Se saltan su ilegalización
Las juventudes de ETA relanzan su web
Miguel Gil | Actualizado el 8/5/2009 - 08:00h
Desde el dominio http://www.segigazte.net/ la juventudes de Batasuna/ETA se mantienen en activo en la Red lanzando mensajes y consignas. Mediante esta página eluden su ilegalización dictada en 2001 por su labor continuadora de las actividades de Haika y Jarrai, las anteriores denominaciones del mismo movimiento juvenil satélite de la banda terrorista ETA. De hecho, aquel mismo año SEGI pasó a engrosar la lista de organizaciones terroristas de la Unión Europea. Y en 2007, el Tribunal Supremo corregía a la Audiencia Nacional (AN) al declarar organizaciones terroristas a Jarrai, Haika y SEGI (la AN las declaró asociaciones ilícitas).
La página web, que puede consultarse en inglés, francés, euskera y castellano, no se oculta ni mucho menos. Desde la misma Wikipedia se ofrece un enlace a esta web. Los contenidos en castellano son más bien pobres y se citan desde esta bienvenida:
"Hola camaradas, Esta es una de las herramientas de la organizacion juvenil revolucionaria SEGI para luchar por la Independencia y el Socialismo. Para conseguir nuestros objetivos nos es imprescindible crear medios para que no solo la juventud de Euskal Herria sino la de otros pueblos puedan tener informacion directa sobre la realidad de Euskal Herria y en concreto sobre la organizacion juvenil. Este medio se ha creado mediante el compromiso militante y voluntariado de l@as compañer@s. (Sentimos los posibles errores en las traducciones)
LA LUCHA ES EL ÚNICO CAMINO!
BORROKA DA BIDE BAKARRA!!!"
Entre las últimas noticias que contiene la web de la organización terrorista se encuentra un llamamiento a la movilización en la huelga general del próximo día 21 de mayo que han convocado los sindicatos nacionalistas en el País Vasco. La página web de SEGI se encuentra alojada en Holanda.
Busco las mejores noticias de la actualidad con un poco de espiritu crítico, siempre en libertad y acudiendo a las mejores fuentes desde mi punto de vista.
viernes, 8 de mayo de 2009
OJO A LAS VERSIONES FALSAS
MICROSOFT | Fraudes
Ojo a las versiones falsas de Windows 7
AP
AFP | San Francisco
Actualizado viernes 08/05/2009 10:17 horas
Comentarios 114
Al gigante Microsoft le siguen saliendo 'enanos', ahora en forma de delincuentes informáticos que se han apresurado a lanzar versiones falsas de su nuevo buque insignia, Windows 7, justo en la semana del lanzamiento de una versión de pruebas abierta a todos.
Este anuncio se produce precisamente cuando la compañía acaba de introducir un sistema de protección contra 'piratería' de su 'software' para evitar la propagación de copias no autorizadas, informa Afp.
"Es importante que los clientes adquieran su copia de Windows de una fuente de confianza", dijo el gerente general de Microsoft, Joe Williams, en una entrevista publicada en la página web oficial del grupo."En los últimos días hemos sido informados de la distribución clandestina (...) de Windows 7 con el fin de infectar el PC del cliente con virus".
Microsoft lanzó el pasado martes la versión casi definitiva de su renovado sistema operativo, una versión en pruebas que se puede descargar de manera gratuita, en un intento de evitar una repetición del fiasco que supuso Vista, la versión anterior.
"Con Vista hemos hecho progresos significativos en la reducción de la amenaza de las copias 'piratas' que afectan a los clientes y a los socios de Microsoft, y planeamos hacer más y mejor con Windows 7," dijo Williams.
Según una encuesta realizada por Microsoft, hasta un tercio de los clientes del gigante de 'software' podrían estar utilizando copias falsificadas de Windows, dijo Williams. "Vemos muchos casos de clientes que quieren comprar 'software' original y creen que lo habían hecho, hasta que descubren que han sido víctimas de la 'piratería'", explicó.
El sistema operativo Windows se utiliza en el 90% de los ordenadores en todo el mundo, según cifras de la industria.
Ojo a las versiones falsas de Windows 7
AP
AFP | San Francisco
Actualizado viernes 08/05/2009 10:17 horas
Comentarios 114
Al gigante Microsoft le siguen saliendo 'enanos', ahora en forma de delincuentes informáticos que se han apresurado a lanzar versiones falsas de su nuevo buque insignia, Windows 7, justo en la semana del lanzamiento de una versión de pruebas abierta a todos.
Este anuncio se produce precisamente cuando la compañía acaba de introducir un sistema de protección contra 'piratería' de su 'software' para evitar la propagación de copias no autorizadas, informa Afp.
"Es importante que los clientes adquieran su copia de Windows de una fuente de confianza", dijo el gerente general de Microsoft, Joe Williams, en una entrevista publicada en la página web oficial del grupo."En los últimos días hemos sido informados de la distribución clandestina (...) de Windows 7 con el fin de infectar el PC del cliente con virus".
Microsoft lanzó el pasado martes la versión casi definitiva de su renovado sistema operativo, una versión en pruebas que se puede descargar de manera gratuita, en un intento de evitar una repetición del fiasco que supuso Vista, la versión anterior.
"Con Vista hemos hecho progresos significativos en la reducción de la amenaza de las copias 'piratas' que afectan a los clientes y a los socios de Microsoft, y planeamos hacer más y mejor con Windows 7," dijo Williams.
Según una encuesta realizada por Microsoft, hasta un tercio de los clientes del gigante de 'software' podrían estar utilizando copias falsificadas de Windows, dijo Williams. "Vemos muchos casos de clientes que quieren comprar 'software' original y creen que lo habían hecho, hasta que descubren que han sido víctimas de la 'piratería'", explicó.
El sistema operativo Windows se utiliza en el 90% de los ordenadores en todo el mundo, según cifras de la industria.
TVE DESPIDE A TORREIGLESIAS POR IRREGULARIDADES
GARANTIZA LA CONTINUIDAD DEL PROGRAMA
TVE despide a Torreiglesias por irregularidades
Manuel Torreiglesias.
Manuel Torreiglesias.
Actualizado viernes 08/05/2009 12:55 (CET)
ÁNGEL FERNÁNDEZ
MADRID.- Torreiglesias ha aparecido hoy por última vez en la pantalla de la cadena pública. Mañana, sus fieles seguidores se preguntarán por qué no presenta el programa. Un comunicado hecho público por RTVE argumenta que la dirección ha tomado la decisión de sustituir a Manuel Torreiglesias como responsable de 'Saber vivir' "tras detectar que en el programa que ha venido dirigiendo se han incumplido algunas normas básicas de la cadena relativas a la inserción de espacios de publicidad en los programas".
La nota añade que "la emisión de contenidos comerciales requiere del cumplimiento de una serie de requisitos y autorizaciones previas del departamento que en este caso se han infringido en varias ocasiones, como se pone de manifiesto en la investigación interna y posterior análisis de los hechos realizado por el área jurídica de RTVE".
El comunicado continúa exponiendo que "la dirección de TVE no puede tolerar estas prácticas, ajenas al buen gobierno de la Corporación y prohibidas explícitamente en el contrato suscrito, por lo que éste debe ser rescindido". Según el texto, el departamento jurídico estudia posibles acciones legales en defensa de los intereses de RTVE, por los daños y perjuicios que pudieran derivarse de las irregularidades detectadas.
elmundo.es se ha puesto en contacto con TVE para que concretara algunos de los contenidos del comunicado y la respuesta ha sido que "por ahora no hay nada que añadir. Todo está explicado en la nota y los servicios jurídicos siguen trabajando".
Desde la cadena pública señalaron a elmundo.es que "es obligatorio comunicar cualquier emisión de un espacio promocional o publicitario dentro de la emisión de un programa y esto al parecer no siempre ha sido así en 'Saber vivir'". A nadie que haya seguido el programa desde hace años se le escapa que Torreiglesias se había convertido en un 'hombre anuncio' al promocionar multitud de productos.
TVE subraya que 'Saber vivir' es un programa con una vocación clara de servicio público, por lo que su continuidad y futuro desarrollo están garantizados. "TVE tiene el firme propósito de seguir produciendo el espacio y prepara su refuerzo y potenciación con nuevas ideas".
El comunicado concluye diciendo que la dirección de TVE reitera su compromiso con los espectadores para ofrecerles una programación de calidad. "Compromiso que incluye el cumplimiento de las normas, establecidas precisamente como garantía de respeto y transparencia con la audiencia".
'Saber vivir', que se estrenó el 8 de enero de 1997, celebró el pasado 11 de marzo sus 2.500 programas -tuvo como invitados al entonces ministro de Sanidad Bernat Soria, y a la cantante Rosa-. Por el plató del programa, en sus 12 años de historia, han pasado 800 especialistas en medicina y nutrición y ha respondido a 20.000 consultas. El espacio ha sido, casi siempre, líder en su franja de emisión -superó durante mucho tiempo el 18% de 'share' y en el curso 2004/05 llegó al 25% con más de 500.000 telespectadores-, aunque en la presente temporada, su audiencia -mayoritariamente mujeres mayores de 60 años y de clase media/baja y baja- había descendido notablemente y perdido su fortaleza. Ayer:303.000 telespectadores y un 12,8% de cuota de pantalla.
Mañana viernes, el contenido de 'Saber vivir' será una repetición: la correspondiente al 14 de enero del presente año. El programa estuvo presentado por Luis Gutiérrez, ya que Torreiglesias estaba de descanso.
Manuel Torreiglesias (La Coruña, 1941) diplomado en Magisterio y en Filosofía por la Universidad de Salamanca, entró en TVE en 1964 como ayudante de realización de 'Cesta y Puntos', el concurso para escolares que presentaba Daniel Vindel.
En 1974 le ofrecen dirigir y presentar 'Escuela de salud', un programa en el que se trataban temas médicos y se daban consejos para mejorar la calidad de vida. El espacio obtuvo gran aceptación por parte de los espectadores y se mantuvo en antena tres años.
En los años 80 realizaría en TVE dos programas de debate, denuncia y crítica sobre temas de actualidad social, que gozaron del favor de la audiencia: 'Voces sin voz' (1981-1982) y 'Usted, por ejemplo' (1984).
Desde 1997 y hasta ayer, su cara y su voz estuvieron asociadas a 'Saber vivir'. Torreiglesias había publicado seis libros relacionados con el mundo la nutrición y la salud.
TVE despide a Torreiglesias por irregularidades
Manuel Torreiglesias.
Manuel Torreiglesias.
Actualizado viernes 08/05/2009 12:55 (CET)
ÁNGEL FERNÁNDEZ
MADRID.- Torreiglesias ha aparecido hoy por última vez en la pantalla de la cadena pública. Mañana, sus fieles seguidores se preguntarán por qué no presenta el programa. Un comunicado hecho público por RTVE argumenta que la dirección ha tomado la decisión de sustituir a Manuel Torreiglesias como responsable de 'Saber vivir' "tras detectar que en el programa que ha venido dirigiendo se han incumplido algunas normas básicas de la cadena relativas a la inserción de espacios de publicidad en los programas".
La nota añade que "la emisión de contenidos comerciales requiere del cumplimiento de una serie de requisitos y autorizaciones previas del departamento que en este caso se han infringido en varias ocasiones, como se pone de manifiesto en la investigación interna y posterior análisis de los hechos realizado por el área jurídica de RTVE".
El comunicado continúa exponiendo que "la dirección de TVE no puede tolerar estas prácticas, ajenas al buen gobierno de la Corporación y prohibidas explícitamente en el contrato suscrito, por lo que éste debe ser rescindido". Según el texto, el departamento jurídico estudia posibles acciones legales en defensa de los intereses de RTVE, por los daños y perjuicios que pudieran derivarse de las irregularidades detectadas.
elmundo.es se ha puesto en contacto con TVE para que concretara algunos de los contenidos del comunicado y la respuesta ha sido que "por ahora no hay nada que añadir. Todo está explicado en la nota y los servicios jurídicos siguen trabajando".
Desde la cadena pública señalaron a elmundo.es que "es obligatorio comunicar cualquier emisión de un espacio promocional o publicitario dentro de la emisión de un programa y esto al parecer no siempre ha sido así en 'Saber vivir'". A nadie que haya seguido el programa desde hace años se le escapa que Torreiglesias se había convertido en un 'hombre anuncio' al promocionar multitud de productos.
TVE subraya que 'Saber vivir' es un programa con una vocación clara de servicio público, por lo que su continuidad y futuro desarrollo están garantizados. "TVE tiene el firme propósito de seguir produciendo el espacio y prepara su refuerzo y potenciación con nuevas ideas".
El comunicado concluye diciendo que la dirección de TVE reitera su compromiso con los espectadores para ofrecerles una programación de calidad. "Compromiso que incluye el cumplimiento de las normas, establecidas precisamente como garantía de respeto y transparencia con la audiencia".
'Saber vivir', que se estrenó el 8 de enero de 1997, celebró el pasado 11 de marzo sus 2.500 programas -tuvo como invitados al entonces ministro de Sanidad Bernat Soria, y a la cantante Rosa-. Por el plató del programa, en sus 12 años de historia, han pasado 800 especialistas en medicina y nutrición y ha respondido a 20.000 consultas. El espacio ha sido, casi siempre, líder en su franja de emisión -superó durante mucho tiempo el 18% de 'share' y en el curso 2004/05 llegó al 25% con más de 500.000 telespectadores-, aunque en la presente temporada, su audiencia -mayoritariamente mujeres mayores de 60 años y de clase media/baja y baja- había descendido notablemente y perdido su fortaleza. Ayer:303.000 telespectadores y un 12,8% de cuota de pantalla.
Mañana viernes, el contenido de 'Saber vivir' será una repetición: la correspondiente al 14 de enero del presente año. El programa estuvo presentado por Luis Gutiérrez, ya que Torreiglesias estaba de descanso.
Manuel Torreiglesias (La Coruña, 1941) diplomado en Magisterio y en Filosofía por la Universidad de Salamanca, entró en TVE en 1964 como ayudante de realización de 'Cesta y Puntos', el concurso para escolares que presentaba Daniel Vindel.
En 1974 le ofrecen dirigir y presentar 'Escuela de salud', un programa en el que se trataban temas médicos y se daban consejos para mejorar la calidad de vida. El espacio obtuvo gran aceptación por parte de los espectadores y se mantuvo en antena tres años.
En los años 80 realizaría en TVE dos programas de debate, denuncia y crítica sobre temas de actualidad social, que gozaron del favor de la audiencia: 'Voces sin voz' (1981-1982) y 'Usted, por ejemplo' (1984).
Desde 1997 y hasta ayer, su cara y su voz estuvieron asociadas a 'Saber vivir'. Torreiglesias había publicado seis libros relacionados con el mundo la nutrición y la salud.
"VALGO POR LO QUE SOY Y NO POR LO QUE TENGO"
Título: Evitar el consumismo
Subtítulo: “Valgo por lo que soy y no por lo que tengo”,
Autor: José Miguel Gaona
Entradilla:
"Cómprame", "quiero tener....", "mi amigo tiene más juguetes que yo”, “yo también quiero" son palabras y frases que frecuentemente oyen los padres y que cuesta eludir. ¿Cómo educar a nuestros hijos para protegerles del consumo innecesario?.
LA PRESIÓN DEL CONSUMO
Los adultos hemos comprobado que lo inteligente es ser feliz con pocas cosas, que con muchas no se es feliz. Hoy las habitaciones de los niños están repletas con las últimas novedades. No se debe abarrotar al niño de juguetes, pues además de incapacitarle para apreciar el valor de cada uno, le propiciaremos ansiedad y la interiorización del más y más, del consumismo a ultranza.
Por tanto, no se debe comprar compulsivamente (un 50 por 100 de los niños españoles dicen recibir «más de lo que piden») y dejarse guiar únicamente por los niños, pues estos han sufrido la presión de una publicidad que en Navidad es un auténtico bombardeo, el niño es utilizado como incitador de compra, es seducido para convertirse en portador de marcas.
Los programas no debieran de convertirse en contenedores de publicidad. Comerciantes y publicistas son conscientes del potencial de consumo que representan los más pequeños de la casa. Para ellos, los niños son un objetivo triple: lo primero, porque son en sí mismos consumidores y tienen dinero para gastar (en productos baratos), porque influyen en las compras que realizan sus padres y abuelos, además son los adultos del futuro ( fidelizados a marcas).
La sociedad consumista alimenta la insaciabilidad infantil pues cubre todas las necesidades reales o no y de manera inmediata. Los niños no están aprendiendo a esperar para conseguir un objetivo. Lo quieren ya.
El consumo además está orientado a la compra de productos “personalizados” que refuercen la individualidad.
La presión de consumo en ocasiones de sexo y violencia (muchas veces unidos) debe ser contenida, pues de otra forma creamos niños que ven en sus padres y abuelos unos «cajeros automáticos»; desearán ser «ricos» y la mayoría se “desencantarán”.
Hemos llegado a un punto, en que los niños se posicionan ante sus profesores como clientes.
Hay que razonar con ellos, poner límites, hacer comprender.
Desde el ejemplo cotidiano y el diálogo instructivo habrá de inocularse el antídoto a niños y jóvenes contra la despersonalización que puede conllevar el decir sí a las demandas comerciales. Se incentivará la capacidad crítica.
Soy Consejero de la OCU (Organización de Consumidores y Usuarios) quien convoca cada año el Premio Literario El Pequeño Consumidor que pretende animar a la reflexión de los más jóvenes sobre su condición de consumidores. Está destinado a niños de los distintos colegios de España y durante estos años hemos podido comprobar como conocen los productos, las marcas, el mercado, y como pueden ser parte activa para prevenir la presión del consumo.
La sociedad habrá de exigir de los medios de comunicación que eduquen en el buen consumo de los propios productos que publicitan. Y tendrán que realizarse campañas conducentes a la deconstrucción de la presión de consumo.
Es muy positivo hacerles saber que hay otros niños que no tienen juguetes (que no tienen nada), que es una felicidad compartir, no acaparar, ésta es una forma de regalarles la semilla de la solidaridad y erradicar el temprano egoísmo.
El niño, ha de ser rico, pero en el número de sonrisas que recibe.
Subtítulo: “Valgo por lo que soy y no por lo que tengo”,
Autor: José Miguel Gaona
Entradilla:
"Cómprame", "quiero tener....", "mi amigo tiene más juguetes que yo”, “yo también quiero" son palabras y frases que frecuentemente oyen los padres y que cuesta eludir. ¿Cómo educar a nuestros hijos para protegerles del consumo innecesario?.
LA PRESIÓN DEL CONSUMO
Los adultos hemos comprobado que lo inteligente es ser feliz con pocas cosas, que con muchas no se es feliz. Hoy las habitaciones de los niños están repletas con las últimas novedades. No se debe abarrotar al niño de juguetes, pues además de incapacitarle para apreciar el valor de cada uno, le propiciaremos ansiedad y la interiorización del más y más, del consumismo a ultranza.
Por tanto, no se debe comprar compulsivamente (un 50 por 100 de los niños españoles dicen recibir «más de lo que piden») y dejarse guiar únicamente por los niños, pues estos han sufrido la presión de una publicidad que en Navidad es un auténtico bombardeo, el niño es utilizado como incitador de compra, es seducido para convertirse en portador de marcas.
Los programas no debieran de convertirse en contenedores de publicidad. Comerciantes y publicistas son conscientes del potencial de consumo que representan los más pequeños de la casa. Para ellos, los niños son un objetivo triple: lo primero, porque son en sí mismos consumidores y tienen dinero para gastar (en productos baratos), porque influyen en las compras que realizan sus padres y abuelos, además son los adultos del futuro ( fidelizados a marcas).
La sociedad consumista alimenta la insaciabilidad infantil pues cubre todas las necesidades reales o no y de manera inmediata. Los niños no están aprendiendo a esperar para conseguir un objetivo. Lo quieren ya.
El consumo además está orientado a la compra de productos “personalizados” que refuercen la individualidad.
La presión de consumo en ocasiones de sexo y violencia (muchas veces unidos) debe ser contenida, pues de otra forma creamos niños que ven en sus padres y abuelos unos «cajeros automáticos»; desearán ser «ricos» y la mayoría se “desencantarán”.
Hemos llegado a un punto, en que los niños se posicionan ante sus profesores como clientes.
Hay que razonar con ellos, poner límites, hacer comprender.
Desde el ejemplo cotidiano y el diálogo instructivo habrá de inocularse el antídoto a niños y jóvenes contra la despersonalización que puede conllevar el decir sí a las demandas comerciales. Se incentivará la capacidad crítica.
Soy Consejero de la OCU (Organización de Consumidores y Usuarios) quien convoca cada año el Premio Literario El Pequeño Consumidor que pretende animar a la reflexión de los más jóvenes sobre su condición de consumidores. Está destinado a niños de los distintos colegios de España y durante estos años hemos podido comprobar como conocen los productos, las marcas, el mercado, y como pueden ser parte activa para prevenir la presión del consumo.
La sociedad habrá de exigir de los medios de comunicación que eduquen en el buen consumo de los propios productos que publicitan. Y tendrán que realizarse campañas conducentes a la deconstrucción de la presión de consumo.
Es muy positivo hacerles saber que hay otros niños que no tienen juguetes (que no tienen nada), que es una felicidad compartir, no acaparar, ésta es una forma de regalarles la semilla de la solidaridad y erradicar el temprano egoísmo.
El niño, ha de ser rico, pero en el número de sonrisas que recibe.
EDUCAR A LOS HIJOS ÚNICOS
Los hijos únicos.
SUBTITULO: Esos seres aparentemente solitarios plenos de amigos y seguros de sí mismos.
Autor: José Miguel Gaona
Psiquiatra
Entradilla:
Los hijos únicos han sido tradicionalmente tildados de egoístas, maleducados, y consentidos entre otros muchos adjetivos negativos. Sin embargo, el hecho de no tener hermanos no tiene que ser necesariamente perjudicial para el desarrollo del niño. Más aún, en ocasiones puede constituirse en ventaja donde la creatividad y la autoestima sean sus mejores valores.
Texto:
¿Qué tienen en común Robin Williams, Cary Grant, Maria Sharapova, Lance Armstrong, Harry Potter, Octavio Paz o el autor que modestamente escribe estas líneas?. Todos somos hijos únicos y, a “pesar” de todo, hemos sabido desenvolvernos con soltura y generosidad en contra de la creencia popular y, quizás se nos podría calificar de cualquier cosa menos de ser introvertidos.
Resulta, hasta cierto punto normal, la preocupación de los padres porque su único hijo sea tratado de una forma demasiado indulgente. En otras ocasiones se encuentra excesivamente protegido de cualquier peligro que pudiera acecharle. Más aún, no resulta extraño que algunos padres atemorizados por el hecho de tener un “hijo único” decidan tener descendencia por el solo hecho de que el primero no se quede “solo” y, de esta forma, acabe “malcriado”.
Hijos únicos, ¿padres egoístas?. ¡No!
Cada día que pasa un mayor número de parejas creen que tener tan sólo un hijo es más que suficiente. Asimismo, el estereotipo de que los padres de un hijo único se corresponden con el una pareja “egoísta” se ha ido desvaneciendo en los últimos años. Paralelamente, también ha desaparecido la idea que un hijo único es, en realidad, un ser solitario y comodón como resultado de todos los supuestos caprichos que le otorgan los padres.
Al contrario de lo sucedido antaño, las aulas de los colegios son invadidos, progresivamente, por niños que no tiene hermanos al mismo tiempo que la sociedad se desprende de la ignorancia y prejuicios en contra de los hijos únicos. Ya es hora que se aprecie a los hijos únicos como entidades saludables de nuestra sociedad.
Tampoco podemos olvidar como causas de este aumento de las familias con un solo hijo las relacionadas con la generalización de los anticonceptivos, tímidas políticas de protección a la familia, falta de reconocimiento del trabajo casero en pos del cuidado de los hijos y una escala de valores en la que la procreación queda desplazada en pos de otros objetivos: situarse profesionalmente, comprar la casa, el coche y, finalmente, tener descendencia. Para complicar aún más las cosas, nuestro país es el lugar, entre los europeos, donde las mujeres procrean a una edad más avanzada con una media de algo más de treinta años (30,73, según el INE).
Características de los hijos según su orden.
El hijo único es, obviamente, el primero y el último en nacer. La mayor parte de los estudios han demostrado que el entorno y la familia no es lo único que influye sobre el desarrollo de un hijo. Aquellos que nacen en primer lugar, primogénitos, así como los hijos únicos se suelen mostrar más ambiciosos, conservadores respecto a la vida, revelando mayores niveles de autoestima y capacidad de liderazgo. Es interesante subrayar que también presentan mayores niveles de respeto hacia sus padres. Por el contrario, aquellos hijos de familias que poseen varios hermanos tienden a ser menos convencionales, flexibles y con cierta tendencia a rebelarse ante las normas impuestas. Pero si hay algo que diferencia a los hijos únicos respecto a los primogénitos es que los primeros poseen aún mejores niveles de autoestima y logran sus objetivos con mayor facilidad que los segundos.
Estereotipos de los hijos únicos.
El hijo único es automáticamente estigmatizado. Gran parte de la población piensa que sus características son, esencialmente, negativas. Afirmando que los hijos únicos son una especie de “monstruitos consentidos”. Un paraíso para estudiar las características de los hijos únicos es, sin duda, la China actual donde la política demográfica ha obligado a las parejas a tener una descendencia mínima: un solo hijo. La mayor parte de los estudios realizados por organismos independientes no alineados al gobierno han concluido que los hijos únicos no presentan características negativas o taras psicológicas en relación a aquellos que poseen más hermanos. Estos estudios son también corroborados en la mayor parte del mundo occidental
Su perfil psicológico.
