan, pero tengo muchos condenados queme paran por la calle a presentarme a sus hijos”. Porque sus condenados se rehabilitan, se reinsertan en la sociedad. Porque al que condujo borracho lo condenó a ayudar a los tetrapléjicos y al que fue incívico lo puso a limpiar la fachada de los juzgados. Porque “si un juez de menores no cree en la reinserción, que cambie de trabajo”.

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