viernes, 8 de mayo de 2009

"A CADA EDAD SU RESPONSABILIDAD "

"A cada edad, su responsabilidad"


SUBTITULO: Hijos comprometidos pero libres de escoger.


Autor: José Miguel Gaona

Psiquiatra. Master en psicología.


Entradilla:


Esta palabra marca la diferencia entre quienes se consideran artífices de sus propias vidas y quienes creen estar sujetos al destino y a la arbitrariedad de los demás. Dependiendo de la educación que les brindemos, nuestros hijos van a pertenecer a uno u otro grupo.





Texto:

Quique es un chico que acaba de terminar el colegio. Se encuentra bien preparado para enfrentarse a la vida de adulto y es la envidia de muchos padres: responsable e independiente, solidario con su familia. No hace falta imponerle horas de llegada ni, prácticamente prohibirle nada. Quique es dueño de sí mismo. Pero, ¿cómo fue su infancia para que llegase a ser un chico diez?.

Hijos responsables y dueños de sus vidas:

Hacerse responsable, significa tener la capacidad para tomar decisiones de manera eficaz, enfrentarse a los obstáculos con ánimo resolutivo y ponerse al mando de un proyecto vital. Nuestros hijos podrán aprenderla desde su más tierna infancia, siempre que puedan contar, claro está, con nuestra ayuda. El hijo responsable sabe lo que necesita para sí, lo que la convivencia demanda de él y los modos de compaginar sus deseos con los del grupo en que vive. El hijo irresponsable incumple sus tareas y aprovecha cualquier razón externa para justificar esos incumpli-mientos. Generalmente, a medida que pasan los años, el primero ve crecer la lista de sus éxitos y siente como aumenta su autoestima. El segundo, se encuentra atrapado en una espiral de fracasos y pérdidas de la que le resulta muy difícil salir.

Más responsabilidad y menos culpabilidad.

Conviene aclarar la diferencia que existe entre dos conceptos colindantes: Responsabilidad y culpabilidad. La primera proporciona al niño una imagen positiva de sí mismo, de su efectividad y de su capacidad para aceptar los desafíos propios de su edad. Curiosamente, el sentimiento de culpa, negativo y deprimente, aparece con más frecuencia en aquellos otros niños que no han ido desarrollando una autoexigencia constructiva. Cuando las primeras pautas no son externas, claras y constantes, los menores se vuelven auto-críticos, inseguros, tienden a culpabilizarse y viven sus obligaciones crecientes con un temor paralizante. Cuando no existe ninguna pauta, el hijo se las tiene que ver con los fracasos personales y académicos a los que, inevitablemente, conduce la falta de regulación.

Comprendemos la importancia de este aspecto pero a menudo nos preguntamos cómo y cuándo debemos inculcar a nuestros hijos el sentido de la obligación personal. En primer lugar, debemos tener en cuenta que cada edad tiene sus propias limitaciones y que, si – por exceso o por defecto- no tenemos en cuenta esta realidad, estaremos generando otros problemas distintos a los que intentábamos evitar. Para tener una visión clara de esta cuestión, trazaremos una línea divisoria entre niños y adolescentes.



Responsabilidad durante la infancia:

La impulsividad y la agitación eran propias de Quique cuando era menor de tres años. En este periodo, somos nosotros, los padres, quienes debemos asumir nuestra responsabilidad, declinar según qué invitaciones o salir del lugar en el que molesten a los demás, en lugar de enfadarnos con ellos o de castigarlos por ser como inevitablemente son. Lo único que podemos ofrecerles por el momento, son ejemplos silenciosos para que ellos aprendan cómo. Nada de castigos, sermones ni mordazas. Extremando las exigencias en estas edades, sólo conseguiremos que lloren o se angustien. Les haremos sentir confusos y tristes si esperamos que nuestros niños sean “los más adultos” de la reunión o pretendiendo que asuman tareas o comportamientos para las que no están capacitados. Debemos asegurarnos de ofrecerles tareas a su alcance. Es probable que pueda llevar la bolsa del pan camino de la tahona. Felicitarle y agradecerle esa “inestimable” ayuda, no estará de más. Cuando haya hecho esto varias veces, quizá podamos dejar que traiga la bolsa con el pan dentro. Esa habrá de ser siempre su “misión”. Algún día tropezará y el pan terminará en el suelo. Seguro. Si no le das importancia al accidente y valoras su compromiso con la tarea, le tomará gusto a eso de ayudar: “¡Pero que bien!¡Siempre llevas tú la bolsa!¡ La bolsa es responsabilidad de Quique!”. Le enseñaremos los pasos uno a uno y paso a paso. Tareas asequibles y permanentes. Por seguir con nuestro ejemplo. Si hoy le dejas y mañana, por las prisas o la lluvia, se la quitas, no va a comprender que el cargo está por encima de las circunstancias. Si se aburre –cosa muy probable- lo mejor será destituirle: “¿¡Ah no!? Bueno, entonces dejas de ser el Super-Encargado de la bolsa”. A esta edad, poco más podemos hacer. Alentar su deseo de participar y procurar que le resulte divertido. Poco a poco le haremos notar que, conforme crece, su responsabilidad aumenta. Quizá ya es lo bastante alto como para llegar al ganchito de la pared. Ahora tendrá que colgar la bolsa cuando llegamos a casa. Podremos ayudarnos utilizando palabras semejante para nosotros mismos. Así irá comprendiendo que todos en casa tienen una labor asignada de la que no se sustraen: “!Eh, tengo que recoger la mesa, que soy el Super-Encargado!”. E incluso reclamar orgullosos nuestro cargo: “¡Mamá, no!¡ Que yo soy el responsable de la mesa!”.