Dependiendo de su entorno irá adaptando su comportamiento. En un medio aislado se arrogará, camaleonicamente, las características de un niño introvertido: jugará solo y no se aburrirá. Se retraerá sobre sí mismo para capear su soledad, aprendiendo a tolerar mejor que otros niños el aislamiento. Por el contrario, en un ambiente social se comportará, dada su necesidad de establecer amistades, como un verdadero extrovertido. Su personalidad es la de un verdadero híbrido entre estos dos perfiles. Quizás debido a estas dificultades emocionales los hijos únicos tiene una mayor tendencia a ser excesivamente sensibles, cierta dosis de hipocondría (“enfermos imaginarios”) o dificultad para expresar la ira, conteniéndola en su interior. Pero no es menos cierto que estas actitudes negativas son, realmente, promovidas por padres inútilmente angustiados.
Vistos desde fuera de la familia los hijos únicos poseen, generalmente, un carácter extrovertido. La razón de este comportamiento tildado de positivo no es otro que la de ganar amigos. En definitiva, los hermanos que nunca tuvo. Sin embargo, no se integran con facilidad en grandes grupos de niños pero cuando lo hacen suelen adquirir, habitualmente, la posición de liderazgo.
Debido justamente a este perfil extrovertido presentan mayor interés en las cosas que les rodean así como en las personas que tienen en su derredor. Pueden llegar a ser buenos políticos, actores, científicos o bien destacar en multitud de otras carreras profesionales.
Asimismo, la ausencia de presiones familiares por parte de sus inexistentes hermanos evita la competencia por el cariño y atención de sus padres. Este hecho podría explicar la gran variedad de personalidades que los hijos únicos pueden llegar a desarrollar al no encontrarse presionados por sus hermanos.
Hijos únicos y el entorno.
Ya que, obviamente, los hijos únicos no tienen hermanos carecen de la disponibilidad de otros niños en su entorno más inmediato con quien interactuar y desarrollar habilidades sociales. En su mayoría juegan solos, desplegando mayores dotes de fantasía para paliar esta carencia de compañía.
La relación con el entorno puede ser difícil en ciertos momentos justamente por la separación, aún momentánea, de los padres respecto a su hijo. Resulta recomendable favorecer, desde que nuestro hijo es pequeño, instantes de separación ya sea por motivos de trabajo u ocio. En definitiva, no alentemos que esté “pegado” a nosotros.
El hijo único puede y debe ser feliz.
Ante la carencia de hermanos toma mayor importancia el contacto con otros niños de su misma edad. El jugar en grupos es determinante para su mejor desarrollo psicológico. Lograr amistades nuevas adquiere mayor relevancia ya que la familia no provee de otras relaciones semejantes.
Resulta de interés que el ser hijo único no solo no es desventajoso sino que puede aportar múltiples aspectos positivos. Entre ellos el ser más creativos que la media de niños. En contra de lo generalmente aceptado suelen ser más generosos y ordenados así como presentan una mayor maduración y mejor desarrollo lingüístico en comparación a los niños de su misma edad. Al haber recibido mayor dedicación y atenciones por parte de sus padres también suelen mostrar una mayor estabilidad emocional y mejor autoestima lo que, unido a una mayor estabilidad, suele redundar en mejores niveles de felicidad.
Sobreprotección: una mala solución a los temores.
Es uno de los mayores problemas de muchos hijos únicos. La razón es obvia: los padres poseen mayor tiempo y recursos para dedicarlos a ese único hijo. En ocasiones esta actitud de los padres de protegerles ante todo peligro aísla al hijo de su entorno más inmediato, creando un mundo artificial lleno de comodidades. Seamos lo más objetivos con nosotros mismos y tomemos como baremo las actividades que realizan otros niños y, sobre todo, ser muy prácticos: ¿A qué edad otros niños ya van en bicicleta?, ¿Y a tomar el autobús para ir al colegio? Contengamos nuestros temores trasladando progresivamente las responsabilidades a nuestro hijo. Será un niño cumplidor y no amedrentado antes los problemas de la vida.
El hijo único en familia.
Al no tener hermanos, el vínculo entre el hijo y sus padres tiende a ser más fuerte y sólido que en familias numerosas. Se crea una sociedad de mutua admiración entre sus componentes. Como resultado de esta alineación se producen muchos menos conflictos intrafamiliares y se comparten más valores sin interferencias.
Sin embargo, no todo podía ser bueno: esta cercanía con los padres conlleva un mayor criticismo hacia el niño respecto, por ejemplo, a su rendimiento escolar o cualquier otra actividad diaria. Como solo existe un hijo, se vuelcan sobre él todas nuestras esperanzas y…desilusiones.
El niño suele hacer comparaciones respecto a sus padres: “Si papá puede hacer esto, yo también”. Paradójicamente, los padres con un solo hijo también suelen tener una mayor tendencia a compararle con ellos mismos, magnificando injustamente los logros de su hijo único o, por el contrario, escrutando sus comportamientos negativos.
Tampoco podemos olvidar que, dado elevado índice de separaciones y divorcios, la descendencia también queda limitada por lo que el número de hijos únicos en familias monoparentales es ciertamente elevado. Los cuidados, en este caso derivados de un solo progenitor, deben ser más firmes en cuanto a sus planteamientos y, en ningún caso, convertir a nuestro hijo en muleta de nuestra propia situación afectiva personal.
Los hijos únicos ya adultos y en su papel de padres.
Contradictoriamente a lo esperado, los adultos que son hijos únicos son todo lo contrario de lo que se espera de una persona egoísta, solitaria o poco sociable. De hecho, estadísticamente, llegan a poseer un mayor nivel educativo, lo que favorece un mejor estatus laboral. Asimismo, las hijas únicas suelen presentar una mayor tendencia a trabajar y ser independientes de su marido. Llama la atención en estas últimas en ser las que más concienzudamente planean la forma en que desean una familia respecto a las demás mujeres con hermanos, teniendo mucho más claro cuestiones del tipo: edad de casamiento, número de hijos, tipo de pareja que desean, etc.
Es llamativo observar que en diversos estudios sociodemográficos los hijos de padres que eran, a su vez, hijos únicos los valoraban en mejor grado que aquellos otros cuyos padres provenían de familias con más hermanos. Es decir, puntuaban más alto en una imaginaria escala donde se estudiaban características como el cariño o la atención prestada a los demás miembros de la familia.
La familia futura del hijo único.
Es evidente que nuestro hijo único al no tener hermanos tampoco tendrá sobrinos. Y los hijos de nuestro “hijo único” tampoco tendrán tíos, al menos por una de las ramas familiares, puesto que sus padres no tenían hermanos. Incluso, si la historia se repite puede que ni tengan primos puesto que éstos hubieran sido hijos de unos hermanos que nunca existieron. Esto significa que la familia extensa y “grande” como la hemos conocido en los países mediterráneos será desconocida por nuestros nietos dando origen a familias más nucleares o constituidas, paradójicamente, por nuevas parejas de separados y divorciados en los que cada uno aporta un hijo único. Lo que está claro es que una verdadera revolución en cuanto al concepto de familia parece que nos aguarda a la vuelta de la esquina.
Los ocho pecados capitales que hay que evitar al criar a un hijo único.
1- Ser demasiado indulgentes. Tolerar en exceso un mal comportamiento o bien malcriarlo con bienes materiales o emocionalmente desproporcionados.
2- Conductas de sobrecompensación. ¿Se siente culpable por haber tenido “solo” un hijo? Evite compensarle (premios innecesarios, regalos, mimos, etc.) para paliar su sensación de culpa. Convénzase que no ha hecho nada “terrible” por no proporcionarle un hermano.
3- Convertirle en un confidente o “colega”. Este es uno de los puntos más difíciles a evitar ya que algunas parejas integran, literalmente, a su único hijo como parte de la pareja hasta el punto de hacerle partícipe de decisiones propias de adultos.
4- Sobreprotección. ¿Intenta evitar que su hijo pase penurias y malos ratos? Hay que hacerle entender que aceptar los fallos y, en ocasiones, ser rechazado forma parte de la vida diaria. Facilitarle el contacto con otros niños de su edad. De esta manera aprenderá a relacionarse, jugar, compartir, competir y experimentar peleas y discusiones propias de la edad.
5- Esperar la perfección. ¿Vive su vida a través de la de su hijo? Conviértale en un ser excepcional, pero en el mejor sentido de la palabra. No le mire bajo el microscopio para descubrir fallos y mejorarle gratuitamente.
6- No aplicar las reglas que uno mismo ha impuesto. ¿Quién tiene el control de la situación, usted o su hijo? Las reglas han de emplearse bajo cualquier circunstancia aunque usted no se encuentre de humor para llevarlas a cabo.
7- Alabar en exceso. Tanto si ha realizado algo de manera positiva como si ha ocurrido todo lo contrario. Es la manera más eficaz de convertirlo en un “malcriado”. Sea justo con él, le estará proporcionando importantes claves de cómo comportarse. No valorarlo de forma gratuita. Evitar frases como "eres el mejor", "eres el más guapo" y sustituirlas por frases más realistas como: "Lo has hecho muy bien", "te felicito por el examen de matemáticas".
8- No olvide que demasiada atención puede desencadenar una preocupación excesiva y un miedo exagerado a que al niño le pase algo. Debemos aprender a controlar el exceso de temor.
CUADRO 1
Los porcentajes de mujeres que poseen un solo hijo se han duplicado en los últimos veinte años, alcanzando en muchos países industrializados a una de cada cuatro familias. Este crecimiento es acelerado y se prevé que dentro de pocos años igualará al número de familias con dos o más hijos.
CUADRO 2
Las Naciones Unidas predicen que existirán unos 10.000 millones de personas en el año 2050. Para mantener estable la población de un país se necesita que cada mujer tenga, al menos, una media de 2,1 hijos. En Norteamérica el índice es de 1,99 mientras que España resulta ser el país industrializado con menor proporción: tan sólo 1,15. Paradójicamente otros países con muchos menos recursos como Yemen se encuentran con una relación de 7,60 hijos por cada mujer.
EL DATO:
Resulta llamativo que, en nuestro país, parecen ser más deseadas las “niñas únicas”. De hecho cuando las parejas tienen en primer lugar un varón tienden a ir a buscar la “parejita”. Sin embargo, cuando el primer hijo de los padres es niña, una mayor parte de los progenitores prefieren no tener más hijos. Esta actitud parece verse confirmada por una encuesta del Instituto Gallup en nuestro país en el que un 27,5 por ciento de los padres prefería que su primer hijo fuese niña y tan sólo un 20,3 por ciento niño. Es probable que algunas creencias erróneas como que la niña es necesariamente más cariñosa o tranquila y por ende facilita y da menos problemas durante su educación, cuando no se trata más que de prejuicios sexistas sin base real.
Testimonio de un hijo único:
“Lo mejor que tengo es la habilidad de disfrutar de mis momentos de soledad y, a la vez, tener multitud de amigos con quien divertirme en mis ratos de compañía”
Lecturas recomendadas
El hijo único.
Carl E. Pickhardt (Ed. Medici)
Páginas: 256
Precio: 18€
Educar a un hijo único. Guía para evitar los errores más comunes.
Carolyn White
Editorial: Debolsillo
Páginas: 288
Precio: 7,50€
SUBTITULO: Esos seres aparentemente solitarios plenos de amigos y seguros de sí mismos.
Autor: José Miguel Gaona
Psiquiatra
Entradilla:
Los hijos únicos han sido tradicionalmente tildados de egoístas, maleducados, y consentidos entre otros muchos adjetivos negativos. Sin embargo, el hecho de no tener hermanos no tiene que ser necesariamente perjudicial para el desarrollo del niño. Más aún, en ocasiones puede constituirse en ventaja donde la creatividad y la autoestima sean sus mejores valores.
Texto:
¿Qué tienen en común Robin Williams, Cary Grant, Maria Sharapova, Lance Armstrong, Harry Potter, Octavio Paz o el autor que modestamente escribe estas líneas?. Todos somos hijos únicos y, a “pesar” de todo, hemos sabido desenvolvernos con soltura y generosidad en contra de la creencia popular y, quizás se nos podría calificar de cualquier cosa menos de ser introvertidos.
Resulta, hasta cierto punto normal, la preocupación de los padres porque su único hijo sea tratado de una forma demasiado indulgente. En otras ocasiones se encuentra excesivamente protegido de cualquier peligro que pudiera acecharle. Más aún, no resulta extraño que algunos padres atemorizados por el hecho de tener un “hijo único” decidan tener descendencia por el solo hecho de que el primero no se quede “solo” y, de esta forma, acabe “malcriado”.
Hijos únicos, ¿padres egoístas?. ¡No!
Cada día que pasa un mayor número de parejas creen que tener tan sólo un hijo es más que suficiente. Asimismo, el estereotipo de que los padres de un hijo único se corresponden con el una pareja “egoísta” se ha ido desvaneciendo en los últimos años. Paralelamente, también ha desaparecido la idea que un hijo único es, en realidad, un ser solitario y comodón como resultado de todos los supuestos caprichos que le otorgan los padres.
Al contrario de lo sucedido antaño, las aulas de los colegios son invadidos, progresivamente, por niños que no tiene hermanos al mismo tiempo que la sociedad se desprende de la ignorancia y prejuicios en contra de los hijos únicos. Ya es hora que se aprecie a los hijos únicos como entidades saludables de nuestra sociedad.
Tampoco podemos olvidar como causas de este aumento de las familias con un solo hijo las relacionadas con la generalización de los anticonceptivos, tímidas políticas de protección a la familia, falta de reconocimiento del trabajo casero en pos del cuidado de los hijos y una escala de valores en la que la procreación queda desplazada en pos de otros objetivos: situarse profesionalmente, comprar la casa, el coche y, finalmente, tener descendencia. Para complicar aún más las cosas, nuestro país es el lugar, entre los europeos, donde las mujeres procrean a una edad más avanzada con una media de algo más de treinta años (30,73, según el INE).
Características de los hijos según su orden.
El hijo único es, obviamente, el primero y el último en nacer. La mayor parte de los estudios han demostrado que el entorno y la familia no es lo único que influye sobre el desarrollo de un hijo. Aquellos que nacen en primer lugar, primogénitos, así como los hijos únicos se suelen mostrar más ambiciosos, conservadores respecto a la vida, revelando mayores niveles de autoestima y capacidad de liderazgo. Es interesante subrayar que también presentan mayores niveles de respeto hacia sus padres. Por el contrario, aquellos hijos de familias que poseen varios hermanos tienden a ser menos convencionales, flexibles y con cierta tendencia a rebelarse ante las normas impuestas. Pero si hay algo que diferencia a los hijos únicos respecto a los primogénitos es que los primeros poseen aún mejores niveles de autoestima y logran sus objetivos con mayor facilidad que los segundos.
Estereotipos de los hijos únicos.
El hijo único es automáticamente estigmatizado. Gran parte de la población piensa que sus características son, esencialmente, negativas. Afirmando que los hijos únicos son una especie de “monstruitos consentidos”. Un paraíso para estudiar las características de los hijos únicos es, sin duda, la China actual donde la política demográfica ha obligado a las parejas a tener una descendencia mínima: un solo hijo. La mayor parte de los estudios realizados por organismos independientes no alineados al gobierno han concluido que los hijos únicos no presentan características negativas o taras psicológicas en relación a aquellos que poseen más hermanos. Estos estudios son también corroborados en la mayor parte del mundo occidental
Su perfil psicológico.
Dependiendo de su entorno irá adaptando su comportamiento. En un medio aislado se arrogará, camaleonicamente, las características de un niño introvertido: jugará solo y no se aburrirá. Se retraerá sobre sí mismo para capear su soledad, aprendiendo a tolerar mejor que otros niños el aislamiento. Por el contrario, en un ambiente social se comportará, dada su necesidad de establecer amistades, como un verdadero extrovertido. Su personalidad es la de un verdadero híbrido entre estos dos perfiles. Quizás debido a estas dificultades emocionales los hijos únicos tiene una mayor tendencia a ser excesivamente sensibles, cierta dosis de hipocondría (“enfermos imaginarios”) o dificultad para expresar la ira, conteniéndola en su interior. Pero no es menos cierto que estas actitudes negativas son, realmente, promovidas por padres inútilmente angustiados.
Vistos desde fuera de la familia los hijos únicos poseen, generalmente, un carácter extrovertido. La razón de este comportamiento tildado de positivo no es otro que la de ganar amigos. En definitiva, los hermanos que nunca tuvo. Sin embargo, no se integran con facilidad en grandes grupos de niños pero cuando lo hacen suelen adquirir, habitualmente, la posición de liderazgo.
Debido justamente a este perfil extrovertido presentan mayor interés en las cosas que les rodean así como en las personas que tienen en su derredor. Pueden llegar a ser buenos políticos, actores, científicos o bien destacar en multitud de otras carreras profesionales.
Asimismo, la ausencia de presiones familiares por parte de sus inexistentes hermanos evita la competencia por el cariño y atención de sus padres. Este hecho podría explicar la gran variedad de personalidades que los hijos únicos pueden llegar a desarrollar al no encontrarse presionados por sus hermanos.
Hijos únicos y el entorno.
Ya que, obviamente, los hijos únicos no tienen hermanos carecen de la disponibilidad de otros niños en su entorno más inmediato con quien interactuar y desarrollar habilidades sociales. En su mayoría juegan solos, desplegando mayores dotes de fantasía para paliar esta carencia de compañía.
La relación con el entorno puede ser difícil en ciertos momentos justamente por la separación, aún momentánea, de los padres respecto a su hijo. Resulta recomendable favorecer, desde que nuestro hijo es pequeño, instantes de separación ya sea por motivos de trabajo u ocio. En definitiva, no alentemos que esté “pegado” a nosotros.
El hijo único puede y debe ser feliz.
Ante la carencia de hermanos toma mayor importancia el contacto con otros niños de su misma edad. El jugar en grupos es determinante para su mejor desarrollo psicológico. Lograr amistades nuevas adquiere mayor relevancia ya que la familia no provee de otras relaciones semejantes.
Resulta de interés que el ser hijo único no solo no es desventajoso sino que puede aportar múltiples aspectos positivos. Entre ellos el ser más creativos que la media de niños. En contra de lo generalmente aceptado suelen ser más generosos y ordenados así como presentan una mayor maduración y mejor desarrollo lingüístico en comparación a los niños de su misma edad. Al haber recibido mayor dedicación y atenciones por parte de sus padres también suelen mostrar una mayor estabilidad emocional y mejor autoestima lo que, unido a una mayor estabilidad, suele redundar en mejores niveles de felicidad.
Sobreprotección: una mala solución a los temores.
Es uno de los mayores problemas de muchos hijos únicos. La razón es obvia: los padres poseen mayor tiempo y recursos para dedicarlos a ese único hijo. En ocasiones esta actitud de los padres de protegerles ante todo peligro aísla al hijo de su entorno más inmediato, creando un mundo artificial lleno de comodidades. Seamos lo más objetivos con nosotros mismos y tomemos como baremo las actividades que realizan otros niños y, sobre todo, ser muy prácticos: ¿A qué edad otros niños ya van en bicicleta?, ¿Y a tomar el autobús para ir al colegio? Contengamos nuestros temores trasladando progresivamente las responsabilidades a nuestro hijo. Será un niño cumplidor y no amedrentado antes los problemas de la vida.
El hijo único en familia.
Al no tener hermanos, el vínculo entre el hijo y sus padres tiende a ser más fuerte y sólido que en familias numerosas. Se crea una sociedad de mutua admiración entre sus componentes. Como resultado de esta alineación se producen muchos menos conflictos intrafamiliares y se comparten más valores sin interferencias.
Sin embargo, no todo podía ser bueno: esta cercanía con los padres conlleva un mayor criticismo hacia el niño respecto, por ejemplo, a su rendimiento escolar o cualquier otra actividad diaria. Como solo existe un hijo, se vuelcan sobre él todas nuestras esperanzas y…desilusiones.
El niño suele hacer comparaciones respecto a sus padres: “Si papá puede hacer esto, yo también”. Paradójicamente, los padres con un solo hijo también suelen tener una mayor tendencia a compararle con ellos mismos, magnificando injustamente los logros de su hijo único o, por el contrario, escrutando sus comportamientos negativos.
Tampoco podemos olvidar que, dado elevado índice de separaciones y divorcios, la descendencia también queda limitada por lo que el número de hijos únicos en familias monoparentales es ciertamente elevado. Los cuidados, en este caso derivados de un solo progenitor, deben ser más firmes en cuanto a sus planteamientos y, en ningún caso, convertir a nuestro hijo en muleta de nuestra propia situación afectiva personal.
Los hijos únicos ya adultos y en su papel de padres.
Contradictoriamente a lo esperado, los adultos que son hijos únicos son todo lo contrario de lo que se espera de una persona egoísta, solitaria o poco sociable. De hecho, estadísticamente, llegan a poseer un mayor nivel educativo, lo que favorece un mejor estatus laboral. Asimismo, las hijas únicas suelen presentar una mayor tendencia a trabajar y ser independientes de su marido. Llama la atención en estas últimas en ser las que más concienzudamente planean la forma en que desean una familia respecto a las demás mujeres con hermanos, teniendo mucho más claro cuestiones del tipo: edad de casamiento, número de hijos, tipo de pareja que desean, etc.
Es llamativo observar que en diversos estudios sociodemográficos los hijos de padres que eran, a su vez, hijos únicos los valoraban en mejor grado que aquellos otros cuyos padres provenían de familias con más hermanos. Es decir, puntuaban más alto en una imaginaria escala donde se estudiaban características como el cariño o la atención prestada a los demás miembros de la familia.
La familia futura del hijo único.
Es evidente que nuestro hijo único al no tener hermanos tampoco tendrá sobrinos. Y los hijos de nuestro “hijo único” tampoco tendrán tíos, al menos por una de las ramas familiares, puesto que sus padres no tenían hermanos. Incluso, si la historia se repite puede que ni tengan primos puesto que éstos hubieran sido hijos de unos hermanos que nunca existieron. Esto significa que la familia extensa y “grande” como la hemos conocido en los países mediterráneos será desconocida por nuestros nietos dando origen a familias más nucleares o constituidas, paradójicamente, por nuevas parejas de separados y divorciados en los que cada uno aporta un hijo único. Lo que está claro es que una verdadera revolución en cuanto al concepto de familia parece que nos aguarda a la vuelta de la esquina.
Los ocho pecados capitales que hay que evitar al criar a un hijo único.
1- Ser demasiado indulgentes. Tolerar en exceso un mal comportamiento o bien malcriarlo con bienes materiales o emocionalmente desproporcionados.
2- Conductas de sobrecompensación. ¿Se siente culpable por haber tenido “solo” un hijo? Evite compensarle (premios innecesarios, regalos, mimos, etc.) para paliar su sensación de culpa. Convénzase que no ha hecho nada “terrible” por no proporcionarle un hermano.
3- Convertirle en un confidente o “colega”. Este es uno de los puntos más difíciles a evitar ya que algunas parejas integran, literalmente, a su único hijo como parte de la pareja hasta el punto de hacerle partícipe de decisiones propias de adultos.
4- Sobreprotección. ¿Intenta evitar que su hijo pase penurias y malos ratos? Hay que hacerle entender que aceptar los fallos y, en ocasiones, ser rechazado forma parte de la vida diaria. Facilitarle el contacto con otros niños de su edad. De esta manera aprenderá a relacionarse, jugar, compartir, competir y experimentar peleas y discusiones propias de la edad.
5- Esperar la perfección. ¿Vive su vida a través de la de su hijo? Conviértale en un ser excepcional, pero en el mejor sentido de la palabra. No le mire bajo el microscopio para descubrir fallos y mejorarle gratuitamente.
6- No aplicar las reglas que uno mismo ha impuesto. ¿Quién tiene el control de la situación, usted o su hijo? Las reglas han de emplearse bajo cualquier circunstancia aunque usted no se encuentre de humor para llevarlas a cabo.
7- Alabar en exceso. Tanto si ha realizado algo de manera positiva como si ha ocurrido todo lo contrario. Es la manera más eficaz de convertirlo en un “malcriado”. Sea justo con él, le estará proporcionando importantes claves de cómo comportarse. No valorarlo de forma gratuita. Evitar frases como "eres el mejor", "eres el más guapo" y sustituirlas por frases más realistas como: "Lo has hecho muy bien", "te felicito por el examen de matemáticas".
8- No olvide que demasiada atención puede desencadenar una preocupación excesiva y un miedo exagerado a que al niño le pase algo. Debemos aprender a controlar el exceso de temor.
CUADRO 1
Los porcentajes de mujeres que poseen un solo hijo se han duplicado en los últimos veinte años, alcanzando en muchos países industrializados a una de cada cuatro familias. Este crecimiento es acelerado y se prevé que dentro de pocos años igualará al número de familias con dos o más hijos.
CUADRO 2
Las Naciones Unidas predicen que existirán unos 10.000 millones de personas en el año 2050. Para mantener estable la población de un país se necesita que cada mujer tenga, al menos, una media de 2,1 hijos. En Norteamérica el índice es de 1,99 mientras que España resulta ser el país industrializado con menor proporción: tan sólo 1,15. Paradójicamente otros países con muchos menos recursos como Yemen se encuentran con una relación de 7,60 hijos por cada mujer.
