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Las manos
Por Juan Orellana
Las manos es una coproducción argentino-italiana que supone una aproximación a la figura del Padre Mario Pantaleo, un sacerdote argentino de origen italiano, que después de un periplo existencial muy duro, yendo de aquí para allá, conoce a un hombre que le cambia la vida, el padre capuchino Pío de Pietrelcina, que se convierte en su confesor.
Cuando Pío XII pide sacerdotes para Argentina, en 1948, el Padre Mario se ofrece voluntario tras consultarlo con el Padre Pío. Y marcha a un pueblito de Santa Fe. Aquí es donde se ubica el comienzo de la película de Alejandro Doria, Las manos, aunque en la parte final del film el personaje del Padre Mario relata su pasado. Le mandan de capellán al Hospital Ferroviario de Buenos Aires. Allí empieza a curar a gente con la imposición de las manos, lo cual genera lógica inquietud en la curia diocesana. Esta sospecha sobre él va a retardar que se cumpla su sueño de construir una parroquia en el lejano pueblo de González Catán. Finalmente recibe de Roma el beneplácito. En toda su trayectoria benefactora, a lo largo de la cual fundó muchas obras caritativas, el padre Mario contó con la ayuda de Perla Gallardo, una madre de familia que decide entregar su vida a la obra de este sacerdote. Actualmente, la Obra del Padre Mario Pantaleo cuenta con una extensa red de iniciativas educativas, sanitarias, culturales, deportivas... muchas de las cuales están apoyadas por el movimiento de Comunión y Liberación, así como por fundaciones y empresas privadas europeas e hispanoamericanas.
La película, que refleja los aspectos esenciales de la parte argentina de la vida del Padre Mario –que interpreta Jorge Marrale–, arrastra sin embargo unos lastres que le impiden ser la película clara y luminosa que podría haber sido. Ciertamente en la vida de este hombre en su relación con la Iglesia hubo mucha noche oscura, mucha incomprensión y dificultades. Pero el guión de Alejandro Doria y Juan B. Stagnaro (autor además del libro en que se basa la película) pone el acento en los aspectos más oscuros de su trayectoria, llevándolos incluso a la ambigüedad. Por ejemplo, su relación con la jerarquía aparece reflejada de una forma muy maniquea. Obispos duros e intolerantes junto a un Padre Mario lleno de desprecio ("¿Qué mierdas querrá ahora éste?", dice por ejemplo una de las veces que le llama su obispo). Aunque no tiene nada de escandaloso que la relación de un sacerdote con su obispo sea difícil, la insistencia de ello en un film da una imagen inexacta de la figura del Padre Mario, que a veces puede parecer más un rebelde sin causa que un fiel sacerdote católico. Igual de ambigua es la imagen que se nos da de su relación con Perla Gallardo, encarnada por Graciela Borges. Esa pareja, del tipo de tantas que se han dado y se dan en la historia de la Iglesia (San Francisco y Santa Clara, Von Balthasar y Adrien Von Spyre, o en la actualidad Kiko Argüello y Carmen Hernández...) está presentada en el film con exceso de ambigüedad afectiva. Aunque el ser humano es una unidad, y la soledad y carencias afectivas que arrastraban ambos personajes en su biografía son evidentes, los subrayados de la película pueden hacer ver lo que no existe, más por parte de ella que de él.
También hay otros aspectos tratados quizá un poco ideológicamente. Cuando al Padre le entregan su parroquia, le dice al obispo que él no va a ofrecer enseñanza católica, que quiere que los chavales establezcan con Dios el tipo de relación que se les antoje. De esta forma nos muestran un Padre Mario muy "multicultural", muy postmoderno ("Debería leer más el Evangelio y menos a Sartre", le dice el obispo; "¿Quién le dijo? Monseñor, yo sólo leo a Mafalda", contesta el Padre Mario). Es como si ciertos esquemas de remoto marxismo estuvieran de fondo en la construcción del guión y sus personajes.
Ciertamente el film compensa estos defectos con momentos de mucha humildad, con la fuerza de los milagros y con la objetividad de los dosificados beneplácitos eclesiásticos. Pero el resultado es desequilibrado. De hecho, los actuales sostenedores de la Obra del Padre Mario han recibido de forma desigual el estreno del film. Unos con la alegría de que se dé a conocer la figura de este hombre que ha iniciado un complicado camino a los altares; otros con la tristeza de ver que el retrato que se ofrece puede perjudicar precisamente ese camino a la beatificación. Un camino nada fácil por la citada relación conflictiva que tuvo el Padre con la Iglesia.
La película (estrenada en 2006) obtuvo ocho de los dieciocho galardones que entrega la Academia de Cine de la Argentina. En España obtuvo el Goya a la mejor película extranjera de Habla Hispana, así como el premio al mejor director y el Premio del Público en el Festival de Huelva
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