martes, 17 de febrero de 2009

PONGA MENOS SAL A LA VIDA

MADRID.- Da sabor, energía y, según dicen algunos, incluso buena suerte si la echamos sobre los hombros. Pero, en exceso, la sal puede traer muchos problemas.

Y abusar, abusamos. Un puñadito de más en el guiso, un aperitivo a media mañana, esa salsa preparada tan sabrosa, y el salero siempre a mano... En total, nos pasamos más que de lejos de los cinco gramos diarios –una cucharadita- que, según los expertos, serían recomendables.

¿La razón? La sal ha pasado de ser un producto preciado y escaso (en la antigüedad se utilizó como moneda de cambio) a estar presente, y en grandes cantidades, en muchas de las cosas que comemos, sobre todo en los alimentos precocinados. Tanto exceso, puede afectar a nuestra salud cardiovascular; sobre todo si ya se tienen problemas con la presión arterial o una sensibilidad especial al exceso de sodio.

"Estudios poblacionales muestran que, a nivel global, un consumo excesivo de sal se asocia con niveles de tensión arterial más altos y más casos de hipertensión, lo que puede provocar más problemas cardiovasculares", explica Josep Redon, experto en Medicina Interna del Hospital Clínico de Valencia.
Menos sal, más salud

Según una revisión de estudios que acaba de publicar la Asociación Médica Americana, pequeñas reducciones en el consumo diario permiten prevenir nuevos casos de hipertensión y mantener alejadas las posibilidades de sufrir un problema en el corazón.

"Reducir 1,3 gramos de sodio al día permitiría salvar 150.000 vidas al año en Estados Unidos", explican los autores de este estudio, quienes remarcan que la restricción del consumo de sal no debería ser una cuestión exclusiva de quienes ya padecen un problema de hipertensión.

En nuestro país, el problema tal vez no sea tan grave como en Norteamérica donde, según las estimaciones, un adulto consume alrededor de 4.000 mg de sodio al día, pese a que la OMS recomienda que no se superen los 2.000 mg. Sin embargo, según indican los expertos, también deberíamos controlarlos más.

"A todos los hipertensos se les recomienda una reducción del consumo de sal pero, en realidad, nadie debería abusar", explica Redon, que forma parte de 'World Action on salt and Health', un organismo que trabaja para concienciar a la población de la necesidad de controlar la ingesta de sal.

Vicente Bertomeu, presidente de la sección de hipertensión arterial de la Sociedad Española del Corazón, coincide con la tesis Redon. "Consumimos demasiada y nuestras necesidades básicas están cubiertas con mucho menos. Puede cocinarse con sal, pero no es adecuado usar el salero en la mesa para añadir más a la a la ya utilizada al condimentar los alimentos", comenta este experto.
Controlar los precocinados

Sin embargo, mantener a raya el salero no es la única medida que debemos emplear para controlar nuestro consumo de sal ya que la mayoría del sodio que consumimos proviene de productos procesados industrialmente. Y no siempre es fácil detectar los excesos, ya que, tal como explica Barry D. Dickinson, miembro de la Asociación Médica Americana y uno de los autores de la revisión que acaba de publicarse, no todo lo que lleva mucha sal sabe salado.

"La sal suele utilizarse para la preservación de los alimentos y, en algunos productos, para bloquear sabores amargos" explica este experto. "Además, algunos productores la añaden porque dicen que aumenta la aceptación del consumidor de determinados sabores y texturas", añade.

De este modo, productos como los cereales de desayuno, que aparentemente son dulces, contienen normalmente grandes cantidades de sodio. "Casi todos los alimentos procesados se producen con muchísima sal", explica Javier Aranceta, presidente de la Sociedad Española de Nutrición Comunitaria. "Y, sin embargo, en la mayoría de las etiquetas no se especifican las cantidades, por lo que una persona con problemas de hipertensión o sensibilidad a la sal tiene que acudir a un experto para saber qué alimentos debe evitar".

En abril de este año, la OMS hizo un llamamiento a las compañías alimentarias para que redujeran drásticamente el contenido en sal de sus productos y especificaran las cantidades utilizadas en cada etiqueta. Además, instaba a los Gobiernos a promover políticas para controlar la ingesta de sodio. Pero, hasta el momento, son pocos los esfuerzos que se han hecho al respecto.

¿Qué podemos hacer desde casa? Según explica Aranceta, además de quitar el salero de la mesa y no añadir mucha sal a las comidas, no se debe abusar de productos ricos en sal, como salazones, embutidos y frutos secos. Además, es preferible cambiar los alimentos precocinados por productos frescos, optar más por la cocina al vapor o a la plancha y usar otros condimentos para dar sabor.

CRISTINA G. lUCIO

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