viernes, 8 de mayo de 2009

CONSEJOS PARA EDUCAR BIEN

15 claves para educar bien...o al menos, intentarlo.

El concepto de educación es, esencialmente, controvertido. Sucede con ella algo similar a la inteligencia: todo el mundo se siente capaz de hablar y discutir sobre la misma. Sin embargo, a la hora de explicar en detalle en que consiste se suele crear un espeso silencio. En otras ocasiones, cada persona vierte su concepto, acercándose, entre todos, a una idea general de lo que queremos llegar a definir y, por ende, entender.



El triunfo o fracaso de la educación no depende de estudiar más o menos sino de llegar a buscar y encontrar ciertas condiciones necesarias para un desarrollo personal saludable. Profesores, padres, familiares y, como no, amistades, juegan un papel importante en este proceso. Todo ello forma parte de multitud de ingredientes que ayudan a cada joven a ser mejores.



Presentamos algunas claves de fácil identificación si bien son tan solo parte de una lista interminable que abarca numerosos aspectos de la vida diaria y que, seguramente, iremos tratando en próximos números de nuestra revista.



1. La autoestima alta.

Lo que cada persona cree sobre sí mismo es importante para tener seguridad en lo que hace, y ese concepto se construye en los primeros años de vida a partir de lo que otros piensan. Por este motivo, si un niño crece y estudia en un ambiente donde los profesores y los familiares tienen expectativas positivas sobre él, se formará y crecerá con conceptos positivos de sí mismo. El pilar fundamental de la autoestima es el autoconcepto, es decir aquellos valores que se atesoran en lo más íntimo de cada ser como, por ejemplo, la responsabilidad y la honradez. El aprecio que tenemos a este "autoconcepto" podría definirse como "autoestima". Asimismo, la sensación de ser queridos por nuestros padres o seres más cercanos constituye el punto de referencia esencial con relación a como somos valorados por los demás.

Hacer sentir importantes y necesarios a nuestros hijos forma parte fundamental de un correcto desarrollo de su autoestima. Nunca realizar comentarios hirientes o llenos de desprecio, aún en situaciones difíciles en los que sea complicado dominar nuestro mal humor. Una cosa es llamar la atención sobre una situación o suceso que no nos haya gustado y otra es humillar gratuitamente a otro ser humano que es nuestro hijo. Años después es probable que recuerde lo que aquel día le dijo y de que manera le llegó a lo más profundo de su ser. La crítica debe ser siempre positiva: "Esta equivocación te hará aprender. La próxima vez lo harás aún mejor".





2. Educar en valores y responsabilidad: Ser consecuente con nuestras palabras y actos.

No hay peor cosa que decir una cosa y hacer otra. A pesar de lo sencillo que resulta entender este concepto, es uno de los fallos que más recurrentemente asolan la educación de nuestros hijos. Nuestros valores básicos y nuestras ideas, todas aquellas cosas que conforman nuestro carácter se transmiten a nuestros hijos a través de los actos más cotidianos. De hecho, lo que hacemos tiene más repercusión que lo que decimos. Si un hijo ve que somos respetuosos con los demás él también lo será. Si advierte que le escuchamos con atención él también aprenderá a escucharnos con la misma intensidad.

La mayoría de los adolescentes jugará con otros valores e ideas pero, muy probablemente, al cabo de unos años retornará a los valores que le hayamos inculcado desde la niñez. La televisión o el cine podrá mostrarles distintos modelos a seguir pero, indudablemente, la figura de los padres y su conducta será el modelo a seguir. La duda lógica es: ¿está usted el suficiente tiempo con sus hijos como para acabar sirviendo de modelo?. Difícil respuesta en los tiempos que corren. Hagamos todo lo posible para compartir tiempo y calidad del mismo.



3. Figura paterna y materna equilibrada.

Padre y madre son, por naturaleza, los primeros educadores de sus hijos. Su misión no es fácil. Está llena de contrastes que parecen difícilmente reconciliables: han de saber comprender y escuchar pero a la vez exigirles. Enseñarles a ser libres pero guiarles y corregirles. Ayudarles en sus deberes pero no evitarles el trabajo.

En ese esfuerzo se ha valorado, como no podría ser de otra manera, la labor materna, entregada allí donde las hubiera. Sin embargo, existe cierta tendencia a no apreciar, en su justa medida, la imagen y labor paterna. Esta figura masculina es la que debe proporcionar a sus hijos el lógico establecimiento de límites así como la comprensión de la existencia de figuras provistas de autoridad. El equilibrio entre ambos mundos, masculino y femenino, otorgará a nuestros hijos una visión más rica del entorno y mejor compresión de la dinámica humana. En definitiva, poseerá mayor número de claves para tener éxito a lo largo de su desarrollo como persona.



