domingo, 19 de abril de 2009

PLAN BOLONIA, EN LAS TRINCHERAS DE LA GUERRA UNIVERSITARIA

Plan Bolonia, en las trincheras de la guerra universitaria


«Nunca se ha pensado tanto en los estudiantes»
El ingeniero Federico Gutiérrez-Solana, presidente de la Conferencia de Rectores de Universidades Españolas (CRUE) y rector de la de Cantabria, insistió esta semana a ABC que la implantación del Plan Bolonia será la principal de sus bazas al frente de su nueva responsabilidad, vacante desde el nombramiento de Gabilondo como ministro de Educación. «Es un compromiso para potenciar la movilidad del conocimiento y, por tanto, de alumnos, profesores y profesionales, un reconocimiento mutuo de todos los centros de saber. Desde luego, nunca se ha pensado en los estudiantes tanto como con Bolonia, haciendo el proceso educativo mucho más próximo a ellos y ampliando la oferta. Hay que superar las tasas de fracaso actuales según las cuales un alumno tarda de media el 50% más del tiempo previsto en acabar una titulación. Por eso tenemos delante una oportunidad de mejorar los aspectos metodológicos por parte del profesorado y se ha hecho un esfuerzo enorme en ese sentido. También de mejorar la eficacia del sistema desde el punto de vista del servicio público, porque las universidades públicas están financiadas sustancialmente con dinero publico y hay que dar la mejor de las respuestas de su uso y apoyar al desarrollo. Pero como todo en la vida y todo cambio, no podemos pretender pasar de cero al infinito de golpe, sino sabiendo que el Espacio Europeo de Educación Superior empieza en 2010, pero no acaba ahí, y que habrá que dialogar para hacerlo lo mejor posible y convencer a los que no lo ven así de las bondades del proyecto, algo que no se ha hecho bien. Porque todo tiene cabida. Ni la universidad se mercantiliza ni nos alejamos del ámbito público con Bolonia. Somos depositarios de los valores públicos y tenemos que ponerlos en valor porque si no lo hacemos el sistema privado nos va a arrasar».

POR VIRGINIA RÓDENAS
Publicado Domingo, 19-04-09 a las 09:58

Durante tres días trato de localizar a Arnau Mallol, portavoz del Sindicat d'Estudiants dels Països Catalans (SEPC), el grupo de radicales «antibolonia» que se las ha hecho pasar canutas al Gobierno catalán del socialista Montilla, al que han arrastrado hasta el cese del jefe de la policía autonómica tras cargar contra sus manifestantes. Primero se encerraron en el Campus de Bellaterra, después tomaron las calles, luego buscaron aumentar la presión con la huelga de hambre del estudiante de Informática de la Autónoma de Barcelona Tomàs Sayes, que hubo de ser hospitalizado después de un mes de ayuno... ¿Tan horrible es el Plan Bolonia como para jugarse la vida? Y Arnau, que cursa el último curso de Derecho en la Pompeu Fabra, me dice que «Tomás se ofreció, dijo que era importante dar un toque serio de atención y se decidió a hacer esto cogiendo la idea de otras luchas similares, aunque no hubieran sido de estudiantes; pero no tuvo la respuesta que esperábamos, sólo silencio por parte de la Universidad y censura». No os quedasteis mancos en la respuesta, le digo. «Tuvimos que responder con una huelga general...». Y dando cera, añado. «Sí , sí, era lo que tocaba».

