DOMINGO DE RAMOS EN SEVILLA
Juan Antonio Bandera
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MARTES SANTO
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Miércoles Santo: El Cristo de la Salud y y la Virgen del Refugio, salieron de la Parroquia de San Bernardo bajo un espléndido sol, rumbo a la Catedral.
MIERCOLES SANTO
Juan Antonio Bandera
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JUEVES SANTO:El Cristo de la Fundación y la Virgen de los Ángeles, rodeados de niños en su salida procesional.
Juan Antonio Bandera
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JUEVES DE PASIÓN DESDE LA GIRALDA
Juan Antonio Bandera
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El Carmen Doloroso recibió la Esperanza de Triana del entrecalle
José Antonio Rodríguez
La Hermandad del Carmen Doloroso recibió la imagen del entrecalle que ayer mismo lució su paso de palio y que representa a la Esperanza de Triana, madrina de la primera salida en Semana Santa de su dolorosa.
El hermano mayor de la corporación trianera, Adolfo Vela, entregó a su homónimo en la hermandad del Carmen, Antonio Saldaña, una reproducción de 40 cm de la Esperanza de Triana y que fue colocada en el entrecalle.
Juan Borrero
La obra está labrada en plata y marfil por el taller de Orfebrería Triana, regentado por Juan Borrero.
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LEGIONARIOS CRISTO DE LA BUENA MUERTE
Busco las mejores noticias de la actualidad con un poco de espiritu crítico, siempre en libertad y acudiendo a las mejores fuentes desde mi punto de vista.
jueves, 9 de abril de 2009
PERDER ES GANAR
Quiero compartir con vosotros esta hermosa reflexión del padre Antonio Jesús Pérez, sacerdote y colaborador del área socio-religiosa en la cadena COPE, sobre saber cargar con la Cruz y la humildad como las formas de seguir a Cristo. Espero que la disfrutéis tanto como yo.
ANA ÁLVAREZ
”PERDER ES GANAR
Muy buenos días a todos! Después de que ayer desvelase Jesús a sus discípulos que su mesianismo era el de la cruz, sigue explicándole cuál debe ser la vida propia de aquel que decida ser ciudadano de este nuevo Reino: “El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga”. Duro y grave parece, este mandamiento del Señor, pero como decía san Agustín, “el amor hace fácil lo que parece difícil”. Y es cierto porque él ayuda a cumplir lo que manda: de igual manera que el hombre perece al amarse a sí mismo, así también se encuentra al negarse a sí mismo. El amor a sí mismo fue la primera perdición del hombre. La negación a sí mismo fue el camino de nuestra salvación… Y ¿a dónde hay que seguir a Cristo sino a donde ha ido ya? En efecto, sabemos que resucitó y subió al cielo; allí hay que seguirlo. No hay que desesperarse, pues él mismo lo prometió…¿Quieres seguir a Cristo? Se humilde donde Él fue humilde: no quieras despreciar su humildad, si pretendes alcanzar su exaltación. Cuando el hombre pecó hizo difícil su camino, pero se allanó cuando Cristo lo pisó al resucitar, y transformó las dificilísimas huellas en un camino regio. Por medio de este camino hay que andar con dos pies, es decir, el de la humildad y el de la caridad. Comienza por el primer paso, por la humildad y así subirás.
Y hacerlo con la cabeza alta, sintiéndonos afortunados de ser cristianos, de que el Señor se haya fijado en nosotros, sin avergonzarnos y sin complejos. Claro que no nos entenderán, como tampoco lo hicieron con Jesús. Es normal, porque en el Reino de Dios los “valores” se invierten: el servicio es la forma más sublime de autoridad, la humildad la mayor excelencia, perdiendo se gana, dando se recibe…
Y si alguien fue maestra en este estilo de vida, esa fue María: supo perder a su Hijo para ganarnos a todos como hijos suyos. María al pie de la cruz, Desolada, es el ejemplo más claro realizado por una de nuestra raza de la negación total. Y porque supo perder, ganó. Que en este día que comienza sepamos perder como María, todo y en todo momento. Seguro que el Señor nos llenará de nuevo con alegría porque su generosidad no conoce medida. “
ANA ÁLVAREZ
”PERDER ES GANAR
Muy buenos días a todos! Después de que ayer desvelase Jesús a sus discípulos que su mesianismo era el de la cruz, sigue explicándole cuál debe ser la vida propia de aquel que decida ser ciudadano de este nuevo Reino: “El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga”. Duro y grave parece, este mandamiento del Señor, pero como decía san Agustín, “el amor hace fácil lo que parece difícil”. Y es cierto porque él ayuda a cumplir lo que manda: de igual manera que el hombre perece al amarse a sí mismo, así también se encuentra al negarse a sí mismo. El amor a sí mismo fue la primera perdición del hombre. La negación a sí mismo fue el camino de nuestra salvación… Y ¿a dónde hay que seguir a Cristo sino a donde ha ido ya? En efecto, sabemos que resucitó y subió al cielo; allí hay que seguirlo. No hay que desesperarse, pues él mismo lo prometió…¿Quieres seguir a Cristo? Se humilde donde Él fue humilde: no quieras despreciar su humildad, si pretendes alcanzar su exaltación. Cuando el hombre pecó hizo difícil su camino, pero se allanó cuando Cristo lo pisó al resucitar, y transformó las dificilísimas huellas en un camino regio. Por medio de este camino hay que andar con dos pies, es decir, el de la humildad y el de la caridad. Comienza por el primer paso, por la humildad y así subirás.
Y hacerlo con la cabeza alta, sintiéndonos afortunados de ser cristianos, de que el Señor se haya fijado en nosotros, sin avergonzarnos y sin complejos. Claro que no nos entenderán, como tampoco lo hicieron con Jesús. Es normal, porque en el Reino de Dios los “valores” se invierten: el servicio es la forma más sublime de autoridad, la humildad la mayor excelencia, perdiendo se gana, dando se recibe…
Y si alguien fue maestra en este estilo de vida, esa fue María: supo perder a su Hijo para ganarnos a todos como hijos suyos. María al pie de la cruz, Desolada, es el ejemplo más claro realizado por una de nuestra raza de la negación total. Y porque supo perder, ganó. Que en este día que comienza sepamos perder como María, todo y en todo momento. Seguro que el Señor nos llenará de nuevo con alegría porque su generosidad no conoce medida. “
TRES MITOS QUE CAEN CON LA CRISIS
ECONOMÍA
Tres mitos que caen con la crisis
Por Juan Ramón Rallo
Nadie negará que los efectos más visibles de la crisis son realmente dramáticos, en especial para aquellos que la sufren con más intensidad. Sin embargo, desde el punto de vista académico tiene la ventaja de que separa el grano de la paja e ilustra sobre qué teorías funcionan y cuáles no. Luego, por supuesto, cada economista tendrá la honradez –o no– de aceptar los hechos y ver la manera de encajarlos –si es que puede– en sus teorías.
Sea como fuere, lo cierto es que la crisis ha servido para derribar tres importantes mitos.
