lunes, 16 de marzo de 2009

EL DESPILFARRO QUE YA NO TOCA

Es inadmisible en países con tradición democrática y una prensa libre que los poderes públicos despilfarren los impuestos que cobran a quienes gobiernan. Lo sorprendente no es que Emilio Pérez Touriño haya perdido el poder en Galicia. Lo verdaderamente chocante es que no haya sufrido una hemorragia de votos mucho mayor. En una democracia abierta que está muy pendiente del accountability (palabra, y por lo tanto concepto, que no tiene una nítida traducción al español) de sus gobernantes, un político no sobrevive al oprobio que se le cae encima con las certeras denuncias mediáticas de los cochazos que utiliza y de las faraónicas reformas del inmobiliario que ocupa.
La derrota por mínimos de Touriño sugiere que este contundente rechazo del despilfarro sufre un cierto déficit entre el electorado hispano. Pero también puede que las elecciones gallegas indiquen un lento despertar. Si eso es así, muchos próceres autonómicos ya pueden ir aprendiendo la lección.

Hasta ahora, la buena gente de aquí y de allá ha comulgado con la ostentación y les ha parecido hasta bien que sus políticos cercanos luzcan sus cargos para enaltecer la supuesta importancia de su profundo localismo.

Los mansos electores permanecían adormilados como la rana en el cazo, que despacio, despacio se va calentando. Aceptaron dos o tres asesores y un coche oficial hace 25 años y se fueron acostumbrando al aumento, elección tras elección autonómica, de la nómina y de las plazas del garaje de la presidencia. La rana empezó a sestear y acabó cocida.

Otra cosa ocurre cuando se tira al infeliz bicho a un cazo de agua hirviendo. Entonces sale de un brinco, escaldado pero vivo.Es seguro que la gravísima etapa de recesión que tenemos por delante y que, desgraciadamente, está ahora en sus comienzos (las cosas empeorarán mucho más antes de empezar a mejorar) va a cambiar muchas percepciones sobre cómo se comporta uno y cómo no ha de comportarse. El cazo de la conciencia cívica esta lleno a rebosar e hirviendo de indignación. La sensibilidad es otra.

Hace un tiempo presencié en Londres la llegada con delirios de grandeza de un presidente autonómico bastante corrientito para celebrar un par de actos y algún encuentro de poca monta. Llegó con una tropa de altos cargos y asesores, fue seguido a todas partes por las cámaras de su televisión local y dio un ágape de auténtico lujo asiático. En Londres, el impacto mediático de su visita y de su patria chica fue nulo, pero seguramente querrá volver, esta vez para seguir la moda de inaugurar una oficina que represente a su feudo en el exterior. Estas sobrepasan los límites del disparate y colman un despilfarro que ya no se admite. Tocan tiempos de austeridad. De eso se encargarán los votantes.

TOM BURNS MARAÑON

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