viernes, 8 de mayo de 2009

LA AUTOESTIMA

La autoestima





SUBTITULO: Nuestros hijos, ese otro “yo”.




Entradilla:



La autoestima parece ser un concepto un tanto intangible sin embargo se asienta sobre lo esencial de nuestra personalidad. La principal fuente de este motor de nuestro ser reside, inicialmente, en nuestros padres. La autoestima es el recurso del que nacen nuestros éxitos y provee de confianza en nosotros mismos.



Texto:



Fiona era una atractiva adolescente, hija de unos amigos con los que me encontré después de varios años de ausencia. Todo en ella resultaba llamativo: ingeniosa e inteligente parecía reunir un sinfín de cualidades. Entre ellas se podía apreciar un especial don para comunicar con los demás y hacer sentir la calidez de su personalidad. Transmitía seguridad en sí misma hasta el punto de que éste podría resultar su punto más merecedor de elogios. Pero, ¿cuál era el secreto de este encantador ser? Todo comenzó a aclararse cuando en el horizonte aparecieron sus padres. Ninguno era especialmente apuesto pero, sin embargo, cierta aura atractiva parecía rodearles. Los tres se abrazaron como señal de bienvenida y en sus miradas se adivinaba el tesoro que Fiona albergaba en su interior: era un ser querido y apreciado. Pero también se daba otra circunstancia excepcional que pudiera pasar desapercibida para el ojo no entrenado: era ella la que, además, se sentía no sólo querida por sus padres sino también apreciada por sí misma. Fiona era rica en autoestima.



¿Qué es la autoestima?




Es posible que autoestima y autoconcepto nos parezcan sinónimos. Sin embargo es primordial realizar una clara distinción entre ambas ideas. El autoconcepto es una configuración organizada de percepciones acerca de nosotros mismos, una apreciación de nuestras características y habilidades como la honradez, perseverancia y fidelidad. La autoestima se refiere al valor que le damos a este autoconcepto. En definitiva, el autoconcepto es como un pequeño cofre donde se albergan todos nuestros “tesoros” (valores) y la autoestima es el aprecio que le tenemos al mismo. Ambas ideas están ligadas la una a la otra por vasos comunicantes siendo inseparables en nuestra personalidad.



¿Dónde nace la autoestima?




Inicialmente nace de la estima que irradiamos a nuestros hijos. Tan sólo si los hijos se sienten queridos por sus padres ellos, a su vez, podrán quererse a sí mismos. El amor que les tenemos es la base fundamental para construir una buena autoestima. En definitiva, si su percepción es la de no haber sido apreciados correctamente difícilmente podrán sentirse seguros de sus valores: “si ni mis padres pudieron apreciarme como me voy a quererme yo a mí mismo”.



¿Para que sirve la autoestima?




Partiendo de la base que la autoestima es el concepto que tenemos de nuestra valía determinará, lógicamente, los éxitos, fracasos y la satisfacción personal con uno mismo. Es el verdadero motor de nuestra psicología. La autoestima es a la mente lo que el corazón al sistema circulatorio. Su funcionamiento debe ser incondicional en relación a nuestra personalidad. Los niños se encontrarán más motivados a aprender por su fuerte sensación de ser competentes, de sentirse seguros con lo que son. Esta percepción les aportará la idea de ser capaces de afrontar todos los problemas de la vida y que, además podrán ser felices.



¿Cuándo nace la autoestima?




La autoestima se aprende, fluctúa y la podemos mejorar. Es a partir de los cinco o seis años cuando empezamos a formarnos un concepto de cómo nos ven nuestros padres, maestros, compañeros y las experiencias que vamos adquiriendo. Lo cierto es que cuanto más pequeño sea el niño tanto mayor la importancia que concede a las personas que lo rodean. Para él son infalibles, y tal como le juzguen así se creerá que es.



Premios, castigos y autoestima.



Una educación en la que haya primado el castigo y las llamadas de atención ante los errores de nuestro hijo sólo habrá subrayado lo negativo, acentuando una baja autoestima, mientras que una educación que haya potenciado sus valores le hará sentir mucho más seguros en la edad adulta.

Hay actitudes muy positivas pero también existen las contrarias que afectan negativamente a la personalidad. Debemos evitar actitudes que humillen, burlen o desprecien al niño.



Felicidad y autoestima.