1. Las quiebras bancarias son imposibles cuando no hay patrón oro
Una de las razones más importantes por las que se abandonó el patrón oro clásico era que éste ataba las manos a los banqueros centrales y les impedía evitar quiebras generalizadas como la que tuvo lugar durante la Gran Depresión. Se pensaba que, con el dinero fiduciario, los bancos centrales siempre podrían demorar las quiebras mediante expansiones del crédito que, por su magnitud, eran inviables con el patrón oro.
Pues bien, pese a las supuestas propiedades salvíficas de las expansiones monetarias antiquiebra, lo cierto es que el sistema bancario mundial ha entrado en bancarrota. Si no hemos asistido a un concurso de acreedores a gran escala ha sido porque los Estados han recapitalizado los bancos (algo que, dicho sea de paso, también pueden hacer en un sistema de patrón oro).
Quienes pensaban que un sistema bancario insolvente puede mantenerse a flote con la actuación coordinada de los bancos centrales confundían los procesos de quiebra con los de suspensión de pagos. Cuando el valor del activo cae por debajo del del pasivo, poco importa que éste tenga líneas de crédito abundantes, como las que proporciona un banco central: la entidad en cuestión está muerta.
Habrá que buscar una excusa mejor contra el oro.
2. La crisis es fruto de la desregulación
Hoy –y en 1929– se piensa que las burbujas que han terminado estallando son consecuencia directa o indirecta de la falta de regulación del sistema financiero. Hoy –y en 1929– se propone como solución la regulación masiva.
La idea es simple: si se deja a los individuos actuar libremente, asumirán riesgos extraordinarios que terminaremos pagando todos; por consiguiente, echémonos en los brazos de la regulación y establezcamos una supervisión que impida la adopción extraordinaria de riesgos.
Problema: si la crisis del 29 dio pie a la regulación, ¿qué sentido tiene aducir que esta nueva crisis se debe a la desregulación? Básicamente, los encargados de supervisar el sistema financiero –por ejemplo, el actual secretario del Tesoro de EEUU– quieren quitarse de encima cualquier responsabilidad por negligencia, y por eso dicen que la crisis se ha gestado en ciertas áreas de la economía que escaparon a la regulación post Gran Depresión. Por tanto, basta con extender la regulación a las nuevas realidades y problema resuelto.
Problema (bis): en España hemos tenido una burbuja inmobiliaria (alimentada por el crédito bancario) mayor que la de Estados Unidos, y sin embargo nuestro sistema bancario sí está regulado y supervisado casi como se sostiene que debe estarlo el internacional. Así que no, la desregulación sólo es un problema en la medida en que permite explotar con impunidad las estrategias financieras que han dado lugar a la crisis; claro que esas estrategias seguirían siendo explotables con la montaña de regulaciones que ahora se está proponiendo.
3. Todo está justificado para luchar contra la deflación
Casi todos los jerarcas consideran que el gran problema al que se enfrenta Occidente es la deflación, esto es, una fuerte contracción del crédito y de la mayoría de los precios (especialmente, de los de los activos). Por este motivo sostienen que debe hacerse cualquier cosa para evitarla, incluso utilizar herramientas que en tiempos normales resultarían del todo aberrantes.
El carácter grotesco de esta idea puede ilustrarse, por ejemplo, en la propuesta de Milton Friedman de que la Reserva Federal le diera a la máquina de imprimir billetes para arrojarlos desde helicópteros y lograr así que los precios dejaran de caer…
La experiencia islandesa y de las economías de Europa del Este nos demuestra que la deflación sólo es el mayor problema mientras no peligre el crédito del Estado. En estos países, la quiebra de facto del Estado ha hundido el valor de la divisa local (en algunos casos hasta un 40%) hasta tal punto que algunos de ellos han dejado de importar bienes. Obviamente, su problema dejó de ser la deflación y pasó a serlo una hiperinflación incipiente, como refleja la evolución de los precios en Islandia. Que ése no sea también el caso de Estados Unidos o Europa sólo se debe a que los políticos americanos y europeos no han sido aún lo suficientemente ambiciosos (léase suicidas). Pero déles tiempo...
En definitiva, ciertos economistas siguen sin entender que el origen de la crisis se encuentra en una estrategia financiera inestable (endeudarse a corto para invertir a largo) que ha sido alentada por los bancos centrales y los privilegios concursales que el Estado ha concedido a los bancos. No es, pues, culpa del patrón oro, ni de la desregulación, ni de la pasividad de los Gobiernos ante la deflación.
La solución a las crisis debe pasar no por incurrir en barbaridades ya cometidas en tiempos pasados, sino por poner fin a los privilegios del sistema bancario y por rebajar enérgicamente el peso del Estado. Pero, claro, a muchos les sale más a cuenta construir mitos interesados que renunciar a sus rentas.
Tres mitos que caen con la crisis
Por Juan Ramón Rallo
Nadie negará que los efectos más visibles de la crisis son realmente dramáticos, en especial para aquellos que la sufren con más intensidad. Sin embargo, desde el punto de vista académico tiene la ventaja de que separa el grano de la paja e ilustra sobre qué teorías funcionan y cuáles no. Luego, por supuesto, cada economista tendrá la honradez –o no– de aceptar los hechos y ver la manera de encajarlos –si es que puede– en sus teorías.
Sea como fuere, lo cierto es que la crisis ha servido para derribar tres importantes mitos.
1. Las quiebras bancarias son imposibles cuando no hay patrón oro
Una de las razones más importantes por las que se abandonó el patrón oro clásico era que éste ataba las manos a los banqueros centrales y les impedía evitar quiebras generalizadas como la que tuvo lugar durante la Gran Depresión. Se pensaba que, con el dinero fiduciario, los bancos centrales siempre podrían demorar las quiebras mediante expansiones del crédito que, por su magnitud, eran inviables con el patrón oro.
Pues bien, pese a las supuestas propiedades salvíficas de las expansiones monetarias antiquiebra, lo cierto es que el sistema bancario mundial ha entrado en bancarrota. Si no hemos asistido a un concurso de acreedores a gran escala ha sido porque los Estados han recapitalizado los bancos (algo que, dicho sea de paso, también pueden hacer en un sistema de patrón oro).
Quienes pensaban que un sistema bancario insolvente puede mantenerse a flote con la actuación coordinada de los bancos centrales confundían los procesos de quiebra con los de suspensión de pagos. Cuando el valor del activo cae por debajo del del pasivo, poco importa que éste tenga líneas de crédito abundantes, como las que proporciona un banco central: la entidad en cuestión está muerta.
Habrá que buscar una excusa mejor contra el oro.
2. La crisis es fruto de la desregulación
Hoy –y en 1929– se piensa que las burbujas que han terminado estallando son consecuencia directa o indirecta de la falta de regulación del sistema financiero. Hoy –y en 1929– se propone como solución la regulación masiva.
La idea es simple: si se deja a los individuos actuar libremente, asumirán riesgos extraordinarios que terminaremos pagando todos; por consiguiente, echémonos en los brazos de la regulación y establezcamos una supervisión que impida la adopción extraordinaria de riesgos.
Problema: si la crisis del 29 dio pie a la regulación, ¿qué sentido tiene aducir que esta nueva crisis se debe a la desregulación? Básicamente, los encargados de supervisar el sistema financiero –por ejemplo, el actual secretario del Tesoro de EEUU– quieren quitarse de encima cualquier responsabilidad por negligencia, y por eso dicen que la crisis se ha gestado en ciertas áreas de la economía que escaparon a la regulación post Gran Depresión. Por tanto, basta con extender la regulación a las nuevas realidades y problema resuelto.
