Belén lázaro tiene 24 años y está terminando la carrera de medicina
“Voy a ser Misionera de la Caridad, porque el Señor me llama”
Tiene claro que "Dios nunca pide a nadie lo que no puede dar"
28/06/2009 | Sonsoles Calavera
Belén Lázaro es antigua alumna del colegio Aldeafuente.
Tiene cuatro hermanos, está terminando la carrera de medicina y vive con su familia en el municipio de Rivas, en Madrid. Su carrera le apasiona y siempre creyó que a estas alturas de la vida estaría pensando en ejercerla, casarse y formar una familia. Pero Dios tenía otros planes. Dentro de poco cambiará los vaqueros y el jersey fucsia que llevaba cuando la conocimos por el sari blanco con las dos rayas azules de las hermanas de la Madre Teresa. Y lo hace llena de felicidad porque está convencida de que “Dios nunca pide a nadie lo que no puede dar”.
Tiene tres hermanas y un hermano. Su madre es enfermera y su padre se ha dedicado siempre a la enseñanza. Belén es una chica muy activa. Le gusta salir con sus amigos, bailar, y sobre todo sentirse útil, haciendo cosas por los demás, por lo que tiene una larga trayectoria como voluntaria. Está muy unida a su familia, que considera que, para su vocación, ha sido fundamental. “Es lo mejor que Dios me ha regalado. Y estos años han sido una gozada porque he podido disfrutar muchísimo con ellos. Ahora me cuesta salir de casa, pero pensaba que me iba a costar mucho más. Si no fuera por cómo son mis padres, el colegio Aldeafuente, donde estudié y lo que he vivido en la congregación mariana a la que pertenezco, no estaría aquí. Mis padres ven que esto no es suyo, que les queda grande y es que, en definitiva, ha sido el Señor el que ha hecho todo”.
Cuenta que Dios le ha cambiado los planes pero confía plenamente en que Él llevará adelante todos sus proyectos para ella: “Siempre he querido ser médico y formar una familia. Pero lo que yo pensaba que era imposible, ahora no lo es. Es alucinante, esto no es mío. Pero Dios no me pide, ni a nadie, algo que no pueda dar”.
Experiencia como voluntaria
Belén ha sido durante años voluntaria en la casa de las misioneras de la Caridad, que cuidan enfermos de Sida en Madrid. En su primera etapa de formación irá a vivir a la casa de ‘las sisters’, como ella las llama, en Sabadell. Si le preguntas a qué se dedican, totalmente abandonada en Dios acerca de su futuro, dice que no está muy segura. Si hace falta que ponga en práctica sus conocimientos médicos lo hará encantada, pero eso ya no es imprescindible para ella. “Me parece que tengo una gran vocación de médico. Y si Él quiere utilizar lo que he aprendido y lo que me gusta, pues muy bien. No me importa atender enfermos, moribundos, parturientas o lo que sea. No sé si ejerceré pero ahora es secundario, porque noto que el Señor me llama a una cosa distinta”.
Las misioneras de la Caridad cuatro casas en España y cientos de casas en todo el mundo, por lo que lo más probable es que acabe en cualquier país, menos en el suyo. Esta congregación se dedica a los más pobres entre los pobres. “En cada país se dedican a una cosa, en Calcuta, sobre todo huérfanos y moribundos, en España, a enfermos de Sida, en un país árabe, a madres solteras repudiadas por su familia… Para eso tienen que vivir como ellos. No tienen nada suyo, ni siquiera el sari que llevan, que es de la congregación. Hay países donde les falta hasta la comida. Pero no tienen nada que no tengan los pobres: como televisión, lavadora… Y no pasa nada”. ‘¿No harían más trabajo con lavadora?’, -le preguntamos-. “Bueno harían algo…que no es su vocación. No se trata de lo que hagan sino de cómo lo hagan, con el amor que pongan y según la entrega que Dios les pide, que es total”, explica con enorme acierto. “De cómo viven no sé todo, pero en realidad yo me he dado cuenta de que eso da igual. A mí Dios me llama aquí y no quiero saber hasta el último detalle. Ya no pregunto“.
¿Y cómo se llega a descubrir un camino tan concreto? Ella lo tiene claro: rezando. Yo no estaba cerrada a lo que Dios quisiera de mí. Al principio me agobiaba, no quería, pero desde el principio sentía que Dios me llamaba a eso: a ser Misionera de la Caridad, incluso antes de conocerlas, cuando sólo las había visto en las noticias“. Luego una amiga buscó un viaje de voluntariado a Tánger y fue el último impulso. “Después Dios me ha cambiado progresivamente el corazón. Ahora ya tengo el deseo de ser misionera, lo quiero yo. Aunque humanamente cueste, lo estoy deseando. Vi que renunciar a muchas cosas era ser más libre y más de Dios. Estoy muy feliz y no me voy a negar a lo que más feliz me va a hacer en el futuro”.
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