EL DATO:
Resulta llamativo que, en nuestro país, parecen ser más deseadas las “niñas únicas”. De hecho cuando las parejas tienen en primer lugar un varón tienden a ir a buscar la “parejita”. Sin embargo, cuando el primer hijo de los padres es niña, una mayor parte de los progenitores prefieren no tener más hijos. Esta actitud parece verse confirmada por una encuesta del Instituto Gallup en nuestro país en el que un 27,5 por ciento de los padres prefería que su primer hijo fuese niña y tan sólo un 20,3 por ciento niño. Es probable que algunas creencias erróneas como que la niña es necesariamente más cariñosa o tranquila y por ende facilita y da menos problemas durante su educación, cuando no se trata más que de prejuicios sexistas sin base real.
Testimonio de un hijo único:
“Lo mejor que tengo es la habilidad de disfrutar de mis momentos de soledad y, a la vez, tener multitud de amigos con quien divertirme en mis ratos de compañía”
Lecturas recomendadas
El hijo único.
Carl E. Pickhardt (Ed. Medici)
Páginas: 256
Precio: 18€
Educar a un hijo único. Guía para evitar los errores más comunes.
Carolyn White
Editorial: Debolsillo
Páginas: 288
Precio: 7,50€
LOS HÁBITOS
Crear hábitos
SUBTITULO: Las herramientas para una vida feliz y exitosa.
Autor: José Miguel Gaona
Psiquiatra. Master en psicología.
Entradilla:
El niño que aprende hábitos convierte su vida en algo mucho más llevadero que no depende de sus estados de ánimo.
Texto:
Los primeros años de Alejandro fueron un verdadero quebradero de cabeza para sus profesores: acudía al colegio sin hacer los deberes, presentaba un fuerte retraso en la escritura y lectura, amén de una intensa falta de capacidad para concentrarse en prácticamente cualquier actividad intelectual. El chico de tan solo 7 años vivía en una familia donde la desatención tanto por parte de la madre, que sufría un problema de alcoholismo y del padre que trabajaba casi todo el día habían provocado la casi inexistencia de cualquier hábito saludable. El padre decidió tomar las riendas de la situación y comenzó a instaurar, lentamente, ciertos hábitos necesarios para llevar una vida feliz y sentar las bases de un comportamiento sano. En primer lugar estableció unos horarios que salvaguardasen las actividades propias de cualquier niño: hora de irse a la cama fija y sin discusiones, franja horaria de estudios, higiene diaria obligatoria y cierto orden en su habitación propio del sentido común. En tan solo unos meses, Alejandro comenzó a encontrarse más cómodo, al conocer sus límites. Aumentó su autoestima al rendir mejor en el colegio y, sorprendentemente, disminuyó su nivel de ansiedad debido a la sana estructuración de hábitos en la que se vio sumergido. Paradójicamente, el chico fue capaz de aceptar, progresivamente, tareas más complejas y realizarlas con menor rechazo. La semilla de los hábitos había germinado.
Imaginemos, por un momento que nuestro devenir diario no se encontrara sometido a ciertas costumbres adquiridas desde la infancia. Que nuestra higiene diaria fuese cuestionada dependiendo de otras prioridades aparentemente más importantes que, caprichosamente, se hubiesen presentado ese día. O bien que nuestro sentido de la puntualidad dependiese de cómo nos sentimos ese día respecto a un compromiso determinado. Nos solo no podríamos alcanzar muchos de nuestros objetivos diarios sino que tampoco sabríamos que esperar del comportamiento de nuestros familiares, vecinos, amigos o de nosotros mismos.
¿Qué es un hábito?
Son un conjunto de disposiciones, habilidades y pautas de comportamiento que van a favorecer un modo de vida más positivo.
Lógicamente tenemos que luchar para que estos hábitos que adquieren nuestros hijos estén solidamente fundamentados en una línea positiva para que, en conjunto, constituyan una herramienta que favorezca la supervivencia y el bienestar. Instaurándolos eliminaremos resultados aleatorios que dependen de elecciones caprichosas: “prefiero dejar para más tarde tal cosa”, “en realidad da lo mismo hacerlo que no”. Por el contrario, el haberlos practicado desde la infancia hará que nuestros hijos posean las destrezas necesarias para que les sea mucho más fácil acometer múltiples tareas allí donde para otros constituye un gran esfuerzo.
¿Cuando se debe comenzar a instaurar los hábitos?
El mejor momento resulta ser en los primeros años de crecimiento y, sin lugar a dudas mediante el apoyo de los padres ya que se necesita que los niños fijen toda su atención en la tarea que están desempeñando.
Los niños son, literalmente, lo que queremos que sean por lo que debemos crear hábitos desde el principio de su existencia. Instaurarlos progresivamente pero no esperar a que ya sea demasiado tarde o en fases que no se correlacionan con su desarrollo personal.
Por ejemplo, los hábitos de estudio deben hacerse coincidir con el inicio de la educación de nuestro hijo. Pero anteriormente a este hecho es una buena idea promover la concentración y cierta capacidad de esfuerzo mediante la realización de tareas pre-escolares básicas: colorear o completar figuras. Otro ejemplo: la higiene bucal debe comenzar desde el mismo momento de la aparición de la dentadura pero ya previamente, desde el instante de cambiar los pañales debemos de haber transmitido la relación que debe existir entre bienestar e higiene a través de la actitud que observan en nosotros, sus padres, mediante nuestra actitud personal hacia este hábito.
¿Cómo se promueve la existencia de hábitos?
Ser consecuentes con la edad del niño: “A cada edad inculcar un hábito proporcional”. Previamente, o mejor dicho al unísono con el establecimiento de hábitos se deben ir estableciendo normas y límites. Estas no deben ser impuestas sino consensuadas o, al menos explicadas, con objeto de generar un vínculo de confianza que facilite las relaciones y cree un espacio para construir juntos una serie de rutinas. Mediante las “normas” podremos establecer “hábitos”. Respecto a los más pequeños, hasta los dos años de edad: tener paciencia ante las “rabietas” y exigirles que obedezcan sin la necesidad de conocer todos los argumentos. Sin embargo, cuando los niños son mayores debemos de pactar con ellos y llegar a acuerdos que les favorezcan.
Explicar desde que son unos bebés el porqué hacemos las cosas: “te cambio el pañal porque quiero evitar que se estropee tu piel”. Recordar a este respecto que el niño adquiere primero, en mayor medida, la capacidad de entender antes que la de expresarse.
En el caso del estudio, por ejemplo, es importante que el lugar siempre sea el mismo, de manera que el niño se sienta familiarizado con su entorno. La hora de su realización es importante a la hora de asociar un momento de la jornada con una actividad determinada. Los días que no tenga labores escolares puede sentarse un periodo de tiempo más breve a, por ejemplo, ordenar su escritorio.
Evitar los elementos distractores: Debemos centrarnos en el hábito que queremos instaurar. Las distracciones son especialmente nocivas para desarrollar hábitos. Por ejemplo, en el caso de los estudios, cualquier elemento que le haga perder concentración evitará que el hábito quede “fijado” y, en consecuencia, pierda la atención.
Ciertos hábitos higiénicos como el momento de “ir al baño” adquieren especial importancia en los niños más pequeños. Evitar que lo hagan con juguetes en la mano o con revistas para “distraerse” mientras se encuentra en el inodoro. Algunos arrastran ese “mal hábito” el resto de su vida…
Repetir la conducta o actividad que queremos se convierta en hábito: Mediante la práctica la tarea se va convirtiendo en progresivamente más fácil de realizar.
Aquellos hábitos que se encuentren especialmente relacionados con una hora del día determinada pueden apoyarse para su cumplimiento en el reloj. Personalmente tengo menos discusiones con mis hijos, especialmente con el pequeño, cuando le pongo sobre la mesa un reloj y le digo, por ejemplo, “a las 9 y media a la cama” en vez de discutir con él a esa misma hora. Es un pequeño truco psicológico: descargamos el conflicto sobre el reloj y no sobre nosotros.
Sin embargo, bajo ciertas circunstancias se pueden ofrecer opciones, por ejemplo: “¿prefieres ducharte antes o después de cenar?
Premiar el esfuerzo realizado. Además de la supervisión de los hábitos no es un factor menos importante, especialmente en los primeros momentos de instauración, el premiar el esfuerzo realizado. Por ejemplo, el niño puede irse a jugar tan sólo cuando haya ordenado y guardado todos sus enseres escolares en su mochila preparada para el día siguiente. Sin embargo, por ejemplo, es importante no asociar el estudio con premios materiales o castigos. Resulta más importante generar la motivación por aprender más que por conseguir un regalo o evitar algo negativo. En todo caso, una dosis de reconocimiento de la labor efectuada puede mostrarse mediante el afecto: darle un beso, abrazo o caricia. Por supuesto que una clara felicitación debe formar parte de cualquier refuerzo de un hábito determinado: “¡hoy lo has hecho fenomenal, sigue así!”. En casos excepcionales podemos premiarle compartiendo, junto a él, alguna partida de algún juego suyo favorito.
Ejemplificar el hábito. ¿Cómo vamos a promover, por ejemplo, el ser puntuales si nuestros hijos observan, justamente, lo contrario? Es posible que no nos apercibamos de ello pero nuestros hijos son notarios e imitadores de todas nuestras conductas. Más aún, la sinceridad en la manera que realizamos dichos hábitos es también percibida por aquellos a quienes queremos dar ejemplo. Si para inculcar una determinada conducta necesitamos fingir quizás lo mejor sea desistir de nuestro intento. Por este motivo, los adultos han de ser coherentes y respetar también las reglas. Es decir, si no queremos que el niño diga palabras malsonantes tampoco nosotros hemos de decirlas. La trasgresión de estas pautas puede implicar la imposición de un castigo adecuado. Sin embargo, no se trata de desaprobarle a él como persona, sino de castigar esa conducta determinada.
A este respecto, la idiosincrasia familiar y su actitud ante fomentar valores nos servirá para alimentar ciertos hábitos. Por ejemplo, si en nuestra familia se presta especial importancia a la buena imagen frente a nuestro entorno será, pues, mucho más sencillo inculcar hábitos respecto a la higiene o buenos modales. Debe existir, en definitiva, una coherencia entre actitudes, valores y hábitos que deseemos promover.
Seguridad y claridad. Son dos valores que deben impregnar lo que deseamos transmitir. Ambos padres deben estar de acuerdo en lo que le decimos a nuestro hijo, utilizando una voz segura y mirada firme. No puede ser que intentemos fomentar, por ejemplo, el orden y que, sin embargo, dejemos pasar frecuentemente que la habitación no se encuentre en buen estado. A este respecto no podemos dejar de mencionar que la aplicación de límites en su conducta otorga al niño, contrariamente a lo que muchos pudieran pensar, una intensa sensación de seguridad ya que sabrá perfectamente dentro de que terrenos resulta aceptable moverse.
En los más pequeños dirigirse a ellos de manera muy concreta. No decirles que se “porten bien” sino indicarles con claridad la tarea que promueve el hábito determinado, así como su finalidad. Por ejemplo: “Recoge tus juguetes para que tengas el cuarto ordenado”, o bien “lávate los dientes para que no se estropeen”.
Exigencia pero también tiempo para descansar. Muchas veces nos olvidamos del necesario descanso. Aparentemente es la antítesis de lo que queremos instaurar pero fácilmente comprenderemos que si el niño está cansado muy precariamente podremos fijar en su mente una conducta determinada.
Tener paciencia. Por último, ser conscientes que debemos armarnos de paciencia ya que la adquisición de un hábito es un proceso lento. Sus resultados no se verán de inmediato sino a largo plazo, pero sus beneficios durarán toda la vida.
¿Qué conductas positivas pueden convertirse en habituales?
Estudios. Acometer los estudios con la máxima desenvoltura es uno de los mayores anhelos de numerosos padres. Apoyar al niño a desarrollar un hábito significa apoyarle en sus trabajos y estudio. Inicialmente, esto no implica realizar las actividades por él, sino responder sus dudas, ayudarlo a recopilar material o indicarle dónde debe buscarlo. Todo ello le ayudará a organizar su trabajo, lectura o estudio. De esta forma lo motiva a estudiar y aprender. Realizarlo de forma conjunta a partir de los 7 años le ayudará a adquirir un hábito y responsabilidad por sus tareas del colegio. Sin embargo, debemos ir dejándole solo en el desempeño de sus labores para impregnarle de la sensación de independencia y responsabilidad.
Alimentación. Comer bien es un problema de salud de primera magnitud. No es necesario ahondar en temas como la obesidad, bulimia o anorexia tan familiares para todos. La mejor manera de inculcar buenos hábitos a este respecto es transmitir las cualidades de cada alimento y, sobre todo, compartir el momento de la comida con nuestros hijos. Si es posible, servir porciones pequeñas pero continuas a lo largo del día. Muchos niños disfrutan participando en la elaboración de los alimentos. Al tiempo que practican la cocina también aprenden acerca de las propiedades de los nutrientes. Es un buen momento para iniciarles en el ahorro y valor simbólico de los alimentos: guardar las sobras y reciclarlas en otro momento. No ver la televisión mientras se come. Estamos anulando la percepción de olores y sabores de lo que comemos así como desperdiciando uno de los mejores momentos del día para relacionarnos toda la familia.
Nunca usar los alimentos como premio o castigo. Puede conducir al niño a sufrir algún trastorno alimenticio.
Ejercicio físico. Es uno de los hábitos más descuidados en nuestro país cuando, en realidad, debería ser una constante en la creación de hábitos ya que favorece la salud tanto física como mental además de proveer una excelente oportunidad para compartir momentos con nuestros hijos. Una buena manera de hacerlo es mediante la compra de regalos que favorezcan el ejercicio: patines, bicicletas, pelotas, etc. Poner énfasis en lo divertido que resulta su práctica y no en la habilidad para practicarlo. Incluir la realización de deportes durante las vacaciones como el senderismo o la natación. Predicar con el ejemplo es otra forma de transmitir el hábito del ejercicio: utilizar frecuentemente las escaleras o evitar el coche para hacer esa compra en un almacén cercano. No hay que presentarlo como algo extenuante sino como una sucesión de pequeños cambios de actitud.
Higiene. Otro hábito que mejorará la supervivencia y calidad de vida de nuestros hijos. Ayuda a los niños a su inserción social y les brinda una sensación de seguridad e independencia. Resulta curioso mencionar que los niveles de salud respecto a la higiene presentan una mayor relación con los programas de educación integral familiar que con grandes inversiones económicas respecto a infraestructuras o campañas publicitarias que tan solo la favorezcan. Introducir la ducha diaria desde la más tierna infancia así como otros aspectos del cuidado personal: cepillado de dientes, cuidado de las uñas, corte de cabello, etc. Servirán no solo para mejorar la salud sino para crear una mejor imagen de sí mismo y reforzar la autoestima.
A partir de los dos años de edad hacer que el niño participe activamente de su limpieza personal. Por ejemplo, realizar comentarios acerca del buen olor que desprende su boca recién cepillada. Sonreír cuando acabe de lavarse las manos. En caso que no siga fielmente las indicaciones y se distraiga jamás utilizar el “no”, mejor decirle: “sí, pero también lavarse las manos”. Los resultados son mejores alentando la afirmación del hábito que insinuando un castigo: “que agradable es tener el pelo limpio, así estás más guapo”, en vez de: “como no te lo limpies te quedas sin televisión”.
La idea es asociar los beneficios de la higiene más que el castigo que conlleva no cumplirlos. Una vez más, el niño debe de ver que nosotros, sus padres, disfrutamos todas las acciones que conllevan poseer un buen nivel de higiene.
Sociales: puntualidad, cortesía. Son valores aparentemente a la baja pero, justamente por ese motivo son cada día más apreciados. Su cumplimiento facilitará la reciprocidad social y el éxito en las relaciones interpersonales. No hace falta obsesionarse con el reloj pero si hacerle notar al niño que el cumplimiento de un horario le facilitará la vida ya que optimizará su tiempo. Por ejemplo, dejar sus útiles escolares ordenados la noche anterior favorecerá que al día siguiente no pierda tiempo ante el apuro del autobús escolar. Comprarle un reloj analógico en vez de digital beneficiará su capacidad de interpretación de lo abstracto. Cuando tengamos visitas, especialmente de los abuelos, indicar al niño que debe levantarse tanto para ir a darles la bienvenida como despedirles hasta la misma puerta de entrada de la casa. Ello le hará sentir, además, que su presencia es importante en el desarrollo de la vida familiar y mejorará la percepción que tiene de su lugar en la estructura familiar. Incluso le permitirá apuntalar actitudes y ritos sociales que le serán de mucho beneficio en su vida diaria.
Seguridad: De ella, entre otras, va a depender literalmente su vida en el futuro. Hacerle ver que su vida es lo más importante para él y para los que le rodean. Una vez más, predicar con el ejemplo: ponerse el cinturón de seguridad nada más sentarse en el coche incluso antes de encender el motor. Observar que el haga lo mismo. No favorecer el visionado de películas o escenas que, aparentemente, son divertidas (tipo “Jackass”) pero que constituyen un verdadero desprecio hacia la seguridad y la integridad física. Si practica bicicleta utilizar casco. En el caso del patinete, protecciones articulares, etc.
No hace falta obsesionarse con la seguridad, simplemente integrarla de forma natural en nuestro quehacer diario.
Seguramente podríamos enumerar muchos más hábitos pero casi todos ellos cumplen pautas similares en las que, como padres, estamos involucrados.
La adquisición de hábitos hará la vida de nuestros hijos mucho más fácil y sencilla ya que las tareas se realizarán con mucha más fluidez. Lo que para otros será algo complejo y, muchas veces incomprensible, para nuestros hijos constituirá una herramienta ya engrasada que favorecerá su supervivencia y éxito personal y social.
Para saber más:
1 RITUALES PARA NIÑOS.Autores: P. Kunze - C. Salamander. Editorial Hispano-europea. 92 páginas. Precio: 12,5 €
2 LILA VA AL COLE. Autores: ESTIVILL, EDUARD y DOMENECH, MONTSE. EDICIONES BEASCOA, S.A. 40 páginas . Precio: 12,95 €
3 ¡A COMER!: METODO ESTIVILL PARA ENSEÑAR A COMER: DOMENECH, MONTSE y ESTIVILL, EDUARD. 160 páginas. Precio: 7,5 €
Frases: “Tan malo es imponer los hábitos como que no existan. Debemos transmitir a los niños que los hábitos tienen una razón, un sentido, que no son caprichosas imposiciones de los adultos”.
“TOP TEN” de los hábitos.
1- Sueño. Se adquiere desde que somos bebés. Se refuerza mediante horas fijas de “irse a la cama” y evitando jugar o leer en la misma.
2- Alimenticios. A partir de los dos años en que la dieta ya es francamente variada. Promover el comer de todo de manera natural y pobre en grasas. Las costumbres familiares pesarán el resto de su vida.
3- Higiene. Se adquieren desde que somos bebés. Sin embargo deben ganar importancia a partir que el niño sea más autónomo. Ducharse ellos mismos a partir de los cuatro años. Eso sí: vigilados. Dentadura desde que salen los primeros dientes. Comprarle cepillos con melodía de unos 3 minutos (el tiempo que debe durar el cepillado)
SUBTITULO: Las herramientas para una vida feliz y exitosa.
Autor: José Miguel Gaona
Psiquiatra. Master en psicología.
Entradilla:
El niño que aprende hábitos convierte su vida en algo mucho más llevadero que no depende de sus estados de ánimo.
Texto:
Los primeros años de Alejandro fueron un verdadero quebradero de cabeza para sus profesores: acudía al colegio sin hacer los deberes, presentaba un fuerte retraso en la escritura y lectura, amén de una intensa falta de capacidad para concentrarse en prácticamente cualquier actividad intelectual. El chico de tan solo 7 años vivía en una familia donde la desatención tanto por parte de la madre, que sufría un problema de alcoholismo y del padre que trabajaba casi todo el día habían provocado la casi inexistencia de cualquier hábito saludable. El padre decidió tomar las riendas de la situación y comenzó a instaurar, lentamente, ciertos hábitos necesarios para llevar una vida feliz y sentar las bases de un comportamiento sano. En primer lugar estableció unos horarios que salvaguardasen las actividades propias de cualquier niño: hora de irse a la cama fija y sin discusiones, franja horaria de estudios, higiene diaria obligatoria y cierto orden en su habitación propio del sentido común. En tan solo unos meses, Alejandro comenzó a encontrarse más cómodo, al conocer sus límites. Aumentó su autoestima al rendir mejor en el colegio y, sorprendentemente, disminuyó su nivel de ansiedad debido a la sana estructuración de hábitos en la que se vio sumergido. Paradójicamente, el chico fue capaz de aceptar, progresivamente, tareas más complejas y realizarlas con menor rechazo. La semilla de los hábitos había germinado.
Imaginemos, por un momento que nuestro devenir diario no se encontrara sometido a ciertas costumbres adquiridas desde la infancia. Que nuestra higiene diaria fuese cuestionada dependiendo de otras prioridades aparentemente más importantes que, caprichosamente, se hubiesen presentado ese día. O bien que nuestro sentido de la puntualidad dependiese de cómo nos sentimos ese día respecto a un compromiso determinado. Nos solo no podríamos alcanzar muchos de nuestros objetivos diarios sino que tampoco sabríamos que esperar del comportamiento de nuestros familiares, vecinos, amigos o de nosotros mismos.
¿Qué es un hábito?
Son un conjunto de disposiciones, habilidades y pautas de comportamiento que van a favorecer un modo de vida más positivo.
Lógicamente tenemos que luchar para que estos hábitos que adquieren nuestros hijos estén solidamente fundamentados en una línea positiva para que, en conjunto, constituyan una herramienta que favorezca la supervivencia y el bienestar. Instaurándolos eliminaremos resultados aleatorios que dependen de elecciones caprichosas: “prefiero dejar para más tarde tal cosa”, “en realidad da lo mismo hacerlo que no”. Por el contrario, el haberlos practicado desde la infancia hará que nuestros hijos posean las destrezas necesarias para que les sea mucho más fácil acometer múltiples tareas allí donde para otros constituye un gran esfuerzo.
¿Cuando se debe comenzar a instaurar los hábitos?
El mejor momento resulta ser en los primeros años de crecimiento y, sin lugar a dudas mediante el apoyo de los padres ya que se necesita que los niños fijen toda su atención en la tarea que están desempeñando.
Los niños son, literalmente, lo que queremos que sean por lo que debemos crear hábitos desde el principio de su existencia. Instaurarlos progresivamente pero no esperar a que ya sea demasiado tarde o en fases que no se correlacionan con su desarrollo personal.
Por ejemplo, los hábitos de estudio deben hacerse coincidir con el inicio de la educación de nuestro hijo. Pero anteriormente a este hecho es una buena idea promover la concentración y cierta capacidad de esfuerzo mediante la realización de tareas pre-escolares básicas: colorear o completar figuras. Otro ejemplo: la higiene bucal debe comenzar desde el mismo momento de la aparición de la dentadura pero ya previamente, desde el instante de cambiar los pañales debemos de haber transmitido la relación que debe existir entre bienestar e higiene a través de la actitud que observan en nosotros, sus padres, mediante nuestra actitud personal hacia este hábito.
¿Cómo se promueve la existencia de hábitos?
Ser consecuentes con la edad del niño: “A cada edad inculcar un hábito proporcional”. Previamente, o mejor dicho al unísono con el establecimiento de hábitos se deben ir estableciendo normas y límites. Estas no deben ser impuestas sino consensuadas o, al menos explicadas, con objeto de generar un vínculo de confianza que facilite las relaciones y cree un espacio para construir juntos una serie de rutinas. Mediante las “normas” podremos establecer “hábitos”. Respecto a los más pequeños, hasta los dos años de edad: tener paciencia ante las “rabietas” y exigirles que obedezcan sin la necesidad de conocer todos los argumentos. Sin embargo, cuando los niños son mayores debemos de pactar con ellos y llegar a acuerdos que les favorezcan.
Explicar desde que son unos bebés el porqué hacemos las cosas: “te cambio el pañal porque quiero evitar que se estropee tu piel”. Recordar a este respecto que el niño adquiere primero, en mayor medida, la capacidad de entender antes que la de expresarse.
En el caso del estudio, por ejemplo, es importante que el lugar siempre sea el mismo, de manera que el niño se sienta familiarizado con su entorno. La hora de su realización es importante a la hora de asociar un momento de la jornada con una actividad determinada. Los días que no tenga labores escolares puede sentarse un periodo de tiempo más breve a, por ejemplo, ordenar su escritorio.
Evitar los elementos distractores: Debemos centrarnos en el hábito que queremos instaurar. Las distracciones son especialmente nocivas para desarrollar hábitos. Por ejemplo, en el caso de los estudios, cualquier elemento que le haga perder concentración evitará que el hábito quede “fijado” y, en consecuencia, pierda la atención.
Ciertos hábitos higiénicos como el momento de “ir al baño” adquieren especial importancia en los niños más pequeños. Evitar que lo hagan con juguetes en la mano o con revistas para “distraerse” mientras se encuentra en el inodoro. Algunos arrastran ese “mal hábito” el resto de su vida…
Repetir la conducta o actividad que queremos se convierta en hábito: Mediante la práctica la tarea se va convirtiendo en progresivamente más fácil de realizar.
Aquellos hábitos que se encuentren especialmente relacionados con una hora del día determinada pueden apoyarse para su cumplimiento en el reloj. Personalmente tengo menos discusiones con mis hijos, especialmente con el pequeño, cuando le pongo sobre la mesa un reloj y le digo, por ejemplo, “a las 9 y media a la cama” en vez de discutir con él a esa misma hora. Es un pequeño truco psicológico: descargamos el conflicto sobre el reloj y no sobre nosotros.
Sin embargo, bajo ciertas circunstancias se pueden ofrecer opciones, por ejemplo: “¿prefieres ducharte antes o después de cenar?