Problema (bis): en España hemos tenido una burbuja inmobiliaria (alimentada por el crédito bancario) mayor que la de Estados Unidos, y sin embargo nuestro sistema bancario sí está regulado y supervisado casi como se sostiene que debe estarlo el internacional. Así que no, la desregulación sólo es un problema en la medida en que permite explotar con impunidad las estrategias financieras que han dado lugar a la crisis; claro que esas estrategias seguirían siendo explotables con la montaña de regulaciones que ahora se está proponiendo.
3. Todo está justificado para luchar contra la deflación
Casi todos los jerarcas consideran que el gran problema al que se enfrenta Occidente es la deflación, esto es, una fuerte contracción del crédito y de la mayoría de los precios (especialmente, de los de los activos). Por este motivo sostienen que debe hacerse cualquier cosa para evitarla, incluso utilizar herramientas que en tiempos normales resultarían del todo aberrantes.
El carácter grotesco de esta idea puede ilustrarse, por ejemplo, en la propuesta de Milton Friedman de que la Reserva Federal le diera a la máquina de imprimir billetes para arrojarlos desde helicópteros y lograr así que los precios dejaran de caer…
La experiencia islandesa y de las economías de Europa del Este nos demuestra que la deflación sólo es el mayor problema mientras no peligre el crédito del Estado. En estos países, la quiebra de facto del Estado ha hundido el valor de la divisa local (en algunos casos hasta un 40%) hasta tal punto que algunos de ellos han dejado de importar bienes. Obviamente, su problema dejó de ser la deflación y pasó a serlo una hiperinflación incipiente, como refleja la evolución de los precios en Islandia. Que ése no sea también el caso de Estados Unidos o Europa sólo se debe a que los políticos americanos y europeos no han sido aún lo suficientemente ambiciosos (léase suicidas). Pero déles tiempo...
En definitiva, ciertos economistas siguen sin entender que el origen de la crisis se encuentra en una estrategia financiera inestable (endeudarse a corto para invertir a largo) que ha sido alentada por los bancos centrales y los privilegios concursales que el Estado ha concedido a los bancos. No es, pues, culpa del patrón oro, ni de la desregulación, ni de la pasividad de los Gobiernos ante la deflación.
La solución a las crisis debe pasar no por incurrir en barbaridades ya cometidas en tiempos pasados, sino por poner fin a los privilegios del sistema bancario y por rebajar enérgicamente el peso del Estado. Pero, claro, a muchos les sale más a cuenta construir mitos interesados que renunciar a sus rentas.
EL ATEO Y EL SERMÓN DE LAS PALABRAS
DIOS Y PERDÓN
El ateo y el sermón de las palabras
Por Alfonso García Nuño
Bajó a comprar una hogaza. Como todos los años, ya estaba el cartel en la puerta de la panadería anunciando el Sermón de las Siete Palabras. Era algo que formaba parte del cíclico paisaje, siempre lo mismo casi y siempre cambiante con las estaciones. Nunca se fijaba en ello, simplemente las cosas eran así. Pero esta vez fue diferente, le dio por pensar.
Y se acordó de Las Siete Palabras de Haydn; de aquel magnífico verso de Quevedo, "Dice que tiene sed siendo bebida"; de Lope, "...el alma tiene Jesús / en sus santísmos labios"; de Cristos y más Cristos: Masip, Gregorio Fernández, El Greco... Y se sintió ahogado... ahogado de cultura. ¿Dónde estaba ese Jesús? Pronto, en pocos días, empezarían a llenarse las calles de curiosos y turistas, ruidos, aglomeraciones, también prisas. Le daba la impresión de que todo era miedo, ruido para hacer como que se busca y aturdirse por si no se encuentra. Agitación de quien no quiere toparse con la nada, necesidad de engañarse pensando que uno es bueno.
¿Pero por qué se andaba ahora con estas preguntas? ¿Y qué más le daba si los demás hacían esto o aquello? A él nunca le habían importado estas cosas, pero le empezó a helar el corazón pensar si su indiferencia no sería un analgésico más, algo con que llenar el silencio por si de verdad no había nada detrás.
Pero mejor, pensaba, era esto que no lo de los demás. Empezaba a crecerle la necesidad de salvarse, tenía que buscar argumentos. "Sí, son ellos, son ellos los que se engañan y no le toman en serio. Yo al menos le trato como a un gran hombre muerto. No creo que sea Dios, pero no me burlo, no lo uso en mi provecho". Aunque no todos. Y se acordó, después de muchos años, de una vecina de cuando era pequeño; para ella, sí parecía que era verdad. ¿Pero y los demás? Para sus padres, desde luego, un trámite, algo que había que hacer. La comunión, la boda, pura formalidad. Con cumplir unos requisitos había sido suficiente. Y sintió un poco de vergüenza. En la comunión era muy niño, pero en la boda... "Sí, hay que ser honestos. Aunque los demás estén deseando que a todo digas que sí, pues no. Total, si a mi mujer le daba lo mismo y a su familia; sólo les importaba el dinero. Si de verdad hubieran creído entonces, no se hubieran adaptado tan fácilmente a los tiempos. Y lo de los curas y los que siempre van a misa. Eso sí que es de traca. Si de verdad creyeran lo que dicen de los sacramentos, no dejarían que tantos hiciéramos teatro de ello; peor es esto que un autobús con propaganda atea". Pero sus palabras no acallaban las otras palabras.
"Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen". Pobre Jesús, pensaba, lo suyo sí que era ingenuidad, pensar que hay Dios y pedirle que perdone. Pero qué suerte en el fondo creerlo, aunque no sea verdad; porque se estremeció al caer en cuenta de que si no hay Dios, no hay perdón. Tal vez buenas palabras para no hacerse daño unos a otros, pero quién repararía el mal causado en el pasado preso. Y sintió terror pensando que sin un Dios no había nada que perdonar, porque nada había malo ni bueno. Y quiso que hubiera Dios, porque empezó a sentir que, sin bondad ni maldad, dejaba de ser hombre. Aunque no fuera capaz de pedirle perdón, pero era terrible ser solamente un animal y ser consciente de ello. Y pensó en el infierno. Peor que las llamas era sentir eternamente esto.
"Hoy estarás conmigo en el Paraíso". De momento le parecía que le bastaba salir de ese sofoco, sentirse de carne y hueso y no como un fantasma caminando irrevocablemente hacia la nada, un vacío con apariencia de algo esfumándose en el tiempo. Necesitaba una mano a la que agarrarse en esa caída sin término. "Mujer, ahí tienes a tu hijo".
No sería todo esto acaso un sueño, consejas de vieja, el opio del pueblo. Terrible duda, inmenso deseo, certeza ensombrecida de satánico pensamiento. "Si no es verdad, sólo nos puede salvar la locura, la alucinación de pensar que es cierto. O el aturdimiento: ruido, más ruido, palabras, cultura, que no haya silencio". Y con el pan bajo el brazo, de vuelta a casa caminaba. Rumiando o más bien rumiándole a él las otras cuatro palabras... y el silencio.