Mallol desgrana luego las razones de los suyos «que arrancan desde hace años, desde la aprobación de la LOU, en que se está viendo una influencia cada vez mayor de las empresas a la hora de dirigir o decidir hacia dónde va la Universidad, tanto desde los consejos sociales como desde los órganos de Gobierno, que quita poder a los claustros y se lo da al rector, y eso no puede ser. En las declaraciones del proceso de Bolonia se habla de competitividad, de que la educación universitaria tiene que relacionarse con las habilidades y las competencias laborales y que las universidades, en vez de centros de conocimiento, se conviertan en centros de formación profesional. Así las licenciaturas las dividen en grados, postgrados y master. En el primer ciclo, la educación se devalúa. Nosotros hemos comprobado cómo en Derecho, por ejemplo, se juntan asignaturas muy importantes dejándolas en lo mínimo, para hacer un grado generalista, teniendo que completar esa formación con un postgrado, especialización que servirá para que las empresas moldeen según sus necesidades a los estudiantes como mano de obra y del que sólo se dice que tendrá un precio “público”, pero eso sólo significa que lo marca el Estado. Nosotros hemos visto postgrados que valen miles de euros y que además serán imprescindibles para ejercer la profesión... No aseguran que el acceso a estos cursos por cuestión económica sea para todo el mundo, se quiere “elitizar” aún más la universidad, sin becas suficientes... Y lo peor de todo —añade Mallol— es que no se acaba de explicar, no se acaba de saber... Llevan diez años implantando Bolonia y si no se ha dado respuesta antes a todas estas incertidumbres es porque no interesa que se sepa cuáles son los objetivos reales del plan, ni quieren llevarlo a cabo aportando todo el dinero que necesita, ni hacerlo de forma participativa; quieren implantarlo de forma oscura, pero nosotros hemos investigado y nos hemos asesorado».

Le pregunto al portavoz del sindicato catalán si, como han dicho políticos, rectores, profesores e incluso otros estudiantes a los «antibolonia», no les mueven otros intereses políticos o ideológicos. «Es verdad que nuestro sindicato es independentista —responde—, pero no hay detrás ningún otro ideario». En fin. Para ellos, el nombramiento del metafísico y defensor a ultranza de Bolonia Ángel Gabilondo como ministro de Educación es «la advertencia de que no nos van a dejar pasar ni una», pero ellos tampoco están dispuestos a ceder posiciones: acabada la tregua por Semana Santa, avisa de que ultiman las nuevas protestas y movilizaciones. En contacto con grupos del País Vasco, Madrid, Francia o Italia cuenta que pergeñan estos días la próxima batalla.

La intervención de la vice

Desde luego, si en algo coinciden rectores, alumnos, profesores y españoles en general con el grupo de Mallol es en que el Gobierno no lo podía haber hecho peor a la hora de informar cómo nos iba afectar el famoso Plan Bolonia que arranca definitivamente en 2010. Según una encuesta de Simple Lógica Investigación realizada entre el 13 y el 23 del pasado febrero, el 48% de los ciudadanos de este país declaraba que tiene poca o ninguna información sobre Bolonia, frente a un 27,2%, que se supone que lo conoce, y que se muestra a favor y un 13,9 que está en contra. El 34,1% de los que confesaron no tener ni idea de lo que es este proceso de adaptación al Espacio Europeo de Educación Superior (EEES) tenía una edad entre los 18 y 21 años. Nada de extrañar si la propia vicepresidenta María Teresa Fernández de la Vega admitía el 11 de marzo, cuando mayor era la tensión por los encierros y las manifestaciones estudiantiles bullían por toda España, una «falta de capacidad de información por parte del Ejecutivo de todo lo que tiene de positivo esta reforma universitaria. Por eso volcaremos todos nuestros esfuerzos en explicar cada uno de los detalles de esta iniciativa porque creemos, desde el respeto a las diferentes posiciones, que a veces se mezclan cosas y que se crea cierta confusión».


Gabilondo prefiere la tele


Con esta prerrogativa, ABC llamó el lunes al Ministerio de Educación para que el flamante ministro, nombrado para clarificar y ejecutar Bolonia, despejara a nuestros lectores las sombras de la reforma y detallara el nuevo impulso al plan «con mano firme y tendida» que anunció el día de su toma de posesión. Pero resultó que tenía comprometida una entrevista con la cadena privada en que su hermano dirige el informativo y no tuvo tiempo en toda la semana para atender a este periódico. Sólo obtuvimos las palabras de uno de sus colaboradores —en la recta final de la semana— para hablarnos «de la necesidad de una Europa unida no solo en lo económico sino en lo cultural y el conocimiento, donde el diseño de un lenguaje común nos permita que las titulaciones de cualquier universidad de España se convaliden en el resto de la UE, favoreciendo la movilidad y el intercambio tanto profesional como formativo». Al discurso, el colaborador añadió que se trata de un proceso en el que hay que «escuchar y dialogar, algo que se lleva haciendo con los estudiantes desde 1999, aunque ha habido algún problema de comunicación porque no se sabía quiénes eran los interlocutores». Luego, entrando de lleno en la faena que se pretendía esquivar, surgió la cuestión: como una de las principales preocupaciones del movimiento estudiantil es que se mercantilice y encarezca la educación haciéndola inaccesible para la mayoría, ¿el Gobierno garantiza que todos podrán estudiar, y pagar, los postgrados y master? «Se hará un esfuerzo importante». ¿Sí o no? «Se hará un esfuerzo muy importante, no le puedo decir más. Ya sabe que hemos aumentado un 80% el número de becas...». A la vista de lo cual, como el esfuerzo económico del que habla el consejero sea igual que el prometido en comunicación por la vicepresidenta, apañados vamos.

