viernes, 8 de mayo de 2009

EDUCAR A LOS HIJOS ÚNICOS

Los hijos únicos.


SUBTITULO: Esos seres aparentemente solitarios plenos de amigos y seguros de sí mismos.



Autor: José Miguel Gaona

Psiquiatra



Entradilla:



Los hijos únicos han sido tradicionalmente tildados de egoístas, maleducados, y consentidos entre otros muchos adjetivos negativos. Sin embargo, el hecho de no tener hermanos no tiene que ser necesariamente perjudicial para el desarrollo del niño. Más aún, en ocasiones puede constituirse en ventaja donde la creatividad y la autoestima sean sus mejores valores.





Texto:



¿Qué tienen en común Robin Williams, Cary Grant, Maria Sharapova, Lance Armstrong, Harry Potter, Octavio Paz o el autor que modestamente escribe estas líneas?. Todos somos hijos únicos y, a “pesar” de todo, hemos sabido desenvolvernos con soltura y generosidad en contra de la creencia popular y, quizás se nos podría calificar de cualquier cosa menos de ser introvertidos.



Resulta, hasta cierto punto normal, la preocupación de los padres porque su único hijo sea tratado de una forma demasiado indulgente. En otras ocasiones se encuentra excesivamente protegido de cualquier peligro que pudiera acecharle. Más aún, no resulta extraño que algunos padres atemorizados por el hecho de tener un “hijo único” decidan tener descendencia por el solo hecho de que el primero no se quede “solo” y, de esta forma, acabe “malcriado”.





Hijos únicos, ¿padres egoístas?. ¡No!




Cada día que pasa un mayor número de parejas creen que tener tan sólo un hijo es más que suficiente. Asimismo, el estereotipo de que los padres de un hijo único se corresponden con el una pareja “egoísta” se ha ido desvaneciendo en los últimos años. Paralelamente, también ha desaparecido la idea que un hijo único es, en realidad, un ser solitario y comodón como resultado de todos los supuestos caprichos que le otorgan los padres.

Al contrario de lo sucedido antaño, las aulas de los colegios son invadidos, progresivamente, por niños que no tiene hermanos al mismo tiempo que la sociedad se desprende de la ignorancia y prejuicios en contra de los hijos únicos. Ya es hora que se aprecie a los hijos únicos como entidades saludables de nuestra sociedad.



Tampoco podemos olvidar como causas de este aumento de las familias con un solo hijo las relacionadas con la generalización de los anticonceptivos, tímidas políticas de protección a la familia, falta de reconocimiento del trabajo casero en pos del cuidado de los hijos y una escala de valores en la que la procreación queda desplazada en pos de otros objetivos: situarse profesionalmente, comprar la casa, el coche y, finalmente, tener descendencia. Para complicar aún más las cosas, nuestro país es el lugar, entre los europeos, donde las mujeres procrean a una edad más avanzada con una media de algo más de treinta años (30,73, según el INE).



Características de los hijos según su orden.




El hijo único es, obviamente, el primero y el último en nacer. La mayor parte de los estudios han demostrado que el entorno y la familia no es lo único que influye sobre el desarrollo de un hijo. Aquellos que nacen en primer lugar, primogénitos, así como los hijos únicos se suelen mostrar más ambiciosos, conservadores respecto a la vida, revelando mayores niveles de autoestima y capacidad de liderazgo. Es interesante subrayar que también presentan mayores niveles de respeto hacia sus padres. Por el contrario, aquellos hijos de familias que poseen varios hermanos tienden a ser menos convencionales, flexibles y con cierta tendencia a rebelarse ante las normas impuestas. Pero si hay algo que diferencia a los hijos únicos respecto a los primogénitos es que los primeros poseen aún mejores niveles de autoestima y logran sus objetivos con mayor facilidad que los segundos.





Estereotipos de los hijos únicos.