Premiar el esfuerzo realizado. Además de la supervisión de los hábitos no es un factor menos importante, especialmente en los primeros momentos de instauración, el premiar el esfuerzo realizado. Por ejemplo, el niño puede irse a jugar tan sólo cuando haya ordenado y guardado todos sus enseres escolares en su mochila preparada para el día siguiente. Sin embargo, por ejemplo, es importante no asociar el estudio con premios materiales o castigos. Resulta más importante generar la motivación por aprender más que por conseguir un regalo o evitar algo negativo. En todo caso, una dosis de reconocimiento de la labor efectuada puede mostrarse mediante el afecto: darle un beso, abrazo o caricia. Por supuesto que una clara felicitación debe formar parte de cualquier refuerzo de un hábito determinado: “¡hoy lo has hecho fenomenal, sigue así!”. En casos excepcionales podemos premiarle compartiendo, junto a él, alguna partida de algún juego suyo favorito.
Ejemplificar el hábito. ¿Cómo vamos a promover, por ejemplo, el ser puntuales si nuestros hijos observan, justamente, lo contrario? Es posible que no nos apercibamos de ello pero nuestros hijos son notarios e imitadores de todas nuestras conductas. Más aún, la sinceridad en la manera que realizamos dichos hábitos es también percibida por aquellos a quienes queremos dar ejemplo. Si para inculcar una determinada conducta necesitamos fingir quizás lo mejor sea desistir de nuestro intento. Por este motivo, los adultos han de ser coherentes y respetar también las reglas. Es decir, si no queremos que el niño diga palabras malsonantes tampoco nosotros hemos de decirlas. La trasgresión de estas pautas puede implicar la imposición de un castigo adecuado. Sin embargo, no se trata de desaprobarle a él como persona, sino de castigar esa conducta determinada.
A este respecto, la idiosincrasia familiar y su actitud ante fomentar valores nos servirá para alimentar ciertos hábitos. Por ejemplo, si en nuestra familia se presta especial importancia a la buena imagen frente a nuestro entorno será, pues, mucho más sencillo inculcar hábitos respecto a la higiene o buenos modales. Debe existir, en definitiva, una coherencia entre actitudes, valores y hábitos que deseemos promover.
Seguridad y claridad. Son dos valores que deben impregnar lo que deseamos transmitir. Ambos padres deben estar de acuerdo en lo que le decimos a nuestro hijo, utilizando una voz segura y mirada firme. No puede ser que intentemos fomentar, por ejemplo, el orden y que, sin embargo, dejemos pasar frecuentemente que la habitación no se encuentre en buen estado. A este respecto no podemos dejar de mencionar que la aplicación de límites en su conducta otorga al niño, contrariamente a lo que muchos pudieran pensar, una intensa sensación de seguridad ya que sabrá perfectamente dentro de que terrenos resulta aceptable moverse.
En los más pequeños dirigirse a ellos de manera muy concreta. No decirles que se “porten bien” sino indicarles con claridad la tarea que promueve el hábito determinado, así como su finalidad. Por ejemplo: “Recoge tus juguetes para que tengas el cuarto ordenado”, o bien “lávate los dientes para que no se estropeen”.
Exigencia pero también tiempo para descansar. Muchas veces nos olvidamos del necesario descanso. Aparentemente es la antítesis de lo que queremos instaurar pero fácilmente comprenderemos que si el niño está cansado muy precariamente podremos fijar en su mente una conducta determinada.
Tener paciencia. Por último, ser conscientes que debemos armarnos de paciencia ya que la adquisición de un hábito es un proceso lento. Sus resultados no se verán de inmediato sino a largo plazo, pero sus beneficios durarán toda la vida.
¿Qué conductas positivas pueden convertirse en habituales?
Estudios. Acometer los estudios con la máxima desenvoltura es uno de los mayores anhelos de numerosos padres. Apoyar al niño a desarrollar un hábito significa apoyarle en sus trabajos y estudio. Inicialmente, esto no implica realizar las actividades por él, sino responder sus dudas, ayudarlo a recopilar material o indicarle dónde debe buscarlo. Todo ello le ayudará a organizar su trabajo, lectura o estudio. De esta forma lo motiva a estudiar y aprender. Realizarlo de forma conjunta a partir de los 7 años le ayudará a adquirir un hábito y responsabilidad por sus tareas del colegio. Sin embargo, debemos ir dejándole solo en el desempeño de sus labores para impregnarle de la sensación de independencia y responsabilidad.
Alimentación. Comer bien es un problema de salud de primera magnitud. No es necesario ahondar en temas como la obesidad, bulimia o anorexia tan familiares para todos. La mejor manera de inculcar buenos hábitos a este respecto es transmitir las cualidades de cada alimento y, sobre todo, compartir el momento de la comida con nuestros hijos. Si es posible, servir porciones pequeñas pero continuas a lo largo del día. Muchos niños disfrutan participando en la elaboración de los alimentos. Al tiempo que practican la cocina también aprenden acerca de las propiedades de los nutrientes. Es un buen momento para iniciarles en el ahorro y valor simbólico de los alimentos: guardar las sobras y reciclarlas en otro momento. No ver la televisión mientras se come. Estamos anulando la percepción de olores y sabores de lo que comemos así como desperdiciando uno de los mejores momentos del día para relacionarnos toda la familia.
Nunca usar los alimentos como premio o castigo. Puede conducir al niño a sufrir algún trastorno alimenticio.
Ejercicio físico. Es uno de los hábitos más descuidados en nuestro país cuando, en realidad, debería ser una constante en la creación de hábitos ya que favorece la salud tanto física como mental además de proveer una excelente oportunidad para compartir momentos con nuestros hijos. Una buena manera de hacerlo es mediante la compra de regalos que favorezcan el ejercicio: patines, bicicletas, pelotas, etc. Poner énfasis en lo divertido que resulta su práctica y no en la habilidad para practicarlo. Incluir la realización de deportes durante las vacaciones como el senderismo o la natación. Predicar con el ejemplo es otra forma de transmitir el hábito del ejercicio: utilizar frecuentemente las escaleras o evitar el coche para hacer esa compra en un almacén cercano. No hay que presentarlo como algo extenuante sino como una sucesión de pequeños cambios de actitud.
Higiene. Otro hábito que mejorará la supervivencia y calidad de vida de nuestros hijos. Ayuda a los niños a su inserción social y les brinda una sensación de seguridad e independencia. Resulta curioso mencionar que los niveles de salud respecto a la higiene presentan una mayor relación con los programas de educación integral familiar que con grandes inversiones económicas respecto a infraestructuras o campañas publicitarias que tan solo la favorezcan. Introducir la ducha diaria desde la más tierna infancia así como otros aspectos del cuidado personal: cepillado de dientes, cuidado de las uñas, corte de cabello, etc. Servirán no solo para mejorar la salud sino para crear una mejor imagen de sí mismo y reforzar la autoestima.
A partir de los dos años de edad hacer que el niño participe activamente de su limpieza personal. Por ejemplo, realizar comentarios acerca del buen olor que desprende su boca recién cepillada. Sonreír cuando acabe de lavarse las manos. En caso que no siga fielmente las indicaciones y se distraiga jamás utilizar el “no”, mejor decirle: “sí, pero también lavarse las manos”. Los resultados son mejores alentando la afirmación del hábito que insinuando un castigo: “que agradable es tener el pelo limpio, así estás más guapo”, en vez de: “como no te lo limpies te quedas sin televisión”.
La idea es asociar los beneficios de la higiene más que el castigo que conlleva no cumplirlos. Una vez más, el niño debe de ver que nosotros, sus padres, disfrutamos todas las acciones que conllevan poseer un buen nivel de higiene.
Sociales: puntualidad, cortesía. Son valores aparentemente a la baja pero, justamente por ese motivo son cada día más apreciados. Su cumplimiento facilitará la reciprocidad social y el éxito en las relaciones interpersonales. No hace falta obsesionarse con el reloj pero si hacerle notar al niño que el cumplimiento de un horario le facilitará la vida ya que optimizará su tiempo. Por ejemplo, dejar sus útiles escolares ordenados la noche anterior favorecerá que al día siguiente no pierda tiempo ante el apuro del autobús escolar. Comprarle un reloj analógico en vez de digital beneficiará su capacidad de interpretación de lo abstracto. Cuando tengamos visitas, especialmente de los abuelos, indicar al niño que debe levantarse tanto para ir a darles la bienvenida como despedirles hasta la misma puerta de entrada de la casa. Ello le hará sentir, además, que su presencia es importante en el desarrollo de la vida familiar y mejorará la percepción que tiene de su lugar en la estructura familiar. Incluso le permitirá apuntalar actitudes y ritos sociales que le serán de mucho beneficio en su vida diaria.
Seguridad: De ella, entre otras, va a depender literalmente su vida en el futuro. Hacerle ver que su vida es lo más importante para él y para los que le rodean. Una vez más, predicar con el ejemplo: ponerse el cinturón de seguridad nada más sentarse en el coche incluso antes de encender el motor. Observar que el haga lo mismo. No favorecer el visionado de películas o escenas que, aparentemente, son divertidas (tipo “Jackass”) pero que constituyen un verdadero desprecio hacia la seguridad y la integridad física. Si practica bicicleta utilizar casco. En el caso del patinete, protecciones articulares, etc.
No hace falta obsesionarse con la seguridad, simplemente integrarla de forma natural en nuestro quehacer diario.
Seguramente podríamos enumerar muchos más hábitos pero casi todos ellos cumplen pautas similares en las que, como padres, estamos involucrados.
La adquisición de hábitos hará la vida de nuestros hijos mucho más fácil y sencilla ya que las tareas se realizarán con mucha más fluidez. Lo que para otros será algo complejo y, muchas veces incomprensible, para nuestros hijos constituirá una herramienta ya engrasada que favorecerá su supervivencia y éxito personal y social.
Para saber más:
1 RITUALES PARA NIÑOS.Autores: P. Kunze - C. Salamander. Editorial Hispano-europea. 92 páginas. Precio: 12,5 €
2 LILA VA AL COLE. Autores: ESTIVILL, EDUARD y DOMENECH, MONTSE. EDICIONES BEASCOA, S.A. 40 páginas . Precio: 12,95 €
3 ¡A COMER!: METODO ESTIVILL PARA ENSEÑAR A COMER: DOMENECH, MONTSE y ESTIVILL, EDUARD. 160 páginas. Precio: 7,5 €
Frases: “Tan malo es imponer los hábitos como que no existan. Debemos transmitir a los niños que los hábitos tienen una razón, un sentido, que no son caprichosas imposiciones de los adultos”.
“TOP TEN” de los hábitos.
1- Sueño. Se adquiere desde que somos bebés. Se refuerza mediante horas fijas de “irse a la cama” y evitando jugar o leer en la misma.
2- Alimenticios. A partir de los dos años en que la dieta ya es francamente variada. Promover el comer de todo de manera natural y pobre en grasas. Las costumbres familiares pesarán el resto de su vida.
3- Higiene. Se adquieren desde que somos bebés. Sin embargo deben ganar importancia a partir que el niño sea más autónomo. Ducharse ellos mismos a partir de los cuatro años. Eso sí: vigilados. Dentadura desde que salen los primeros dientes. Comprarle cepillos con melodía de unos 3 minutos (el tiempo que debe durar el cepillado)
UNA ENFERMEDAD EN LA QUE SE PUEDE VIVIR SANO
"¿Es mi hijo Celíaco?"·
Subtítulo
Una enfermedad en la que se puede vivir sano.
Entradilla
La celiaquía es para muchos una enfermedad, para otros una forma de vida en la que, además, pueden comer más sanamente que los que no la padecen.
José Miguel Gaona
Médico.
Introducción.
Mi hija acababa de cumplir dos años de edad y la verdad sea dicha se encontraba ligeramente por debajo del peso correspondiente a una niña de su misma edad y altura. No le di demasiada importancia ya que tanto su madre como el que escribe estas líneas somos de constitución delgada. Sin embargo, cierto fin de semana en que me encontraba de viaje en casa de un buen amigo pediatra coincidió que, desde hacía varios días, la niña venía arrastrando síntomas intermitentes de diarreas y vómitos. Las noches anteriores dormía inquieta y se encontraba manifiestamente irritable. Al darla de comer rechazaba prácticamente cualquier alimento. Esa misma tarde, aún la recuerdo encima de una mesa, erguida con su pañal, momento en que la hicimos girar sobre sí misma y supimos, en ese mismo instante, que algo no iba bien: en los últimos días había perdido mucho peso y su vientre se mostraba distendido, las piernecitas habían adelgazado y las costillas resaltaban como las cuerdas de un arpa. Unos cuantos días después, tras unas pocas pruebas y diversos análisis se confirmó lo que imaginábamos: éramos padres de una niña celiaca y, seguramente, también de otro que acababa de nacer hecho que el tiempo se encargó de confirmar.
¿Qué es la celiaquía?
La enfermedad celíaca es una enfermedad autoinmune, es decir provocada por nuestras propias defensas. Una vez que la persona que la padece se expone a una proteína vegetal llamada gluten que se encuentra, por ejemplo, en el trigo, cebada, avena o centeno se produce una inflamación crónica del intestino delgado o yeyuno. Debe quedar claro que la enfermedad o “intolerancia al gluten” se presenta exclusivamente cuando la persona ingiere dicha proteína vegetal. En caso contrario, el celíaco está completamente sano. De hecho, en la actualidad, dos de mis hijos celíacos ya adolescentes, se encuentran completamente sanos sin la menor sintomatología de la enfermedad.
Habitualmente se puede presentar en cualquier etapa de la vida y aunque se suele diagnosticar en la infancia no es extraño hacerlo también en la edad adulta.
¿Qué sucede en el intestino?
La reacción de nuestro propio sistema inmunitario contra las proteínas que componen el gluten, específicamente la gliadina, sobre la mucosa del intestino produce cambios sobre este que dificultan la capacidad para absorber las sustancias nutritivas de los alimentos. A partir de esa situación, el desastre metabólico está servido.
Cómo detectar la intolerancia
El diagnóstico de la celiaquía se basa en la concurrencia de sospecha clínica, serología y biopsia intestinal compatibles con esta enfermedad. Es decir, ninguna de las pruebas por sí sola confirma el diagnóstico. Sin embargo hay algunos síntomas que deben hacernos sospechar que el problema se está presentando y que debemos llevar a nuestro hijo al pediatra: diarrea, distensión abdominal, pérdida de peso y malnutrición e incluso cambios del carácter, lesiones cutáneas, especialmente cuando estos síntomas se presenten en los dos primeros años de vida después de introducir gluten en su vida.
La serología, análisis de sangre, muestra la existencia de anticuerpos en la sangre de los pacientes celíacos. Hay que dejar claro que estos anticuerpos tienden a desaparecer con una dieta sin gluten. Sin embargo es muy importante no quitar el gluten de la dieta antes de realizar un diagnóstico completo de la enfermedad ya que, en caso contrario, podríamos no encontrar dichos anticuerpos y retrasar el diagnóstico.
La biopsia también es necesaria para confirmar que existen alteraciones en las vellosidades del intestino delgado. Se suelen realizar mediante endoscopia. Es decir, utilizando una cámara de televisión y un tubo flexible que se introduce, normalmente bajo sedación, a través de la boca y que recoge bajo supervisión médica distintas muestras del intestino delgado que, posteriormente, se analizan en el laboratorio.
En general, si los síntomas y la serología son concordantes con la intolerancia al gluten se realiza una sola biopsia. Si, posteriormente, el paciente mejora con la dieta se considera confirmado el diagnóstico.
La genética también tiene mucho que decir. Ciertos perfiles genéticos favorecen padecer esta enfermedad, particularmente los de un sistema denominado HLA. La forma de conocer esta particularidad genética es tan sencilla como realizar un análisis de sangre. Conocerlo puede ayudar a contrastar los HLA de familiares de primer grado (padre, hermanos o hijos) de manera que podamos conocer si hay más miembros susceptibles de desarrollar la intolerancia, si bien esto afortunadamente solo ocurre en el diez por ciento de los casos.
Trastornos del comportamiento
Entre los primeros síntomas que presentan los niños celíacos es la apatía, es decir, se desarrolla un progresivo desinterés y decaimiento acompañada de irritabilidad y llanto fácil. En los mayores, especialmente en edad escolar, suelen mostrar estados de tensión, depresión, irritabilidad e incluso pérdida de concentración que les afecta negativamente en el colegio.
Además, pacientes celíacos que han estado en contacto con gluten han manifestado estados de tensión, irritabilidad, depresión, e incluso, pérdida de la concentración en cantidades mínimas, afectando su desempeño en la vida diaria.
Si se descubre la intolerancia celíaca siendo ya adolescente y el celíaco no apoya adecuadamente su tratamiento dietético con una disciplina psicológica y reemplazando aquellas masas apetecibles, se puede generar una frustración muy grande en el paciente, sobre todo en quienes no tenían restricciones en su dieta anteriormente y también en aquellos que no se han informado suficiente sobre las consecuencias de la ingesta de gluten, también suele haber casos en que el enfermo llega a perder la fecundidad, negándose la posibilidad de tener hijos.
¿Qué hacer ante la intolerancia al gluten?
Algo tan sencillo como evitar la toma de gluten en la dieta diaria…sin excepciones. En principio muchas personas creen que esto se logra no comiendo pan, galletas, pizzas u otros alimentos cuya composición básica sea la de la harina o cereales. Sin embargo, en la práctica es algo más complejo ya que muchos alimentos que usted ni imagina lo contienen. Por ejemplo, en muchas ocasiones se añade gluten al jamón York, chocolate, salsas de tomate y un sinfín de alimentos elaborados con objeto de espesarlos o aumentar su consistencia.
Es cierto que la mayoría de los pacientes mejoran de sus síntomas cuando ingieren una dieta sin gluten, pero algunos pacientes sufren de una celiaquía refractaria, que es debida a una gran sensibilidad al gluten, incluso cuando éste se encuentra en cantidades muy pequeñas en la dieta.
La labor de los padres en la educación de sus hijos celíacos respecto a la enfermedad es fundamental. Desde pequeños hay que concienciarles en lo importante que resulta seguir una dieta favorable sin excepciones para toda la vida. Incluso, la ingesta de pequeñas cantidades de gluten de manera ocasional puede dañar el intestino y tener consecuencias graves.
Particularmente, el mensaje que les doy a mis hijos es: “Tu no estás enfermo sino sano. Es una intolerancia al gluten. Todo irá bien si cuidas tu dieta. En caso contrario es cuando si podrás considerarte enfermo ya que entonces, y solo debido a tu descuido, se presentarán los síntomas”
¿Por qué se agrega gluten a los alimentos?
Las proteínas presentes en el gluten otorgan propiedades elásticas y consistencia a los alimentos a los que se añaden. Por ejemplo, en el caso del “ketchup” le aporta solidez como espesante al igual que ocurre con ciertas mayonesas, sopas e incluso muchos helados no artesanales.
La importancia del etiquetado
Después de tantos años ya conozco que marcas no llevan gluten en su composición. Más aún, muchos fabricantes han optado por imprimir un signo en la etiqueta que representa a una espiga de trigo dentro de un círculo que se encuentra tachado, al igual que una señal de tráfico, mediante una barra transversal. Sin embargo he de reconocer que suelo mirar los componentes de muchos alimentos que llevamos a casa. Todo ello, paradójicamente, ha acarreado que mis hijos coman pocos alimentos elaborados y, por ende, productos naturales mucho más sanos: vegetales frescos, frutas, carnes y pescados, huevos y legumbres. Evitando la bollería y otros panificados de los que se abusa tanto en nuestro país.
Desgraciadamente no existe una certificación obligatoria de los productos y esto da lugar a que existan mayores posibilidades de “contaminación cruzada”. Por ejemplo, si se elaboran alimentos con gluten en un lugar determinado de la fábrica será difícil evitar que, posteriormente, al elaborar otros supuestamente sin gluten con la misma maquinaria y entorno estos últimos no se contaminen de esta proteína. Algunos fabricantes advierten, al menos, que sus alimentos pueden contener “trazas de gluten”.
En cualquier caso, en nuestro país existe la Federación de Asociaciones de Celíacos de España (FACE) que distribuye anualmente unas listas entre sus socios con aquellos alimentos que se pueden consumir sin peligro alguno aun siendo manufacturados. Se debe evitar el consumo de productos manufacturados que no esté dentro de estas listas. En general, deberían eliminarse de la dieta los productos a granel y, por supuesto, los no etiquetados ya que no tenemos acceso al listado de ingredientes.
Y ahora, ¿qué pueden comer en casa, colegio o en un restaurante?
Se han de observar ciertas precauciones a la hora de cocinar, especialmente en la manipulación de alimentos. Por ejemplo, no debemos freír un alimento en un aceite donde previamente hayamos frito otro que lo contuviese, hecho muy frecuente en los empanados (croquetas, rebozados).
Particularmente, en mi casa hemos eliminado el pan rallado y, por supuesto, las harinas de trigo. Por el contrario, utilizamos harina de maíz o copos de puré de patata para rebozar o espesar salsas. De esta forma, toda la familia toma los mismos alimentos. Se debe tener la precaución de comprar harinas de maíz o trigo que estén certificadas en la ausencia de gluten ya que si la molienda del maíz se ha efectuado en un molino de trigo, la primera puede estar contaminada del segundo cereal.
En los restaurantes o cuando se va de viaje hay que extremar las precauciones: comer alimentos no elaborados como pescados y carnes a la plancha, ensaladas, verduras. En ciertas ocasiones y países resulta difícil identificar ciertos alimentos y menos aún como han sido confeccionados. En tal caso abstenerse de consumirlos. Es una buena previsión, anticipadamente al viaje, aprovisionarse de una cantidad razonable de pan exento de gluten y algunos bollos que acompañen al desayuno.
También es una buena idea echar un vistazo a las listas de restaurantes que proporcionan menús con platos libres de gluten. En muchas ocasiones podemos encontrar incluso restaurantes italianos con pastas libres de trigo. En otras sus dueños son celiacos y poseen, lógicamente, una especial sensibilidad hacia este problema.
Si nuestros hijos tienen que comer en el colegio resulta obvio que debemos avisar a la dirección del mismo para que les sirvan menús alternativos. Si las circunstancias son favorables podemos hablar nosotros mismos con el personal de cocina y proponerles menús alternativos de una manera clara y concisa. En el improbable caso de no recibir la colaboración necesaria resulta necesario que el niño lleve la comida preparada desde la propia casa.
Lo cierto es que con un mínimo de cuidados lo que, tradicionalmente, era considerado como una grave enfermedad se convertirá más bien en un modo de vida exento de problemas y con un futuro similar al de otros niños.
CUADRO 1
Alimentos permitidos: Leches enteras o descremadas sin sabor, carnes al natural, frutas y verduras frescos, legumbres, azúcar, sal y condimentos al natural (evitar los pulverizados porque, en ocasiones, contienen glutens), harinas sustitutas de maíz o patata, tapioca, mandioca, quínoa, soya y linaza; aceites vegetales; semillas y frutos secos enteros y edulcorantes como la sacarina.
Alimentos prohibidos: Como es lógico el pan y pastas derivados de la harina de trigo, leche con sabor añadido, ciertas cecinas, quesos fundidos en láminas o cremas hay que ver sus etiqueta, sustitutos de huevo, higos secos y ciertos frutos secos sufren un baño de harina (ciertas marcas de pipas de girasol), cereales asociados como avena, cebada, cuscus árabe, semolina, ciertas mayonesas comerciales y sucedáneos del café y té. Bebidas que contengan alta u otro cereal.
Asimismo, no deben ingerir aquellos alimentos que posean “almidón modificado” cuya procedencia sea dudosa así como: fibra vegetal, fécula, sémola, proteína, cerveza, ciertos colorantes, centeno, cuscus, malta, blanqueador de harina, casinato de calcio, extracto de malta, extracto de levadura, levadura, queso azul, dextromaltosa, jarabe de malta, proteína vegetal texturizada, vinagre de malta, ácido glutámico, miso, germen de trigo, glutamina, polvo de mostaza, colorante, especias molidas, aromas, salsa de soya, saborizantes, espesantes.
CUADRO 2
1-No se deben esconder los productos que contengan gluten sino que al contrario debemos enseñar al niño a distinguir claramente cuales puede consumir y cuales no. Debe entender que, aunque otros puedan consumirlos, él no debe hacerlo para preservar su salud.
2-No aislar al niño en el comedor por miedo a que pueda ingerir alimentos con gluten. Simplemente los responsables deben observar, discretamente, al niño para verificar que sigue su dieta.
3- El niño celiaco debe familiarizarse a comer fuera de casa sin que ello pueda suponer un problema, ello favorecerá su autoestima y sensación de independencia.
CUADRO 3
“Mi hijo ha consumido gluten, ¿y ahora que hago?
- Es fundamental no alarmarse para no transmitir nerviosismo al niño.
- No castigar al niño o la próxima vez intentará ocultarlo.
- Averiguar la razón de su consumo: pudo haber sido hambre o bien desconocimiento de una marca determinada.
- Si hubo algún adulto involucrado en dicho error conversar con él para que no vuelva a repetirse.
CUADRO 4
Ejemplo de dieta libre de gluten para un niño
Desayuno: Copos de maíz con leche y un zumo de naranja.
Almuerzo: Bocadillo de queso (pan sin gluten).
Comida: Arroz con verduras, lomo a la plancha con pimientos y una fruta.
Merienda: Un vaso de leche y dos magdalenas elaboradas con harina de maíz.
Cena: Ensalada de lechuga, tomate, cebolla, maíz, zanahoria y remolacha; tortilla de patata y una fruta.