El ateo y el sermón de las palabras
Por Alfonso García Nuño
Bajó a comprar una hogaza. Como todos los años, ya estaba el cartel en la puerta de la panadería anunciando el Sermón de las Siete Palabras. Era algo que formaba parte del cíclico paisaje, siempre lo mismo casi y siempre cambiante con las estaciones. Nunca se fijaba en ello, simplemente las cosas eran así. Pero esta vez fue diferente, le dio por pensar.
Y se acordó de Las Siete Palabras de Haydn; de aquel magnífico verso de Quevedo, "Dice que tiene sed siendo bebida"; de Lope, "...el alma tiene Jesús / en sus santísmos labios"; de Cristos y más Cristos: Masip, Gregorio Fernández, El Greco... Y se sintió ahogado... ahogado de cultura. ¿Dónde estaba ese Jesús? Pronto, en pocos días, empezarían a llenarse las calles de curiosos y turistas, ruidos, aglomeraciones, también prisas. Le daba la impresión de que todo era miedo, ruido para hacer como que se busca y aturdirse por si no se encuentra. Agitación de quien no quiere toparse con la nada, necesidad de engañarse pensando que uno es bueno.
¿Pero por qué se andaba ahora con estas preguntas? ¿Y qué más le daba si los demás hacían esto o aquello? A él nunca le habían importado estas cosas, pero le empezó a helar el corazón pensar si su indiferencia no sería un analgésico más, algo con que llenar el silencio por si de verdad no había nada detrás.
Pero mejor, pensaba, era esto que no lo de los demás. Empezaba a crecerle la necesidad de salvarse, tenía que buscar argumentos. "Sí, son ellos, son ellos los que se engañan y no le toman en serio. Yo al menos le trato como a un gran hombre muerto. No creo que sea Dios, pero no me burlo, no lo uso en mi provecho". Aunque no todos. Y se acordó, después de muchos años, de una vecina de cuando era pequeño; para ella, sí parecía que era verdad. ¿Pero y los demás? Para sus padres, desde luego, un trámite, algo que había que hacer. La comunión, la boda, pura formalidad. Con cumplir unos requisitos había sido suficiente. Y sintió un poco de vergüenza. En la comunión era muy niño, pero en la boda... "Sí, hay que ser honestos. Aunque los demás estén deseando que a todo digas que sí, pues no. Total, si a mi mujer le daba lo mismo y a su familia; sólo les importaba el dinero. Si de verdad hubieran creído entonces, no se hubieran adaptado tan fácilmente a los tiempos. Y lo de los curas y los que siempre van a misa. Eso sí que es de traca. Si de verdad creyeran lo que dicen de los sacramentos, no dejarían que tantos hiciéramos teatro de ello; peor es esto que un autobús con propaganda atea". Pero sus palabras no acallaban las otras palabras.
"Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen". Pobre Jesús, pensaba, lo suyo sí que era ingenuidad, pensar que hay Dios y pedirle que perdone. Pero qué suerte en el fondo creerlo, aunque no sea verdad; porque se estremeció al caer en cuenta de que si no hay Dios, no hay perdón. Tal vez buenas palabras para no hacerse daño unos a otros, pero quién repararía el mal causado en el pasado preso. Y sintió terror pensando que sin un Dios no había nada que perdonar, porque nada había malo ni bueno. Y quiso que hubiera Dios, porque empezó a sentir que, sin bondad ni maldad, dejaba de ser hombre. Aunque no fuera capaz de pedirle perdón, pero era terrible ser solamente un animal y ser consciente de ello. Y pensó en el infierno. Peor que las llamas era sentir eternamente esto.
"Hoy estarás conmigo en el Paraíso". De momento le parecía que le bastaba salir de ese sofoco, sentirse de carne y hueso y no como un fantasma caminando irrevocablemente hacia la nada, un vacío con apariencia de algo esfumándose en el tiempo. Necesitaba una mano a la que agarrarse en esa caída sin término. "Mujer, ahí tienes a tu hijo".
No sería todo esto acaso un sueño, consejas de vieja, el opio del pueblo. Terrible duda, inmenso deseo, certeza ensombrecida de satánico pensamiento. "Si no es verdad, sólo nos puede salvar la locura, la alucinación de pensar que es cierto. O el aturdimiento: ruido, más ruido, palabras, cultura, que no haya silencio". Y con el pan bajo el brazo, de vuelta a casa caminaba. Rumiando o más bien rumiándole a él las otras cuatro palabras... y el silencio.
TESTIMONIO
CINE
Testimonio
Por Juan Orellana
Esta semana sale a la venta en España el DVD de un film distribuido por TriPictures llamado Testimonio. Un producto gratificante y lleno de interés del que merece la pena conocer su génesis. El pasado mes de octubre, durante las celebraciones del 30 aniversario de la elección papal de Juan Pablo II, se proyectó en el Aula Pablo VI del Vaticano, en presencia de Benedicto XVI, la película Testimonio, un documental sobre Karol Wojtyla producido por Przemyslaw Hauser y que tiene al actor Michael York como narrador.
Ambos estuvieron presentes en el acto junto a los autores del libro en que se basa el documental: el cardenal Stanislaw Dziwisz y el periodista Gian Franco Svidercoschi. Dziwisz fue el secretario de Juan Pablo II durante todo su ministerio episcopal y relata en el libro y en el film aspectos más íntimos y desconocidos de la vida del singular pontífice. Casi cuarenta años de amistad y servicio se recogen en el libro Una vida con Karol, publicado en 2007 y traducido en 10 idiomas.
Testimonio es un documental polaco que adapta algunas de las confidencias que el actual arzobispo de Cracovia cuenta sobre Juan Pablo II, describe algunos pasajes inéditos ilustrados también con imágenes de archivos vaticanos y colecciones privadas. En otros casos se recrean escenas que en la realidad no pudieron contar con la presencia indiscreta del objetivo de una cámara. La película se realizó en casi un año y fue rodada principalmente en el Vaticano, Cracovia y Wadowice. La banda sonora está compuesta por el famoso compositor Vangelis y Robert Janson.
El contenido del film tiene varios niveles. El primer nivel es más divulgativo, para dar a conocer al gran público la figura de Juan Pablo II. Así se ofrecen imágenes y datos biográficos que recorren, no sólo la vida del Pontífice, sino la vida de la Iglesia de aquellos años y los acontecimientos históricos que marcaron al joven polaco. La Guerra Mundial, el holocausto, el Concilio, la época polaca de Jaruzelski, el nacimiento de Solidarnosc... y una serie de acontecimientos decisivos nos llevan al primer "punto de giro" del documental: la elección de Wojtyla como Papa de la Iglesia Universal. A partir de ahí, el documental entra en un terreno, por un lado más público (viajes, encuentros...), por otro lado más íntimo (sus vivencias personales en su nueva "casa", sus momentos de esparcimiento...). De la mano de su secretario, nos adentramos en la cara oculta de acontecimientos muy conocidos: los dos atentados de que fue objeto, sus relaciones con otras confesiones religiosas; y de otros menos conocidos, como su correspondencia con los mandatarios de la Unión Soviética, sus tensas conversaciones con Jaruzelski o los exorcismos que tuvo que realizar en la soledad de sus aposentos.
Por tanto, al nivel divulgativo se añade un nivel más delicado que disfrutarán mejor los que conozcan de primera mano la vida de la Iglesia, los avatares de la segunda mitad del siglo XX o la vida y la obra de Juan Pablo II el Grande, uno de los Papas más geniales de la historia de la Iglesia.
El documental, de hora y media de duración, se ve con mucho agrado, es muy ameno y despierta en la memoria un gran afecto presente por quien guió a la Iglesia durante casi tres décadas. La Conferencia Episcopal Española ha organizado un pase del film que supone un pequeño homenaje tardío a esa efeméride tan significativa.
Testimonio
Por Juan Orellana
Esta semana sale a la venta en España el DVD de un film distribuido por TriPictures llamado Testimonio. Un producto gratificante y lleno de interés del que merece la pena conocer su génesis. El pasado mes de octubre, durante las celebraciones del 30 aniversario de la elección papal de Juan Pablo II, se proyectó en el Aula Pablo VI del Vaticano, en presencia de Benedicto XVI, la película Testimonio, un documental sobre Karol Wojtyla producido por Przemyslaw Hauser y que tiene al actor Michael York como narrador.
Ambos estuvieron presentes en el acto junto a los autores del libro en que se basa el documental: el cardenal Stanislaw Dziwisz y el periodista Gian Franco Svidercoschi. Dziwisz fue el secretario de Juan Pablo II durante todo su ministerio episcopal y relata en el libro y en el film aspectos más íntimos y desconocidos de la vida del singular pontífice. Casi cuarenta años de amistad y servicio se recogen en el libro Una vida con Karol, publicado en 2007 y traducido en 10 idiomas.
Testimonio es un documental polaco que adapta algunas de las confidencias que el actual arzobispo de Cracovia cuenta sobre Juan Pablo II, describe algunos pasajes inéditos ilustrados también con imágenes de archivos vaticanos y colecciones privadas. En otros casos se recrean escenas que en la realidad no pudieron contar con la presencia indiscreta del objetivo de una cámara. La película se realizó en casi un año y fue rodada principalmente en el Vaticano, Cracovia y Wadowice. La banda sonora está compuesta por el famoso compositor Vangelis y Robert Janson.
El contenido del film tiene varios niveles. El primer nivel es más divulgativo, para dar a conocer al gran público la figura de Juan Pablo II. Así se ofrecen imágenes y datos biográficos que recorren, no sólo la vida del Pontífice, sino la vida de la Iglesia de aquellos años y los acontecimientos históricos que marcaron al joven polaco. La Guerra Mundial, el holocausto, el Concilio, la época polaca de Jaruzelski, el nacimiento de Solidarnosc... y una serie de acontecimientos decisivos nos llevan al primer "punto de giro" del documental: la elección de Wojtyla como Papa de la Iglesia Universal. A partir de ahí, el documental entra en un terreno, por un lado más público (viajes, encuentros...), por otro lado más íntimo (sus vivencias personales en su nueva "casa", sus momentos de esparcimiento...). De la mano de su secretario, nos adentramos en la cara oculta de acontecimientos muy conocidos: los dos atentados de que fue objeto, sus relaciones con otras confesiones religiosas; y de otros menos conocidos, como su correspondencia con los mandatarios de la Unión Soviética, sus tensas conversaciones con Jaruzelski o los exorcismos que tuvo que realizar en la soledad de sus aposentos.
Por tanto, al nivel divulgativo se añade un nivel más delicado que disfrutarán mejor los que conozcan de primera mano la vida de la Iglesia, los avatares de la segunda mitad del siglo XX o la vida y la obra de Juan Pablo II el Grande, uno de los Papas más geniales de la historia de la Iglesia.
El documental, de hora y media de duración, se ve con mucho agrado, es muy ameno y despierta en la memoria un gran afecto presente por quien guió a la Iglesia durante casi tres décadas. La Conferencia Episcopal Española ha organizado un pase del film que supone un pequeño homenaje tardío a esa efeméride tan significativa.
UNA MUERTE QUE NOS DA VIDA
CRUZ
Una muerte que nos da la vida
Por José Francisco Serrano Oceja
Como Charles-Quint nos hemos metido en el ataúd de la historia, y no precisamente para estar más cerca de esa compañera de la existencia humana que es la muerte. Todo el esfuerzo del hombre de hoy por la vida digna se ha alejado a pasos agigantados de la vida lograda de los filósofos clásicos y de la vida perdurable, eterna, de la propuesta cristiana.
El carpe diem de Horacio, apurar el hoy sin pensar en el mañana, no es más que la expresión de la inconsciencia en la que estamos sumergidos y del adormecimiento con que la vida cómoda nos mece. "La muerte no es nada para nosotros", decían los epicúreos; no tiene ninguna relación con nosotros, afirman los artífices de esa arquitectura de los tanatorios, completa de lujo, en donde lo último que uno se encuentra es al muerto. La muerte no es un acontecimiento de la vida, dirá Wittgenstein; la muerte no forma parte de la existencia, es un apéndice que alguien ha añadido, del que tenemos que desprendernos. Las ideologías, cuando han mostrado su auténtico rostro, han desvelado la muerte que entrañan. La muerte ya no es temblor ante la existencia, ni límite de la libertad. Spinoza se equivocó. El hombre libre piensa en la muerte y su sabiduría no sólo es sabiduría de vida, también lo es de la muerte. Porque el hombre libre sabe que la muerte no es el final del camino; la meta es la vida. Necesitamos la vida más allá de la muerte, o la muerte que nos dé vida. ¿Dónde la encontraremos?
Por la calles y plazas de España, durante estos días llamados santos, saldrá en procesión la más bella expresión de la muerte que da vida. Los días santos que vivimos son elocuencia del realismo de lo humano, del realismo cristiano en la historia. Realismo sobre la vida y realismo sobre la muerte. El cambio de sentido en la historia se produce cuando el símbolo de la muerte ignominiosa, de la condena de los hombres, de la sentencia implacable de la justicia humana, la cruz, se convierte en el faro de la vida, en la luz de la esperanza. El cristianismo no es una idea, ni una institución, ni una forma más o menos viable de pasar por el soslayo por la vida. El cristianismo es una persona, Cristo, que muere clavado en una cruz, que no es discurso cerrado ni tiempo definitivo. La originalidad de la cruz y del cristianismo no consiste en una idea, en una noción abstracta, en una actuación imprevisible: radica en la persona de quien es camino, verdad y vida, realismo inaudito. El realismo cristiano de la cruz es el amor sin medidas. Una cruz que acompaña al hombre para indicarle el camino de la vida. Como les ha recordado estos días Benedicto XVI a los jóvenes de España:
La vida es un camino, ciertamente. Pero no es un camino incierto y sin destino fijo, sino que conduce a Cristo, meta de la vida humana y de la historia. Por este camino llegaréis a encontraros con Aquel que, entregando su vida por amor, os abre las puertas de la vida eterna. Os invito, pues, a formaros en la fe que da sentido a vuestra vida y a fortalecer vuestras convicciones, para poder así permanecer firmes en las dificultades de cada día.
