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sábado, 18 de abril de 2009
VIVIR TRAS HABER ROZADO LA MUERTE : UNA SEGUNDA OPORTUNIDAD
Albert e Ignacio cuentan lo que han aprendido después de 'volver a nacer'
Vivir tras haber rozado la muerte: una segunda oportunidad
17/04/2009 | Rosa Cuervas-Mons
Albert Porta (izda.) e Ignacio Socías (dcha.)
En noviembre de 2005 le detectaron un cáncer con un pronóstico desalentador; tanto, que Ignacio Socías prácticamente se preparó para “bien morir”. Al realizar esta entrevista, principios de 2009, asegura que las cosas marchan “muy bien, aunque hace cuatro años no daban un duro por mí”.
Cuando le contamos el propósito de este reportaje -aprovechar la experiencia de quienes han mirado cara a cara a la muerte para valorar lo que realmente importa en la vida-, él subraya que “no es fácil sentir lo que siente una persona cuando está enferma sin estarlo” y asegura que el verdadero mérito “estaría en cambiar y sacar jugo a la vida aprovechando la experiencia de otro, sin necesidad de pasar por la mala experiencia uno mismo”.
Dispuestos a ofrecer al lector la sabiduría de quienes han superado una experiencia negativa, preguntamos a Ignacio Socías qué diría si tuviera delante a alguien enfermo. “Que la enfermedad no es el final de nada. Es más, si se sabe aprovechar bien, la enfermedad puede ser una oportunidad muy buena para sentirse querido”. “La lección es que la seguridad no existe. Puede existir la ilusión de estar seguro porque se tiene trabajo fijo, un coche muy seguro, un seguro de vida…; pero todo eso se puede venir abajo en un segundo”, dice Socías, que alerta de que “damos demasiada importancia a cosas que no la tienen, y sin embargo damos por supuestas cosas como la familia, tener gente alrededor, poder ayudar a los demás…”. “Cuando te pasa una cosa así, descubres que, si mañana no estuvieras, todo seguiría igual. Entonces piensas que, en vez de esforzarte tanto por conseguir un objetivo material, merece la pena centrarse más en otras cosas“.
-¿En cuáles?
-En la familia, por ejemplo. Tras una experiencia así, uno intenta ser más feliz. Cuando me dijeron “estás curado”, salí al pasillo del hospital y pensé: “Si yo ahora tengo un tiempo extra, voy a aprovecharlo“. Por supuesto que no eres el mismo, sobre todo en la forma de valorar a qué dedicas el tiempo.
-¿Entonces ha sabido sacar partido al sufrimiento, ese supuesto lado positivo?
-Partiendo de la base de que nadie desea el sufrimiento, éste es algo que no sólo se puede, sino que se debe aceptar. Porque si uno no acepta sus circunstancias, está perdido. En mi caso, el sufrimiento sirvió para poner las cosas en su sitio porque dentro del dolor, uno tiene menos ruido, menos cosas externas que le impidan centrarse en lo esencial de la vida.
-¿Cómo es eso?
-Una persona sana no tiene nada que le impida poner todo su empeño en conseguir dinero, bienes materiales…; cosas que aparentemente le pueden hacer muy feliz. Un enfermo se ha quitado todo eso; se queda con lo esencial y a lo mejor consigue ser más feliz.
-¿Cómo se hace frente a la enfermedad?
-Con ilusión y luchando. A mí el mejor consejo que me dieron no me lo dio un médico; fue una enfermera que me dijo: “Nunca se pare, siga siempre peleando, sobre todo en los momentos de desánimo”.
-¿Y eso cómo se consigue?
-La enfermedad exige que te adaptes a ella psicológicamente, que la asimiles y la adoptes como algo tuyo. En el caso del cáncer, que tiene momentos más duros por el tipo de tratamiento que conlleva, necesitas mentalizarte para una lucha. La quimioterapia, por ejemplo, hace que sólo puedas comer determinadas cosas, incluso tienes ‘antojos’…; te ves limitado. Pero yo he tenido mucha suerte.
-¿Por qué?
-Porque comprobar que tus amigos son realmente tus amigos y tu familia es tu familia, y te quiere como eres, y te acepta y te ayuda con tus limitaciones… Eso te lleva a decir: “Yo tengo que estar a la altura”. Recuerdo que hace tiempo conocí a un ciego; nos sentamos a comer y yo le dije: “Tú, siendo ciego, estarás más cómodo aquí” o algo así… y él me dijo: “¡Qué alegría me da que me llames ciego, porque estoy harto de que la gente diga otras cosas, de la falta de naturalidad!”. Con la enfermedad pasa algo parecido. En familia es donde el cáncer no es ni más ni menos, es lo que es, y se acepta así.
