ESTRENO: 12 DE JUNIO
Miss Marzo: en busca de la neurona perdida
Miss Marzo, póster.
Si Te quiero tío alimenta su escatología con cierta profundidad, Miss Marzo se conforma con hilar un gag bruto tras otro, sin revestir de historia el estereotipo femenino –y masculino- que alimenta. Puede que guste a su público, ya que tiene momentos ciertamente divertidos y carece de maldad.
* Vídeo: Trailer de Miss Marzo
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Te quiero, tío: tratado de la amistad masculina
2009-06-13
L D (Juanma González) Si hace poco hablábamos de Te quiero, tío como una notable muestra de esa comedia gamberra y deslenguada, responsable de la resurrección del género en Norteamerica, ahora toca hacerlo de Miss Marzo como la otra cara de la misma moneda. Film adolescente en su variedad absurda y grosera, el film se reserva algunos momentos y gags divertidos, pero el conjunto se resiente de una puesta en escena descuidada y un guión que no se molesta en añadir esa cierta carga reflexiva de aquella.
Miss Marzo cuenta cómo Eugene, un pánfilo y tímido joven, queda en coma justo la noche en la que tiene pensado perder la virginidad con su novia Cindy. Cuatro años después, y tras despertar de su letargo gracias a los golpes que le propina su amigo Tucker, se embarca en un viaje a través de EEUU para recuperar a su novia, ahora parte del elenco de conejitas de la famosa revista Playboy.
Criticar en exceso Miss Marzo es tratar innecesariamente de ser superiores a su propio discurso. Recurriendo a ese icono de la cultura del macho hedonista que es la revista Playboy como fondo de su inexistente trama, Miss Marzo se limita a hilar un gag tras otro durante ochenta minutos, sin ninguna pretensión más que la del suma y sigue, y obviando cualquier reflexión sobre la naturaleza del mito erótico femenino que siguen sus personajes.
Tomando la forma de una road-movie con destino el paraíso sexual, el film decrece a medida que va desarrollándose y la moralina de género aparece, pero sería injusto y necio no reconocer la hilarante fortuna de muchos de sus gags, la mayoría relacionados con el devenir sexual de los protagonistas, y cierto encanto de sus personajes.
Ahí está el cameo final de Hugh Hefner, la presencia del cuerpo entero de bomberos como villanos de la función, la recuperación de la consciencia vía bate de béisbol por parte del protagonista, o el episodio desarrollado en el autobús de un rapero cuyo nombre no se pude reproducir aquí, entre otras.
Miss Marzo se beneficia de unos personajes tan papanatas como simpáticos, e incluso de su nefasta factura, que ayuda a ubicar el producto allí donde pertenece y quiere estar, el de los pasatiempos olvidables destinados a alimentar y mantener vivo –más o menos- un género enterrado al fondo del armario cinematográfico por los guardianes del gusto–a veces, con escasa justicia-.
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