EEUU | Anthony Marshall está acusado de quedarse con millones
Juicio al avaricioso hijo de la gran dama de Nueva York
El acusado llega a los tribunales con su esposa y su abogado. | Reuters
* Está acusado de engañar a su madre enferma para quedarse con millones
* Son testigos íntimos de la fallecida, como la mujer de De la Renta o Kissinger
* El caso fue denunciado en 2006 por uno de los hijos del acusado
elmundo.es |
Si Brooke Astor —la 'primera dama' de Nueva York, la gran filántropa de la ciudad— siguiese viva, este lunes se habría encontrado con una desagradable celebración de cumpleaños. Su aniversario ha coincidido con el arranque del juicio a su hijo, acusado de fraude y robo, de haber engañado a su rica madre, enferma de Alzheimer, para quedarse con millones de dólares.
Astor, en su casa de Park Ave en 1981. | NYT
La primera sesión supuso la reaparición ante los focos del principal acusado, Anthony Marshall, único hijo de la dama Astor, fallecida en 2007 a los 105 años. Marshall, diplomático retirado, llegó a los tribunales impecablemente vestido, ayudado por su esposa, su abogado y un bastón. Sus abogados defienden que es un anciano enfermo e inocente. El heredero, de 84 años, se sometió el pasado septiembre a una operación coronaria, que precisamente retrasó el juicio.
Además de Marshall, se sienta en el banquillo su supuesto compinche, Francis Morrissey, un abogado acusado de haber falsificado la firma de Brooke en un codicilo, añadido al testamento poco antes de su muerte. También niega los cargos.
"Resistan esa tentación" de leer, ver y oír lo que los medios cuenten sobre este caso, recomendó el juez Kirke Bartley al centenar de candidatos a formar parte del jurado popular (el primer día de juicio se consagró a seleccionar al jurado, una tarea que puede aún demorarse dos semanas). Y es que el 'caso Astor' cuenta con todos los ingredientes para hacer furor en los medios sensacionalistas: cambios de testamento, rencillas familiares y famosos testigos, todos ellos íntimos de la fallecida, como la esposa del diseñador Oscar de la Renta, un Rockefeller y el ex secretario de Estado Henry Kissinger.
Además de estos ilustres amigos, están llamados a declarar médicos y psiquiatras que asistieron a la señora Astor, miembros del servicio, así como uno de los hijos del acusado, Philip Marshall.
El escándalo
Philip fue quien en 2006 destapó la situación en que vivía su abuela, acusando a su padre de querer quedarse con su fortuna y de no atender adecuadamente a la millonaria, por entonces ya enferma de Alzheimer. Entre las denuncias que conmocionaron a los neoyorquinos, Philip contó cómo la mujer tenía que dormir sobre un colchón con olor a orín en un cuarto de su piso de Park Avenue.
De este modo, consiguió que a Anthony Marshall le retirasen la custodia de Astor, que pasó sus últimos días cuidada por su gran amiga Annette de la Renta, mujer del diseñador. Entonces, el octogenario Marshall llegó a un acuerdo privado con su hijo y el escándalo no acabó en los tribunales. Sin embargo, el caso llamó la atención al fiscal del distrito, que es quien ahora ha sentado al heredero en el banquillo.
El acusado podría pasar el resto de su vida entre rejas. La principal acusación a la que se enfrenta es haber engañado a su madre para vender un cuadro, diciéndole que necesitaba el dinero para atenderla. La pintura, obra de Childe Hassam, la vendió por 10 millones de dólares, de los cuales se embolsó dos en concepto de comisión. Ahora podrían caerle 25 años por robo.
Asimismo, Marshall y su abogado (que se enfrenta a siete años de prisión) son sospechosos de haberse aprovechado de la enfermedad de Astor para que la dama neoyorquina cambiase su testamento, dejándole al hijo administrar su fortuna (200 millones de dólares, en el momento de su muerte). Astor siempre había dicho, y así constaba en un testamento anterior, que su fortuna sería administrada por un fondo de fideicomiso, destinando un pequeño porcentaje a su hijo y la mayoría, a obras benéficas.
Astor se hizo famosa por sus labores filantrópicas. Su fortuna procedía de su tercer marido, Vincent Astor, que se había enriquecido con negocios de pieles e inmobiliarios, legando 60 millones a su esposa y otros 60 a obras de caridad. Como Vincent se había granjeado su fortuna en Nueva York, Brooke decidió gastarla en obras benéficas en la ciudad, donando grandes sumas a la Biblioteca Pública de Nueva York o al Metropolitan Musseum. Tampoco era raro verla acercándose a algún barrio desfavorecido en su limusina.
A la gran dama neoyorquina le gustaba usar una frase de una obra de Thornton Wilder para explicar su labor: "El dinero es como el estiércol: no sirve de nada a menos que lo esparzas".
No hay comentarios:
Publicar un comentario