martes, 21 de abril de 2009

LA GESTIÓN DE ECOSISTEMAS, UNA SALIDA PARA LOS POBRES

DESARROLLO | Informe de la ONU
La gestión de ecosistemas, una salida para los pobres

REgion de Klulna, en Bangladesh, cuyos manglares son Patrimonio de la Humanidad. / AFP


Rosa M. Tristán | Madrid

Al sur de Níger, uno de lo países más pobres de la Tierra (ocupa el puesto 174 de los 177 países en el 'ranking' de Desarrollo Humano) está teniendo lugar una auténtica revolución verde. En los últimos años, gracias a programas de reforestación de sus bosques y técnicas para la regeneración del terreno con una agricultura adaptada a su clima semi-desértico, se han logrado reverdecer cinco millones de hectáreas de cultivos.

El hambre sigue siendo cotidiana al término de la estación seca, pero muchas familias han salido adelante gracias a una gestión comunitaria de sus ecosistemas que está ayudando a frenar el deterioro medioambiental y a generar recursos.

El caso de Níger es solo uno de los numerosos ejemplos que se recogen en el informe 'Recursos Mundiales, las raíces de la resiliencia', un análisis realizado por expertos del Instituto de Recursos Mundiales, varios organismos de Naciones Unidas, el Banco Mundial y, en el caso de España, la Fundación Biodiversidad.

El informe parte de una realidad incuestionable: la pobreza suele ir unida al deterioro ambiental en amplias zonas del planeta. Cuando esa degradación es insostenible, las familias emigran a las ciudades, pero, aún así, un 75% de los pobres siguen viviendo en zonas rurales, aunque el planeta sea cada vez más urbano.

Son numerosos los estudios recientes que hablan de la necesidad de volver al campo, pero proporcionando apoyos para la gestión de los recursos naturales, tras décadas de abandono. Primero, por las potencias colonizadoras que, pensando en su beneficio, propagaron los monocultivos de especies foráneas que, a la larga, han generado numerosos problemas en zonas con lluvias escasas o torrenciales.

Segundo, por el olvido en el que cayó el campo en las políticas de desarrollo; y tercero, porque la población no deja de aumentar, a medida que el calentamiento global aumenta los problemas de productividad agrícola o la sobre explotación colapsa la vida en los mares.
Tres premisas

Frente a este panorama, el Instituto de Recursos Mundiales propone la creación de cooperativas y empresas locales basadas en la naturaleza que permitan obtener ingresos de los ecosistemas sin causarles deterioro.

Para ello, los expertos consideran fundamental que se den tres premisas: que la población local sea propietaria de sus recursos, de forma que el grupo adquiera el compromiso de una iniciativa conjunta; que se capacite a todos implicados en una gestión adecuada de esos recursos naturales, de forma que todos sean responsables de los resultados y los beneficios se distribuyan de forma equitativa; y, por último, que se creen redes de apoyo y comerciales que faciliten el acceso a los mercados y a la información de estas empresas rurales, que tradicionalmente han permanecido aisladas y, por tanto, ajenas a la evolución de los mercados.

"Como mínimo el grupo ha de aprender a gestionar el recurso producir y comercializar su producto y organizar su proceso de toma de decisiones para mantener a los miembros del grupos alineados e implicados en la empresa", señala el informe.

Numerosos son los ejemplos que se mencionan. Entre otros, una cooperativa rural de Zambia que produce 250 toneladas de miel orgánica y cera de abejas;la gestión sostenible de los manglares de Pred Nai (en Tailandia), que ha permitido recuperar las poblaciones de marisco, después de que se destrozaran 44.000 hectáreas de manglares por una explotación intensiva de las gambas; o la cooperativa nicaragüense que ha logrado aunar el ecoturismo con la plantación sostenible de café, generando a cada agricultor hasta 2.500 dólares al año por su producción.
Proyectos 'estrella'

De todos los ellos, los más llamativos son los casos de Níger, Bangladesh y la selva de Guatemala.

El caso de la sabana de Níger, ya mencionado, nos traslada a un país donde el 60% de sus habitantes vive con menos de un euro diario y donde el 80% del territorio es desierto, un Sáhara que cada año engulle 1,5 millones de hectáreas en todo el sahel africano. Pero hace unos años, los agricultores decidieron cambiar su estrategia de limpieza de los campos para cultivar y comenzar a regenerar una sabana, que había perdido su vegetación, con nuevos árboles y arbustos. Además, se volvieron a utilizar cultivos autóctonos, bien adaptados a la escasez de lluvias, y se inició la reforma en la propiedad de la tierra.

"Los niños de Níger siguen padeciendo desnutrición, pero la regeneración forestal gestionada por los agricultores, con apoyo de ONG y donantes internacionales, es hoy una herramienta importante para mejorar la productividad de los pequeños agricultores pobres", señalan los expertos del Instituto.

Otra iniciativa exitosa en la que se ha desarrollado en los humedales de Hail Haor, en Bangladesh, un lugar donde hace sólo ocho años era imposible llenar una red de pescado y donde los derechos para hacerlo estaban en manos de unos pocos terratenientes. La situación cambió cuando se logró que las organizaciones comunitarias pudieran arrendar los cauces de agua y poder crear santuarios en los humedales.

Para paliar los efectos de las restricciones en la pesca, las familias pobres reciben microcréditos para crear nuevas empresas. En sólo siete años, esta estrategia logró que los humedales se recuperaran y las capturas aumentaran un 140% y los ingresos familiares hasta un 33%.
Bosques de El Petén

El tercer proyecto estrella es que el tiene lugar en El Petén, al norte de Guatemala, una región con 33.000 kilómetros cuadrados de selva tropical en el que la deforestación se había convertido en una seria amenaza. Solución: crear empresas comunitarias de silvicultura para la gestión de productos forestales certificados. Sólo en un año, las concesiones generaron 4,75 millones de dólares en ventas de madera y 150.000 dólares en venta de hojas de palma.

«Nuestra tesis es que los ingresos procedentes de los ecosistemas gestionados de forma sostenible pueden actuar como trampolín para dar el poder económico a los pobres, pero eso sólo sucederá cuando sus hogares sean capaces de gestionar los beneficios de su buena administración de los ecosistemas», señala Kemal Dervis, del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), uno de los organismos participantes en el documento, que se puede conseguir en la web Buenos Días Planeta.

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