4. Ejercer la autoridad sin miedo.

Además de cariño y buen ejemplo también es preciso ejercer la autoridad, explicando, en la medida de lo posible, las razones que nos llevan a tomar tal o cual decisión.

El niño tiene necesidad de autoridad, que no autoritarismo gratuito. Es necesario que encuentre señalizaciones y demarcaciones para encontrarse cómodo con el terreno que pisa. Incluso cuando juega, el mismo crea reglas que no deben ser transgredidas.

Son muchos los padres que tienen miedo a perder el cariño de sus hijos debido a una extraña mezcla de miedos irracionales. En algunos casos el temor a la reacción del niño es mayor que la necesidad de castigo. En ese momento debemos de preguntarnos si somos nosotros los que estamos educándole o al contrario, él a nosotros.

Es importante que los padres, explicando siempre los motivos de sus decisiones, indiquen a los niños lo que deben hacer o evitar, no dejando por comodidad caer en el olvido sus órdenes, ni permitiendo que los niños se les opongan abiertamente. Asimismo, debemos evitar prohibir lo que un día se permitía y viceversa. No levantar la voz ya que ello trasluce nuestro nerviosismo y se pierde autoridad.

Lo ideal es la existencia de unas pocas normas, nunca arbitrarias, pero que se cumplan siempre. Ello provee, paradójicamente, de una gran libertad aunque las preferencias de nuestros hijos no coincidan con las nuestras.

5. El ambiente familiar: saber escuchar.

En muchas ocasiones creemos que la educación está sometida al mundo escolar y a las "clases" que les damos en casa. Los expertos en educación lo llaman 'el currículo de la casa', y no es otra cosa que las enseñanzas que los hijos aprenden en su hogar. Aquellos hijos que tienen padres que les escuchan y que les hablan de temas que les interesan y les afectan, además de compartir sus opiniones sobre el mundo que les rodea suelen tener más éxito escolar. Curiosamente, se ha comprobado que aquellos niños a los que se invita constantemente a participar en las decisiones familiares y temas de conversación leen mejor y rinden más en el colegio. En definitiva, estamos poniendo algo básico en práctica: aprender a escuchar, virtud que les facilitará prestar atención en clase o entender mejor a otra persona, hecho que les surtirá de una mayor tolerancia hacia los demás.

6. Buenos profesores.

¿Qué padres no están interesados en que su hijo tenga los mejores docentes? Hay que cerciorarse que los profesores se preocupan por estimular la autoestima de los estudiantes. Principalmente que no los culpen de los fracasos escolares sino que traten de indagar las causas de sus problemas. Es importante que no los ridiculicen, especialmente en público, ni dejen que otros lo hagan. Una buena señal es que mantengan informados a los padres al tanto de lo que sucede de una manera individualizada. Escoger, dentro de lo posible, a los profesores es una de las claves para que nuestros hijos lleguen a gustar o detestar una disciplina: matemáticas o lengua. No son escasas las ocasiones en que, realmente, el alumno renuncia a estudiar una asignatura determinada como silenciosa protesta hacia las maneras de su profesor. En tal caso, puede reforzarse la situación mediante clases extraescolares. En este caso también hay que observar que actitud tiene el profesor auxiliar: gritos y enfados hacia nuestro hijo serán mala señal. La mejor cualidad de un profesor no son sus conocimientos sino su paciencia.

7. Tiempo para estudiar y jugar.

En el colegio ya estudian una media de ocho horas al día sin descontar el tiempo de recreo y almuerzo. Eso sí, todo ese tiempo no debe ser en aula. Son importantes las actividades complementarias que les permitan relacionarse con el medio y explorar sus habilidades. Recordemos que no van al colegio "solo" para aprender sino para socializarse y establecer vínculos con otras personas. En esta época de la vida se siembran las semillas de los grandes científicos, actores o deportistas. Debemos de potenciarles todas sus aficiones. El resto de nuestra vida, realmente, jugamos en el campo ya cultivado de nuestra infancia.

