Blog Salud del Niño, por Juan Casado
Abuelo y nieto jugando al fútbol. (Foto: Carlos espeso)
18 de marzo de 2009.- Todos los niños deberían poder disfrutar de sus abuelos y todos los abuelos deberían tener nietos, porque en estas dos épocas de la vida la seguridad y el afecto que niños y abuelos se dan son imprescindibles para ellos. Los niños revitalizan y rejuvenecen a sus abuelos haciéndolos más activos y felices porque vuelven a sentirse necesarios, cuando no imprescindibles.
Los abuelos son para los niños los gigantes pacientes, comprensibles, tolerantes y protectores que les colman de tiempo y ternura. Con frecuencia, los abuelos compensan la falta de tiempo, las exigencias y la disciplina de los padres, que muchas veces son incapaces de disponer de tiempo, tranquilidad o conocimientos para estar, compartir, hablar o jugar con sus hijos.
Las principales ventajas para los niños son vivir y experimentar un modelo sosegado, tranquilo y estable de convivencia, un modelo gratificante que aprenden para luego imitar cuando ellos sean padres o abuelos; este modelo lo pueden aprender no sólo con sus padres, porque muchos son excesivamente exigentes con sus hijos, excesivamente disciplinados con las conductas, deberes, distribución de los tiempos, de forma que los deberes escolares o extraescolares son las actividades importantes, a potenciar, mientras que el juego y las relaciones familiares, como hablar o estar juntos son actividades secundarias.
Los conceptos producción, rentabilidad y organización del tiempo suelen ser conceptos paternos, mientras que los abuelos transmiten la historia, los valores y los vínculos relativizando el valor de la disciplina y el triunfo, pero no la sabiduría. Además, los niños que se crían con sus abuelos tienen menos riesgo de sufrir accidentes domésticos que los que acuden a un jardín de infancia o son cuidados por personas extrañas, según un estudio reciente (Bsihas D. Pediatrics, noviembre 2008).
Yo no defiendo que los niños sean cuidados sólo por sus abuelos, defiendo que tengan relación diaria, semanal o periódica, porque para los niños es muy importante este contacto y para la mayoría de sus abuelos también. Éstos se sienten más jóvenes, acompañados, estimulados física y mentalmente y también más útiles. Se sienten máximamente queridos por los hijos de sus hijos, reforzándose así su autoestima, paliándose la sensación de vacío y de inutilidad que muchas personas tienen cuando se jubilan.
La jubilación no puede ser sustituida por la obligación diaria de cuidar a los nietos, una forma de explotación de los jubilados, se trata de hacer un acuerdo libre que permita que los abuelos contribuyan a la crianza de sus nietos, participando en las actividades domésticas, escolares, deportivas y lúdicas. Esto, probablemente, hará que los niños tengan más cultura y sean más equilibrados y felices.
La relación nietos-abuelos es siempre fructífera para ambos, porque se basa en un potente lazo afectivo que aumenta conforme lo hace el tiempo de convivencia, convirtiéndose muchas veces en un lazo más potente que el que une a hijos y padres. Los abuelos quieren a sus nietos más que a sus hijos, siempre que la relación sea voluntaria, no impuesta por las necesidades familiares o económicas y siempre que la salud de los abuelos sea adecuada; cuando no lo es o cuando cuidar a los nietos es una obligación, las ventajas para nietos y abuelos se amortiguan o desaparecen. Cuando sólo es una carga, un trabajo no deseado ni querido, obligado por las circunstancias, el trabajo de cuidar a los nietos se convierte en una forma de explotación de personas que ya se han ganado el derecho al descanso.
Los abuelos no pueden sustituir a los padres, estos son los responsables de la educación y de la salud, ambas podrían resentirse sin la disciplina, a veces ingrata, que los padres se ven obligados a aplicar. Padres y abuelos son complementarios, los primeros aportan normas, disciplina, trabajo y límites; los segundos, ternura, tolerancia y tiempo; ambos son necesarios.
Juan Casado es jefe de Servicio del Hospital Infantil del Niño Jesús y profesor de pediatría de la Universidad Autónoma de Madrid.
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