El hijo único es automáticamente estigmatizado. Gran parte de la población piensa que sus características son, esencialmente, negativas. Afirmando que los hijos únicos son una especie de “monstruitos consentidos”. Un paraíso para estudiar las características de los hijos únicos es, sin duda, la China actual donde la política demográfica ha obligado a las parejas a tener una descendencia mínima: un solo hijo. La mayor parte de los estudios realizados por organismos independientes no alineados al gobierno han concluido que los hijos únicos no presentan características negativas o taras psicológicas en relación a aquellos que poseen más hermanos. Estos estudios son también corroborados en la mayor parte del mundo occidental





Su perfil psicológico.



Dependiendo de su entorno irá adaptando su comportamiento. En un medio aislado se arrogará, camaleonicamente, las características de un niño introvertido: jugará solo y no se aburrirá. Se retraerá sobre sí mismo para capear su soledad, aprendiendo a tolerar mejor que otros niños el aislamiento. Por el contrario, en un ambiente social se comportará, dada su necesidad de establecer amistades, como un verdadero extrovertido. Su personalidad es la de un verdadero híbrido entre estos dos perfiles. Quizás debido a estas dificultades emocionales los hijos únicos tiene una mayor tendencia a ser excesivamente sensibles, cierta dosis de hipocondría (“enfermos imaginarios”) o dificultad para expresar la ira, conteniéndola en su interior. Pero no es menos cierto que estas actitudes negativas son, realmente, promovidas por padres inútilmente angustiados.



Vistos desde fuera de la familia los hijos únicos poseen, generalmente, un carácter extrovertido. La razón de este comportamiento tildado de positivo no es otro que la de ganar amigos. En definitiva, los hermanos que nunca tuvo. Sin embargo, no se integran con facilidad en grandes grupos de niños pero cuando lo hacen suelen adquirir, habitualmente, la posición de liderazgo.



Debido justamente a este perfil extrovertido presentan mayor interés en las cosas que les rodean así como en las personas que tienen en su derredor. Pueden llegar a ser buenos políticos, actores, científicos o bien destacar en multitud de otras carreras profesionales.



Asimismo, la ausencia de presiones familiares por parte de sus inexistentes hermanos evita la competencia por el cariño y atención de sus padres. Este hecho podría explicar la gran variedad de personalidades que los hijos únicos pueden llegar a desarrollar al no encontrarse presionados por sus hermanos.



Hijos únicos y el entorno.

Ya que, obviamente, los hijos únicos no tienen hermanos carecen de la disponibilidad de otros niños en su entorno más inmediato con quien interactuar y desarrollar habilidades sociales. En su mayoría juegan solos, desplegando mayores dotes de fantasía para paliar esta carencia de compañía.

La relación con el entorno puede ser difícil en ciertos momentos justamente por la separación, aún momentánea, de los padres respecto a su hijo. Resulta recomendable favorecer, desde que nuestro hijo es pequeño, instantes de separación ya sea por motivos de trabajo u ocio. En definitiva, no alentemos que esté “pegado” a nosotros.



El hijo único puede y debe ser feliz.



Ante la carencia de hermanos toma mayor importancia el contacto con otros niños de su misma edad. El jugar en grupos es determinante para su mejor desarrollo psicológico. Lograr amistades nuevas adquiere mayor relevancia ya que la familia no provee de otras relaciones semejantes.

Resulta de interés que el ser hijo único no solo no es desventajoso sino que puede aportar múltiples aspectos positivos. Entre ellos el ser más creativos que la media de niños. En contra de lo generalmente aceptado suelen ser más generosos y ordenados así como presentan una mayor maduración y mejor desarrollo lingüístico en comparación a los niños de su misma edad. Al haber recibido mayor dedicación y atenciones por parte de sus padres también suelen mostrar una mayor estabilidad emocional y mejor autoestima lo que, unido a una mayor estabilidad, suele redundar en mejores niveles de felicidad.





Sobreprotección: una mala solución a los temores.