Frases:
“Los celíacos se ven obligados a evitar, aproximadamente, el 70% de los alimentos comercializados existentes en la Unión Europea.”
“Algunos medicamentos poseen ciertas cantidades de gluten que vienen reflejadas en la etiqueta”.
Para saber más:
http://www.celiacos.org/
http://www.infoceliaquia.tk
LA BUENA COCINA SIN GLUTEN, de CUVELLO, P. y GUAITI, D.,EDITORIAL DE VECCHI SA, 128 pag. 14€
“Come sin gluten y disfruta.”, Begoña Naviera, Editorial Everest, 120 pag. 19€
Subtítulo
Una enfermedad en la que se puede vivir sano.
Entradilla
La celiaquía es para muchos una enfermedad, para otros una forma de vida en la que, además, pueden comer más sanamente que los que no la padecen.
José Miguel Gaona
Médico.
Introducción.
Mi hija acababa de cumplir dos años de edad y la verdad sea dicha se encontraba ligeramente por debajo del peso correspondiente a una niña de su misma edad y altura. No le di demasiada importancia ya que tanto su madre como el que escribe estas líneas somos de constitución delgada. Sin embargo, cierto fin de semana en que me encontraba de viaje en casa de un buen amigo pediatra coincidió que, desde hacía varios días, la niña venía arrastrando síntomas intermitentes de diarreas y vómitos. Las noches anteriores dormía inquieta y se encontraba manifiestamente irritable. Al darla de comer rechazaba prácticamente cualquier alimento. Esa misma tarde, aún la recuerdo encima de una mesa, erguida con su pañal, momento en que la hicimos girar sobre sí misma y supimos, en ese mismo instante, que algo no iba bien: en los últimos días había perdido mucho peso y su vientre se mostraba distendido, las piernecitas habían adelgazado y las costillas resaltaban como las cuerdas de un arpa. Unos cuantos días después, tras unas pocas pruebas y diversos análisis se confirmó lo que imaginábamos: éramos padres de una niña celiaca y, seguramente, también de otro que acababa de nacer hecho que el tiempo se encargó de confirmar.
¿Qué es la celiaquía?
La enfermedad celíaca es una enfermedad autoinmune, es decir provocada por nuestras propias defensas. Una vez que la persona que la padece se expone a una proteína vegetal llamada gluten que se encuentra, por ejemplo, en el trigo, cebada, avena o centeno se produce una inflamación crónica del intestino delgado o yeyuno. Debe quedar claro que la enfermedad o “intolerancia al gluten” se presenta exclusivamente cuando la persona ingiere dicha proteína vegetal. En caso contrario, el celíaco está completamente sano. De hecho, en la actualidad, dos de mis hijos celíacos ya adolescentes, se encuentran completamente sanos sin la menor sintomatología de la enfermedad.
Habitualmente se puede presentar en cualquier etapa de la vida y aunque se suele diagnosticar en la infancia no es extraño hacerlo también en la edad adulta.
¿Qué sucede en el intestino?
La reacción de nuestro propio sistema inmunitario contra las proteínas que componen el gluten, específicamente la gliadina, sobre la mucosa del intestino produce cambios sobre este que dificultan la capacidad para absorber las sustancias nutritivas de los alimentos. A partir de esa situación, el desastre metabólico está servido.
Cómo detectar la intolerancia
El diagnóstico de la celiaquía se basa en la concurrencia de sospecha clínica, serología y biopsia intestinal compatibles con esta enfermedad. Es decir, ninguna de las pruebas por sí sola confirma el diagnóstico. Sin embargo hay algunos síntomas que deben hacernos sospechar que el problema se está presentando y que debemos llevar a nuestro hijo al pediatra: diarrea, distensión abdominal, pérdida de peso y malnutrición e incluso cambios del carácter, lesiones cutáneas, especialmente cuando estos síntomas se presenten en los dos primeros años de vida después de introducir gluten en su vida.
La serología, análisis de sangre, muestra la existencia de anticuerpos en la sangre de los pacientes celíacos. Hay que dejar claro que estos anticuerpos tienden a desaparecer con una dieta sin gluten. Sin embargo es muy importante no quitar el gluten de la dieta antes de realizar un diagnóstico completo de la enfermedad ya que, en caso contrario, podríamos no encontrar dichos anticuerpos y retrasar el diagnóstico.
La biopsia también es necesaria para confirmar que existen alteraciones en las vellosidades del intestino delgado. Se suelen realizar mediante endoscopia. Es decir, utilizando una cámara de televisión y un tubo flexible que se introduce, normalmente bajo sedación, a través de la boca y que recoge bajo supervisión médica distintas muestras del intestino delgado que, posteriormente, se analizan en el laboratorio.
En general, si los síntomas y la serología son concordantes con la intolerancia al gluten se realiza una sola biopsia. Si, posteriormente, el paciente mejora con la dieta se considera confirmado el diagnóstico.
La genética también tiene mucho que decir. Ciertos perfiles genéticos favorecen padecer esta enfermedad, particularmente los de un sistema denominado HLA. La forma de conocer esta particularidad genética es tan sencilla como realizar un análisis de sangre. Conocerlo puede ayudar a contrastar los HLA de familiares de primer grado (padre, hermanos o hijos) de manera que podamos conocer si hay más miembros susceptibles de desarrollar la intolerancia, si bien esto afortunadamente solo ocurre en el diez por ciento de los casos.
Trastornos del comportamiento
Entre los primeros síntomas que presentan los niños celíacos es la apatía, es decir, se desarrolla un progresivo desinterés y decaimiento acompañada de irritabilidad y llanto fácil. En los mayores, especialmente en edad escolar, suelen mostrar estados de tensión, depresión, irritabilidad e incluso pérdida de concentración que les afecta negativamente en el colegio.
Además, pacientes celíacos que han estado en contacto con gluten han manifestado estados de tensión, irritabilidad, depresión, e incluso, pérdida de la concentración en cantidades mínimas, afectando su desempeño en la vida diaria.
Si se descubre la intolerancia celíaca siendo ya adolescente y el celíaco no apoya adecuadamente su tratamiento dietético con una disciplina psicológica y reemplazando aquellas masas apetecibles, se puede generar una frustración muy grande en el paciente, sobre todo en quienes no tenían restricciones en su dieta anteriormente y también en aquellos que no se han informado suficiente sobre las consecuencias de la ingesta de gluten, también suele haber casos en que el enfermo llega a perder la fecundidad, negándose la posibilidad de tener hijos.
¿Qué hacer ante la intolerancia al gluten?
Algo tan sencillo como evitar la toma de gluten en la dieta diaria…sin excepciones. En principio muchas personas creen que esto se logra no comiendo pan, galletas, pizzas u otros alimentos cuya composición básica sea la de la harina o cereales. Sin embargo, en la práctica es algo más complejo ya que muchos alimentos que usted ni imagina lo contienen. Por ejemplo, en muchas ocasiones se añade gluten al jamón York, chocolate, salsas de tomate y un sinfín de alimentos elaborados con objeto de espesarlos o aumentar su consistencia.
Es cierto que la mayoría de los pacientes mejoran de sus síntomas cuando ingieren una dieta sin gluten, pero algunos pacientes sufren de una celiaquía refractaria, que es debida a una gran sensibilidad al gluten, incluso cuando éste se encuentra en cantidades muy pequeñas en la dieta.
La labor de los padres en la educación de sus hijos celíacos respecto a la enfermedad es fundamental. Desde pequeños hay que concienciarles en lo importante que resulta seguir una dieta favorable sin excepciones para toda la vida. Incluso, la ingesta de pequeñas cantidades de gluten de manera ocasional puede dañar el intestino y tener consecuencias graves.
Particularmente, el mensaje que les doy a mis hijos es: “Tu no estás enfermo sino sano. Es una intolerancia al gluten. Todo irá bien si cuidas tu dieta. En caso contrario es cuando si podrás considerarte enfermo ya que entonces, y solo debido a tu descuido, se presentarán los síntomas”
¿Por qué se agrega gluten a los alimentos?
Las proteínas presentes en el gluten otorgan propiedades elásticas y consistencia a los alimentos a los que se añaden. Por ejemplo, en el caso del “ketchup” le aporta solidez como espesante al igual que ocurre con ciertas mayonesas, sopas e incluso muchos helados no artesanales.
La importancia del etiquetado
Después de tantos años ya conozco que marcas no llevan gluten en su composición. Más aún, muchos fabricantes han optado por imprimir un signo en la etiqueta que representa a una espiga de trigo dentro de un círculo que se encuentra tachado, al igual que una señal de tráfico, mediante una barra transversal. Sin embargo he de reconocer que suelo mirar los componentes de muchos alimentos que llevamos a casa. Todo ello, paradójicamente, ha acarreado que mis hijos coman pocos alimentos elaborados y, por ende, productos naturales mucho más sanos: vegetales frescos, frutas, carnes y pescados, huevos y legumbres. Evitando la bollería y otros panificados de los que se abusa tanto en nuestro país.
Desgraciadamente no existe una certificación obligatoria de los productos y esto da lugar a que existan mayores posibilidades de “contaminación cruzada”. Por ejemplo, si se elaboran alimentos con gluten en un lugar determinado de la fábrica será difícil evitar que, posteriormente, al elaborar otros supuestamente sin gluten con la misma maquinaria y entorno estos últimos no se contaminen de esta proteína. Algunos fabricantes advierten, al menos, que sus alimentos pueden contener “trazas de gluten”.
En cualquier caso, en nuestro país existe la Federación de Asociaciones de Celíacos de España (FACE) que distribuye anualmente unas listas entre sus socios con aquellos alimentos que se pueden consumir sin peligro alguno aun siendo manufacturados. Se debe evitar el consumo de productos manufacturados que no esté dentro de estas listas. En general, deberían eliminarse de la dieta los productos a granel y, por supuesto, los no etiquetados ya que no tenemos acceso al listado de ingredientes.
Y ahora, ¿qué pueden comer en casa, colegio o en un restaurante?
Se han de observar ciertas precauciones a la hora de cocinar, especialmente en la manipulación de alimentos. Por ejemplo, no debemos freír un alimento en un aceite donde previamente hayamos frito otro que lo contuviese, hecho muy frecuente en los empanados (croquetas, rebozados).
Particularmente, en mi casa hemos eliminado el pan rallado y, por supuesto, las harinas de trigo. Por el contrario, utilizamos harina de maíz o copos de puré de patata para rebozar o espesar salsas. De esta forma, toda la familia toma los mismos alimentos. Se debe tener la precaución de comprar harinas de maíz o trigo que estén certificadas en la ausencia de gluten ya que si la molienda del maíz se ha efectuado en un molino de trigo, la primera puede estar contaminada del segundo cereal.
En los restaurantes o cuando se va de viaje hay que extremar las precauciones: comer alimentos no elaborados como pescados y carnes a la plancha, ensaladas, verduras. En ciertas ocasiones y países resulta difícil identificar ciertos alimentos y menos aún como han sido confeccionados. En tal caso abstenerse de consumirlos. Es una buena previsión, anticipadamente al viaje, aprovisionarse de una cantidad razonable de pan exento de gluten y algunos bollos que acompañen al desayuno.
También es una buena idea echar un vistazo a las listas de restaurantes que proporcionan menús con platos libres de gluten. En muchas ocasiones podemos encontrar incluso restaurantes italianos con pastas libres de trigo. En otras sus dueños son celiacos y poseen, lógicamente, una especial sensibilidad hacia este problema.
Si nuestros hijos tienen que comer en el colegio resulta obvio que debemos avisar a la dirección del mismo para que les sirvan menús alternativos. Si las circunstancias son favorables podemos hablar nosotros mismos con el personal de cocina y proponerles menús alternativos de una manera clara y concisa. En el improbable caso de no recibir la colaboración necesaria resulta necesario que el niño lleve la comida preparada desde la propia casa.
Lo cierto es que con un mínimo de cuidados lo que, tradicionalmente, era considerado como una grave enfermedad se convertirá más bien en un modo de vida exento de problemas y con un futuro similar al de otros niños.
CUADRO 1
Alimentos permitidos: Leches enteras o descremadas sin sabor, carnes al natural, frutas y verduras frescos, legumbres, azúcar, sal y condimentos al natural (evitar los pulverizados porque, en ocasiones, contienen glutens), harinas sustitutas de maíz o patata, tapioca, mandioca, quínoa, soya y linaza; aceites vegetales; semillas y frutos secos enteros y edulcorantes como la sacarina.
Alimentos prohibidos: Como es lógico el pan y pastas derivados de la harina de trigo, leche con sabor añadido, ciertas cecinas, quesos fundidos en láminas o cremas hay que ver sus etiqueta, sustitutos de huevo, higos secos y ciertos frutos secos sufren un baño de harina (ciertas marcas de pipas de girasol), cereales asociados como avena, cebada, cuscus árabe, semolina, ciertas mayonesas comerciales y sucedáneos del café y té. Bebidas que contengan alta u otro cereal.
Asimismo, no deben ingerir aquellos alimentos que posean “almidón modificado” cuya procedencia sea dudosa así como: fibra vegetal, fécula, sémola, proteína, cerveza, ciertos colorantes, centeno, cuscus, malta, blanqueador de harina, casinato de calcio, extracto de malta, extracto de levadura, levadura, queso azul, dextromaltosa, jarabe de malta, proteína vegetal texturizada, vinagre de malta, ácido glutámico, miso, germen de trigo, glutamina, polvo de mostaza, colorante, especias molidas, aromas, salsa de soya, saborizantes, espesantes.
CUADRO 2
1-No se deben esconder los productos que contengan gluten sino que al contrario debemos enseñar al niño a distinguir claramente cuales puede consumir y cuales no. Debe entender que, aunque otros puedan consumirlos, él no debe hacerlo para preservar su salud.
2-No aislar al niño en el comedor por miedo a que pueda ingerir alimentos con gluten. Simplemente los responsables deben observar, discretamente, al niño para verificar que sigue su dieta.
3- El niño celiaco debe familiarizarse a comer fuera de casa sin que ello pueda suponer un problema, ello favorecerá su autoestima y sensación de independencia.
CUADRO 3
“Mi hijo ha consumido gluten, ¿y ahora que hago?
- Es fundamental no alarmarse para no transmitir nerviosismo al niño.
- No castigar al niño o la próxima vez intentará ocultarlo.
- Averiguar la razón de su consumo: pudo haber sido hambre o bien desconocimiento de una marca determinada.
- Si hubo algún adulto involucrado en dicho error conversar con él para que no vuelva a repetirse.
CUADRO 4
Ejemplo de dieta libre de gluten para un niño
Desayuno: Copos de maíz con leche y un zumo de naranja.
Almuerzo: Bocadillo de queso (pan sin gluten).
Comida: Arroz con verduras, lomo a la plancha con pimientos y una fruta.
Merienda: Un vaso de leche y dos magdalenas elaboradas con harina de maíz.
Cena: Ensalada de lechuga, tomate, cebolla, maíz, zanahoria y remolacha; tortilla de patata y una fruta.
Frases:
“Los celíacos se ven obligados a evitar, aproximadamente, el 70% de los alimentos comercializados existentes en la Unión Europea.”
“Algunos medicamentos poseen ciertas cantidades de gluten que vienen reflejadas en la etiqueta”.
Para saber más:
http://www.celiacos.org/
http://www.infoceliaquia.tk
LA BUENA COCINA SIN GLUTEN, de CUVELLO, P. y GUAITI, D.,EDITORIAL DE VECCHI SA, 128 pag. 14€
“Come sin gluten y disfruta.”, Begoña Naviera, Editorial Everest, 120 pag. 19€
"A CADA EDAD SU RESPONSABILIDAD "
"A cada edad, su responsabilidad"
SUBTITULO: Hijos comprometidos pero libres de escoger.
Autor: José Miguel Gaona
Psiquiatra. Master en psicología.
Entradilla:
Esta palabra marca la diferencia entre quienes se consideran artífices de sus propias vidas y quienes creen estar sujetos al destino y a la arbitrariedad de los demás. Dependiendo de la educación que les brindemos, nuestros hijos van a pertenecer a uno u otro grupo.
Texto:
Quique es un chico que acaba de terminar el colegio. Se encuentra bien preparado para enfrentarse a la vida de adulto y es la envidia de muchos padres: responsable e independiente, solidario con su familia. No hace falta imponerle horas de llegada ni, prácticamente prohibirle nada. Quique es dueño de sí mismo. Pero, ¿cómo fue su infancia para que llegase a ser un chico diez?.
Hijos responsables y dueños de sus vidas:
Hacerse responsable, significa tener la capacidad para tomar decisiones de manera eficaz, enfrentarse a los obstáculos con ánimo resolutivo y ponerse al mando de un proyecto vital. Nuestros hijos podrán aprenderla desde su más tierna infancia, siempre que puedan contar, claro está, con nuestra ayuda. El hijo responsable sabe lo que necesita para sí, lo que la convivencia demanda de él y los modos de compaginar sus deseos con los del grupo en que vive. El hijo irresponsable incumple sus tareas y aprovecha cualquier razón externa para justificar esos incumpli-mientos. Generalmente, a medida que pasan los años, el primero ve crecer la lista de sus éxitos y siente como aumenta su autoestima. El segundo, se encuentra atrapado en una espiral de fracasos y pérdidas de la que le resulta muy difícil salir.
Más responsabilidad y menos culpabilidad.
Conviene aclarar la diferencia que existe entre dos conceptos colindantes: Responsabilidad y culpabilidad. La primera proporciona al niño una imagen positiva de sí mismo, de su efectividad y de su capacidad para aceptar los desafíos propios de su edad. Curiosamente, el sentimiento de culpa, negativo y deprimente, aparece con más frecuencia en aquellos otros niños que no han ido desarrollando una autoexigencia constructiva. Cuando las primeras pautas no son externas, claras y constantes, los menores se vuelven auto-críticos, inseguros, tienden a culpabilizarse y viven sus obligaciones crecientes con un temor paralizante. Cuando no existe ninguna pauta, el hijo se las tiene que ver con los fracasos personales y académicos a los que, inevitablemente, conduce la falta de regulación.
Comprendemos la importancia de este aspecto pero a menudo nos preguntamos cómo y cuándo debemos inculcar a nuestros hijos el sentido de la obligación personal. En primer lugar, debemos tener en cuenta que cada edad tiene sus propias limitaciones y que, si – por exceso o por defecto- no tenemos en cuenta esta realidad, estaremos generando otros problemas distintos a los que intentábamos evitar. Para tener una visión clara de esta cuestión, trazaremos una línea divisoria entre niños y adolescentes.
Responsabilidad durante la infancia:
La impulsividad y la agitación eran propias de Quique cuando era menor de tres años. En este periodo, somos nosotros, los padres, quienes debemos asumir nuestra responsabilidad, declinar según qué invitaciones o salir del lugar en el que molesten a los demás, en lugar de enfadarnos con ellos o de castigarlos por ser como inevitablemente son. Lo único que podemos ofrecerles por el momento, son ejemplos silenciosos para que ellos aprendan cómo. Nada de castigos, sermones ni mordazas. Extremando las exigencias en estas edades, sólo conseguiremos que lloren o se angustien. Les haremos sentir confusos y tristes si esperamos que nuestros niños sean “los más adultos” de la reunión o pretendiendo que asuman tareas o comportamientos para las que no están capacitados. Debemos asegurarnos de ofrecerles tareas a su alcance. Es probable que pueda llevar la bolsa del pan camino de la tahona. Felicitarle y agradecerle esa “inestimable” ayuda, no estará de más. Cuando haya hecho esto varias veces, quizá podamos dejar que traiga la bolsa con el pan dentro. Esa habrá de ser siempre su “misión”. Algún día tropezará y el pan terminará en el suelo. Seguro. Si no le das importancia al accidente y valoras su compromiso con la tarea, le tomará gusto a eso de ayudar: “¡Pero que bien!¡Siempre llevas tú la bolsa!¡ La bolsa es responsabilidad de Quique!”. Le enseñaremos los pasos uno a uno y paso a paso. Tareas asequibles y permanentes. Por seguir con nuestro ejemplo. Si hoy le dejas y mañana, por las prisas o la lluvia, se la quitas, no va a comprender que el cargo está por encima de las circunstancias. Si se aburre –cosa muy probable- lo mejor será destituirle: “¿¡Ah no!? Bueno, entonces dejas de ser el Super-Encargado de la bolsa”. A esta edad, poco más podemos hacer. Alentar su deseo de participar y procurar que le resulte divertido. Poco a poco le haremos notar que, conforme crece, su responsabilidad aumenta. Quizá ya es lo bastante alto como para llegar al ganchito de la pared. Ahora tendrá que colgar la bolsa cuando llegamos a casa. Podremos ayudarnos utilizando palabras semejante para nosotros mismos. Así irá comprendiendo que todos en casa tienen una labor asignada de la que no se sustraen: “!Eh, tengo que recoger la mesa, que soy el Super-Encargado!”. E incluso reclamar orgullosos nuestro cargo: “¡Mamá, no!¡ Que yo soy el responsable de la mesa!”.
Con el paso del tiempo llegan los deberes escolares. Se trata de ejercicios aparentemente sencillos para nosotros pero que requieren de todo su esfuerzo. Valorar su puntualidad, su deseo de realizar las tareas del mejor modo posible y no sólo el resultado, hará que estas primeras responsabilidades escolares, no resulten antipáticas. Podemos ayudarles, acompañarles durante toda la tarea, pero, en ningún caso, hacer por ellos el trabajo. Si tiene dificultades concretas, podrá pedir ayuda. Lo primero que le preguntaremos es qué solución se le ha ocurrido a él. Para que no se acostumbre a delegar problemas antes de pensar. Evitaremos que se convierta en un niño “comodón”.
Aquellas pequeñas responsabilidades caseras habrán ido en aumento. Si Quique promete recoger sus juguetes justo antes de cenar, tendrá que hacerlo él y en el momento fijado. De lo contrario, le explicaremos que si vamos a cenar -por ejemplo, es porque todos los demás hemos cumplido con nuestras obligaciones (uno puso la mesa, el otro cocinó…). Él tenía que poner las servilletas, pero como todavía no ha recogido sus juguetes, los demás no podemos cenar. Esto tiene que ver con un sentido de la responsabilidad comunitaria o interpersonal. Podríamos ponerlas nosotros y empezar a cenar, pero vamos a esperar a que, finalmente, recoja aquellos juguetes. Debe aprender que, de su falta de responsabilidad pueden resultar perjuicios para terceros (terceros como el perrito que se empeñó en tener y al que ahora nadie da de comer). Cuando cumpla bien con sus tareas escolares o familiares bastará un reconocimiento verbal de aprobación. Celebrar cada vez y con regalos el cumplimiento de sus responsabilidades, debilitará su sentido del compromiso y de la satisfacción con el mero deber cumplido. Si un día no recibe el huevo de chocolate, al siguiente se replanteará lo de poner las servilletas. Acaso, de tarde en tarde y sin previo aviso, podremos compensarle de algún modo por su buena respuesta general y por ir haciéndose cargo de sus cosas (llevar su ropa sucia al cesto, acordarse de lavarse los dientes sin que nadie tenga que decírselo…). Podemos proponerles listas de actividades, alternativas de compra, película para su fiesta de cumpleaños… y dejar que ellos opten por alguna. La toma de ciertas decisiones es una responsabilidad en sí misma. No habiendo tenido esta oportunidad temprana, algunos niños crecen sin saber lo que quieren, son más influenciables y se muestran inseguros cuando, más adelante, tienen que tomar la iniciativa. Todo esto les convierte en miembros más bien pasivos de su grupo de amigos. Escucharemos delegaciones del tipo “Es que los demás…” cada vez que hayan descuidado sus obligaciones.
Cuando Quique se encontraba entre los seis y ocho años, comenzó a independizarse de sus padres y a tener noción de lo bueno y de lo malo, del futuro y de su lugar en el mundo que conocen (escuela, familia extensa…). Su necesidad de ser aceptados por los amigos y de adaptarse al medio social, nos brindará nuevos instrumentos. El esfuerzo académico de hoy puede asociarse a los placeres del verano. Si desean pasarlo bien, tendrán que estudiar mucho ahora. La creencia en los Reyes Magos sigue siendo útil. Tres figuras agradables pero ajenas a la familia van a tener en cuenta su comportamiento, dando paso a la exigencia social –lo que el mundo esperará de ellos- en una versión que pueden digerir. Menos preocupados por sí mismos y más atentos a los intereses de los demás, los niños de estas edades irán estando en condiciones de comprender mejor aquellos efectos que la falta de responsabilidad tiene sobre los demás. Es el momento de animarle a resolver por sí mismos los conflictos con otros niños (“Pues si quieres que deje de estar enfadado, tendrás que disculparte”) y a estar pendiente de su propia organización (“Piensa cómo vas a meter la natación en tu horario”).
Entre los nueve y los once años, resultan especialmente importantes la consolidación de sus amistades y el desarrollo de la independencia. Quique comenzó a comprender que existen espacios concretos de libertad y espacios muy claros de responsabilidad que no deben ceder terreno por la presión de los demás niños. El grado en que nos mostremos involucrados en sus estudios y actividades va a demostrarles que se trata de temas importantes, que no bajamos la guardia y que ellos tampoco deben hacerlo. La dependencia emocional disminuye y el reconocimiento de los maestros deja de proporcionarles tanta satisfacción. Ahora son sus compañeros quienes deciden si “mola” o no “mola”. Animándoles a pasar más tiempo con los niños que se esmeran y a seleccionar sus amistades entre la gente formal, confiable y de palabra, puede representar la diferencia entre un desarrollo exitoso y la aparición de ciertos problema de conducta. Seguirán desempeñando ciertas tareas domésticas y tendrán que empezar a valorar el dinero. Si les entregamos una pequeña paga semanal (los padres de sus amigos podrán servirnos de referencia), aprenderán que las cosas que disfrutan no salen de un pozo sin fondo.