Mientras, la ceremonia de confusión que es el Plan Bolonia sigue su curso. La Coordinadora de Representantes de Estudiantes de Universidades Públicas (CREUP) —la voz de 700.000 alumnos de toda España— alerta de que hay colectivos —tipo el SEPC—, que «vierten barbaridades y mentiras sobre el proyecto europeo para transmitir sus ideas políticas. No hay más que ver a los políticos que encabezan sus manifestaciones». Diego Ortega, su portavoz, ha declarado a D7 que «el proceso de Bolonia no tiene ni alternativa ni marcha atrás, y más ahora que está llegando a su fin conforme se acerca 2010, y lo que hay que hacer es localizar los puntos en los que falla, como los nuevos títulos, y aportar soluciones. Pero la reforma, frente a lo que propagan los grupos radicales con el objetivo de desprestigiar, no supone ninguna privatización de la universidad pública, algo que dudo mucho que tenga como objetivo cualquier gobierno español, sea del partido que sea. La verdad es que podrán estudiar todos los que pasen las pruebas de acceso, como hasta ahora, y los que estén en condiciones de acogerse al sistema de becas, podrán hacerlo. Bolonia no dice nada en su declaración, que como tal solo tiene pros, sobre este tipo de cosas. Los préstamos renta son un medio para los que por su poder adquisitivo no pueden acceder a becas tengan una financiación pública y, según el director general de Universidades —a fecha de 17 de abril— es el propio dinero de los españoles el que se presta a los estudiantes y no el de los bancos, por lo que la connivencia con la banca es una patraña. Además, y sobre la acusación de la mercantilización de los estudios por las empresas, éstas nunca han condicionado lo que se enseña en las aulas y dudo mucho de que sean capaces de vulnerar la “autonomía universitaria”: nadie ha podido hasta ahora. El vínculo de las universidades y las empresas es necesario, éstas forman parte de la sociedad, a la que la universidad está unida, dan trabajo a nuestros ciudadanos y contribuyen a la riqueza del país. El I+D+i es un ejemplo claro de ese vínculo entre universidad y empresa. Por último, decir que obtener el grado es como no tener nada, es algo tan absurdo como decir que ser diplomado o ingeniero también es nada. Se trata de otro de los mensajes apocalípticos que lanzan algunos: un graduado en enfermería será un enfermero y un graduado en física, físico. Al proceso de Bolonia, no lo olvide, se le ha hecho causante de multitud de problemas sociales que nada tienen que ver con el ámbito universitario». También la fractura en el bando del alumnado esta servida.


Alumnos que den la talla


Y no sé si será mensaje apocalíptico o una verdad como un puño, pero desde la Universidad de Granada, los profesores de Derecho Penal Inmaculada Ramos Tapia y José Miguel Zugaldía, defensores del proceso de europeización de la enseñanza superior en España, advierten a unos (alumnos anti) y a otros (alumnos pro) que si la reforma de Bolonia se hace en serio «esa masa de alumnos pasivos e inactivos que sólo aparecen el día del examen y que están ocupando una plaza en la universidad, no va a hacer falta expulsarla porque desde el primer día, cuando ellos vean que es imposible aprobar si no se va a clase, si no se participa, si no se hacen los seminarios y las prácticas, tendrán que elegir entre estudiar y dejar la universidad y hacer otra cosa. Porque Bolonia trae consigo un cambio del método docente tal que el centro es el alumno y no el profesor, la organización de los estudios ya no se hace en función de las horas de clase que da un profesor, sino en las horas de trabajo que tiene que realizar un alumno para adquirir una serie de competencias y habilidades. Todo esto implicará un cambio de mentalidad, que va a ser lo más difícil, y un cambio de la organización docente interna: ya no consiste en que cada uno coja los grupos que le tocan, sino que un profesor se encargue de las clases magistrales, otro de seminarios, prácticas... En algunas facultades será más fácil y en otras más difícil, como en la mía, en donde no estamos a costumbrados a trabajar en equipo. Si estamos convencidos y hay incentivos, se hará; hace falta que la docencia se valore porque va a ser mucho esfuerzo».