La sensación del derecho a ser felices provendrá de la impresión de merecernos las cosas positivas que nos acontecen. Si nuestros hijos creen no merecerlas, de una manera inconsciente sabotearán las oportunidades que se vayan presentando. Todos hemos presenciado como muchos adultos arruinan sus propias vidas sin que haya nadie que lo provoque de manera directa. La percepción de tener un “valor” le hará más o menos impermeable a los errores, los fallos, las frustraciones y a la crítica externa.



Un buen desarrollo vital.



Los niños y adolescentes con buena autoestima deben considerar la idea de enfrentarse a diversos desafíos que les pongan a prueba. Sin embargo, aquellos con baja autoestima buscarán objetivos fáciles y conocidos. Los primeros, por el contrario, perseguirán objetivos difíciles y desconocidos, cuyo cumplimiento servirá para reforzar su propia autoestima. El reconocimiento de los padres de dichos esfuerzos, aunque no hayan alcanzado sus objetivos totalmente, acentuará el valor de su acción y favorecerá un próximo desafío.



El concepto de autoestima se desarrolla gradualmente durante toda la vida, pues se comienza a adquirir en la infancia y pasa por diversas etapas de progresiva complejidad. Esta actitud, de tipo positivo por parte de los padres, debe darse desde los primeros momentos de la infancia. Por ejemplo, cuando nuestro hijo aprende a caminar y se cae, debemos aplaudirle diciendo que no importa, que se levante y que no sucedió nada. Cada etapa aporta impresiones, sentimientos e incluso complicados razonamientos sobre la construcción de nuestra personalidad. El resultado que proyectamos sobre nuestros hijos es un sentimiento generalizado de valía o, por el contrario, de incapacidad para enfrentar los problemas.



La vida en familia.



En muchas ocasiones nos preguntamos, como padres, acerca de “como” reaccionar ante los fallos y fracasos de nuestros hijos. La respuesta es contundente: si el niño crece y desarrolla una buena autoestima, es porque el padre o la madre le homenajean o le reconocen sus logros. Hay que ser generoso con los piropos y evitar la tacañería en los halagos; felicitar con frecuencia y no sólo cuando es un bebé o niño pequeño. En otras ocasiones nos cuesta hacerlo porque es más fácil ver los errores que los aciertos.



Los niños cuentan con sus padres como base para su seguridad psicológica, pero esta seguridad está basada en lo que es y no en lo que hace. Si fomentamos, de manera casi exclusiva, que nuestro hijo es querido más bien por lo que hace que por lo que es, estaremos generando una exigencia que no podrá ser satisfecha en otras edades de la vida por lo que se desarrollará en un discurrir vital basado en la desilusión y en continuo sentimiento de sentirse herido. Siempre tendrá la sensación de ser aceptado por los demás sólo por sus logros y no por sí mismo y por sus valores interiores.



El colegio y la autoestima.




La primera ventana hacia la socialización ocurre durante la escolarización. En esta etapa podemos apreciar como los niveles de autoestima son los responsables de muchos éxitos y fracasos escolares, ya que el contacto con la escuela hace al niño más objetivo en la imagen que se forma de sí mismo. En la familia, la valoración era genérica, global, emotiva. En el colegio se la valora estableciendo un punto de referencia con los demás compañeros.

El niño nota la diferencia de estos dos tipos de valoración, razón por la cual empieza a desinteresarse por los elogios que recibe en la familia, para interesarse por los juicios de valor procedentes de sus maestros y compañeros. Es más, también la familia empieza a valorarle por sus logros escolares.

Durante los años escolares los niveles de autoestima se ven enriquecidos, aún más, por la adquisición de habilidades y de competencia, especialmente en:



1- El propio desempeño escolar.

2- En las relaciones de amistad.

3- Deportes y actividades de tipo artístico.





Si bien es cierto que durante estos primeros años de formación de la autoestima ésta se ve afectada de forma determinante por los éxitos y los fracasos en estas tres áreas anteriormente mencionados no es menos importante señalar que la capacidad de leer adecuadamente está muy ligada con la autoestima.

La escuela es para el niño sinónimo de “lectura”. Esta capacidad es el punto de apoyo para el resto de su aprendizaje. Es el eje de su vida y posee un efecto multiplicador, para bien o para mal, en su autoestima. Para acentuar este hecho, conviene recordar que la lectura es, en muchas ocasiones, un acto “público”: se le hace leer delante de sus compañeros. No hay escapatoria ni disimulo posible.



