lunes, 20 de abril de 2009

EL CAMINO SUBSIDIARIO PARA SALIR DE LA CRISIS

El camino subsidiario para salir de la crisis




Ettore Gotti Tedeschi

La crisis económica en curso es también un ejemplo de la falta de una verdadera vocación a la subsidiariedad de parte de los que la han originado. De hecho, la responsabilidad directa del Estado en la promoción de un crecimiento económico ficticio, la tolerancia ante el uso de instrumentos inoportunos e incontrolables y por fin la presión de un consumismo ( por medio de deudas) de las familias para compensar el bajo crecimiento, han puesto en dificultad a las propias familias, que a pesar de ellas se han entrado en el proceso que ha generado la crisis.Las familias se encuentran ahora endeudadas por haber creído en aquellas ilusiones, solo necesarias para hacer crecer el PIB nacional. Se encuentran así en una situación de haber perdido gran parte de sus ahorros. Ven reducidos seriamente sus propios fondos de pensiones y se han quedados sin perspectivas claras de trabajo. El modelo de subsidiariedad americano debería haber sido liberal, es decir fundado en el mercado y en reglas de libertad, las cuales a su vez habrían debido garantizar la confianza indispensable en los fundamentos democráticos de las decisiones económicas.

Pero este modelo, por el contrario, se reveló mucho más keynesiano que liberal porque si bien aceptó el mercado, al mismo tiempo permitió que el Estado interviniera aunque fuera indirectamente. El resultado fue confundir al propio mercado. En los Estados Unidos esto sucedió no tanto en el ámbito del bienestar social dejado al mercado y a las decisiones individuales, sino en el del desarrollo económico al permitir que fuese falseado y creando referencias engañosas a las familias que vieron así comprometidas sus propias decisiones y su autonomía.

Pero también en Europa no existe una política de subsidiariedad verdadera y sana sino una política de bienestar social del Estado que ha provocado en algunos países un endeudamiento público insostenible, la costumbre del asistencialismo, impuestos altísimos, un crecimiento anormal de la burocracia, debilidades en el sistema de enseñanza y de sanidad pública y retraso en los transportes. Se debería quietar todos estos pesos si se quiere emprender el camino de la recuperación.

La crisis económica y las intervenciones cada vez más masivas de los gobiernos hacen nacer nuevas dudas acerca de las posibilidades de aplicar verdaderas política de subsidiariedad. Y esto es sobretodo cierto si se consolida la opinión ya difundida que afirma que habrían sido el libre mercado y el modelo capitalista los que permitieron la explotación de poblaciones enteras y la destrucción de los ahorros y de las pensiones. En estas condiciones no sería para nada difícil prever actitudes antimercado que propongan modelos de planificación, es decir exactamente lo contrario a la subsidiariedad y a sus valores.

Para poder aplicar una verdadera subsidiariedad se debe, por el contrario, creer primero en la persona antes que en el Estado. Además, hoy, para resolver la crisis es indispensable un acuerdo global. Pero no todos tienen la misma visión y la misma confianza en la persona humana. Quien confiaba en su naturaleza buena ha quedado desilusionado por la crisis, pero, ha reforzado la convicción del que no creía en su capacidad de hacer el bien. Ambas posiciones se muestran más disponibles a defender al Estado y no a la persona.

Se podría así concluir que el hombre gozará de menor confianza gracias a los errores cometidos por los Estados que han pretendido entrar hasta en demasía en la vida de las personas. Pero si la subsidiariedad hubiera sido aplicada no habría sido necesario inventar un crecimiento económico falseado. Y en realidad los criterios de subsidiariedad doméstica e internacional podrían, mejor que otras soluciones, indicar los caminos para salir de la crisis.

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