No es el azar
“Hay algo, Alguien, que en ese momento crítico decide que tú vayas por el camino de la vida; muchas veces le damos el calificativo de azar, y no es azar”.
Quien habla así es Albert Porta, un ingeniero industrial que hace siete años sufrió un gravísimo accidente de coche. Era de noche, llovía, él conducía junto a su mujer, y “un cúmulo de casualidades” hizo que una chica que les estaba adelantando chocara contra ellos. “El coche rebotó como una bola de billar contra el arcén, justo donde estaba parada una grúa. El golpe fue brutal”, recuerda Porta, que pasó 16 días en la UVI, más de tres meses hospitalizado y “muchos años de convalecencia”.
“Tras un accidente de éstos, no entiendes el mundo a la velocidad normal. Recuerdo que , hasta que no te adaptas al ritmo, te parece que todo va muy rápido”.
Tras el choque la vida de Albert quedó en manos de dos particulares ‘ángeles’. “Uno de los chicos que pasaba con el coche se encargó de atendernos; paró el tráfico, llamó a los bomberos, a la ambulancia… Fue como un ángel. Alguien que no nos conocía de nada, pero con quien ahora seguimos manteniendo contacto”. Éste fue el primer ‘ángel’. El segundo aparecería en el hospital. “Yo me había dado un golpazo en la cara, me arranqué media mandíbula… Cuando entré en el hospital, me dieron por muerto y fueron a atender a mi mujer, que estaba menos tocada. Entonces una médico me vio y pidió que me hicieran un TAC. Ahí vieron que a lo mejor había posibilidad de salvarme; entré en quirófano, y tras ocho horas y cuatro litros y medio de sangre… aquí estoy”.
-¿Y cómo ve la vida después de algo así?
-Antes del accidente yo hacía una vida normal; estaba en pleno apogeo de mi carrera, y de repente, te sucede ésto; pegas un parón en tu vida y vuelves a empezar de cero.
-¿Igual que antes?
-No. Te replanteas muchas cosas, valores básicos en los que en la vida normal no pensamos.
-¿Por ejemplo?
-Que hay cosas en la vida que damos por supuestas, cuando lo que tenemos que hacer es disfrutarlas. Por ejemplo, levantarte cada día sano, disfrutar del clima, del sol, de la Naturaleza, de dormir…
Asegura Porta que dormir es un gran lujo. Él, que durante la recuperación estaba “enganchado e intubado por todas partes”, sabe bien lo que supone no poder hacerlo. ¿Qué más lujos hay? “Poder moverte, cosas tan simples como ésa…”.
-Y siete años después del accidente no ha olvidado los grandes regalos de la vida…
-No. Cambia tu manera de ver la vida porque ahora, cuando estoy preocupado por muchas cosas, pienso profundamente y digo: “Vamos a ver, estoy aquí, con las personas de mi entorno, puedo hablar con ellas y puedo salir a la calle y disfrutar de los pájaros, ver cómo vuelan”. Todo eso te ayuda a tirar hacia delante.
Quizá la única ‘pega’ del baño de realidad forzado al que se ven sometidas algunas personas sea que se vuelven más duras. Así, al menos, lo explica Albert Porta. “Eres ciertamente duro con muchas formas de ver lo que pasa a tu alrededor, con planteamientos políticos, laborales…”. “Como dice mi padre, aquí estamos ‘cargados de puñetas’, preocupándonos, sin plantearnos lo que realmente vale en esta vida. Estamos tan metidos en un entorno de consumo, de prisas…; no nos paramos a pensar”, denuncia Albert, que opina que en la vida tenemos dos posibilidades: “Luchar contra el tiempo o dejarnos llevar por él. Yo creo que debemos dejarnos llevar. Hay que vivir con tranquilidad; esto lo entendían muy bien nuestros abuelos, en las familias de antes que ahora están destrozadas. Se dejaban llevar por el tiempo que iba decidiendo las cosas de forma natural: la infancia, la juventud, la vida adulta, la vejez…”.
-El accidente, además de hacerle pensar, también removió sus cimientos religiosos…
-Sí. Siempre he sido y soy creyente; ahora hablo de estas cosas con mis sobrinos y les digo: yo soy fruto de una casualidad. Cuando estaba en la camilla, me daban por muerto, y sin embargo en ese punto, hay Alguien, que no eres tú, que decide ir por el camino de la vida y no por el camino de la muerte.
Y vuelve a repetir: “No es azar“.
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