Con el paso del tiempo llegan los deberes escolares. Se trata de ejercicios aparentemente sencillos para nosotros pero que requieren de todo su esfuerzo. Valorar su puntualidad, su deseo de realizar las tareas del mejor modo posible y no sólo el resultado, hará que estas primeras responsabilidades escolares, no resulten antipáticas. Podemos ayudarles, acompañarles durante toda la tarea, pero, en ningún caso, hacer por ellos el trabajo. Si tiene dificultades concretas, podrá pedir ayuda. Lo primero que le preguntaremos es qué solución se le ha ocurrido a él. Para que no se acostumbre a delegar problemas antes de pensar. Evitaremos que se convierta en un niño “comodón”.

Aquellas pequeñas responsabilidades caseras habrán ido en aumento. Si Quique promete recoger sus juguetes justo antes de cenar, tendrá que hacerlo él y en el momento fijado. De lo contrario, le explicaremos que si vamos a cenar -por ejemplo, es porque todos los demás hemos cumplido con nuestras obligaciones (uno puso la mesa, el otro cocinó…). Él tenía que poner las servilletas, pero como todavía no ha recogido sus juguetes, los demás no podemos cenar. Esto tiene que ver con un sentido de la responsabilidad comunitaria o interpersonal. Podríamos ponerlas nosotros y empezar a cenar, pero vamos a esperar a que, finalmente, recoja aquellos juguetes. Debe aprender que, de su falta de responsabilidad pueden resultar perjuicios para terceros (terceros como el perrito que se empeñó en tener y al que ahora nadie da de comer). Cuando cumpla bien con sus tareas escolares o familiares bastará un reconocimiento verbal de aprobación. Celebrar cada vez y con regalos el cumplimiento de sus responsabilidades, debilitará su sentido del compromiso y de la satisfacción con el mero deber cumplido. Si un día no recibe el huevo de chocolate, al siguiente se replanteará lo de poner las servilletas. Acaso, de tarde en tarde y sin previo aviso, podremos compensarle de algún modo por su buena respuesta general y por ir haciéndose cargo de sus cosas (llevar su ropa sucia al cesto, acordarse de lavarse los dientes sin que nadie tenga que decírselo…). Podemos proponerles listas de actividades, alternativas de compra, película para su fiesta de cumpleaños… y dejar que ellos opten por alguna. La toma de ciertas decisiones es una responsabilidad en sí misma. No habiendo tenido esta oportunidad temprana, algunos niños crecen sin saber lo que quieren, son más influenciables y se muestran inseguros cuando, más adelante, tienen que tomar la iniciativa. Todo esto les convierte en miembros más bien pasivos de su grupo de amigos. Escucharemos delegaciones del tipo “Es que los demás…” cada vez que hayan descuidado sus obligaciones.

Cuando Quique se encontraba entre los seis y ocho años, comenzó a independizarse de sus padres y a tener noción de lo bueno y de lo malo, del futuro y de su lugar en el mundo que conocen (escuela, familia extensa…). Su necesidad de ser aceptados por los amigos y de adaptarse al medio social, nos brindará nuevos instrumentos. El esfuerzo académico de hoy puede asociarse a los placeres del verano. Si desean pasarlo bien, tendrán que estudiar mucho ahora. La creencia en los Reyes Magos sigue siendo útil. Tres figuras agradables pero ajenas a la familia van a tener en cuenta su comportamiento, dando paso a la exigencia social –lo que el mundo esperará de ellos- en una versión que pueden digerir. Menos preocupados por sí mismos y más atentos a los intereses de los demás, los niños de estas edades irán estando en condiciones de comprender mejor aquellos efectos que la falta de responsabilidad tiene sobre los demás. Es el momento de animarle a resolver por sí mismos los conflictos con otros niños (“Pues si quieres que deje de estar enfadado, tendrás que disculparte”) y a estar pendiente de su propia organización (“Piensa cómo vas a meter la natación en tu horario”).