Muerte, camino, dolor, sufrimiento, son, para muchas personas, sinónimos de la existencia. Amor, fe, esperanza, son raíces de la existencia. La fe no es una teoría que se puede seguir o que se pueda abandonar. Si la fe es verdadera, como el amor, como la esperanza, es algo muy concreto; es el criterio que decide nuestro estilo de vida. Mientras las imágenes de Cristo ocupen los espacios públicos, las calles y plazas de España, la expresión del sentido de la muerte que da vida, de la vida de Cristo que rompió con los lazos de la muerte, será una invitación a apostar a fondo por la realidad, el único método que no nos engaña. La cruz se ha convertido en el signo mismo de la vida; en ella Cristo vence el pecado y la muerte mediante la total entrega de sí mismo. Abracemos la cruz, como abrazamos la vida, como abrazamos la muerte; hagámosla nuestra y aceptemos su peso en la historia.
Una muerte que nos da la vida
Por José Francisco Serrano Oceja
Como Charles-Quint nos hemos metido en el ataúd de la historia, y no precisamente para estar más cerca de esa compañera de la existencia humana que es la muerte. Todo el esfuerzo del hombre de hoy por la vida digna se ha alejado a pasos agigantados de la vida lograda de los filósofos clásicos y de la vida perdurable, eterna, de la propuesta cristiana.
El carpe diem de Horacio, apurar el hoy sin pensar en el mañana, no es más que la expresión de la inconsciencia en la que estamos sumergidos y del adormecimiento con que la vida cómoda nos mece. "La muerte no es nada para nosotros", decían los epicúreos; no tiene ninguna relación con nosotros, afirman los artífices de esa arquitectura de los tanatorios, completa de lujo, en donde lo último que uno se encuentra es al muerto. La muerte no es un acontecimiento de la vida, dirá Wittgenstein; la muerte no forma parte de la existencia, es un apéndice que alguien ha añadido, del que tenemos que desprendernos. Las ideologías, cuando han mostrado su auténtico rostro, han desvelado la muerte que entrañan. La muerte ya no es temblor ante la existencia, ni límite de la libertad. Spinoza se equivocó. El hombre libre piensa en la muerte y su sabiduría no sólo es sabiduría de vida, también lo es de la muerte. Porque el hombre libre sabe que la muerte no es el final del camino; la meta es la vida. Necesitamos la vida más allá de la muerte, o la muerte que nos dé vida. ¿Dónde la encontraremos?
Por la calles y plazas de España, durante estos días llamados santos, saldrá en procesión la más bella expresión de la muerte que da vida. Los días santos que vivimos son elocuencia del realismo de lo humano, del realismo cristiano en la historia. Realismo sobre la vida y realismo sobre la muerte. El cambio de sentido en la historia se produce cuando el símbolo de la muerte ignominiosa, de la condena de los hombres, de la sentencia implacable de la justicia humana, la cruz, se convierte en el faro de la vida, en la luz de la esperanza. El cristianismo no es una idea, ni una institución, ni una forma más o menos viable de pasar por el soslayo por la vida. El cristianismo es una persona, Cristo, que muere clavado en una cruz, que no es discurso cerrado ni tiempo definitivo. La originalidad de la cruz y del cristianismo no consiste en una idea, en una noción abstracta, en una actuación imprevisible: radica en la persona de quien es camino, verdad y vida, realismo inaudito. El realismo cristiano de la cruz es el amor sin medidas. Una cruz que acompaña al hombre para indicarle el camino de la vida. Como les ha recordado estos días Benedicto XVI a los jóvenes de España:
La vida es un camino, ciertamente. Pero no es un camino incierto y sin destino fijo, sino que conduce a Cristo, meta de la vida humana y de la historia. Por este camino llegaréis a encontraros con Aquel que, entregando su vida por amor, os abre las puertas de la vida eterna. Os invito, pues, a formaros en la fe que da sentido a vuestra vida y a fortalecer vuestras convicciones, para poder así permanecer firmes en las dificultades de cada día.
Muerte, camino, dolor, sufrimiento, son, para muchas personas, sinónimos de la existencia. Amor, fe, esperanza, son raíces de la existencia. La fe no es una teoría que se puede seguir o que se pueda abandonar. Si la fe es verdadera, como el amor, como la esperanza, es algo muy concreto; es el criterio que decide nuestro estilo de vida. Mientras las imágenes de Cristo ocupen los espacios públicos, las calles y plazas de España, la expresión del sentido de la muerte que da vida, de la vida de Cristo que rompió con los lazos de la muerte, será una invitación a apostar a fondo por la realidad, el único método que no nos engaña. La cruz se ha convertido en el signo mismo de la vida; en ella Cristo vence el pecado y la muerte mediante la total entrega de sí mismo. Abracemos la cruz, como abrazamos la vida, como abrazamos la muerte; hagámosla nuestra y aceptemos su peso en la historia.
EUROPA SE HA VUELTO LOCA
PARLAMENTO BELGA
Europa se vuelve loca
Por José Luis Restán
Ha sido en el corazón de la vieja Europa. En un país que no hace mucho tiempo se sentía orgulloso de su tradición católica, seña de su identidad nacional y factor de su propia independencia. Un país cuna de misioneros y fundadores, el país del P. Damián y del Rey Balduino.
Allí el Parlamento ha aprobado una resolución que pide al Gobierno la condena de las palabras de Benedicto XVI sobre la lucha contra el SIDA, y le insta a presentar una protesta formal ante la Santa Sede. No es un ataque de histeria, es la manifestación de algo mucho más oscuro y profundo.
Lo que ha sucedido en la Cámara belga refleja una hostilidad y un odio que crece por días hacia la gran tradición cristiana que ha dado forma durante siglos a la Europa que conocemos. No es sólo una patética cortedad de miras frente a la tragedia del SIDA, no es sólo una pataleta por unas palabras del Papa manipuladas y sacadas de contexto. Es una especie de ¡basta ya!, frente a la pretensión del Papado de encarnar una racionalidad ética que merece ser escuchada a campo abierto, que tiene un peso histórico y una solvencia moral por las que merece ser tenida en cuenta en los procesos de argumentación pública de nuestras sociedades. En realidad es una impugnación del derecho del Papa a expresar libremente la sabiduría de la Iglesia en temas de interés común. Es cierto que asistimos desde hace tiempo a un incremento de la acidez de las críticas contra la doctrina de la Iglesia en distintas materias, pero que todo un Parlamento condene una declaración del Papa es algo novedoso y preocupante para la libertad y para el pluralismo de una Europa que precisamente ha elegido a Bruselas como capital.
Se repite en cierto modo la revuelta de La Sapienza, cuando se impidió al Papa pronunciar una lección en sede universitaria, pero esta vez los protagonistas no son los grupos de acción directa o las células laicistas de un claustro de profesores, sino la representación de la soberanía popular de un país tradicionalmente católico. El hecho da que pensar y mucho. En la nueva Europa que diseñan los burócratas de Bruselas bajo la dura presión de diversos lobbys y ONG, en un contexto de agitación social por la crisis y de liderazgo político débil, ¿habrá espacio para que la experiencia secular de la Iglesia pueda ofrecerse libremente? Más aún, en ese diseño que algunas veces asusta, ¿serán adecuadamente protegidas experiencias comunitarias que den lugar a una sabiduría que se desmarca de las directrices culturales y morales del stablishment político-social europeo? Son preguntas graves cuando se acercan unos comicios en los que nos jugamos mucho más de lo que la mayoría de los ciudadanos europeos alcanzamos a vislumbrar.