8. Supervisión constante.

Los niños no requieren de adultos que los estén siguiendo como una sombra o que los estén bombardeando con cuestiones sobre sus deberes. Lo que necesitan es ser escuchados y que se les pregunte sobre lo que aprenden y lo que desean saber. Pocas cosas generan más orgullo, por ejemplo, a un adolescente que explicarnos alguna teoría social que hayan estudiado en el colegio. Lo más probable es que nos sorprenda y descubramos que interioriza sus conocimientos llevándolos a la práctica. Revisar sus cuadernos debería constituir una rutina conjunta, padres e hijos, para ver que se les está enseñando y recibir los mensajes o anotaciones de los maestros. Si esto no se ha hecho hasta la fecha debería de introducirse en la rutina diaria de forma paulatina para que nuestro hijo no lo viva como una intromisión brusca en su vida.

9. Familia y colegio, en línea.

Es importante que padres y profesores tengan una comunicación constante para que intercambien opiniones sobre el niño y no se contradigan en lo que dicen. En ocasiones puede parecer aburrido acudir a las reuniones de padres del colegio. Es importante conocer los contenidos del curso. De esa manera se puede llegar a anticipar cuales serán los futuros escollos de ese año lectivo. Por ejemplo, si nuestro hijo tiene problemas en una asignatura concreta y, precisamente, ese curso requiere de gran habilidad en la misma, entonces es hora de ir buscando apoyos extras. En otras ocasiones, nuestros hijos desarrollan habilidades que nos son totalmente desconocidas en el hogar: por ejemplo, son excelentes actores o desean colaborar en actividades sociales que el colegio promociona. Conocer estos rasgos de nuestro hijo nos ayudará a perfilar su educación.

En caso de observar puntos débiles de su personalidad estos se podrán compensar desde sus fortalezas. En caso de bajo rendimiento escolar puede ser conveniente tener reuniones con sus profesores cada pocas semanas para evaluar la situación y ponerle remedio antes del final de curso. Si el estudiante no se encuentra a gusto con el colegio, juzgar los motivos, para posteriormente tomar una decisión de cambiarle o no de colegio.

Por último, no podemos olvidar que nuestras muestras de interés a través de nuestra asistencia a reuniones de padres o particularmente informativas con profesores serán interpretadas de manera positiva por nuestros hijos. El mensaje que le damos es muy claro: "estoy interesado en ti".

10. Leer, un propósito.

La lectura es, sin duda, la base de gran parte de nuestro aprendizaje. La tendencia natural debe ser a que nuestros hijos sepan leer e interpretar correctamente lo escrito en los textos escolares, lo que le preguntan en sus exámenes y lo que encuentra en Internet. La habilidad lectora es la "carta de presentación" de un niño en sociedad: si sabe leer es apreciado, pero si no lo sabe hacer siente una gran vergüenza que, muy probablemente, le afecte en otras áreas de su aprendizaje y de su personalidad.

La mejor manera de aprender a leer es que nos vean haciéndolo. Nuestros hijos aprenden con el ejemplo y realizan esta actividad si tienen a su disposición material interesante para leer. En el caso de los más pequeños la lectura conjunta es la más aconsejable. Para que no se canse es buena idea alternar con el o ella distintos párrafos del libro que hayamos escogido: Unos lo lee nuestro hijo y el siguiente nosotros. En el caso de los mayores compartir libros que nosotros previamente hayamos leído, cuyo contenido parezca ser apto para, por ejemplo, el segmento de edades adolescentes. No se deje guiar por lo que usted leyó a su misma edad ya que los tiempos y tendencias literarias han cambiado. Siga de cerca aquellos libros que leen en el colegio y observe que temas le despiertan mayor interés. La lectura de periódicos es muy aconsejable a partir de los catorce o quince años de edad, particularmente aquellas secciones que sean de mayor agrado del chico. Recuerde que es muy probable que su hijo no sepa ni de que secciones consta un periódico así como sus correspondientes suplementos dominicales. Enséñele a descubrirlo. Seguramente habrá algún contenido que sepa apreciar e incluso quiera repetir la experiencia.

11. Una buena biblioteca.

Además de contar con los útiles escolares que le exigen en el colegio para que pueda cumplir con las tareas, es importante que el estudiante cuente con material de lectura en casa, como revistas y libros adecuados para su edad; pero también que vaya a la biblioteca. Los libros deben mostrase como un elemento más de la casa. Pueden estar distribuidos por toda ella: En la mesilla de noche, estanterías en la sala de estar y, por supuesto, en la habitación de nuestro hijo. Otro tipo de lectura como las revistas también son importantes ya que, sus contenidos resultan normalmente de actualidad, aportando otra visión más dinámica de la lectura. Llevar libros cuando realizamos un viaje o facilitarlos en esos momentos de "aburrimiento" no hacen otra cosa que fomentar la vida interior y la imaginación de nuestros hijos. Desde muy tierna edad se puede visitar la biblioteca del barrio, no solo para ojear textos, sino para ver videos o escuchar música. Respecto a Internet, enseñarle a buscar información y configurarle su propio usuario con restricciones de contenidos resulta fundamental.



