Víctima del aborto
Esperanza Puente: “La Iglesia me recibió como una madre, sin reproches”
"El aborto es un instrumento del demonio"
Gonzalo Altozano
Madre soltera a los dieciocho, decidió abortar cuando, años después, volvió a quedarse embarazada. Arrepentida de aquella decisión, decidió poner todos sus esfuerzos en concienciar a la sociedad respecto al aborto. Su última iniciativa, la publicación de Rompiendo el silencio (Ed. Libros Libres).
-Abortar, ¿cómo afectó a su vida?
-Yo, que era alegre y simpática, me convertí en una persona miedosa, con cambios de humor, a la que se notaba que le faltaba algo. Los destrozos fueron enormes.
-Cuando abortó, ¿sabía lo que hacía?
-Supongo que era consciente de que iba a perder un hijo, pero no de las heridas a las que tendría que enfrentarme después.
-¿Heridas? ¿De qué tipo?
-Humanas y espirituales.
-Las espirituales…
-Las sufren todas las mujeres que abortan, incluso las que no creen. Mire, no somos carne andante y ya está, sino que nacemos con conciencia natural, de ahí que el aborto pase factura.
-Tener creencias, ¿ayuda?
-Sí, porque tienes la esperanza del perdón.
-¿Lo ha experimentado?
-El mío mismo y el de Dios.
-Hábleme del de Dios.
-El día que lo experimenté lo recuerdo, junto cuando di a luz, como uno de los más felices de mi vida. Fue un renacer impresionante. Era consciente de que Él me perdonaba. Después me confesaría.
-¿Llevaba mucho sin hacerlo?
-De la fe me había alejado para, supuestamente, vivir la vida y disfrutarla. Aquello me llevó a tomar decisiones que iban contra la fe. Y contra mí misma. Porque el aborto es contrario a la naturaleza de la mujer.
-El alejamiento, ¿fue total?
-Es verdad que durante un tiempo me aparté de la Iglesia, que dejé de practicar, que no me planteé cuestiones de fe…
-¿Pero…?
-Pero también es cierto que no dejé de sentir a Dios, protegiéndome en situaciones conflictivas y difíciles.
-En su regreso a la fe, ¿tuvo que ver que de niña le enseñaran cuál era el camino de vuelta?
-La formación que recibí en mi familia y en el Opus Dei me ayudaría a volver a la Iglesia, sí.
-Cuénteme de la casa en que nació.
-Era un hogar matriarcal y de práctica cristiana. En él convivíamos cuatro generaciones: la de mi bisabuela, la de mi abuela, la de mi madre y la mía. Aquellos años los recuerdo felices y de aprendizaje continuo.
-Su abuela le marcó, ¿no?
-Decía que por mucho que el viento zarandee un árbol, si éste tiene buenas raíces, ya se enderezará. Y tenía razón, se lo digo yo.
-¿Qué más decía?
-Que cada uno vamos en nuestra mortaja.
-O sea…
-Que no se nos va a pedir cuentas por lo que hayan hecho los demás, sino nosotros. Eso me ha ayudado a juzgar lo menos posible y a perdonar.
-Antes hablaba del Opus Dei. Sin embargo, pertenece al Camino Neocatecumenal.
-Cosas de Dios, que fue poniendo personas en mi camino para que me encontrara con el Camino.
-¿Qué ha aprendido allí?
-A ser libre, pero libre de verdad, libre para actuar bien.
-Su historia recuerda a la del hijo pródigo.
-La Iglesia me recibió como una madre, sin reprocharme nada.
-¿Y Dios?
-Como un padre, con los brazos abiertos, tratándome como si fuera única, como si el resto de la gente no existiera. Fue una experiencia… Ya digo, el día más feliz de mi vida.
-Habla de Dios. ¿Se atreve a hacerlo del demonio?
-A lo largo del siglo XX ha conseguido dos victorias.
-Primera victoria.
-Que lo malo se vea como bueno.
-¿Se refiere al aborto?
-Digamos que es un instrumento del que se sirve para lograr múltiples objetivos: destruir a la mujer, y al hombre, y a la familia, y a la vida…
-Segunda victoria.
-Que no se crea en él. Por eso va sin careta.
-Ante eso, ¿qué hacer?
-Confiar en el poder de la eucaristía. Y en el de la oración. Hay que rezar. Y rezar deprisa.
-¿Deprisa?
-Los que tenemos esperanza sabemos que el bien prevalecerá sobre el mal. Pero hasta entonces el mal seguirá campando a sus anchas y haciendo mucho daño. La lucha entre el bien y el mal ha de ser ya a cara descubierta.
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