Es uno de los mayores problemas de muchos hijos únicos. La razón es obvia: los padres poseen mayor tiempo y recursos para dedicarlos a ese único hijo. En ocasiones esta actitud de los padres de protegerles ante todo peligro aísla al hijo de su entorno más inmediato, creando un mundo artificial lleno de comodidades. Seamos lo más objetivos con nosotros mismos y tomemos como baremo las actividades que realizan otros niños y, sobre todo, ser muy prácticos: ¿A qué edad otros niños ya van en bicicleta?, ¿Y a tomar el autobús para ir al colegio? Contengamos nuestros temores trasladando progresivamente las responsabilidades a nuestro hijo. Será un niño cumplidor y no amedrentado antes los problemas de la vida.





El hijo único en familia.



Al no tener hermanos, el vínculo entre el hijo y sus padres tiende a ser más fuerte y sólido que en familias numerosas. Se crea una sociedad de mutua admiración entre sus componentes. Como resultado de esta alineación se producen muchos menos conflictos intrafamiliares y se comparten más valores sin interferencias.

Sin embargo, no todo podía ser bueno: esta cercanía con los padres conlleva un mayor criticismo hacia el niño respecto, por ejemplo, a su rendimiento escolar o cualquier otra actividad diaria. Como solo existe un hijo, se vuelcan sobre él todas nuestras esperanzas y…desilusiones.

El niño suele hacer comparaciones respecto a sus padres: “Si papá puede hacer esto, yo también”. Paradójicamente, los padres con un solo hijo también suelen tener una mayor tendencia a compararle con ellos mismos, magnificando injustamente los logros de su hijo único o, por el contrario, escrutando sus comportamientos negativos.

Tampoco podemos olvidar que, dado elevado índice de separaciones y divorcios, la descendencia también queda limitada por lo que el número de hijos únicos en familias monoparentales es ciertamente elevado. Los cuidados, en este caso derivados de un solo progenitor, deben ser más firmes en cuanto a sus planteamientos y, en ningún caso, convertir a nuestro hijo en muleta de nuestra propia situación afectiva personal.





Los hijos únicos ya adultos y en su papel de padres.



Contradictoriamente a lo esperado, los adultos que son hijos únicos son todo lo contrario de lo que se espera de una persona egoísta, solitaria o poco sociable. De hecho, estadísticamente, llegan a poseer un mayor nivel educativo, lo que favorece un mejor estatus laboral. Asimismo, las hijas únicas suelen presentar una mayor tendencia a trabajar y ser independientes de su marido. Llama la atención en estas últimas en ser las que más concienzudamente planean la forma en que desean una familia respecto a las demás mujeres con hermanos, teniendo mucho más claro cuestiones del tipo: edad de casamiento, número de hijos, tipo de pareja que desean, etc.



Es llamativo observar que en diversos estudios sociodemográficos los hijos de padres que eran, a su vez, hijos únicos los valoraban en mejor grado que aquellos otros cuyos padres provenían de familias con más hermanos. Es decir, puntuaban más alto en una imaginaria escala donde se estudiaban características como el cariño o la atención prestada a los demás miembros de la familia.





La familia futura del hijo único.




Es evidente que nuestro hijo único al no tener hermanos tampoco tendrá sobrinos. Y los hijos de nuestro “hijo único” tampoco tendrán tíos, al menos por una de las ramas familiares, puesto que sus padres no tenían hermanos. Incluso, si la historia se repite puede que ni tengan primos puesto que éstos hubieran sido hijos de unos hermanos que nunca existieron. Esto significa que la familia extensa y “grande” como la hemos conocido en los países mediterráneos será desconocida por nuestros nietos dando origen a familias más nucleares o constituidas, paradójicamente, por nuevas parejas de separados y divorciados en los que cada uno aporta un hijo único. Lo que está claro es que una verdadera revolución en cuanto al concepto de familia parece que nos aguarda a la vuelta de la esquina.






Los ocho pecados capitales que hay que evitar al criar a un hijo único.



1- Ser demasiado indulgentes. Tolerar en exceso un mal comportamiento o bien malcriarlo con bienes materiales o emocionalmente desproporcionados.