Caos español contra orden europeo


Asegura Ramos Tapia que «se ha acusado al Plan Bolonia de objetivos e intenciones que no tiene y ha sido una pena porque se ha hurtado un debate racional sobre cómo debería llevarse a cabo. El Gobierno no ha hecho nada en absoluto en todo este tiempo, sólo confundir, y ahora quiere, deprisa y corriendo, que todo ruede cuando ha sido incapaz hasta de hacer unas titulaciones homogéneas, dejando que cada Universidad haga lo que quiera —unas pensando en la mejor educación de los alumnos y otras en cómo nos repartimos mejor las asignaturas— y que luego ya las aprobará o no la Agencia Nacional de Evaluación de la Calidad y Acreditación (ANECA). No se podía haber hecho peor: se busca una uniformidad con Europa y se fomenta que no la haya en España. ¿Quién lo entiende?»

Blanca Muñoz, profesora de Sociología en la Universidad Carlos III de Madrid con sentimiento «antibolonia», no obvia por ello y desde su visión, bajo el paraguas de la Escuela de Frankfurt, que la Universidad necesita una reforma en profundidad.

«Por ejemplo —subraya— es necesario que las oposiciones sean auténticamente libres y en función del mérito y la capacidad, y no por pertenencia a un determinado partido como ocurre en nuestros días, pero no es el plan Bolonia la solución al desastre universitario que vivimos. Al contrario, con él se agravan sus defectos y sus carencias. Mucho se ha hablado de que con él las universidades quedan en manos de las empresas y de las corporaciones privadas y se ha incidido en que la reconversión que la Logse significó para la quiebra de la Enseñanza Media viene a traer ahora lo mismo con esta contrarreforma boloñesa. Pero lo que muy poco se ha destacado de este plan es el aspecto que, personalmente, más preocupación me causa, esto es: el ataque a los fundamentos intelectuales de Europa».

El precio de la ignorancia

Recuerda Muñoz que cuando se aplicó la Logse, «en algún lugar escribí que al cabo de unos años de su aplicación, el caso se adueñaría de los centros escolares y, desgraciadamente, ello ha sido cierto e indudable. Alumnos que no saben ya quiénes eran ni qué les debemos a Sócrates, Platón, Séneca, Goethe, Balzac, Virginia Woolf, Larra o Le Corbusier... por citar aleatoriamente autores de nuestra gran tradición cultural y humanística. Comunidades que sólo conocen los ríos de su minúscula geografía o sociedades que han perdido la memoria histórica o ésta puede ser fácilmente manipulada por los medios de comunicación».

«En el caso de la Universidad —subraya la profesora— nos vamos a encontrar con situaciones similares, e incluso peores. Se ha tenido por ejemplo que luchar para que no se eliminase la especialidad universitaria de la Historia del Arte y las Humanidades quedan reducidas a su mínima expresión. Para entender qué está ocurriendo no hay que olvidar que desde hace unos años las sociedades europeas están viviendo un proceso de ataque y acecho directo a sus culturas bajo el tópico de “unificar estudios”. Los burócratas que nos gobiernan han emprendido una durísima ofensiva contra lo que es la genuina tradición intelectual de nuestro continente. Lo observamos en las embestidas frente al cristianismo que cada vez son mediáticamente más injuriosas, pero también nuestra tradición crítica ilustrada, en la que Marx sigue estando vivo para comprender qué crisis estamos viviendo en la actualidad, tal y como está ocurriendo en Alemania, donde sus libros se han convertido en exitosos best-seller. En último término, Bolonia significa que Europa pierda lo que ha sido su verdadera esencia colectiva y su aportación universal, tal y como comentaba Edmund Husserl en su libro sobre «La crisis de las conciencias europeas» cuando afirmaba que en la Grecia clásica se despertó la conciencia crítica, y si ésta se pierde, no solo perderemos la investigación no comprometida con el poder, sino que perderemos el verdadero sentimiento creativo, tanto ético como estético, que ha sido el patrimonio histórico de nuestra amada y hoy tan maltratada Europa».