El portavoz vaticano, Federico Lombardi, ha respondido que produce "estupor" que en un país democrático no se respete la libertad del Papa para expresar sus puntos de vista sobre una cuestión que tiene que ver con el bien de la persona y su responsabilidad moral, puntos de vista que nacen de una gran tradición y experiencia en el campo educativo y sanitario, especialmente en los países más pobres. La argumentación de Lombardi es impecable y por eso pone en evidencia la gravedad de lo que ha sucedido, sobre todo porque no se puede descartar que otras instancias "democráticas" de esta rancia Europa lleven a cabo gestos similares en un próximo futuro. Se trata de amordazar a la Iglesia, de quemar su crédito, de condenarla a la marginalidad. Y esto se hace todavía más amargo en la medida en que no existe un pueblo cristiano que esté en condiciones de acompañar efectivamente las palabras del Papa. Bélgica, y lo digo con pena, es un buen ejemplo, pero no el único.
Es hora de volver al discurso no pronunciado de La Sapienza, cuando Benedicto XVI realiza una argumentación perfectamente laica para sostener el derecho del Papa y de la Iglesia a intervenir en la plaza pública. Allí, recordando a Jürgen Habermas, explicaba que la forma razonable de resolver los conflictos debe caracterizarse como un proceso de argumentación sensible a la verdad, y por ello es necesario que intervengan instancias de razón distintas de los partidos y de los grupos de interés, entre otras las comunidades religiosas. La propia historia del humanismo desarrollado sobre la base de la fe cristiana convierte a ésta en una instancia para la razón pública, en un estímulo hacia la verdad y en una fuerza contra la presión del poder y de los intereses. Lo vemos más que nunca en estos días, lo vemos precisamente en este debate cicatero y tramposo sobre la forma de afrontar la tragedia del SIDA.
Pero más allá de este debate concreto, el episodio del Parlamento belga indica el calibre del desafío que se plantea para la misión de la Iglesia en Europa. Y tan errada es la línea blanda de ciertos episcopados europeos como una estrategia de mera respuesta dialéctica, en la que además, hoy por hoy, los cristianos sólo pueden cosechar derrotas. Ante una cerrazón y una hostilidad tales, sólo puede ser eficaz el método del testimonio que hace presente una humanidad diferente, llena de atractivo y de persuasión. En esta Europa hosca, cínica y desencantada, en la que una miríada de reglamentos sin alma se abate sobre unos ciudadanos cada vez más aislados y arrancados de su raíz vital, es precisa una red de presencias concretas, donde el cristianismo pueda ser reencontrado como respuesta para las preguntas y deseos del hombre de hoy. Una red de comunidades vivas que no se salgan de la historia, que permanezcan visibles con una palabra cargada de razón y de corazón para salir al encuentro de un deseo que pese a los parlamentos y las televisiones, nunca se apaga.
Europa se vuelve loca
Por José Luis Restán
Ha sido en el corazón de la vieja Europa. En un país que no hace mucho tiempo se sentía orgulloso de su tradición católica, seña de su identidad nacional y factor de su propia independencia. Un país cuna de misioneros y fundadores, el país del P. Damián y del Rey Balduino.
Allí el Parlamento ha aprobado una resolución que pide al Gobierno la condena de las palabras de Benedicto XVI sobre la lucha contra el SIDA, y le insta a presentar una protesta formal ante la Santa Sede. No es un ataque de histeria, es la manifestación de algo mucho más oscuro y profundo.
Lo que ha sucedido en la Cámara belga refleja una hostilidad y un odio que crece por días hacia la gran tradición cristiana que ha dado forma durante siglos a la Europa que conocemos. No es sólo una patética cortedad de miras frente a la tragedia del SIDA, no es sólo una pataleta por unas palabras del Papa manipuladas y sacadas de contexto. Es una especie de ¡basta ya!, frente a la pretensión del Papado de encarnar una racionalidad ética que merece ser escuchada a campo abierto, que tiene un peso histórico y una solvencia moral por las que merece ser tenida en cuenta en los procesos de argumentación pública de nuestras sociedades. En realidad es una impugnación del derecho del Papa a expresar libremente la sabiduría de la Iglesia en temas de interés común. Es cierto que asistimos desde hace tiempo a un incremento de la acidez de las críticas contra la doctrina de la Iglesia en distintas materias, pero que todo un Parlamento condene una declaración del Papa es algo novedoso y preocupante para la libertad y para el pluralismo de una Europa que precisamente ha elegido a Bruselas como capital.
Se repite en cierto modo la revuelta de La Sapienza, cuando se impidió al Papa pronunciar una lección en sede universitaria, pero esta vez los protagonistas no son los grupos de acción directa o las células laicistas de un claustro de profesores, sino la representación de la soberanía popular de un país tradicionalmente católico. El hecho da que pensar y mucho. En la nueva Europa que diseñan los burócratas de Bruselas bajo la dura presión de diversos lobbys y ONG, en un contexto de agitación social por la crisis y de liderazgo político débil, ¿habrá espacio para que la experiencia secular de la Iglesia pueda ofrecerse libremente? Más aún, en ese diseño que algunas veces asusta, ¿serán adecuadamente protegidas experiencias comunitarias que den lugar a una sabiduría que se desmarca de las directrices culturales y morales del stablishment político-social europeo? Son preguntas graves cuando se acercan unos comicios en los que nos jugamos mucho más de lo que la mayoría de los ciudadanos europeos alcanzamos a vislumbrar.
El portavoz vaticano, Federico Lombardi, ha respondido que produce "estupor" que en un país democrático no se respete la libertad del Papa para expresar sus puntos de vista sobre una cuestión que tiene que ver con el bien de la persona y su responsabilidad moral, puntos de vista que nacen de una gran tradición y experiencia en el campo educativo y sanitario, especialmente en los países más pobres. La argumentación de Lombardi es impecable y por eso pone en evidencia la gravedad de lo que ha sucedido, sobre todo porque no se puede descartar que otras instancias "democráticas" de esta rancia Europa lleven a cabo gestos similares en un próximo futuro. Se trata de amordazar a la Iglesia, de quemar su crédito, de condenarla a la marginalidad. Y esto se hace todavía más amargo en la medida en que no existe un pueblo cristiano que esté en condiciones de acompañar efectivamente las palabras del Papa. Bélgica, y lo digo con pena, es un buen ejemplo, pero no el único.
Es hora de volver al discurso no pronunciado de La Sapienza, cuando Benedicto XVI realiza una argumentación perfectamente laica para sostener el derecho del Papa y de la Iglesia a intervenir en la plaza pública. Allí, recordando a Jürgen Habermas, explicaba que la forma razonable de resolver los conflictos debe caracterizarse como un proceso de argumentación sensible a la verdad, y por ello es necesario que intervengan instancias de razón distintas de los partidos y de los grupos de interés, entre otras las comunidades religiosas. La propia historia del humanismo desarrollado sobre la base de la fe cristiana convierte a ésta en una instancia para la razón pública, en un estímulo hacia la verdad y en una fuerza contra la presión del poder y de los intereses. Lo vemos más que nunca en estos días, lo vemos precisamente en este debate cicatero y tramposo sobre la forma de afrontar la tragedia del SIDA.
