María Vallejo-Nágera cuenta su conversión, en el pueblo bosnio de Medjugorje
“Fueron tres segundos, pero cambiaron mi vida radicalmente”
En una charla en el colegio Montealto de Madrid, Vallejo-Nágera contó a los asistentes cómo fue su conversión. “Antes de empezar, os quiero decir que yo soy una conversa”. Aviso a navegantes, una oración a la Virgen y comienza su historia. “Llevo casada 20 años, soy conversa desde hace diez y siempre he sido muy feliz. Tengo dos hijas de 18 años y un niño de 11 y he tenido muchísimos regalos de Dios. Unos padres maravillosos, alimento, educación…; nunca me ha faltado nada, pero vivía muy alejada de mi fe“.
María Vallejo-Nágera reconoce que en su casa eran “católicos sociales“. “Mi padre tuvo una enfermedad muy grave y se acercó muchísimo a Dios; recuerdo que cuando estaba muy enfermo, me dijo que le llevara a su cuarto el cuadro de un Cristo que estaba en el desván y yo pensé: ‘Pobre, fíjate lo que hace la morfina’. Entonces no tenía ni idea de lo que me iba a pasar años después”.
Después era en 1994, cuando María vivía en Londres, con su marido y sus hijos y se codeaba con la crème de la crème de la sociedad inglesa. De repente, unas amigas comienzan a hablarle de un pueblo pequeñito de Bosnia, Medjugorje. Organizan un viaje, al que María no va. “Lo primero que noté cuando volvieron fue que seguían siendo las mismas, pero ya no les apetecía ir todo el día de tiendas, a restaurantes caros… Pensé: ‘¡Qué aburridas os estáis volviendo!’. Ellas me decían: ‘María, siendo católica, tienes que venir a Medjugorje’”. Porque allí, en ese pueblito pequeño y feo había una comunidad de franciscanos y se aparecía la Virgen desde el año 81. Por eso las amigas de María, que se habían acercado a Dios en Medjugorje, querían que ‘la católica española’ fuera con ellas.
¿Por qué tienes miedo de mí?
Y lo consiguieron. “Estaba en un restaurante con ellas. Nunca olvidaré ese día, acababa de publicar mi primera novela, que quedó quinta en el Premio Planeta. Era una novela atea, que se metía con el clero. Quedó a cinco puntos de ganar y yo me quedé sin cien millones de pesetas. Hoy doy gracias a Dios por no haber ganado, porque esa novela es divertida y mala, mala de maldad”. “Estaban intentando convencerme para que fuera con ellas. Yo decía: ‘¡Pero qué pesadas!… “Subí al avión refunfuñando, pensaba que no pintaba nada allí y decía ‘la Iglesia es muy suya, éstos seguro que quieren sacar dinero!’”. Ésa fue la María que aterrizó en Medjugorje; la que volvió a Londres era muy, muy distinta.De repente, y esto fue así, no me da vergüenza decirlo, escuché una voz de mujer muy dulce que me dijo: “¿Por qué tienes tanto miedo de mí si te estoy esperando?“. Se me cayó el tenedor; yo pensé: ‘Ha entrado una camarera española’, pero no, no había españoles. Me giré y detrás de mí estaba Mick Jagger, el de los Rolling, y no me pegaba mucho que él me hubiera dicho eso…”. María lo cuenta en tono de humor, pero reconoce que en ese momento pensó que se estaba volviendo loca. “Sin saber por qué dejé el tenedor y dije: me voy con vosotras”.
“El primer día estuve insoportable, el pueblo me pareció horroroso, me aburrí mucho, pensaba en todas las cosas que tenía que hacer…”. “Fui a la misa de la mañana, estuve haciendo fotos y cuando terminó, nos dijeron: ‘Corred, que los videntes van a dar una conferencia’. Me picó la curiosidad; iba corriendo para estar en primera fila y ver cómo era el vidente, y en ese momento tan frívolo y tan alejado de Dios viví tres segundos que han cambiado radicalmente mi vida”. “Iba andando y todo lo que estaba a mi alrededor se paró; los pájaros, el ruido de la gente, como cuando se engancha una película. Noté una necesidad increíble de mirar al cielo y en cuanto subí los ojos, me invadió el cuerpo, el alma, absolutamente todo, un infinito amor de Dios, un rocío de amor”.
Es verdad que María se emociona en las conferencias y llora. Pero se traga las lágrimas y continúa su historia. “No tengo palabras para describir lo que sentí en esos tres segundos, yo creí que me moría. Era un amor infinito, en ese momento el amor que yo sentía por mi marido -que es lo que más quiero en este mundo- se había quedado pequeñito comparado con ese amor que me había caído del cielo. Creo que no notamos cuánto nos ama Dios porque cualquier persona que lo note no quiere seguir viviendo, quiere irse con Él”.
Hambre insaciable de Dios
Tardó seis meses en contar esta experiencia a su marido; incluso pensó que la pizza que había comido horas antes podía tener alguna droga. María no se creía lo que le estaba pasando, pero “a partir de aquel segundo”, cuenta que “tenía un hambre insaciable de Dios”. Un sacerdote le dijo que había vivido una conversión “tumbativa”. “Me sentaba delante de un sagrario y me quería quedar ahí toda la tarde, de repente había que rezar el rosario en mi casa todos los días…”.
Y por ahí -danzando- estaba un libro que se había quedado a las puertas de ganar el Planeta y en el que María ponía ‘a caldo’ a la Iglesia. A grandes males, grandes remedios. María recompró los derechos de ‘El patio de los ángeles’ y cambia el final. “¡Ahora el cura era buenísimo!”, reconoce sonriente. “Dije: ‘Nunca más, Señor; si Tú me has dado el don de la escritura, desde el día de hoy sólo voy a escribir para Ti”.
De Medjugorje volvió una nueva escritora. Y con ella llegaron El castigo de los ángeles (2001), Un mensajero en la noche (2003), Luna negra (2004), La nodriza (2006) y Entre el cielo y la tierra (2007).
Fue criticada por las editoriales que antes la habían encumbrado (hoy su tercer libro va por la 20ª edición), se sintió sola (hoy pide que no le manden más amigos, porque no da abasto)… Ha vivido una experiencia, la de Dios, que le ha hecho ser la María Vallejo-Nágera que llora en público y emociona a la audiencia.
Rosa Cuervas-Mons
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