Nehru-Gandhi Los «Kennedy» de la India
Como los Kennedy en Estados Unidos, la familia Nehru-Gandhi representa al poder político en la India desde su independencia en 1947. De hecho, dicha estirpe, que no está emparentada con el padre del país, Mahatma Gandhi, ya controlaba el histórico Partido del Congreso incluso durante la dominación británica. En esa época, el prestigioso abogado Motilal Nehru presidió tal formación e inculcó su activismo político a su hijo, Jawaharlal Nehru, quien a la postre le sucedería en el cargo y se convertiría en el primer mandatario de la India libre.
En el poder hasta su muerte en 1964, Nehru impulsó la carrera diplomática de su hermana, Vijaya Lakshmi, quien fue embajadora en la URSS, el Reino Unido y llegó a presidir la Asamblea General de la ONU en 1953. Además, «colocó» en la línea sucesoria a su única hija, Indira, quien cambió su apellido familiar por el de su marido al casarse en 1942 con el político y periodista Feroze Gandhi, que falleció en 1960 de un ataque al corazón tras cumplir el sueño del matrimonio de ver una India independiente.
Dos años después de la muerte de su padre, Indira Gandhi fue nombrada primera ministra en 1966. Hasta su derrota en las comicios de 1977, la legendaria dignataria aupó al poder a su hijo menor, Sanjay Gandhi, quien sin embargo se vio alejado de la política por su implicación en sonados escándalos de corrupción y por su prematura muerte en un accidente aéreo en 1980. Curiosamente, su viuda, Maneka, y su hijo, Varun, acabaron tan mal con Indira Gandhi que terminaron militando en las filas del partido opositor, el BJP (Bharatiya Janata). Excediendo los límites de la ya de por sí dura ideología nacionalista hindú que caracteriza a esta formación, Varun Gandhi ha sido recientemente condenado por sus incendiarios «discursos del odio» contra musulmanes y sijs, tipificados como un delito por alterar la estabilidad interétnica de la India.
Rajiv toma el relevo
Tras la muerte de Indira, asesinada en 1984 por sus propios guardaespaldas sijs como venganza por la ocupación del sagrado Templo Dorado por parte del Ejército, le tocó tomar el testigo político a su hijo Rajiv, un piloto de Indian Airlines educado en Cambridge que al principio se mostraba reacio a entrar en la vida pública.
Precisamente, en dicha universidad inglesa conoció a la italiana Sonia Maino, con la que se casó en 1968 y a quien luego el destino obligaría a tomar las riendas del Partido del Congreso. Con una aplastante mayoría, Rajiv Gandhi fue primer ministro entre 1984 y 1989, cuando perdió las elecciones por los escándalos de corrupción que habían minado su imagen de político limpio y honesto. Poco después, parecía que iba a recuperar de nuevo el poder cuando, en un mitin cerca de Chennai (Madrás) durante la campaña electoral de 1991, fue asesinado por una terrorista suicida de la guerrilla de los Tigres Tamiles, que acabó con su vida en represalia por la intervención india a favor del Gobierno en el conflicto de Sri Lanka.
Tras permanecer apartada durante unos años de la actividad política, su viuda, Sonia Gandhi, se hizo con la presidencia del Partido del Congreso en 1998. A partir de ese momento, la jovencita europea que escandalizó con sus minifaldas a la conservadora sociedad india de los años 70 labró su imagen como mujer de Estado, apareciendo en actos públicos ataviada con el tradicional «sari», aprendiendo hindi y renunciando a su pasaporte italiano. «Nunca me he sentido una extranjera porque no lo soy, soy india», llegó a decir para granjearse la confianza del electorado.
Aunque los nacionalistas del BJP, entonces en el poder, intentaron minar su ascenso recordando sus orígenes foráneos, Sonia ganó las elecciones de 2004. Sorprendentemente, renunció al puesto de primer ministro a favor de Manhoman Singh, que se convertía así en el primer sij encargado de formar Gobierno en la India. No obstante, su crédito político estaba asegurado porque este brillante economista, tecnócrata pero poco carismático, había sido ministro de Finanzas en 1991, cuando puso en marcha las reformas liberalizadoras que sacaron a la estatalizada economía india de la bancarrota y la convirtieron en el segundo gigante emergente de Asia, aunque muy por detrás de China.
La saga continúa
En las presentes elecciones generales, Manmohan Singh sigue siendo el candidato del Partido del Congreso, pero su avanzada edad (76 años) y sus problemas de salud ponen en duda su permanencia en el cargo en caso de resultar ganador. Para sucederlo, ya despunta la ilustre figura de Rahul Gandhi, hijo de Rajiv y Sonia, nieto de Indira y bisnieto de Jawaharlal Nehru.
A sus 38 años, este joven educado en Londres es ya el secretario general del Partido del Congreso y estos días hace campaña para conseguir su escaño en el Parlamento (Lok Sabha) por la circunscripción de Amethi, el tradicional bastión electoral de la familia Nehru-Gandhi en el norteño y populoso estado de Uttar Pradesh. Apoyado por su madre y por su hermana Priyanka, Rahul Gandhi está llamado a ser en el futuro el cuarto primer ministro de una familia que, como los Kennedy, está marcada por el poder político en la India, pero también por la tragedia.
«Los Gandhi son en la India más que los Kennedy en Estados Unidos, ya que estos últimos sólo estuvieron unos pocos años en el poder y los primeros llevan cuatro generaciones dirigiendo la vida política del país», explica a D7 el doctor S. B. Jain, profesor de Ciencias Políticas en la Universidad de Nueva Delhi. A su juicio, Rahul será «primer ministro de la India no en esta legislatura, sino en la próxima, porque el Partido del Congreso es muy personalista y siempre ha dependido de esta familia, ya que se vino abajo hasta que Sonia Gandhi volvió a tomar las riendas». Para ello, concluye el doctor Jain, «Rahul Gandhi se está formando como político y se ha convertido en una figura emergente que atrae a las masas».
En el plano personal, el joven ha tenido una novia española, una arquitecta llamada Verónica a la que todo el mundo en la India llama «Juanita», hija de una pareja residente en Venezuela. Debido a que la chica no es india, muchos dan por terminada la relación, bastante confusa. Pero, en caso de ser cierta y continuar, es posible que la próxima primera dama de la India sea española. El destino de los Gandhi, y las urnas, lo dirán.
POR PABLO DÍEZ. NUEVA DELHI. ENVIADO ESPECIAL
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