Pero más allá de este debate concreto, el episodio del Parlamento belga indica el calibre del desafío que se plantea para la misión de la Iglesia en Europa. Y tan errada es la línea blanda de ciertos episcopados europeos como una estrategia de mera respuesta dialéctica, en la que además, hoy por hoy, los cristianos sólo pueden cosechar derrotas. Ante una cerrazón y una hostilidad tales, sólo puede ser eficaz el método del testimonio que hace presente una humanidad diferente, llena de atractivo y de persuasión. En esta Europa hosca, cínica y desencantada, en la que una miríada de reglamentos sin alma se abate sobre unos ciudadanos cada vez más aislados y arrancados de su raíz vital, es precisa una red de presencias concretas, donde el cristianismo pueda ser reencontrado como respuesta para las preguntas y deseos del hombre de hoy. Una red de comunidades vivas que no se salgan de la historia, que permanezcan visibles con una palabra cargada de razón y de corazón para salir al encuentro de un deseo que pese a los parlamentos y las televisiones, nunca se apaga.
EL GOBIERNO AUTORIZA LA TDT DE PAGO
LO DECIDIRÁ EL CONSEJO DE MINISTROS
Industria rectifica la llegada de la TDT de pago tras las quejas del Grupo Prisa
El ministro de Industria, Miguel Sebastián.
El Gobierno ha corregido su anuncio sobre la autorización de la TDT de pago. Tras ser apercibido por el Grupo Prisa, el Ministerio de Industria dice ahora que la decisión sólo se podrá tomar en Consejo de Ministros.
* El Gobierno autoriza la TDT de pago
*
Telecinco estudia "a fondo" una fusión con otra cadena
*
La Sexta está "abierta" a una fusión antes del 2010
*
El consejero delegado de La Sexta dice que sin TDT de pago cerrarán canales
(Libertad Digital) Continúa la polémica entre los operadores de televisión y el Ministerio de Industria. Después de que el departamento que dirige Miguel Sebastián anunciara a bombo y platillo que autorizaba a las cadenas a enviar sus socilitudes para ofrecer TDT de pago, el Grupo Prisa ha criticado duramente la medida.
Finalmente, Moncloa corrige la información facilitada en la página web del Ministerio y dice que no se aprobará la TDT de pago hasta que el Consejo de Ministros lo decida.
En concreto, el grupo Prisa ha criticado al Ministerio de Industria, Comercio y Turismo "por aumentar la confusión" acerca de las políticas audiovisuales del Gobierno con su nota sobre la televisión digital terrestre de pago.
La razón: el Departamento que dirige Miguel Sebastián ha hecho público un comunicado en el que señalaba que los operadores de televisión privada de ámbito nacional que quieran emitir televisión digital terrestre (TDT) de pago "pueden pedir desde este miércoles" la autorización necesaria al Ministerio de Industria.
Prisa ha respondido que "aunque es preciso un análisis técnico más elaborado de la declaración hecha pública, la Ley no contempla la TDT de pago, por lo que la decisión del Ministerio de Industria no es válida". En su opinión, Industria pone de relieve su "desorientación" en lo referente a "la ordenación del modelo audiovisual".
Después de estas críticas, la página web del departamento que dirige Miguel Sebastián ha colgado una "nota aclaratoria" en la que se retracta, aunque intenta salvar la cara explicando que nunca puso en duda que sea el Consejo de Ministros el encargado de sentar las bases del nuevo sistema:
Rectificación de Industria:
En relación a la nota de prensa emitida por este Ministerio con el título "a partir de hoy los operadores privados de televisión podrán solicitar la autorización para prestar el servicio de TDT de pago", este Ministerio quiere aclarar que:
Tal y como dice la nota de prensa, "la autorización para prestar el servicio de TDT de pago requerirá un informe previo preceptivo del Consejo de Estado y su posterior aprobación por el Consejo de Ministros."
Este Ministerio quiere precisar que este anuncio no implica que el Gobierno haya autorizado la concesión de la TDT de pago, ya que la puesta en marcha de ésta y sus condiciones, requieren asimismo, y en todo caso, de un acuerdo del Consejo de Ministros.
Industria rectifica la llegada de la TDT de pago tras las quejas del Grupo Prisa
El ministro de Industria, Miguel Sebastián.
El Gobierno ha corregido su anuncio sobre la autorización de la TDT de pago. Tras ser apercibido por el Grupo Prisa, el Ministerio de Industria dice ahora que la decisión sólo se podrá tomar en Consejo de Ministros.
* El Gobierno autoriza la TDT de pago
*
Telecinco estudia "a fondo" una fusión con otra cadena
*
La Sexta está "abierta" a una fusión antes del 2010
*
El consejero delegado de La Sexta dice que sin TDT de pago cerrarán canales
(Libertad Digital) Continúa la polémica entre los operadores de televisión y el Ministerio de Industria. Después de que el departamento que dirige Miguel Sebastián anunciara a bombo y platillo que autorizaba a las cadenas a enviar sus socilitudes para ofrecer TDT de pago, el Grupo Prisa ha criticado duramente la medida.
Finalmente, Moncloa corrige la información facilitada en la página web del Ministerio y dice que no se aprobará la TDT de pago hasta que el Consejo de Ministros lo decida.
En concreto, el grupo Prisa ha criticado al Ministerio de Industria, Comercio y Turismo "por aumentar la confusión" acerca de las políticas audiovisuales del Gobierno con su nota sobre la televisión digital terrestre de pago.
La razón: el Departamento que dirige Miguel Sebastián ha hecho público un comunicado en el que señalaba que los operadores de televisión privada de ámbito nacional que quieran emitir televisión digital terrestre (TDT) de pago "pueden pedir desde este miércoles" la autorización necesaria al Ministerio de Industria.
Prisa ha respondido que "aunque es preciso un análisis técnico más elaborado de la declaración hecha pública, la Ley no contempla la TDT de pago, por lo que la decisión del Ministerio de Industria no es válida". En su opinión, Industria pone de relieve su "desorientación" en lo referente a "la ordenación del modelo audiovisual".
Después de estas críticas, la página web del departamento que dirige Miguel Sebastián ha colgado una "nota aclaratoria" en la que se retracta, aunque intenta salvar la cara explicando que nunca puso en duda que sea el Consejo de Ministros el encargado de sentar las bases del nuevo sistema:
Rectificación de Industria:
En relación a la nota de prensa emitida por este Ministerio con el título "a partir de hoy los operadores privados de televisión podrán solicitar la autorización para prestar el servicio de TDT de pago", este Ministerio quiere aclarar que:
Tal y como dice la nota de prensa, "la autorización para prestar el servicio de TDT de pago requerirá un informe previo preceptivo del Consejo de Estado y su posterior aprobación por el Consejo de Ministros."
Este Ministerio quiere precisar que este anuncio no implica que el Gobierno haya autorizado la concesión de la TDT de pago, ya que la puesta en marcha de ésta y sus condiciones, requieren asimismo, y en todo caso, de un acuerdo del Consejo de Ministros.
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