12. Las amistades.

Los amigos son otra de las claves de una buena educación. Los compañeros y el grupo de amigos tienen una gran influencia en la formación de valores y comportamientos. Por este motivo, es recomendable que tanto padres como profesores aprovechen este hecho a favor de la educación de los menores. Es conveniente el contraste en sus amistades ya que, en algunos casos, los maestros deben mezclar estudiantes destacados con los que no lo son. Un error que se realiza con frecuencia es el de comparar negativamente a nuestro hijo con algún otro amigo o conocido nuestro: "¿ves?, fulanito, si que es un chico interesado en tal cosa". Estas odiosas comparaciones van a menoscabar la autoestima de nuestro hijo pero lo más grave es que va a producir el efecto exactamente contrario al deseado. En definitiva, nuestro hijo es como es. Compararlo con otro sujeto es hacerle dudar de su proceso de formación de personalidad y tenderá a afianzarse aún más a lo criticado. La mejor manera de mejorar sus actitudes y comportamiento es fomentando las amistades con niños críticos y abiertos al conocimiento. No podemos olvidar que nuestro hijo poseerá otras virtudes que, a su vez, serán aprovechadas por el nuevo amigo.



13. Estimular las tareas productivas.

Las mejores tareas son aquellas que el niño entiende su finalidad. Antes de cada tarea es bueno no sólo explicarle como realizarla sino también cual es su finalidad: "adquirir destreza matemática", "aumentar vocabulario", o bien “evitar las caries”, etc. Tampoco hay que ser pedante explicándola en detalle pero sí de manera ocasional. En diversos momentos, se pueden combinar varios aspectos, por ejemplo, salir a un parque y, manual en mano, aprender a distinguir distintos tipos de árboles. En casa se debe tener un lugar cómodo donde poder realizarlas. Debemos evitar que estudie con la televisión cercana u otras personas merodeando. Respecto a estudiar con música, la cosa está clara: casi todos los estudios apuntan a que disminuye la atención y, por ende, el rendimiento.



Tener un horario fijo, especialmente con los más pequeños, evita las discusiones acerca de cual es el mejor momento para comenzar las tareas. Utilizar un reloj que esté a la vista de todos y establecer una hora de finalización de las mismas.





14. Actividades en familia: tocar un instrumento musical, escuchar música, ir al cine.

Aunque a muchos les parezca una actividad perteneciente a la esfera meramente de la diversión su resultado va más allá de lo esperado.

Tocar un instrumento también forma parte de la educación de la persona. En primer lugar mejora la coordinación psicomotriz así como la sensibilidad personal. Aquellas áreas cerebrales que se encargan de su realización son las mismas que procesan funciones intelectuales de tipo matemático, por lo que los músicos son, además, estudiantes aventajados en esta materia. Además, desarrolla la capacidad de concentración y se presta a compartir impresiones acerca de su ejecución.

El cine es otra actividad proclive a la vida familiar. Escoger aquellas películas que, además de entretenidas, presenten situaciones de cierta conflictividad. Resultará divertido escuchar las opiniones de los más pequeños. A ellos también les resultará de sumo interés conocer la suya. No olvide que la opinión de los padres sirve de referencia para el comportamiento futuro.





15. Ser comprensivos con nosotros mismos.

Ser padres “perfectos” es una tarea imposible. Nadie ha nacido madre o padre sino que es una tarea diaria. Los fallos también son diarios pero, justamente, de ellos aprendemos. Las reglas se van haciendo a medida de la familia y de cada uno de nuestros hijos. Si utilizamos como referencia a nuestros padres descubriremos que algunas cosas las hacemos de forma similar y otras de manera muy distinta. Es normal sentirse “culpable” cuando creemos que, por ejemplo, no hemos actuado correctamente ante una situación determinada sin embargo, dicho fallo puede emplearse, perfectamente para mejorarnos como padres. La reflexión abierta y sincera entre padre y madre, en privado, resulta esencial con objeto de armonizar la postura educativa de la pareja. Así que: no nos sintamos culpables, simplemente aprendamos de nuestros errores.

No hay comentarios:

Publicar un comentario