sábado, 2 de mayo de 2009

"ESTOY DISPUESTO A IR HASTA EL ÚLTIMO RINCÓN DEL MUNDO PARA MOSTRAR EL AMOR INFINITO DE DIOS"

Martín Calderón, ecuatoriano de 23 años, recién ordenado diácono

“Estoy dispuesto a ir hasta el último rincón del mundo para mostrar el amor infinito de Dios”



| Sonsoles Calavera. Pamplona

Los nuevos diáconos con Mons. Busquets. Martín: cuarto por la izqda.

Al otro lado del teléfono, sorbiendo las lágrimas, desde la provincia de Imbabura, Ecuador, su hermana, de 13 años, animaba a Martín el día antes de ordenarse como diácono. “Ánimo y a por todas, métele ñeque, ánimo hermanito”, decía Lisbet, sin poder contener la profunda emoción de no volver a ver a su hermano vestido de paisano. Y es que, aunque les hubiera gustado mucho, la familia de Martín no pudo hacer tan largo viaje para acompañarle en su ordenación como diácono. Antes de dar este gran paso, también habló con sus padres: “Estaban muy contentos, me dieron la bendición, me dijeron que iban a rezar mucho por mí y que celebrarían una misa de acción de gracias en mi parroquia”. Martín, a sus 23 años, se muestra sorprendido por los vuelcos que puede dar la Gracia al rumbo de una vida. “Yo no sabía ni qué era un seminiario, ni un seminarista, ni cómo se llamaba mi párroco. Realmente, di un cambiazo”.

Todo empezó un día que fue con su madre a Misa. Al terminar el sacerdote anunció la visita de unos seminaristas que hablarían con los jóvenes sobre la vocación al sacerdocio. “Al volver, mi mamá me dijo: “Mijo (que viene a significar ‘hijo mío’ o parecido), ¿no quieres hacerte sacerdote?” a lo que yo respondí literalmente y enojado: “¿¡qué!? ¿Está loca? Yo sacerdote, ni loco”, recuerda. Ella no dijo nada. Después, Martín participó en las convivencias que organizaba el seminario de su diócesis y le encantó. “Un mes después, mi párroco (ni siquiera sabía cómo se llamaba), se había enterado de que fui a las convivencias y me pidió que le ayudara en la catequesis de la parroquia. Le dije que no me acordaba ‘ni los diez mandamientos’, pero me convenció”.

Ni limpia zapatos ni ingeniero

Cuando ya estaba terminando el colegio y debía elegir una carrera para estudiar, su madre le preguntó si ya había decidido. “Ella me dijo: ‘Decidas lo que decidas hacer con tu vida yo estaré orgullosa de ti. Eres mi hijo y yo te apoyaré en todo lo que quieras hacer, me da igual que seas un limpia zapatos o un ingeniero, lo que quiero es que hagas lo que quieras y seas feliz y si no puedes alcanzar lo que quieras, no importa, te seguiremos apoyando siempre’. Cuando tomé la palabra le dije que iba a entrar en el seminario y que haría todo lo posible por hacerme sacerdote. A lo que ella solo me dijo que entonces tenía que ser un sacerdote bueno y ejemplar”.

Después estudió dos años en el seminario hasta que le propusieron ir a estudiar en Pamplona. “Cuando les conté a mis papás que me vendría a estudiar a España, mi papá se enfureció y me dijo: ¿Pero qué hiciste? Pensaba que me mandaban a estudiar acá como castigo, pero les expliqué que era una oportunidad que me daban para formarme mejor. Ellos me apoyaron desde el primer momento y aquí estoy, ya soy diacono, un diácono loco. Pero soy un loco feliz y enamorado de mi Señor y dispuesto a ir hasta el último rincón del mundo para mostrar el amor infinito de Dios“.

Sobre su estancia en el centro eclesiástico internacional creado por el fundador del Opus Dei, donde se forman sacerdotes diocesanos de Asia, Europa, África y América, guardará muy buen recuerdo: “En Bidasoa, tengo mi casa, mi familia. Los formadores son unos sacerdotes santos, ejemplares y sobre todo son nuestros amigos, en los que podemos confiar siempre. Hay una sinceridad impresionante y una familiaridad sin límites. Y ¿qué puedo decir de mis tres primeros días de diacono? Lo puedo resumir en la frase de una canción que tanto queremos aquí: Vale la pena. Vale la pena seguir siendo esa pequeña luz que ilumina tantas vidas en el mundo para que puedan llegar a Dios”.

La ceremonia de ordenación diaconal estuvo presidida por Mons. Mario Busquets, obispo de Chuquibamba (Perú), en la parroquia de San Nicolás, de Pamplona. Junto a Martín, recibieron la ordenación Tito Augusto Poémape (Perú), Antonio Gonzales (Perú), Marcelo Creton de Almeida (Brasil), Francis A. Borja Advincula (Filipinas), Jaime Rolando Carrión (Ecuador), Luis Miguel Á. Gamboa (Perú), Ricardo Vladimir Fernández (Perú), Mauricio Felipe Romero (Chile), Hélio T. Luciano de Oliveira (Brasil), Edwin Alberto Baños (El Salvador) y Gonzalo E. Ortega (El Salvador). Todos ellos estudiantes de la Facultad de Teología de la Universidad de Navarra y residentes desde hace unos años en el Colegio Eclesiástico Internacional Bidasoa, en Barañáin.

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