domingo, 26 de abril de 2009

¿ESTÁ CATALUÑA MAL FINANCIADA?

Chaves
¿Está Cataluña mal financiada?
Agapito Maestre
"Cuando Manuel Chaves dice que Cataluña está mal financiada, sólo puede entenderse en un único sentido: hay que darle a Cataluña todo lo que pide con tal de que el PSOE, el partido, siga siendo hegemónico en el resto de España".



2009-04-26

Es difícil hallar en el panorama político español tanto cinismo como el expresado ayer por Manuel Chaves en la entrevista de El País. Preguntado por el mayor déficit del Estado de las Autonomías, dijo que su mayor preocupación es luchar por que las 17 comunidades superen la dependencia ideológica de los partidos. Eso es absolutamente falso. Él y su partido, él y Zapatero, sólo tienen una preocupación: hacer depender todas las autonomías del PSOE. El partido para esta gente siempre ha estado por encima de todo, naturalmente, incluida la nación española. Tanto es así que pasarán a la historia por haberse cargado a España como nación, como el principal sujeto político de la democracia.

Por eso, cuando Manuel Chaves dice que Cataluña está mal financiada, sólo puede entenderse en un único sentido: hay que darle a Cataluña todo lo que pide con tal de que el PSOE, el partido, siga siendo hegemónico en el resto de España. O, lo que es lo mismo, a Cataluña hay que darle todo lo que pida y más para que dé estabilidad, naturalmente, al PSOE. Al resto de España, naturalmente, que le vayan dando. No será, pues, el Gobierno de Cataluña el principal causante de animadversión de todos los españoles hacia esa comunidad, sino los rastreros gobernantes que prefieren entregarse a ellos con tal de mantenerse en el poder.

En cualquier caso, tienen que convenir conmigo, aunque sólo sea por el bien de lo que pudiera quedar de nación española, que Cataluña no es sólo su mesogobierno, el de la Generalidad, sino algo más... Sí, si, quizá exista todavía, en algunos sectores de la sociedad catalana, una cierta hispanofilia. Pero lo cierto es que lo predominante hoy como ayer es el odio a España. Por el contrario, pocos autores, seguramente ninguno, hallaremos hoy en España que escribiera como hizo Unamuno al comienzo del siglo XX sobre las fachadas de ese odio. Pocos escribirían hoy las palabras de Unamuno, a pesar de que el odio a España es hoy mayor y más profundo que ayer. Merece la pena recordar la cita:

Fachadas no faltan en Barcelona, y hasta podría decirse que es la ciudad de las fachadas. La fachada lo domina todo, y así todo es allí fachadoso, permítaseme el voquible (...). ¿Se puede hablar de las desdichadísimas escuelas públicas de Barcelona? No sé cómo las han descuidado así, aunque sólo fuera para ponerles espléndidas fachadas. Y dentro de esas mismas casas tan "fachadosas", ¿qué arte hay? Buen número de pintores y de músicos catalanes han tenido que irse de Barcelona a Madrid, en busca de público (...). En Barcelona trabajan mucho, es verdad, pero vocean más que trabajan; valen, sí, pero sería un negocio redondo comprarles por lo que valen y venderles por lo que creen valer (...). La especial megalomanía colectiva o social de que está enferma Barcelona, les lleva a la obligada consecuencia de la megalomanía, a un delirio de persecuciones también colectivo y social. Y así hablan de odio a Cataluña, y se empeñan en ver en buena parte de los restantes españoles una ojeriza hacia ellos, hacia los catalanes, más bien los barceloneses (...). Y tal odio no existe.

Sin embargo, la decisión que ha tomado Zapatero, junto a Chaves y Montilla, de darle a Cataluña todo el dinero que pidan con tal de seguir ellos en el poder sin importarles una higa el resto de España podría volverse en su contra. Quizá pudiese surgir una "ola de odio a Cataluña" a partir de esa decisión partidista. Naturalmente, eso sólo sería plausible, si y sólo si el PP consiguiese mostrar a todos los españoles que esa financiación no sólo es irregular, sino que también es un atentado contra la propia vida nacional. Me temo, sin embargo, que el PP con su acercamiento a CiU no sólo no hará nada, sino que podría recurrir a maniobras de distracción para que no nos enteremos de lo que está pasando.

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