domingo, 1 de marzo de 2009

SE TOMA LA JUSTICIA POR SU MANO: DERRIBA LA CASA DEL ASESINO DE SU HIJA

Marisol tenía 9 años, había ido a comprar media docena de huevos por encargo de su madre. A la vuelta, en el camino, un vecino la interceptó. La llevó a su casa, abusó sexualmente de ella y la mató de diecisiete puñaladas. Su padre, ante la impotencia, derrumbó a mazazos la vivienda del agresor.

El crimen de Marisol, en Villa Fiorito, la barriada bonaerense donde se crió Diego Armando Maradona, desató hace dos días la furia de familiares y vecinos de la niña. Tras horas de intensa búsqueda, un grupo de chicos descubrió una caja de huevos rotos en el umbral de la chabola que habita Pascual Colman, el mismo sujeto que minutos antes, mezclado entre la multitud, había dicho que no sabía nada de la criatura. Todavía con la evidencia en el suelo de las cáscaras rotas de los huevos, el gentío no dudó y echó la puerta abajo de su vivienda. Tendida sobre una cama, tapada con una sábana y una manta, descubrieron el cadáver de Marisol.

Pascual, un ex convicto de 23 años, corrió como alma que lleva el diablo pero la multitud le persiguió hasta atraparle. Recibió patadas, puñetazos y golpes en todo el cuerpo. En pleno linchamiento, cuando su vida parecía tener los minutos contados, la aparición de la Policía, de escasa presencia en esa zona, le salvó. Los agentes le trasladaron en un coche patrulla, consecutivamente, a tres hospitales: Allende, Evita y Quilmes.

En uno de estos, el padre de la niña muerta suplicaba el miércoles: “Me arrodillé para que me lo dieran… Para matarlo” y advertía que destruiría la casa del agresor con sus propias manos. “Lo tienen custodiado, lo tienen como un rey… ¿Dónde está la Justicia verdadera”, sollozaba el hombre.

Horas más tarde el padre de Marisol cumplía su promesa. Mazo en mano, entre lágrimas y lamentos, asestaba uno y otro golpe a los muros de la chabola de Pascual. Los vecinos le dejaron sólo los primeros momentos. Después agarraron picos, palas, martillos y se unieron al derribo. En pocas horas, la casa de Pascual quedó reducida a escombros.

La autopsia del cuerpo de Marisol confirmó que la niña había sido víctima de abusos sexuales. Presentaba distintas lesiones en la zona genital y había recibido 17 puñaladas en todo el cuerpo. Según el informe, su agresor, al que le atribuyen ser consumidor habitual de Paco, un sucedáneo de la pasta base de cocaína, intentó violarla y sodomizarla. Claudia, tía de la víctima declaró: “A la Policía le dijo: esto es lo que me hace hacer el Paco”.

El asesinato de Marisol convulsiona, por su brutalidad, a Argentina donde el consumo y el tráfico de drogas como el Paco se ha convertido en un problema nacional. Hasta hace unos años los casos de laboratorios clandestinos de cocaína o pasta base así como la interceptación de alijos de este tipo de droga resultaba excepcional. Hoy, desde la provincia de Jujuy, en la frontera con Bolivia, hasta Buenos Aires, el tránsito de hojas de coca proveniente del Chapare y de Los Yungas bolivianos es constante. En Argentina buena parte de las sustancias químicas que se necesitan para procesar la coca son de libre acceso.

Carmen de Carlos

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