Entre los nueve y los once años, resultan especialmente importantes la consolidación de sus amistades y el desarrollo de la independencia. Quique comenzó a comprender que existen espacios concretos de libertad y espacios muy claros de responsabilidad que no deben ceder terreno por la presión de los demás niños. El grado en que nos mostremos involucrados en sus estudios y actividades va a demostrarles que se trata de temas importantes, que no bajamos la guardia y que ellos tampoco deben hacerlo. La dependencia emocional disminuye y el reconocimiento de los maestros deja de proporcionarles tanta satisfacción. Ahora son sus compañeros quienes deciden si “mola” o no “mola”. Animándoles a pasar más tiempo con los niños que se esmeran y a seleccionar sus amistades entre la gente formal, confiable y de palabra, puede representar la diferencia entre un desarrollo exitoso y la aparición de ciertos problema de conducta. Seguirán desempeñando ciertas tareas domésticas y tendrán que empezar a valorar el dinero. Si les entregamos una pequeña paga semanal (los padres de sus amigos podrán servirnos de referencia), aprenderán que las cosas que disfrutan no salen de un pozo sin fondo.

Al final de todo este periodo, un niño que ha desarrollado sentido de la responsabilidad, muestra algunos rasgos concretos: Es capaz de elegir entre alternativas y de tomar decisiones, no culpa de todo a los demás, puede enfrentarse a sus tareas y asuntos por sí mismo, por iniciativa propia y sin sentir angustia, es capaz de asumir las consecuencias de sus actos, cumple con la palabra dada…



Responsabilidad durante la adolescencia:

Durante este periodo, nos encontramos con un problema insólito. El adolescente, generalmente desea conservar sus derechos de niño y disfrutar de los del adulto.

Si durante el periodo anterior, la responsabilidad no fue sólidamente interiorizada, el adolescente tiende a vivir sus obligaciones como venidas desde el exterior; como una imposición con la que los mayores pretenden dominarle. Si se trataba de un niño que antes tan sólo obedecía, ahora buscará su auto-afirmación a través de la insurrección.

Para que nuestras indicaciones sean mejor recibidas por el adolescente, deberemos dar pocas normas, expresarlas con claridad y respetar las decisiones que ellos toman. Ambos progenitores deberán mostrarse de acuerdo en lo referente a estas reglas de comportamiento, vivir de acuerdo con los valores que subyacen a las normas dadas y ser capaces de mantener sus decisiones, conservando sin complejos su autoridad y manteniendo los castigos. Estos deberán ser proporcionados.

Entre los doce y los catorce años, Quique se encontraba más centrado en el descubrimiento de sí mismo. Aún se encuentra inseguro, por lo que pese a su necesidad de independencia, sigue necesitando el apoyo de los padres. Y aunque se quejen de sus horarios y restricciones, este será el momento de mantenerse firmes, seguros y unidos frente a sus reivindicaciones permanentes. El sentido de la responsabilidad, los valores y los límites que sean capaces de interiorizar ahora, serán su pasaporte hacia la un final de adolescencia feliz, constructivo, excitante y sano.

Al final de la adolescencia, el hijo deberá haber desarrollado una auto-exigencia que le permita ser independiente. Y esa exigencia propia deberá incluir muchos más aspectos. Ya no bastará con hacer sus deberes y recoger sus cosas. Un ser humano que camina hacia la adultez, debe ser responsable de su currículo, pero también de sus impulsos, de su carácter, de la construcción de su propio entorno social y de la selección de sus propios valores y prioridades; ser capaz de posponer el placer en pro de objetivos a medio y largo plazo.

Ha llegado el momento en el que Quique parece ser consciente de sus necesidades emocionales y materiales amén de haber desarrollado estrategias independientes para la satisfacción de esas necesidades. Si bien, aún le queda un largo camino para recorrer: una vida entera.



CUADRO 1



PAUTAS GENERALES

Saber lo que esperas de tu hijo antes de dar instrucciones.

Siendo claro y firme en la exposición de sus obligaciones.

Explicando al niño los motivos por los que se le exigen determinadas cosas.

Ampliando paulatinamente sus responsabilidades y sus libertades.

No subestimando la capacidad de tus hijos para asumir responsabilidades.

No sobreestimando la capacidad de tus hijos para asumir responsabilidades.

Valorando, fomentando, mostrando respeto por sus decisiones.

Enseñándoles a solucionar sus problemas en lugar de solucionárselos.

Mostrando interés y atención acerca de los campos de responsabilidad asumidas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario