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martes, 17 de febrero de 2009
MOLÉCULAS DEL ANIMAL MÁS ANTIGUO DE LA TIERRA
Los primeros animales que habitaron la Tierra no tenían huesos ni conchas. Por lo que se sabe hasta la fecha eran un grupo de especies de esponjas marinas, enmarcadas dentro de la conocida como fauna de Ediacara (en honor al primer yacimiento de estos organismos que se descubrió en las colinas del mismo nombre, en Australia) y pertenecientes a las extintas Demosponjas. Al contrario que las especies actuales, ni siquiera tenían los esqueletos minerales, o espículas, cuyas espectaculares formas geométricas han hecho célebres a estos animales.
Por todo ello, acceder al registro fósil de estas formas de vida se antoja más complicado que el simple encuentro de unos huesos fosilizados. Hasta ahora los científicos situaban la aparición del que es el animal más antiguo hace 635 millones de años, después de una gran glaciación que da nombre al periodo Criogénico, en el Precámbrico. Una original investigación, publicada hoy en 'Nature' y liderada por el científico de la Universidad de California Gordon D. Love, ha demostrado la presencia de estos animales antes del final del citado periodo glacial.
«Las aguas poco profundas de las plataformas continentales de algunos océanos durante el final del Criogénico contenían suficiente oxígeno disuelto como para albergar metazoos [animales pluricelulares] 100 millones de años antes de la gran explosión de vida del Cámbrico», asegura Love en el trabajo.
Debido a la ausencia de fósiles, los investigadores tuvieron que rastrear en una secuencia de estratos sedimentarios, situada en Omán y especialmente bien conservada, unas moléculas derivadas de las membranas celulares de los seres vivos que permiten distinguir y clasificar el organismo del que proceden. Lo que encontraron fueron diferentes concentraciones de un esteroide con 30 átomos de carbono.
«La única fuente conocida de estos biomarcadores son las Demosponjas», señala Jochen J. Brocks, de la Universidad Nacional de Australia. Los científicos señalan la posibilidad de que la alimentación de estas esponjas pudieran afectar al ciclo de carbono marino lo suficiente como para dejar huella en el registro biogeoquímico del mar. «La identificación de todas estas señales promete revelar la aparición de nuestros ancestros animales más antiguos», apunta Brocks
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