Al final de todo este periodo, un niño que ha desarrollado sentido de la responsabilidad, muestra algunos rasgos concretos: Es capaz de elegir entre alternativas y de tomar decisiones, no culpa de todo a los demás, puede enfrentarse a sus tareas y asuntos por sí mismo, por iniciativa propia y sin sentir angustia, es capaz de asumir las consecuencias de sus actos, cumple con la palabra dada…
Responsabilidad durante la adolescencia:
Durante este periodo, nos encontramos con un problema insólito. El adolescente, generalmente desea conservar sus derechos de niño y disfrutar de los del adulto.
Si durante el periodo anterior, la responsabilidad no fue sólidamente interiorizada, el adolescente tiende a vivir sus obligaciones como venidas desde el exterior; como una imposición con la que los mayores pretenden dominarle. Si se trataba de un niño que antes tan sólo obedecía, ahora buscará su auto-afirmación a través de la insurrección.
Para que nuestras indicaciones sean mejor recibidas por el adolescente, deberemos dar pocas normas, expresarlas con claridad y respetar las decisiones que ellos toman. Ambos progenitores deberán mostrarse de acuerdo en lo referente a estas reglas de comportamiento, vivir de acuerdo con los valores que subyacen a las normas dadas y ser capaces de mantener sus decisiones, conservando sin complejos su autoridad y manteniendo los castigos. Estos deberán ser proporcionados.
Entre los doce y los catorce años, Quique se encontraba más centrado en el descubrimiento de sí mismo. Aún se encuentra inseguro, por lo que pese a su necesidad de independencia, sigue necesitando el apoyo de los padres. Y aunque se quejen de sus horarios y restricciones, este será el momento de mantenerse firmes, seguros y unidos frente a sus reivindicaciones permanentes. El sentido de la responsabilidad, los valores y los límites que sean capaces de interiorizar ahora, serán su pasaporte hacia la un final de adolescencia feliz, constructivo, excitante y sano.
Al final de la adolescencia, el hijo deberá haber desarrollado una auto-exigencia que le permita ser independiente. Y esa exigencia propia deberá incluir muchos más aspectos. Ya no bastará con hacer sus deberes y recoger sus cosas. Un ser humano que camina hacia la adultez, debe ser responsable de su currículo, pero también de sus impulsos, de su carácter, de la construcción de su propio entorno social y de la selección de sus propios valores y prioridades; ser capaz de posponer el placer en pro de objetivos a medio y largo plazo.
Ha llegado el momento en el que Quique parece ser consciente de sus necesidades emocionales y materiales amén de haber desarrollado estrategias independientes para la satisfacción de esas necesidades. Si bien, aún le queda un largo camino para recorrer: una vida entera.
CUADRO 1
PAUTAS GENERALES
Saber lo que esperas de tu hijo antes de dar instrucciones.
Siendo claro y firme en la exposición de sus obligaciones.
Explicando al niño los motivos por los que se le exigen determinadas cosas.
Ampliando paulatinamente sus responsabilidades y sus libertades.
No subestimando la capacidad de tus hijos para asumir responsabilidades.
No sobreestimando la capacidad de tus hijos para asumir responsabilidades.
Valorando, fomentando, mostrando respeto por sus decisiones.
Enseñándoles a solucionar sus problemas en lugar de solucionárselos.
Mostrando interés y atención acerca de los campos de responsabilidad asumidas.
SUBTITULO: Hijos comprometidos pero libres de escoger.
Autor: José Miguel Gaona
Psiquiatra. Master en psicología.
Entradilla:
Esta palabra marca la diferencia entre quienes se consideran artífices de sus propias vidas y quienes creen estar sujetos al destino y a la arbitrariedad de los demás. Dependiendo de la educación que les brindemos, nuestros hijos van a pertenecer a uno u otro grupo.
Texto:
Quique es un chico que acaba de terminar el colegio. Se encuentra bien preparado para enfrentarse a la vida de adulto y es la envidia de muchos padres: responsable e independiente, solidario con su familia. No hace falta imponerle horas de llegada ni, prácticamente prohibirle nada. Quique es dueño de sí mismo. Pero, ¿cómo fue su infancia para que llegase a ser un chico diez?.
Hijos responsables y dueños de sus vidas:
Hacerse responsable, significa tener la capacidad para tomar decisiones de manera eficaz, enfrentarse a los obstáculos con ánimo resolutivo y ponerse al mando de un proyecto vital. Nuestros hijos podrán aprenderla desde su más tierna infancia, siempre que puedan contar, claro está, con nuestra ayuda. El hijo responsable sabe lo que necesita para sí, lo que la convivencia demanda de él y los modos de compaginar sus deseos con los del grupo en que vive. El hijo irresponsable incumple sus tareas y aprovecha cualquier razón externa para justificar esos incumpli-mientos. Generalmente, a medida que pasan los años, el primero ve crecer la lista de sus éxitos y siente como aumenta su autoestima. El segundo, se encuentra atrapado en una espiral de fracasos y pérdidas de la que le resulta muy difícil salir.
Más responsabilidad y menos culpabilidad.
Conviene aclarar la diferencia que existe entre dos conceptos colindantes: Responsabilidad y culpabilidad. La primera proporciona al niño una imagen positiva de sí mismo, de su efectividad y de su capacidad para aceptar los desafíos propios de su edad. Curiosamente, el sentimiento de culpa, negativo y deprimente, aparece con más frecuencia en aquellos otros niños que no han ido desarrollando una autoexigencia constructiva. Cuando las primeras pautas no son externas, claras y constantes, los menores se vuelven auto-críticos, inseguros, tienden a culpabilizarse y viven sus obligaciones crecientes con un temor paralizante. Cuando no existe ninguna pauta, el hijo se las tiene que ver con los fracasos personales y académicos a los que, inevitablemente, conduce la falta de regulación.
Comprendemos la importancia de este aspecto pero a menudo nos preguntamos cómo y cuándo debemos inculcar a nuestros hijos el sentido de la obligación personal. En primer lugar, debemos tener en cuenta que cada edad tiene sus propias limitaciones y que, si – por exceso o por defecto- no tenemos en cuenta esta realidad, estaremos generando otros problemas distintos a los que intentábamos evitar. Para tener una visión clara de esta cuestión, trazaremos una línea divisoria entre niños y adolescentes.
Responsabilidad durante la infancia:
La impulsividad y la agitación eran propias de Quique cuando era menor de tres años. En este periodo, somos nosotros, los padres, quienes debemos asumir nuestra responsabilidad, declinar según qué invitaciones o salir del lugar en el que molesten a los demás, en lugar de enfadarnos con ellos o de castigarlos por ser como inevitablemente son. Lo único que podemos ofrecerles por el momento, son ejemplos silenciosos para que ellos aprendan cómo. Nada de castigos, sermones ni mordazas. Extremando las exigencias en estas edades, sólo conseguiremos que lloren o se angustien. Les haremos sentir confusos y tristes si esperamos que nuestros niños sean “los más adultos” de la reunión o pretendiendo que asuman tareas o comportamientos para las que no están capacitados. Debemos asegurarnos de ofrecerles tareas a su alcance. Es probable que pueda llevar la bolsa del pan camino de la tahona. Felicitarle y agradecerle esa “inestimable” ayuda, no estará de más. Cuando haya hecho esto varias veces, quizá podamos dejar que traiga la bolsa con el pan dentro. Esa habrá de ser siempre su “misión”. Algún día tropezará y el pan terminará en el suelo. Seguro. Si no le das importancia al accidente y valoras su compromiso con la tarea, le tomará gusto a eso de ayudar: “¡Pero que bien!¡Siempre llevas tú la bolsa!¡ La bolsa es responsabilidad de Quique!”. Le enseñaremos los pasos uno a uno y paso a paso. Tareas asequibles y permanentes. Por seguir con nuestro ejemplo. Si hoy le dejas y mañana, por las prisas o la lluvia, se la quitas, no va a comprender que el cargo está por encima de las circunstancias. Si se aburre –cosa muy probable- lo mejor será destituirle: “¿¡Ah no!? Bueno, entonces dejas de ser el Super-Encargado de la bolsa”. A esta edad, poco más podemos hacer. Alentar su deseo de participar y procurar que le resulte divertido. Poco a poco le haremos notar que, conforme crece, su responsabilidad aumenta. Quizá ya es lo bastante alto como para llegar al ganchito de la pared. Ahora tendrá que colgar la bolsa cuando llegamos a casa. Podremos ayudarnos utilizando palabras semejante para nosotros mismos. Así irá comprendiendo que todos en casa tienen una labor asignada de la que no se sustraen: “!Eh, tengo que recoger la mesa, que soy el Super-Encargado!”. E incluso reclamar orgullosos nuestro cargo: “¡Mamá, no!¡ Que yo soy el responsable de la mesa!”.
Con el paso del tiempo llegan los deberes escolares. Se trata de ejercicios aparentemente sencillos para nosotros pero que requieren de todo su esfuerzo. Valorar su puntualidad, su deseo de realizar las tareas del mejor modo posible y no sólo el resultado, hará que estas primeras responsabilidades escolares, no resulten antipáticas. Podemos ayudarles, acompañarles durante toda la tarea, pero, en ningún caso, hacer por ellos el trabajo. Si tiene dificultades concretas, podrá pedir ayuda. Lo primero que le preguntaremos es qué solución se le ha ocurrido a él. Para que no se acostumbre a delegar problemas antes de pensar. Evitaremos que se convierta en un niño “comodón”.
Aquellas pequeñas responsabilidades caseras habrán ido en aumento. Si Quique promete recoger sus juguetes justo antes de cenar, tendrá que hacerlo él y en el momento fijado. De lo contrario, le explicaremos que si vamos a cenar -por ejemplo, es porque todos los demás hemos cumplido con nuestras obligaciones (uno puso la mesa, el otro cocinó…). Él tenía que poner las servilletas, pero como todavía no ha recogido sus juguetes, los demás no podemos cenar. Esto tiene que ver con un sentido de la responsabilidad comunitaria o interpersonal. Podríamos ponerlas nosotros y empezar a cenar, pero vamos a esperar a que, finalmente, recoja aquellos juguetes. Debe aprender que, de su falta de responsabilidad pueden resultar perjuicios para terceros (terceros como el perrito que se empeñó en tener y al que ahora nadie da de comer). Cuando cumpla bien con sus tareas escolares o familiares bastará un reconocimiento verbal de aprobación. Celebrar cada vez y con regalos el cumplimiento de sus responsabilidades, debilitará su sentido del compromiso y de la satisfacción con el mero deber cumplido. Si un día no recibe el huevo de chocolate, al siguiente se replanteará lo de poner las servilletas. Acaso, de tarde en tarde y sin previo aviso, podremos compensarle de algún modo por su buena respuesta general y por ir haciéndose cargo de sus cosas (llevar su ropa sucia al cesto, acordarse de lavarse los dientes sin que nadie tenga que decírselo…). Podemos proponerles listas de actividades, alternativas de compra, película para su fiesta de cumpleaños… y dejar que ellos opten por alguna. La toma de ciertas decisiones es una responsabilidad en sí misma. No habiendo tenido esta oportunidad temprana, algunos niños crecen sin saber lo que quieren, son más influenciables y se muestran inseguros cuando, más adelante, tienen que tomar la iniciativa. Todo esto les convierte en miembros más bien pasivos de su grupo de amigos. Escucharemos delegaciones del tipo “Es que los demás…” cada vez que hayan descuidado sus obligaciones.
Cuando Quique se encontraba entre los seis y ocho años, comenzó a independizarse de sus padres y a tener noción de lo bueno y de lo malo, del futuro y de su lugar en el mundo que conocen (escuela, familia extensa…). Su necesidad de ser aceptados por los amigos y de adaptarse al medio social, nos brindará nuevos instrumentos. El esfuerzo académico de hoy puede asociarse a los placeres del verano. Si desean pasarlo bien, tendrán que estudiar mucho ahora. La creencia en los Reyes Magos sigue siendo útil. Tres figuras agradables pero ajenas a la familia van a tener en cuenta su comportamiento, dando paso a la exigencia social –lo que el mundo esperará de ellos- en una versión que pueden digerir. Menos preocupados por sí mismos y más atentos a los intereses de los demás, los niños de estas edades irán estando en condiciones de comprender mejor aquellos efectos que la falta de responsabilidad tiene sobre los demás. Es el momento de animarle a resolver por sí mismos los conflictos con otros niños (“Pues si quieres que deje de estar enfadado, tendrás que disculparte”) y a estar pendiente de su propia organización (“Piensa cómo vas a meter la natación en tu horario”).
Entre los nueve y los once años, resultan especialmente importantes la consolidación de sus amistades y el desarrollo de la independencia. Quique comenzó a comprender que existen espacios concretos de libertad y espacios muy claros de responsabilidad que no deben ceder terreno por la presión de los demás niños. El grado en que nos mostremos involucrados en sus estudios y actividades va a demostrarles que se trata de temas importantes, que no bajamos la guardia y que ellos tampoco deben hacerlo. La dependencia emocional disminuye y el reconocimiento de los maestros deja de proporcionarles tanta satisfacción. Ahora son sus compañeros quienes deciden si “mola” o no “mola”. Animándoles a pasar más tiempo con los niños que se esmeran y a seleccionar sus amistades entre la gente formal, confiable y de palabra, puede representar la diferencia entre un desarrollo exitoso y la aparición de ciertos problema de conducta. Seguirán desempeñando ciertas tareas domésticas y tendrán que empezar a valorar el dinero. Si les entregamos una pequeña paga semanal (los padres de sus amigos podrán servirnos de referencia), aprenderán que las cosas que disfrutan no salen de un pozo sin fondo.
Al final de todo este periodo, un niño que ha desarrollado sentido de la responsabilidad, muestra algunos rasgos concretos: Es capaz de elegir entre alternativas y de tomar decisiones, no culpa de todo a los demás, puede enfrentarse a sus tareas y asuntos por sí mismo, por iniciativa propia y sin sentir angustia, es capaz de asumir las consecuencias de sus actos, cumple con la palabra dada…
Responsabilidad durante la adolescencia:
Durante este periodo, nos encontramos con un problema insólito. El adolescente, generalmente desea conservar sus derechos de niño y disfrutar de los del adulto.
Si durante el periodo anterior, la responsabilidad no fue sólidamente interiorizada, el adolescente tiende a vivir sus obligaciones como venidas desde el exterior; como una imposición con la que los mayores pretenden dominarle. Si se trataba de un niño que antes tan sólo obedecía, ahora buscará su auto-afirmación a través de la insurrección.
Para que nuestras indicaciones sean mejor recibidas por el adolescente, deberemos dar pocas normas, expresarlas con claridad y respetar las decisiones que ellos toman. Ambos progenitores deberán mostrarse de acuerdo en lo referente a estas reglas de comportamiento, vivir de acuerdo con los valores que subyacen a las normas dadas y ser capaces de mantener sus decisiones, conservando sin complejos su autoridad y manteniendo los castigos. Estos deberán ser proporcionados.
Entre los doce y los catorce años, Quique se encontraba más centrado en el descubrimiento de sí mismo. Aún se encuentra inseguro, por lo que pese a su necesidad de independencia, sigue necesitando el apoyo de los padres. Y aunque se quejen de sus horarios y restricciones, este será el momento de mantenerse firmes, seguros y unidos frente a sus reivindicaciones permanentes. El sentido de la responsabilidad, los valores y los límites que sean capaces de interiorizar ahora, serán su pasaporte hacia la un final de adolescencia feliz, constructivo, excitante y sano.
Al final de la adolescencia, el hijo deberá haber desarrollado una auto-exigencia que le permita ser independiente. Y esa exigencia propia deberá incluir muchos más aspectos. Ya no bastará con hacer sus deberes y recoger sus cosas. Un ser humano que camina hacia la adultez, debe ser responsable de su currículo, pero también de sus impulsos, de su carácter, de la construcción de su propio entorno social y de la selección de sus propios valores y prioridades; ser capaz de posponer el placer en pro de objetivos a medio y largo plazo.
Ha llegado el momento en el que Quique parece ser consciente de sus necesidades emocionales y materiales amén de haber desarrollado estrategias independientes para la satisfacción de esas necesidades. Si bien, aún le queda un largo camino para recorrer: una vida entera.
CUADRO 1
PAUTAS GENERALES
Saber lo que esperas de tu hijo antes de dar instrucciones.
Siendo claro y firme en la exposición de sus obligaciones.
Explicando al niño los motivos por los que se le exigen determinadas cosas.
Ampliando paulatinamente sus responsabilidades y sus libertades.
No subestimando la capacidad de tus hijos para asumir responsabilidades.
No sobreestimando la capacidad de tus hijos para asumir responsabilidades.
Valorando, fomentando, mostrando respeto por sus decisiones.
Enseñándoles a solucionar sus problemas en lugar de solucionárselos.
Mostrando interés y atención acerca de los campos de responsabilidad asumidas.
LA AUTOESTIMA
La autoestima
SUBTITULO: Nuestros hijos, ese otro “yo”.
Entradilla:
La autoestima parece ser un concepto un tanto intangible sin embargo se asienta sobre lo esencial de nuestra personalidad. La principal fuente de este motor de nuestro ser reside, inicialmente, en nuestros padres. La autoestima es el recurso del que nacen nuestros éxitos y provee de confianza en nosotros mismos.
Texto:
Fiona era una atractiva adolescente, hija de unos amigos con los que me encontré después de varios años de ausencia. Todo en ella resultaba llamativo: ingeniosa e inteligente parecía reunir un sinfín de cualidades. Entre ellas se podía apreciar un especial don para comunicar con los demás y hacer sentir la calidez de su personalidad. Transmitía seguridad en sí misma hasta el punto de que éste podría resultar su punto más merecedor de elogios. Pero, ¿cuál era el secreto de este encantador ser? Todo comenzó a aclararse cuando en el horizonte aparecieron sus padres. Ninguno era especialmente apuesto pero, sin embargo, cierta aura atractiva parecía rodearles. Los tres se abrazaron como señal de bienvenida y en sus miradas se adivinaba el tesoro que Fiona albergaba en su interior: era un ser querido y apreciado. Pero también se daba otra circunstancia excepcional que pudiera pasar desapercibida para el ojo no entrenado: era ella la que, además, se sentía no sólo querida por sus padres sino también apreciada por sí misma. Fiona era rica en autoestima.
¿Qué es la autoestima?
Es posible que autoestima y autoconcepto nos parezcan sinónimos. Sin embargo es primordial realizar una clara distinción entre ambas ideas. El autoconcepto es una configuración organizada de percepciones acerca de nosotros mismos, una apreciación de nuestras características y habilidades como la honradez, perseverancia y fidelidad. La autoestima se refiere al valor que le damos a este autoconcepto. En definitiva, el autoconcepto es como un pequeño cofre donde se albergan todos nuestros “tesoros” (valores) y la autoestima es el aprecio que le tenemos al mismo. Ambas ideas están ligadas la una a la otra por vasos comunicantes siendo inseparables en nuestra personalidad.
¿Dónde nace la autoestima?
Inicialmente nace de la estima que irradiamos a nuestros hijos. Tan sólo si los hijos se sienten queridos por sus padres ellos, a su vez, podrán quererse a sí mismos. El amor que les tenemos es la base fundamental para construir una buena autoestima. En definitiva, si su percepción es la de no haber sido apreciados correctamente difícilmente podrán sentirse seguros de sus valores: “si ni mis padres pudieron apreciarme como me voy a quererme yo a mí mismo”.
¿Para que sirve la autoestima?
Partiendo de la base que la autoestima es el concepto que tenemos de nuestra valía determinará, lógicamente, los éxitos, fracasos y la satisfacción personal con uno mismo. Es el verdadero motor de nuestra psicología. La autoestima es a la mente lo que el corazón al sistema circulatorio. Su funcionamiento debe ser incondicional en relación a nuestra personalidad. Los niños se encontrarán más motivados a aprender por su fuerte sensación de ser competentes, de sentirse seguros con lo que son. Esta percepción les aportará la idea de ser capaces de afrontar todos los problemas de la vida y que, además podrán ser felices.
¿Cuándo nace la autoestima?
La autoestima se aprende, fluctúa y la podemos mejorar. Es a partir de los cinco o seis años cuando empezamos a formarnos un concepto de cómo nos ven nuestros padres, maestros, compañeros y las experiencias que vamos adquiriendo. Lo cierto es que cuanto más pequeño sea el niño tanto mayor la importancia que concede a las personas que lo rodean. Para él son infalibles, y tal como le juzguen así se creerá que es.
Premios, castigos y autoestima.
Una educación en la que haya primado el castigo y las llamadas de atención ante los errores de nuestro hijo sólo habrá subrayado lo negativo, acentuando una baja autoestima, mientras que una educación que haya potenciado sus valores le hará sentir mucho más seguros en la edad adulta.
Hay actitudes muy positivas pero también existen las contrarias que afectan negativamente a la personalidad. Debemos evitar actitudes que humillen, burlen o desprecien al niño.
Felicidad y autoestima.
La sensación del derecho a ser felices provendrá de la impresión de merecernos las cosas positivas que nos acontecen. Si nuestros hijos creen no merecerlas, de una manera inconsciente sabotearán las oportunidades que se vayan presentando. Todos hemos presenciado como muchos adultos arruinan sus propias vidas sin que haya nadie que lo provoque de manera directa. La percepción de tener un “valor” le hará más o menos impermeable a los errores, los fallos, las frustraciones y a la crítica externa.
Un buen desarrollo vital.
Los niños y adolescentes con buena autoestima deben considerar la idea de enfrentarse a diversos desafíos que les pongan a prueba. Sin embargo, aquellos con baja autoestima buscarán objetivos fáciles y conocidos. Los primeros, por el contrario, perseguirán objetivos difíciles y desconocidos, cuyo cumplimiento servirá para reforzar su propia autoestima. El reconocimiento de los padres de dichos esfuerzos, aunque no hayan alcanzado sus objetivos totalmente, acentuará el valor de su acción y favorecerá un próximo desafío.
El concepto de autoestima se desarrolla gradualmente durante toda la vida, pues se comienza a adquirir en la infancia y pasa por diversas etapas de progresiva complejidad. Esta actitud, de tipo positivo por parte de los padres, debe darse desde los primeros momentos de la infancia. Por ejemplo, cuando nuestro hijo aprende a caminar y se cae, debemos aplaudirle diciendo que no importa, que se levante y que no sucedió nada. Cada etapa aporta impresiones, sentimientos e incluso complicados razonamientos sobre la construcción de nuestra personalidad. El resultado que proyectamos sobre nuestros hijos es un sentimiento generalizado de valía o, por el contrario, de incapacidad para enfrentar los problemas.
La vida en familia.
En muchas ocasiones nos preguntamos, como padres, acerca de “como” reaccionar ante los fallos y fracasos de nuestros hijos. La respuesta es contundente: si el niño crece y desarrolla una buena autoestima, es porque el padre o la madre le homenajean o le reconocen sus logros. Hay que ser generoso con los piropos y evitar la tacañería en los halagos; felicitar con frecuencia y no sólo cuando es un bebé o niño pequeño. En otras ocasiones nos cuesta hacerlo porque es más fácil ver los errores que los aciertos.
Los niños cuentan con sus padres como base para su seguridad psicológica, pero esta seguridad está basada en lo que es y no en lo que hace. Si fomentamos, de manera casi exclusiva, que nuestro hijo es querido más bien por lo que hace que por lo que es, estaremos generando una exigencia que no podrá ser satisfecha en otras edades de la vida por lo que se desarrollará en un discurrir vital basado en la desilusión y en continuo sentimiento de sentirse herido. Siempre tendrá la sensación de ser aceptado por los demás sólo por sus logros y no por sí mismo y por sus valores interiores.
El colegio y la autoestima.
La primera ventana hacia la socialización ocurre durante la escolarización. En esta etapa podemos apreciar como los niveles de autoestima son los responsables de muchos éxitos y fracasos escolares, ya que el contacto con la escuela hace al niño más objetivo en la imagen que se forma de sí mismo. En la familia, la valoración era genérica, global, emotiva. En el colegio se la valora estableciendo un punto de referencia con los demás compañeros.
El niño nota la diferencia de estos dos tipos de valoración, razón por la cual empieza a desinteresarse por los elogios que recibe en la familia, para interesarse por los juicios de valor procedentes de sus maestros y compañeros. Es más, también la familia empieza a valorarle por sus logros escolares.
Durante los años escolares los niveles de autoestima se ven enriquecidos, aún más, por la adquisición de habilidades y de competencia, especialmente en:
1- El propio desempeño escolar.
2- En las relaciones de amistad.
3- Deportes y actividades de tipo artístico.
Si bien es cierto que durante estos primeros años de formación de la autoestima ésta se ve afectada de forma determinante por los éxitos y los fracasos en estas tres áreas anteriormente mencionados no es menos importante señalar que la capacidad de leer adecuadamente está muy ligada con la autoestima.
La escuela es para el niño sinónimo de “lectura”. Esta capacidad es el punto de apoyo para el resto de su aprendizaje. Es el eje de su vida y posee un efecto multiplicador, para bien o para mal, en su autoestima. Para acentuar este hecho, conviene recordar que la lectura es, en muchas ocasiones, un acto “público”: se le hace leer delante de sus compañeros. No hay escapatoria ni disimulo posible.
La autoestima en la adolescencia.