La autoestima en la adolescencia.



La “singularidad”, el “sentirse único” es propio de este período en que el niño se transforma en adulto. Ya no quiere compartir tantas cosas con sus hermanos y menos aún heredar la ropa del mayor. Desea sentir que no hay nadie que puede hacerle sombra y menos aún sus padres quienes deben transmitirle que es ese ser único e irrepetible que ellos siempre han deseado tener.

La segunda característica se basa en la sensación de “poder”. Consisten en otorgarles a nuestros hijos la disponibilidad de medios y oportunidades para modificar las circunstancias de su vida de manera significativa. Poner a su disposición herramientas para que administren su libertad: horarios, dinero, vehículo, etc. El adolescente con buena autoestima comenzará a ser independiente y se mostrará orgulloso de sus éxitos. En esta franja de edad asumirá sus responsabilidades y tolerará adecuadamente la frustración.





Los hijos de nuestros hijos.



En el momento en que nuestro hijo crezca con una buena autoestima, transmitirá ese mismo valor a sus hijos. Por el contrario, si no tiene una buena autoestima lo trasmitirá, como si de una enfermedad hereditaria se tratase, la humillación o el maltrato a personas más desvalidas o vulnerables. Es una cadena de abuso y poder, ya que el desprecio y la vergüenza vivida en la infancia son, frecuentemente, la fuente de los problemas que afectan en la vida adulta y los causantes de la baja autoestima.



¿Qué hacer para mejorar la autoestima de nuestros hijos?



1- En primer lugar damos por supuesto la total aceptación de la personalidad del niño por parte de sus padres. Nuestro hijo “es como es”. No fantaseemos con “otro”. Demostremos nuestro cariño de una forma sincera.

2- Evitar ambigüedades acerca de su comportamiento. Instrucciones claras y definidas.

3- Respetemos la individualidad de nuestro hijo. Transmitir nuestro cariño a través del lenguaje verbal y nuestros propios gestos.

4- Fomentar actitudes positivas y evitar las negativas.

5- Reforcemos lo positivo de la otra persona. Demos a nuestros hijos la oportunidad de expresar sus cualidades.

6- Escuchémosles de manera cálida y activa sin distracciones e incondicionalmente. Demostremos que no solo escuchamos sino que comprendemos lo que dice.

7- Informémosle acerca de lo positivo que percibimos de él; es decir, “retroalimentemos”. Contestemos y hagamos comentarios sobre lo que nos relata.

8- Evitemos elogios ambivalentes. Por ejemplo: “estás casi al nivel que tu hermano”.

9- Fomentemos un espacio de autonomía y libertad. Hacerle sentir que, progresivamente, es propietario de tiempo y entorno.

10- Estimulemos su responsabilidad: “Me fío de cómo lo haces. Si te equivocas, te ayudaré a superarlo”.

11- Evitemos las “hipergeneralizaciones”: “Todo lo haces mal, eres muy torpe, muy llorón, etc.”. Recordar siempre que nuestra intención es la de cambiar un comportamiento incorrecto y no el de provocar daño a la autoestima.

12- Avivemos la autoestima de los estudiantes, evitemos las reprimendas en clase, el trato humillante, minimicemos el estrés en la escuela.







CUADRO 1



Características de niños con buena autoestima.



* hacen amigos fácilmente.
* Muestran entusiasmo con las nuevas actividades.
* Son cooperativos y siguen las reglas si son justas.
* Pueden jugar solos o con otros niños.
* Les gusta ser creativos y desarrollan sus propias ideas.
* Demuestran estar contentos, llenos de energía y se comunican con otros sin mayor esfuerzo.



CUADRO 2





Características de los adolescentes con buena autoestima.



* Comienzan a ser independientes
* Mostrarán con orgullo sus éxitos.
* Sentirá que es capaz de influir sobre otros.
* Asumirá sus responsabilidades.
* Afrontará nuevos retos con entusiasmo.
* No ocultará sus emociones y sentimientos.
* Tolerará bien la frustración.







Para saber más:



1- “El Síndrome de Eva”. José Miguel Gaona. Editorial “La esfera de los libros”. 224 pág. 15 €

2- “Los seis pilares de la autoestima”. Nathaniel Branden. Editorial Paidos.362 pág. 21,5 €

3- “Como desarrollar la autoestima de tu hijo”. Silvana Clark. Editorial: Oniro. 176 pág. 9,5 €

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