2- Conductas de sobrecompensación. ¿Se siente culpable por haber tenido “solo” un hijo? Evite compensarle (premios innecesarios, regalos, mimos, etc.) para paliar su sensación de culpa. Convénzase que no ha hecho nada “terrible” por no proporcionarle un hermano.

3- Convertirle en un confidente o “colega”. Este es uno de los puntos más difíciles a evitar ya que algunas parejas integran, literalmente, a su único hijo como parte de la pareja hasta el punto de hacerle partícipe de decisiones propias de adultos.

4- Sobreprotección. ¿Intenta evitar que su hijo pase penurias y malos ratos? Hay que hacerle entender que aceptar los fallos y, en ocasiones, ser rechazado forma parte de la vida diaria. Facilitarle el contacto con otros niños de su edad. De esta manera aprenderá a relacionarse, jugar, compartir, competir y experimentar peleas y discusiones propias de la edad.

5- Esperar la perfección. ¿Vive su vida a través de la de su hijo? Conviértale en un ser excepcional, pero en el mejor sentido de la palabra. No le mire bajo el microscopio para descubrir fallos y mejorarle gratuitamente.

6- No aplicar las reglas que uno mismo ha impuesto. ¿Quién tiene el control de la situación, usted o su hijo? Las reglas han de emplearse bajo cualquier circunstancia aunque usted no se encuentre de humor para llevarlas a cabo.

7- Alabar en exceso. Tanto si ha realizado algo de manera positiva como si ha ocurrido todo lo contrario. Es la manera más eficaz de convertirlo en un “malcriado”. Sea justo con él, le estará proporcionando importantes claves de cómo comportarse. No valorarlo de forma gratuita. Evitar frases como "eres el mejor", "eres el más guapo" y sustituirlas por frases más realistas como: "Lo has hecho muy bien", "te felicito por el examen de matemáticas".

8- No olvide que demasiada atención puede desencadenar una preocupación excesiva y un miedo exagerado a que al niño le pase algo. Debemos aprender a controlar el exceso de temor.







CUADRO 1




Los porcentajes de mujeres que poseen un solo hijo se han duplicado en los últimos veinte años, alcanzando en muchos países industrializados a una de cada cuatro familias. Este crecimiento es acelerado y se prevé que dentro de pocos años igualará al número de familias con dos o más hijos.



CUADRO 2




Las Naciones Unidas predicen que existirán unos 10.000 millones de personas en el año 2050. Para mantener estable la población de un país se necesita que cada mujer tenga, al menos, una media de 2,1 hijos. En Norteamérica el índice es de 1,99 mientras que España resulta ser el país industrializado con menor proporción: tan sólo 1,15. Paradójicamente otros países con muchos menos recursos como Yemen se encuentran con una relación de 7,60 hijos por cada mujer.





EL DATO:




Resulta llamativo que, en nuestro país, parecen ser más deseadas las “niñas únicas”. De hecho cuando las parejas tienen en primer lugar un varón tienden a ir a buscar la “parejita”. Sin embargo, cuando el primer hijo de los padres es niña, una mayor parte de los progenitores prefieren no tener más hijos. Esta actitud parece verse confirmada por una encuesta del Instituto Gallup en nuestro país en el que un 27,5 por ciento de los padres prefería que su primer hijo fuese niña y tan sólo un 20,3 por ciento niño. Es probable que algunas creencias erróneas como que la niña es necesariamente más cariñosa o tranquila y por ende facilita y da menos problemas durante su educación, cuando no se trata más que de prejuicios sexistas sin base real.



Testimonio de un hijo único:




“Lo mejor que tengo es la habilidad de disfrutar de mis momentos de soledad y, a la vez, tener multitud de amigos con quien divertirme en mis ratos de compañía”





Lecturas recomendadas




El hijo único.
Carl E. Pickhardt (Ed. Medici)

Páginas: 256
Precio: 18€



Educar a un hijo único. Guía para evitar los errores más comunes.

Carolyn White

Editorial: Debolsillo

Páginas: 288

Precio: 7,50€

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