La “singularidad”, el “sentirse único” es propio de este período en que el niño se transforma en adulto. Ya no quiere compartir tantas cosas con sus hermanos y menos aún heredar la ropa del mayor. Desea sentir que no hay nadie que puede hacerle sombra y menos aún sus padres quienes deben transmitirle que es ese ser único e irrepetible que ellos siempre han deseado tener.
La segunda característica se basa en la sensación de “poder”. Consisten en otorgarles a nuestros hijos la disponibilidad de medios y oportunidades para modificar las circunstancias de su vida de manera significativa. Poner a su disposición herramientas para que administren su libertad: horarios, dinero, vehículo, etc. El adolescente con buena autoestima comenzará a ser independiente y se mostrará orgulloso de sus éxitos. En esta franja de edad asumirá sus responsabilidades y tolerará adecuadamente la frustración.
Los hijos de nuestros hijos.
En el momento en que nuestro hijo crezca con una buena autoestima, transmitirá ese mismo valor a sus hijos. Por el contrario, si no tiene una buena autoestima lo trasmitirá, como si de una enfermedad hereditaria se tratase, la humillación o el maltrato a personas más desvalidas o vulnerables. Es una cadena de abuso y poder, ya que el desprecio y la vergüenza vivida en la infancia son, frecuentemente, la fuente de los problemas que afectan en la vida adulta y los causantes de la baja autoestima.
¿Qué hacer para mejorar la autoestima de nuestros hijos?
1- En primer lugar damos por supuesto la total aceptación de la personalidad del niño por parte de sus padres. Nuestro hijo “es como es”. No fantaseemos con “otro”. Demostremos nuestro cariño de una forma sincera.
2- Evitar ambigüedades acerca de su comportamiento. Instrucciones claras y definidas.
3- Respetemos la individualidad de nuestro hijo. Transmitir nuestro cariño a través del lenguaje verbal y nuestros propios gestos.
4- Fomentar actitudes positivas y evitar las negativas.
5- Reforcemos lo positivo de la otra persona. Demos a nuestros hijos la oportunidad de expresar sus cualidades.
6- Escuchémosles de manera cálida y activa sin distracciones e incondicionalmente. Demostremos que no solo escuchamos sino que comprendemos lo que dice.
7- Informémosle acerca de lo positivo que percibimos de él; es decir, “retroalimentemos”. Contestemos y hagamos comentarios sobre lo que nos relata.
8- Evitemos elogios ambivalentes. Por ejemplo: “estás casi al nivel que tu hermano”.
9- Fomentemos un espacio de autonomía y libertad. Hacerle sentir que, progresivamente, es propietario de tiempo y entorno.
10- Estimulemos su responsabilidad: “Me fío de cómo lo haces. Si te equivocas, te ayudaré a superarlo”.
11- Evitemos las “hipergeneralizaciones”: “Todo lo haces mal, eres muy torpe, muy llorón, etc.”. Recordar siempre que nuestra intención es la de cambiar un comportamiento incorrecto y no el de provocar daño a la autoestima.
12- Avivemos la autoestima de los estudiantes, evitemos las reprimendas en clase, el trato humillante, minimicemos el estrés en la escuela.
CUADRO 1
Características de niños con buena autoestima.
* hacen amigos fácilmente.
* Muestran entusiasmo con las nuevas actividades.
* Son cooperativos y siguen las reglas si son justas.
* Pueden jugar solos o con otros niños.
* Les gusta ser creativos y desarrollan sus propias ideas.
* Demuestran estar contentos, llenos de energía y se comunican con otros sin mayor esfuerzo.
CUADRO 2
Características de los adolescentes con buena autoestima.
* Comienzan a ser independientes
* Mostrarán con orgullo sus éxitos.
* Sentirá que es capaz de influir sobre otros.
* Asumirá sus responsabilidades.
* Afrontará nuevos retos con entusiasmo.
* No ocultará sus emociones y sentimientos.
* Tolerará bien la frustración.
Para saber más:
1- “El Síndrome de Eva”. José Miguel Gaona. Editorial “La esfera de los libros”. 224 pág. 15 €
2- “Los seis pilares de la autoestima”. Nathaniel Branden. Editorial Paidos.362 pág. 21,5 €
3- “Como desarrollar la autoestima de tu hijo”. Silvana Clark. Editorial: Oniro. 176 pág. 9,5 €
SUBTITULO: Nuestros hijos, ese otro “yo”.
Entradilla:
La autoestima parece ser un concepto un tanto intangible sin embargo se asienta sobre lo esencial de nuestra personalidad. La principal fuente de este motor de nuestro ser reside, inicialmente, en nuestros padres. La autoestima es el recurso del que nacen nuestros éxitos y provee de confianza en nosotros mismos.
Texto:
Fiona era una atractiva adolescente, hija de unos amigos con los que me encontré después de varios años de ausencia. Todo en ella resultaba llamativo: ingeniosa e inteligente parecía reunir un sinfín de cualidades. Entre ellas se podía apreciar un especial don para comunicar con los demás y hacer sentir la calidez de su personalidad. Transmitía seguridad en sí misma hasta el punto de que éste podría resultar su punto más merecedor de elogios. Pero, ¿cuál era el secreto de este encantador ser? Todo comenzó a aclararse cuando en el horizonte aparecieron sus padres. Ninguno era especialmente apuesto pero, sin embargo, cierta aura atractiva parecía rodearles. Los tres se abrazaron como señal de bienvenida y en sus miradas se adivinaba el tesoro que Fiona albergaba en su interior: era un ser querido y apreciado. Pero también se daba otra circunstancia excepcional que pudiera pasar desapercibida para el ojo no entrenado: era ella la que, además, se sentía no sólo querida por sus padres sino también apreciada por sí misma. Fiona era rica en autoestima.
¿Qué es la autoestima?
Es posible que autoestima y autoconcepto nos parezcan sinónimos. Sin embargo es primordial realizar una clara distinción entre ambas ideas. El autoconcepto es una configuración organizada de percepciones acerca de nosotros mismos, una apreciación de nuestras características y habilidades como la honradez, perseverancia y fidelidad. La autoestima se refiere al valor que le damos a este autoconcepto. En definitiva, el autoconcepto es como un pequeño cofre donde se albergan todos nuestros “tesoros” (valores) y la autoestima es el aprecio que le tenemos al mismo. Ambas ideas están ligadas la una a la otra por vasos comunicantes siendo inseparables en nuestra personalidad.
¿Dónde nace la autoestima?
Inicialmente nace de la estima que irradiamos a nuestros hijos. Tan sólo si los hijos se sienten queridos por sus padres ellos, a su vez, podrán quererse a sí mismos. El amor que les tenemos es la base fundamental para construir una buena autoestima. En definitiva, si su percepción es la de no haber sido apreciados correctamente difícilmente podrán sentirse seguros de sus valores: “si ni mis padres pudieron apreciarme como me voy a quererme yo a mí mismo”.
¿Para que sirve la autoestima?
Partiendo de la base que la autoestima es el concepto que tenemos de nuestra valía determinará, lógicamente, los éxitos, fracasos y la satisfacción personal con uno mismo. Es el verdadero motor de nuestra psicología. La autoestima es a la mente lo que el corazón al sistema circulatorio. Su funcionamiento debe ser incondicional en relación a nuestra personalidad. Los niños se encontrarán más motivados a aprender por su fuerte sensación de ser competentes, de sentirse seguros con lo que son. Esta percepción les aportará la idea de ser capaces de afrontar todos los problemas de la vida y que, además podrán ser felices.
¿Cuándo nace la autoestima?
La autoestima se aprende, fluctúa y la podemos mejorar. Es a partir de los cinco o seis años cuando empezamos a formarnos un concepto de cómo nos ven nuestros padres, maestros, compañeros y las experiencias que vamos adquiriendo. Lo cierto es que cuanto más pequeño sea el niño tanto mayor la importancia que concede a las personas que lo rodean. Para él son infalibles, y tal como le juzguen así se creerá que es.
Premios, castigos y autoestima.
Una educación en la que haya primado el castigo y las llamadas de atención ante los errores de nuestro hijo sólo habrá subrayado lo negativo, acentuando una baja autoestima, mientras que una educación que haya potenciado sus valores le hará sentir mucho más seguros en la edad adulta.
Hay actitudes muy positivas pero también existen las contrarias que afectan negativamente a la personalidad. Debemos evitar actitudes que humillen, burlen o desprecien al niño.
Felicidad y autoestima.
La sensación del derecho a ser felices provendrá de la impresión de merecernos las cosas positivas que nos acontecen. Si nuestros hijos creen no merecerlas, de una manera inconsciente sabotearán las oportunidades que se vayan presentando. Todos hemos presenciado como muchos adultos arruinan sus propias vidas sin que haya nadie que lo provoque de manera directa. La percepción de tener un “valor” le hará más o menos impermeable a los errores, los fallos, las frustraciones y a la crítica externa.
Un buen desarrollo vital.
Los niños y adolescentes con buena autoestima deben considerar la idea de enfrentarse a diversos desafíos que les pongan a prueba. Sin embargo, aquellos con baja autoestima buscarán objetivos fáciles y conocidos. Los primeros, por el contrario, perseguirán objetivos difíciles y desconocidos, cuyo cumplimiento servirá para reforzar su propia autoestima. El reconocimiento de los padres de dichos esfuerzos, aunque no hayan alcanzado sus objetivos totalmente, acentuará el valor de su acción y favorecerá un próximo desafío.
El concepto de autoestima se desarrolla gradualmente durante toda la vida, pues se comienza a adquirir en la infancia y pasa por diversas etapas de progresiva complejidad. Esta actitud, de tipo positivo por parte de los padres, debe darse desde los primeros momentos de la infancia. Por ejemplo, cuando nuestro hijo aprende a caminar y se cae, debemos aplaudirle diciendo que no importa, que se levante y que no sucedió nada. Cada etapa aporta impresiones, sentimientos e incluso complicados razonamientos sobre la construcción de nuestra personalidad. El resultado que proyectamos sobre nuestros hijos es un sentimiento generalizado de valía o, por el contrario, de incapacidad para enfrentar los problemas.
La vida en familia.
En muchas ocasiones nos preguntamos, como padres, acerca de “como” reaccionar ante los fallos y fracasos de nuestros hijos. La respuesta es contundente: si el niño crece y desarrolla una buena autoestima, es porque el padre o la madre le homenajean o le reconocen sus logros. Hay que ser generoso con los piropos y evitar la tacañería en los halagos; felicitar con frecuencia y no sólo cuando es un bebé o niño pequeño. En otras ocasiones nos cuesta hacerlo porque es más fácil ver los errores que los aciertos.
Los niños cuentan con sus padres como base para su seguridad psicológica, pero esta seguridad está basada en lo que es y no en lo que hace. Si fomentamos, de manera casi exclusiva, que nuestro hijo es querido más bien por lo que hace que por lo que es, estaremos generando una exigencia que no podrá ser satisfecha en otras edades de la vida por lo que se desarrollará en un discurrir vital basado en la desilusión y en continuo sentimiento de sentirse herido. Siempre tendrá la sensación de ser aceptado por los demás sólo por sus logros y no por sí mismo y por sus valores interiores.
El colegio y la autoestima.
La primera ventana hacia la socialización ocurre durante la escolarización. En esta etapa podemos apreciar como los niveles de autoestima son los responsables de muchos éxitos y fracasos escolares, ya que el contacto con la escuela hace al niño más objetivo en la imagen que se forma de sí mismo. En la familia, la valoración era genérica, global, emotiva. En el colegio se la valora estableciendo un punto de referencia con los demás compañeros.
El niño nota la diferencia de estos dos tipos de valoración, razón por la cual empieza a desinteresarse por los elogios que recibe en la familia, para interesarse por los juicios de valor procedentes de sus maestros y compañeros. Es más, también la familia empieza a valorarle por sus logros escolares.
Durante los años escolares los niveles de autoestima se ven enriquecidos, aún más, por la adquisición de habilidades y de competencia, especialmente en:
1- El propio desempeño escolar.
2- En las relaciones de amistad.
3- Deportes y actividades de tipo artístico.
Si bien es cierto que durante estos primeros años de formación de la autoestima ésta se ve afectada de forma determinante por los éxitos y los fracasos en estas tres áreas anteriormente mencionados no es menos importante señalar que la capacidad de leer adecuadamente está muy ligada con la autoestima.
La escuela es para el niño sinónimo de “lectura”. Esta capacidad es el punto de apoyo para el resto de su aprendizaje. Es el eje de su vida y posee un efecto multiplicador, para bien o para mal, en su autoestima. Para acentuar este hecho, conviene recordar que la lectura es, en muchas ocasiones, un acto “público”: se le hace leer delante de sus compañeros. No hay escapatoria ni disimulo posible.
La autoestima en la adolescencia.
La “singularidad”, el “sentirse único” es propio de este período en que el niño se transforma en adulto. Ya no quiere compartir tantas cosas con sus hermanos y menos aún heredar la ropa del mayor. Desea sentir que no hay nadie que puede hacerle sombra y menos aún sus padres quienes deben transmitirle que es ese ser único e irrepetible que ellos siempre han deseado tener.
La segunda característica se basa en la sensación de “poder”. Consisten en otorgarles a nuestros hijos la disponibilidad de medios y oportunidades para modificar las circunstancias de su vida de manera significativa. Poner a su disposición herramientas para que administren su libertad: horarios, dinero, vehículo, etc. El adolescente con buena autoestima comenzará a ser independiente y se mostrará orgulloso de sus éxitos. En esta franja de edad asumirá sus responsabilidades y tolerará adecuadamente la frustración.
Los hijos de nuestros hijos.
En el momento en que nuestro hijo crezca con una buena autoestima, transmitirá ese mismo valor a sus hijos. Por el contrario, si no tiene una buena autoestima lo trasmitirá, como si de una enfermedad hereditaria se tratase, la humillación o el maltrato a personas más desvalidas o vulnerables. Es una cadena de abuso y poder, ya que el desprecio y la vergüenza vivida en la infancia son, frecuentemente, la fuente de los problemas que afectan en la vida adulta y los causantes de la baja autoestima.
¿Qué hacer para mejorar la autoestima de nuestros hijos?
1- En primer lugar damos por supuesto la total aceptación de la personalidad del niño por parte de sus padres. Nuestro hijo “es como es”. No fantaseemos con “otro”. Demostremos nuestro cariño de una forma sincera.
2- Evitar ambigüedades acerca de su comportamiento. Instrucciones claras y definidas.
3- Respetemos la individualidad de nuestro hijo. Transmitir nuestro cariño a través del lenguaje verbal y nuestros propios gestos.
4- Fomentar actitudes positivas y evitar las negativas.
5- Reforcemos lo positivo de la otra persona. Demos a nuestros hijos la oportunidad de expresar sus cualidades.
6- Escuchémosles de manera cálida y activa sin distracciones e incondicionalmente. Demostremos que no solo escuchamos sino que comprendemos lo que dice.
7- Informémosle acerca de lo positivo que percibimos de él; es decir, “retroalimentemos”. Contestemos y hagamos comentarios sobre lo que nos relata.
8- Evitemos elogios ambivalentes. Por ejemplo: “estás casi al nivel que tu hermano”.
9- Fomentemos un espacio de autonomía y libertad. Hacerle sentir que, progresivamente, es propietario de tiempo y entorno.
10- Estimulemos su responsabilidad: “Me fío de cómo lo haces. Si te equivocas, te ayudaré a superarlo”.
11- Evitemos las “hipergeneralizaciones”: “Todo lo haces mal, eres muy torpe, muy llorón, etc.”. Recordar siempre que nuestra intención es la de cambiar un comportamiento incorrecto y no el de provocar daño a la autoestima.
12- Avivemos la autoestima de los estudiantes, evitemos las reprimendas en clase, el trato humillante, minimicemos el estrés en la escuela.
CUADRO 1
Características de niños con buena autoestima.
* hacen amigos fácilmente.
* Muestran entusiasmo con las nuevas actividades.
* Son cooperativos y siguen las reglas si son justas.
* Pueden jugar solos o con otros niños.
* Les gusta ser creativos y desarrollan sus propias ideas.
* Demuestran estar contentos, llenos de energía y se comunican con otros sin mayor esfuerzo.
CUADRO 2
Características de los adolescentes con buena autoestima.
* Comienzan a ser independientes
* Mostrarán con orgullo sus éxitos.
* Sentirá que es capaz de influir sobre otros.
* Asumirá sus responsabilidades.
* Afrontará nuevos retos con entusiasmo.
* No ocultará sus emociones y sentimientos.
* Tolerará bien la frustración.
Para saber más:
1- “El Síndrome de Eva”. José Miguel Gaona. Editorial “La esfera de los libros”. 224 pág. 15 €
2- “Los seis pilares de la autoestima”. Nathaniel Branden. Editorial Paidos.362 pág. 21,5 €
3- “Como desarrollar la autoestima de tu hijo”. Silvana Clark. Editorial: Oniro. 176 pág. 9,5 €
CONSEJOS PARA EDUCAR BIEN
15 claves para educar bien...o al menos, intentarlo.
El concepto de educación es, esencialmente, controvertido. Sucede con ella algo similar a la inteligencia: todo el mundo se siente capaz de hablar y discutir sobre la misma. Sin embargo, a la hora de explicar en detalle en que consiste se suele crear un espeso silencio. En otras ocasiones, cada persona vierte su concepto, acercándose, entre todos, a una idea general de lo que queremos llegar a definir y, por ende, entender.
El triunfo o fracaso de la educación no depende de estudiar más o menos sino de llegar a buscar y encontrar ciertas condiciones necesarias para un desarrollo personal saludable. Profesores, padres, familiares y, como no, amistades, juegan un papel importante en este proceso. Todo ello forma parte de multitud de ingredientes que ayudan a cada joven a ser mejores.
Presentamos algunas claves de fácil identificación si bien son tan solo parte de una lista interminable que abarca numerosos aspectos de la vida diaria y que, seguramente, iremos tratando en próximos números de nuestra revista.
1. La autoestima alta.
Lo que cada persona cree sobre sí mismo es importante para tener seguridad en lo que hace, y ese concepto se construye en los primeros años de vida a partir de lo que otros piensan. Por este motivo, si un niño crece y estudia en un ambiente donde los profesores y los familiares tienen expectativas positivas sobre él, se formará y crecerá con conceptos positivos de sí mismo. El pilar fundamental de la autoestima es el autoconcepto, es decir aquellos valores que se atesoran en lo más íntimo de cada ser como, por ejemplo, la responsabilidad y la honradez. El aprecio que tenemos a este "autoconcepto" podría definirse como "autoestima". Asimismo, la sensación de ser queridos por nuestros padres o seres más cercanos constituye el punto de referencia esencial con relación a como somos valorados por los demás.
Hacer sentir importantes y necesarios a nuestros hijos forma parte fundamental de un correcto desarrollo de su autoestima. Nunca realizar comentarios hirientes o llenos de desprecio, aún en situaciones difíciles en los que sea complicado dominar nuestro mal humor. Una cosa es llamar la atención sobre una situación o suceso que no nos haya gustado y otra es humillar gratuitamente a otro ser humano que es nuestro hijo. Años después es probable que recuerde lo que aquel día le dijo y de que manera le llegó a lo más profundo de su ser. La crítica debe ser siempre positiva: "Esta equivocación te hará aprender. La próxima vez lo harás aún mejor".
2. Educar en valores y responsabilidad: Ser consecuente con nuestras palabras y actos.
No hay peor cosa que decir una cosa y hacer otra. A pesar de lo sencillo que resulta entender este concepto, es uno de los fallos que más recurrentemente asolan la educación de nuestros hijos. Nuestros valores básicos y nuestras ideas, todas aquellas cosas que conforman nuestro carácter se transmiten a nuestros hijos a través de los actos más cotidianos. De hecho, lo que hacemos tiene más repercusión que lo que decimos. Si un hijo ve que somos respetuosos con los demás él también lo será. Si advierte que le escuchamos con atención él también aprenderá a escucharnos con la misma intensidad.
La mayoría de los adolescentes jugará con otros valores e ideas pero, muy probablemente, al cabo de unos años retornará a los valores que le hayamos inculcado desde la niñez. La televisión o el cine podrá mostrarles distintos modelos a seguir pero, indudablemente, la figura de los padres y su conducta será el modelo a seguir. La duda lógica es: ¿está usted el suficiente tiempo con sus hijos como para acabar sirviendo de modelo?. Difícil respuesta en los tiempos que corren. Hagamos todo lo posible para compartir tiempo y calidad del mismo.
3. Figura paterna y materna equilibrada.
Padre y madre son, por naturaleza, los primeros educadores de sus hijos. Su misión no es fácil. Está llena de contrastes que parecen difícilmente reconciliables: han de saber comprender y escuchar pero a la vez exigirles. Enseñarles a ser libres pero guiarles y corregirles. Ayudarles en sus deberes pero no evitarles el trabajo.
En ese esfuerzo se ha valorado, como no podría ser de otra manera, la labor materna, entregada allí donde las hubiera. Sin embargo, existe cierta tendencia a no apreciar, en su justa medida, la imagen y labor paterna. Esta figura masculina es la que debe proporcionar a sus hijos el lógico establecimiento de límites así como la comprensión de la existencia de figuras provistas de autoridad. El equilibrio entre ambos mundos, masculino y femenino, otorgará a nuestros hijos una visión más rica del entorno y mejor compresión de la dinámica humana. En definitiva, poseerá mayor número de claves para tener éxito a lo largo de su desarrollo como persona.
4. Ejercer la autoridad sin miedo.
Además de cariño y buen ejemplo también es preciso ejercer la autoridad, explicando, en la medida de lo posible, las razones que nos llevan a tomar tal o cual decisión.
El niño tiene necesidad de autoridad, que no autoritarismo gratuito. Es necesario que encuentre señalizaciones y demarcaciones para encontrarse cómodo con el terreno que pisa. Incluso cuando juega, el mismo crea reglas que no deben ser transgredidas.
Son muchos los padres que tienen miedo a perder el cariño de sus hijos debido a una extraña mezcla de miedos irracionales. En algunos casos el temor a la reacción del niño es mayor que la necesidad de castigo. En ese momento debemos de preguntarnos si somos nosotros los que estamos educándole o al contrario, él a nosotros.
Es importante que los padres, explicando siempre los motivos de sus decisiones, indiquen a los niños lo que deben hacer o evitar, no dejando por comodidad caer en el olvido sus órdenes, ni permitiendo que los niños se les opongan abiertamente. Asimismo, debemos evitar prohibir lo que un día se permitía y viceversa. No levantar la voz ya que ello trasluce nuestro nerviosismo y se pierde autoridad.
Lo ideal es la existencia de unas pocas normas, nunca arbitrarias, pero que se cumplan siempre. Ello provee, paradójicamente, de una gran libertad aunque las preferencias de nuestros hijos no coincidan con las nuestras.
5. El ambiente familiar: saber escuchar.
En muchas ocasiones creemos que la educación está sometida al mundo escolar y a las "clases" que les damos en casa. Los expertos en educación lo llaman 'el currículo de la casa', y no es otra cosa que las enseñanzas que los hijos aprenden en su hogar. Aquellos hijos que tienen padres que les escuchan y que les hablan de temas que les interesan y les afectan, además de compartir sus opiniones sobre el mundo que les rodea suelen tener más éxito escolar. Curiosamente, se ha comprobado que aquellos niños a los que se invita constantemente a participar en las decisiones familiares y temas de conversación leen mejor y rinden más en el colegio. En definitiva, estamos poniendo algo básico en práctica: aprender a escuchar, virtud que les facilitará prestar atención en clase o entender mejor a otra persona, hecho que les surtirá de una mayor tolerancia hacia los demás.
6. Buenos profesores.
¿Qué padres no están interesados en que su hijo tenga los mejores docentes? Hay que cerciorarse que los profesores se preocupan por estimular la autoestima de los estudiantes. Principalmente que no los culpen de los fracasos escolares sino que traten de indagar las causas de sus problemas. Es importante que no los ridiculicen, especialmente en público, ni dejen que otros lo hagan. Una buena señal es que mantengan informados a los padres al tanto de lo que sucede de una manera individualizada. Escoger, dentro de lo posible, a los profesores es una de las claves para que nuestros hijos lleguen a gustar o detestar una disciplina: matemáticas o lengua. No son escasas las ocasiones en que, realmente, el alumno renuncia a estudiar una asignatura determinada como silenciosa protesta hacia las maneras de su profesor. En tal caso, puede reforzarse la situación mediante clases extraescolares. En este caso también hay que observar que actitud tiene el profesor auxiliar: gritos y enfados hacia nuestro hijo serán mala señal. La mejor cualidad de un profesor no son sus conocimientos sino su paciencia.
7. Tiempo para estudiar y jugar.
En el colegio ya estudian una media de ocho horas al día sin descontar el tiempo de recreo y almuerzo. Eso sí, todo ese tiempo no debe ser en aula. Son importantes las actividades complementarias que les permitan relacionarse con el medio y explorar sus habilidades. Recordemos que no van al colegio "solo" para aprender sino para socializarse y establecer vínculos con otras personas. En esta época de la vida se siembran las semillas de los grandes científicos, actores o deportistas. Debemos de potenciarles todas sus aficiones. El resto de nuestra vida, realmente, jugamos en el campo ya cultivado de nuestra infancia.
8. Supervisión constante.
Los niños no requieren de adultos que los estén siguiendo como una sombra o que los estén bombardeando con cuestiones sobre sus deberes. Lo que necesitan es ser escuchados y que se les pregunte sobre lo que aprenden y lo que desean saber. Pocas cosas generan más orgullo, por ejemplo, a un adolescente que explicarnos alguna teoría social que hayan estudiado en el colegio. Lo más probable es que nos sorprenda y descubramos que interioriza sus conocimientos llevándolos a la práctica. Revisar sus cuadernos debería constituir una rutina conjunta, padres e hijos, para ver que se les está enseñando y recibir los mensajes o anotaciones de los maestros. Si esto no se ha hecho hasta la fecha debería de introducirse en la rutina diaria de forma paulatina para que nuestro hijo no lo viva como una intromisión brusca en su vida.
9. Familia y colegio, en línea.
Es importante que padres y profesores tengan una comunicación constante para que intercambien opiniones sobre el niño y no se contradigan en lo que dicen. En ocasiones puede parecer aburrido acudir a las reuniones de padres del colegio. Es importante conocer los contenidos del curso. De esa manera se puede llegar a anticipar cuales serán los futuros escollos de ese año lectivo. Por ejemplo, si nuestro hijo tiene problemas en una asignatura concreta y, precisamente, ese curso requiere de gran habilidad en la misma, entonces es hora de ir buscando apoyos extras. En otras ocasiones, nuestros hijos desarrollan habilidades que nos son totalmente desconocidas en el hogar: por ejemplo, son excelentes actores o desean colaborar en actividades sociales que el colegio promociona. Conocer estos rasgos de nuestro hijo nos ayudará a perfilar su educación.
En caso de observar puntos débiles de su personalidad estos se podrán compensar desde sus fortalezas. En caso de bajo rendimiento escolar puede ser conveniente tener reuniones con sus profesores cada pocas semanas para evaluar la situación y ponerle remedio antes del final de curso. Si el estudiante no se encuentra a gusto con el colegio, juzgar los motivos, para posteriormente tomar una decisión de cambiarle o no de colegio.
Por último, no podemos olvidar que nuestras muestras de interés a través de nuestra asistencia a reuniones de padres o particularmente informativas con profesores serán interpretadas de manera positiva por nuestros hijos. El mensaje que le damos es muy claro: "estoy interesado en ti".
10. Leer, un propósito.
La lectura es, sin duda, la base de gran parte de nuestro aprendizaje. La tendencia natural debe ser a que nuestros hijos sepan leer e interpretar correctamente lo escrito en los textos escolares, lo que le preguntan en sus exámenes y lo que encuentra en Internet. La habilidad lectora es la "carta de presentación" de un niño en sociedad: si sabe leer es apreciado, pero si no lo sabe hacer siente una gran vergüenza que, muy probablemente, le afecte en otras áreas de su aprendizaje y de su personalidad.
La mejor manera de aprender a leer es que nos vean haciéndolo. Nuestros hijos aprenden con el ejemplo y realizan esta actividad si tienen a su disposición material interesante para leer. En el caso de los más pequeños la lectura conjunta es la más aconsejable. Para que no se canse es buena idea alternar con el o ella distintos párrafos del libro que hayamos escogido: Unos lo lee nuestro hijo y el siguiente nosotros. En el caso de los mayores compartir libros que nosotros previamente hayamos leído, cuyo contenido parezca ser apto para, por ejemplo, el segmento de edades adolescentes. No se deje guiar por lo que usted leyó a su misma edad ya que los tiempos y tendencias literarias han cambiado. Siga de cerca aquellos libros que leen en el colegio y observe que temas le despiertan mayor interés. La lectura de periódicos es muy aconsejable a partir de los catorce o quince años de edad, particularmente aquellas secciones que sean de mayor agrado del chico. Recuerde que es muy probable que su hijo no sepa ni de que secciones consta un periódico así como sus correspondientes suplementos dominicales. Enséñele a descubrirlo. Seguramente habrá algún contenido que sepa apreciar e incluso quiera repetir la experiencia.
11. Una buena biblioteca.
Además de contar con los útiles escolares que le exigen en el colegio para que pueda cumplir con las tareas, es importante que el estudiante cuente con material de lectura en casa, como revistas y libros adecuados para su edad; pero también que vaya a la biblioteca. Los libros deben mostrase como un elemento más de la casa. Pueden estar distribuidos por toda ella: En la mesilla de noche, estanterías en la sala de estar y, por supuesto, en la habitación de nuestro hijo. Otro tipo de lectura como las revistas también son importantes ya que, sus contenidos resultan normalmente de actualidad, aportando otra visión más dinámica de la lectura. Llevar libros cuando realizamos un viaje o facilitarlos en esos momentos de "aburrimiento" no hacen otra cosa que fomentar la vida interior y la imaginación de nuestros hijos. Desde muy tierna edad se puede visitar la biblioteca del barrio, no solo para ojear textos, sino para ver videos o escuchar música. Respecto a Internet, enseñarle a buscar información y configurarle su propio usuario con restricciones de contenidos resulta fundamental.
12. Las amistades.
Los amigos son otra de las claves de una buena educación. Los compañeros y el grupo de amigos tienen una gran influencia en la formación de valores y comportamientos. Por este motivo, es recomendable que tanto padres como profesores aprovechen este hecho a favor de la educación de los menores. Es conveniente el contraste en sus amistades ya que, en algunos casos, los maestros deben mezclar estudiantes destacados con los que no lo son. Un error que se realiza con frecuencia es el de comparar negativamente a nuestro hijo con algún otro amigo o conocido nuestro: "¿ves?, fulanito, si que es un chico interesado en tal cosa". Estas odiosas comparaciones van a menoscabar la autoestima de nuestro hijo pero lo más grave es que va a producir el efecto exactamente contrario al deseado. En definitiva, nuestro hijo es como es. Compararlo con otro sujeto es hacerle dudar de su proceso de formación de personalidad y tenderá a afianzarse aún más a lo criticado. La mejor manera de mejorar sus actitudes y comportamiento es fomentando las amistades con niños críticos y abiertos al conocimiento. No podemos olvidar que nuestro hijo poseerá otras virtudes que, a su vez, serán aprovechadas por el nuevo amigo.
13. Estimular las tareas productivas.
Las mejores tareas son aquellas que el niño entiende su finalidad. Antes de cada tarea es bueno no sólo explicarle como realizarla sino también cual es su finalidad: "adquirir destreza matemática", "aumentar vocabulario", o bien “evitar las caries”, etc. Tampoco hay que ser pedante explicándola en detalle pero sí de manera ocasional. En diversos momentos, se pueden combinar varios aspectos, por ejemplo, salir a un parque y, manual en mano, aprender a distinguir distintos tipos de árboles. En casa se debe tener un lugar cómodo donde poder realizarlas. Debemos evitar que estudie con la televisión cercana u otras personas merodeando. Respecto a estudiar con música, la cosa está clara: casi todos los estudios apuntan a que disminuye la atención y, por ende, el rendimiento.
Tener un horario fijo, especialmente con los más pequeños, evita las discusiones acerca de cual es el mejor momento para comenzar las tareas. Utilizar un reloj que esté a la vista de todos y establecer una hora de finalización de las mismas.
14. Actividades en familia: tocar un instrumento musical, escuchar música, ir al cine.
Aunque a muchos les parezca una actividad perteneciente a la esfera meramente de la diversión su resultado va más allá de lo esperado.
Tocar un instrumento también forma parte de la educación de la persona. En primer lugar mejora la coordinación psicomotriz así como la sensibilidad personal. Aquellas áreas cerebrales que se encargan de su realización son las mismas que procesan funciones intelectuales de tipo matemático, por lo que los músicos son, además, estudiantes aventajados en esta materia. Además, desarrolla la capacidad de concentración y se presta a compartir impresiones acerca de su ejecución.
El cine es otra actividad proclive a la vida familiar. Escoger aquellas películas que, además de entretenidas, presenten situaciones de cierta conflictividad. Resultará divertido escuchar las opiniones de los más pequeños. A ellos también les resultará de sumo interés conocer la suya. No olvide que la opinión de los padres sirve de referencia para el comportamiento futuro.
15. Ser comprensivos con nosotros mismos.
Ser padres “perfectos” es una tarea imposible. Nadie ha nacido madre o padre sino que es una tarea diaria. Los fallos también son diarios pero, justamente, de ellos aprendemos. Las reglas se van haciendo a medida de la familia y de cada uno de nuestros hijos. Si utilizamos como referencia a nuestros padres descubriremos que algunas cosas las hacemos de forma similar y otras de manera muy distinta. Es normal sentirse “culpable” cuando creemos que, por ejemplo, no hemos actuado correctamente ante una situación determinada sin embargo, dicho fallo puede emplearse, perfectamente para mejorarnos como padres. La reflexión abierta y sincera entre padre y madre, en privado, resulta esencial con objeto de armonizar la postura educativa de la pareja. Así que: no nos sintamos culpables, simplemente aprendamos de nuestros errores.
El concepto de educación es, esencialmente, controvertido. Sucede con ella algo similar a la inteligencia: todo el mundo se siente capaz de hablar y discutir sobre la misma. Sin embargo, a la hora de explicar en detalle en que consiste se suele crear un espeso silencio. En otras ocasiones, cada persona vierte su concepto, acercándose, entre todos, a una idea general de lo que queremos llegar a definir y, por ende, entender.
El triunfo o fracaso de la educación no depende de estudiar más o menos sino de llegar a buscar y encontrar ciertas condiciones necesarias para un desarrollo personal saludable. Profesores, padres, familiares y, como no, amistades, juegan un papel importante en este proceso. Todo ello forma parte de multitud de ingredientes que ayudan a cada joven a ser mejores.
Presentamos algunas claves de fácil identificación si bien son tan solo parte de una lista interminable que abarca numerosos aspectos de la vida diaria y que, seguramente, iremos tratando en próximos números de nuestra revista.
1. La autoestima alta.
Lo que cada persona cree sobre sí mismo es importante para tener seguridad en lo que hace, y ese concepto se construye en los primeros años de vida a partir de lo que otros piensan. Por este motivo, si un niño crece y estudia en un ambiente donde los profesores y los familiares tienen expectativas positivas sobre él, se formará y crecerá con conceptos positivos de sí mismo. El pilar fundamental de la autoestima es el autoconcepto, es decir aquellos valores que se atesoran en lo más íntimo de cada ser como, por ejemplo, la responsabilidad y la honradez. El aprecio que tenemos a este "autoconcepto" podría definirse como "autoestima". Asimismo, la sensación de ser queridos por nuestros padres o seres más cercanos constituye el punto de referencia esencial con relación a como somos valorados por los demás.
Hacer sentir importantes y necesarios a nuestros hijos forma parte fundamental de un correcto desarrollo de su autoestima. Nunca realizar comentarios hirientes o llenos de desprecio, aún en situaciones difíciles en los que sea complicado dominar nuestro mal humor. Una cosa es llamar la atención sobre una situación o suceso que no nos haya gustado y otra es humillar gratuitamente a otro ser humano que es nuestro hijo. Años después es probable que recuerde lo que aquel día le dijo y de que manera le llegó a lo más profundo de su ser. La crítica debe ser siempre positiva: "Esta equivocación te hará aprender. La próxima vez lo harás aún mejor".
2. Educar en valores y responsabilidad: Ser consecuente con nuestras palabras y actos.
No hay peor cosa que decir una cosa y hacer otra. A pesar de lo sencillo que resulta entender este concepto, es uno de los fallos que más recurrentemente asolan la educación de nuestros hijos. Nuestros valores básicos y nuestras ideas, todas aquellas cosas que conforman nuestro carácter se transmiten a nuestros hijos a través de los actos más cotidianos. De hecho, lo que hacemos tiene más repercusión que lo que decimos. Si un hijo ve que somos respetuosos con los demás él también lo será. Si advierte que le escuchamos con atención él también aprenderá a escucharnos con la misma intensidad.
La mayoría de los adolescentes jugará con otros valores e ideas pero, muy probablemente, al cabo de unos años retornará a los valores que le hayamos inculcado desde la niñez. La televisión o el cine podrá mostrarles distintos modelos a seguir pero, indudablemente, la figura de los padres y su conducta será el modelo a seguir. La duda lógica es: ¿está usted el suficiente tiempo con sus hijos como para acabar sirviendo de modelo?. Difícil respuesta en los tiempos que corren. Hagamos todo lo posible para compartir tiempo y calidad del mismo.
3. Figura paterna y materna equilibrada.
Padre y madre son, por naturaleza, los primeros educadores de sus hijos. Su misión no es fácil. Está llena de contrastes que parecen difícilmente reconciliables: han de saber comprender y escuchar pero a la vez exigirles. Enseñarles a ser libres pero guiarles y corregirles. Ayudarles en sus deberes pero no evitarles el trabajo.
En ese esfuerzo se ha valorado, como no podría ser de otra manera, la labor materna, entregada allí donde las hubiera. Sin embargo, existe cierta tendencia a no apreciar, en su justa medida, la imagen y labor paterna. Esta figura masculina es la que debe proporcionar a sus hijos el lógico establecimiento de límites así como la comprensión de la existencia de figuras provistas de autoridad. El equilibrio entre ambos mundos, masculino y femenino, otorgará a nuestros hijos una visión más rica del entorno y mejor compresión de la dinámica humana. En definitiva, poseerá mayor número de claves para tener éxito a lo largo de su desarrollo como persona.
4. Ejercer la autoridad sin miedo.
Además de cariño y buen ejemplo también es preciso ejercer la autoridad, explicando, en la medida de lo posible, las razones que nos llevan a tomar tal o cual decisión.
El niño tiene necesidad de autoridad, que no autoritarismo gratuito. Es necesario que encuentre señalizaciones y demarcaciones para encontrarse cómodo con el terreno que pisa. Incluso cuando juega, el mismo crea reglas que no deben ser transgredidas.
Son muchos los padres que tienen miedo a perder el cariño de sus hijos debido a una extraña mezcla de miedos irracionales. En algunos casos el temor a la reacción del niño es mayor que la necesidad de castigo. En ese momento debemos de preguntarnos si somos nosotros los que estamos educándole o al contrario, él a nosotros.
Es importante que los padres, explicando siempre los motivos de sus decisiones, indiquen a los niños lo que deben hacer o evitar, no dejando por comodidad caer en el olvido sus órdenes, ni permitiendo que los niños se les opongan abiertamente. Asimismo, debemos evitar prohibir lo que un día se permitía y viceversa. No levantar la voz ya que ello trasluce nuestro nerviosismo y se pierde autoridad.
Lo ideal es la existencia de unas pocas normas, nunca arbitrarias, pero que se cumplan siempre. Ello provee, paradójicamente, de una gran libertad aunque las preferencias de nuestros hijos no coincidan con las nuestras.
5. El ambiente familiar: saber escuchar.
En muchas ocasiones creemos que la educación está sometida al mundo escolar y a las "clases" que les damos en casa. Los expertos en educación lo llaman 'el currículo de la casa', y no es otra cosa que las enseñanzas que los hijos aprenden en su hogar. Aquellos hijos que tienen padres que les escuchan y que les hablan de temas que les interesan y les afectan, además de compartir sus opiniones sobre el mundo que les rodea suelen tener más éxito escolar. Curiosamente, se ha comprobado que aquellos niños a los que se invita constantemente a participar en las decisiones familiares y temas de conversación leen mejor y rinden más en el colegio. En definitiva, estamos poniendo algo básico en práctica: aprender a escuchar, virtud que les facilitará prestar atención en clase o entender mejor a otra persona, hecho que les surtirá de una mayor tolerancia hacia los demás.
6. Buenos profesores.
¿Qué padres no están interesados en que su hijo tenga los mejores docentes? Hay que cerciorarse que los profesores se preocupan por estimular la autoestima de los estudiantes. Principalmente que no los culpen de los fracasos escolares sino que traten de indagar las causas de sus problemas. Es importante que no los ridiculicen, especialmente en público, ni dejen que otros lo hagan. Una buena señal es que mantengan informados a los padres al tanto de lo que sucede de una manera individualizada. Escoger, dentro de lo posible, a los profesores es una de las claves para que nuestros hijos lleguen a gustar o detestar una disciplina: matemáticas o lengua. No son escasas las ocasiones en que, realmente, el alumno renuncia a estudiar una asignatura determinada como silenciosa protesta hacia las maneras de su profesor. En tal caso, puede reforzarse la situación mediante clases extraescolares. En este caso también hay que observar que actitud tiene el profesor auxiliar: gritos y enfados hacia nuestro hijo serán mala señal. La mejor cualidad de un profesor no son sus conocimientos sino su paciencia.
7. Tiempo para estudiar y jugar.
En el colegio ya estudian una media de ocho horas al día sin descontar el tiempo de recreo y almuerzo. Eso sí, todo ese tiempo no debe ser en aula. Son importantes las actividades complementarias que les permitan relacionarse con el medio y explorar sus habilidades. Recordemos que no van al colegio "solo" para aprender sino para socializarse y establecer vínculos con otras personas. En esta época de la vida se siembran las semillas de los grandes científicos, actores o deportistas. Debemos de potenciarles todas sus aficiones. El resto de nuestra vida, realmente, jugamos en el campo ya cultivado de nuestra infancia.
8. Supervisión constante.
Los niños no requieren de adultos que los estén siguiendo como una sombra o que los estén bombardeando con cuestiones sobre sus deberes. Lo que necesitan es ser escuchados y que se les pregunte sobre lo que aprenden y lo que desean saber. Pocas cosas generan más orgullo, por ejemplo, a un adolescente que explicarnos alguna teoría social que hayan estudiado en el colegio. Lo más probable es que nos sorprenda y descubramos que interioriza sus conocimientos llevándolos a la práctica. Revisar sus cuadernos debería constituir una rutina conjunta, padres e hijos, para ver que se les está enseñando y recibir los mensajes o anotaciones de los maestros. Si esto no se ha hecho hasta la fecha debería de introducirse en la rutina diaria de forma paulatina para que nuestro hijo no lo viva como una intromisión brusca en su vida.
9. Familia y colegio, en línea.
Es importante que padres y profesores tengan una comunicación constante para que intercambien opiniones sobre el niño y no se contradigan en lo que dicen. En ocasiones puede parecer aburrido acudir a las reuniones de padres del colegio. Es importante conocer los contenidos del curso. De esa manera se puede llegar a anticipar cuales serán los futuros escollos de ese año lectivo. Por ejemplo, si nuestro hijo tiene problemas en una asignatura concreta y, precisamente, ese curso requiere de gran habilidad en la misma, entonces es hora de ir buscando apoyos extras. En otras ocasiones, nuestros hijos desarrollan habilidades que nos son totalmente desconocidas en el hogar: por ejemplo, son excelentes actores o desean colaborar en actividades sociales que el colegio promociona. Conocer estos rasgos de nuestro hijo nos ayudará a perfilar su educación.
En caso de observar puntos débiles de su personalidad estos se podrán compensar desde sus fortalezas. En caso de bajo rendimiento escolar puede ser conveniente tener reuniones con sus profesores cada pocas semanas para evaluar la situación y ponerle remedio antes del final de curso. Si el estudiante no se encuentra a gusto con el colegio, juzgar los motivos, para posteriormente tomar una decisión de cambiarle o no de colegio.
Por último, no podemos olvidar que nuestras muestras de interés a través de nuestra asistencia a reuniones de padres o particularmente informativas con profesores serán interpretadas de manera positiva por nuestros hijos. El mensaje que le damos es muy claro: "estoy interesado en ti".
10. Leer, un propósito.
La lectura es, sin duda, la base de gran parte de nuestro aprendizaje. La tendencia natural debe ser a que nuestros hijos sepan leer e interpretar correctamente lo escrito en los textos escolares, lo que le preguntan en sus exámenes y lo que encuentra en Internet. La habilidad lectora es la "carta de presentación" de un niño en sociedad: si sabe leer es apreciado, pero si no lo sabe hacer siente una gran vergüenza que, muy probablemente, le afecte en otras áreas de su aprendizaje y de su personalidad.
La mejor manera de aprender a leer es que nos vean haciéndolo. Nuestros hijos aprenden con el ejemplo y realizan esta actividad si tienen a su disposición material interesante para leer. En el caso de los más pequeños la lectura conjunta es la más aconsejable. Para que no se canse es buena idea alternar con el o ella distintos párrafos del libro que hayamos escogido: Unos lo lee nuestro hijo y el siguiente nosotros. En el caso de los mayores compartir libros que nosotros previamente hayamos leído, cuyo contenido parezca ser apto para, por ejemplo, el segmento de edades adolescentes. No se deje guiar por lo que usted leyó a su misma edad ya que los tiempos y tendencias literarias han cambiado. Siga de cerca aquellos libros que leen en el colegio y observe que temas le despiertan mayor interés. La lectura de periódicos es muy aconsejable a partir de los catorce o quince años de edad, particularmente aquellas secciones que sean de mayor agrado del chico. Recuerde que es muy probable que su hijo no sepa ni de que secciones consta un periódico así como sus correspondientes suplementos dominicales. Enséñele a descubrirlo. Seguramente habrá algún contenido que sepa apreciar e incluso quiera repetir la experiencia.
11. Una buena biblioteca.
Además de contar con los útiles escolares que le exigen en el colegio para que pueda cumplir con las tareas, es importante que el estudiante cuente con material de lectura en casa, como revistas y libros adecuados para su edad; pero también que vaya a la biblioteca. Los libros deben mostrase como un elemento más de la casa. Pueden estar distribuidos por toda ella: En la mesilla de noche, estanterías en la sala de estar y, por supuesto, en la habitación de nuestro hijo. Otro tipo de lectura como las revistas también son importantes ya que, sus contenidos resultan normalmente de actualidad, aportando otra visión más dinámica de la lectura. Llevar libros cuando realizamos un viaje o facilitarlos en esos momentos de "aburrimiento" no hacen otra cosa que fomentar la vida interior y la imaginación de nuestros hijos. Desde muy tierna edad se puede visitar la biblioteca del barrio, no solo para ojear textos, sino para ver videos o escuchar música. Respecto a Internet, enseñarle a buscar información y configurarle su propio usuario con restricciones de contenidos resulta fundamental.
12. Las amistades.
Los amigos son otra de las claves de una buena educación. Los compañeros y el grupo de amigos tienen una gran influencia en la formación de valores y comportamientos. Por este motivo, es recomendable que tanto padres como profesores aprovechen este hecho a favor de la educación de los menores. Es conveniente el contraste en sus amistades ya que, en algunos casos, los maestros deben mezclar estudiantes destacados con los que no lo son. Un error que se realiza con frecuencia es el de comparar negativamente a nuestro hijo con algún otro amigo o conocido nuestro: "¿ves?, fulanito, si que es un chico interesado en tal cosa". Estas odiosas comparaciones van a menoscabar la autoestima de nuestro hijo pero lo más grave es que va a producir el efecto exactamente contrario al deseado. En definitiva, nuestro hijo es como es. Compararlo con otro sujeto es hacerle dudar de su proceso de formación de personalidad y tenderá a afianzarse aún más a lo criticado. La mejor manera de mejorar sus actitudes y comportamiento es fomentando las amistades con niños críticos y abiertos al conocimiento. No podemos olvidar que nuestro hijo poseerá otras virtudes que, a su vez, serán aprovechadas por el nuevo amigo.
13. Estimular las tareas productivas.
Las mejores tareas son aquellas que el niño entiende su finalidad. Antes de cada tarea es bueno no sólo explicarle como realizarla sino también cual es su finalidad: "adquirir destreza matemática", "aumentar vocabulario", o bien “evitar las caries”, etc. Tampoco hay que ser pedante explicándola en detalle pero sí de manera ocasional. En diversos momentos, se pueden combinar varios aspectos, por ejemplo, salir a un parque y, manual en mano, aprender a distinguir distintos tipos de árboles. En casa se debe tener un lugar cómodo donde poder realizarlas. Debemos evitar que estudie con la televisión cercana u otras personas merodeando. Respecto a estudiar con música, la cosa está clara: casi todos los estudios apuntan a que disminuye la atención y, por ende, el rendimiento.
Tener un horario fijo, especialmente con los más pequeños, evita las discusiones acerca de cual es el mejor momento para comenzar las tareas. Utilizar un reloj que esté a la vista de todos y establecer una hora de finalización de las mismas.
14. Actividades en familia: tocar un instrumento musical, escuchar música, ir al cine.
Aunque a muchos les parezca una actividad perteneciente a la esfera meramente de la diversión su resultado va más allá de lo esperado.
Tocar un instrumento también forma parte de la educación de la persona. En primer lugar mejora la coordinación psicomotriz así como la sensibilidad personal. Aquellas áreas cerebrales que se encargan de su realización son las mismas que procesan funciones intelectuales de tipo matemático, por lo que los músicos son, además, estudiantes aventajados en esta materia. Además, desarrolla la capacidad de concentración y se presta a compartir impresiones acerca de su ejecución.
El cine es otra actividad proclive a la vida familiar. Escoger aquellas películas que, además de entretenidas, presenten situaciones de cierta conflictividad. Resultará divertido escuchar las opiniones de los más pequeños. A ellos también les resultará de sumo interés conocer la suya. No olvide que la opinión de los padres sirve de referencia para el comportamiento futuro.
15. Ser comprensivos con nosotros mismos.
Ser padres “perfectos” es una tarea imposible. Nadie ha nacido madre o padre sino que es una tarea diaria. Los fallos también son diarios pero, justamente, de ellos aprendemos. Las reglas se van haciendo a medida de la familia y de cada uno de nuestros hijos. Si utilizamos como referencia a nuestros padres descubriremos que algunas cosas las hacemos de forma similar y otras de manera muy distinta. Es normal sentirse “culpable” cuando creemos que, por ejemplo, no hemos actuado correctamente ante una situación determinada sin embargo, dicho fallo puede emplearse, perfectamente para mejorarnos como padres. La reflexión abierta y sincera entre padre y madre, en privado, resulta esencial con objeto de armonizar la postura educativa de la pareja. Así que: no nos sintamos culpables, simplemente aprendamos de nuestros errores.
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