Pero lo cierto es que ni Cervantes, ni Quevedo, ni Miguel Hernández ni James Joyce, por citar sólo a algunos de los alumnos que pasaron por los centros de la Compañía de Jesús, dan idea de que ésta fuera servil al mercantilismo o arrojara de bruces a sus pupilos al desierto de la creatividad. Por eso, cuando hoy pregunto al rector de la Universidad Pontificia de Comillas su parecer sobre Bolonia, responde que «es verdad que se intenta acomodar mejor los estudios a la oferta de empleo que luego puede tener un alumno, pero si contemplamos ese peligro de mercantilización como un aspecto negativo en la línea de que el conocimiento que se busca en la universidad sea sólo el que me sirva para tener un buen sueldo, la contraria,esto es, tengo el perfecto conocimiento de lo que no sirve para nada, también es un defecto. Por eso hay que buscar un equilibrio».


Miedo a la libertad


Para José Ramón Busto, «Bolonia ni es la panacea que va a arreglar la universidad ni la suma de todos nuestros males. Bolonia significa mayor internacionalización, mayor competitividad, mayor flexibilidad en los títulos y mayor protagonismo del universitario, y todo eso es bueno. Siempre hemos hablado de la necesidad de autonomía de las universidades y cuando llega un momento en que esto se empieza a hacer parece que nos da miedo. Pero con esas características que he citado podemos hacer las cosas igual de bien o de mal, pero a Bolonia no se le puede poner ninguna pega porque la alternativa sería el aislamiento y que España quedara fuera de juego.Yo, que soy jesuita y que estoy desde siempre en una universidad de la Compañía, le digo que a nosotros Bolonia no nos obliga a cambiar la forma de trabajo, donde el alumno es el protagonista y el motor de todo, porque es lo que venimos haciendo desde la Ratio Studiorum, el plan de la compañía, en 1599».


El gran desbarajuste


Tampoco es pequeño el bagaje de Carlos Berzosa, rector de la Complutense de Madrid, la más grande de las universidades de España. Va a cumplir seis años en el cargo y ya lleva cinco ministros. Me dice, claro, que es un desbarajuste. «¿Sabe qué ha pasado con Màrius Rubiralta (secretario de Estado de Universidades hasta el nombramiento de Gabilondo), se ha perdido en el camino?». Esto, insiste él, ha sido un follón. «En Francia están con Bolonia desde el 2005, ¡hasta los italianos! Y nosotros seguimos mareando la perdiz. Esto ha sido un desmadre y un despropósito absoluto. Han sido muy negativos los discursos de predicadores, fundamentalistas como yo les digo, entre autoridades ministeriales e incluso rectores, que hablaban de Bolonia como la panacea universal que nos iba a salvar, discursos muy vinculados al mercado laboral, a capacidad y poco al conocimiento, desde luego una visión estrecha. Está claro que en la Universidad hay que preparar a la gente bien y pensando en la realidad que tenemos al lado, pero reducirlo sólo a eso me parece muy limitado. Hombre, no vamos a decir estése usted aquí cuatro años que le vamos a enseñar a pensar y reflexionar. Dirán enséñeme a ser odontólogo, filósofo, economista... pero no sólo eso. Mire usted, yo veo Bolonia como una convergencia académica simplemente, que vayas a París y que sepas lo que es un crédito europeo y que todos los cursos tengan los mismos créditos».


¡Lo bien que se vive de profesor!


Sé que en el campus de Berzosa hay un núcleo duro «antibolonia». «Hacen que me sienta muy bloqueado, que pierda muchas energías y mucho dinero en protección que podía ser para becas. He parlamentado con ellos y he ido bandeando el asunto. Tienen razón en cosas y en otras no. Fíjese, pregunté a los profesores de Euskadi cómo no tenían por ahí “antibolonia” y me dijeron que esos prefieren estar antes en Europa que con los de Murcia; y en Santiago de Compostela, que siempre ha sido una universidad movida, que no montaban algaradas porque gobernaba el Bloque Nacionalista. En fin, veremos qué pasa ahora... A veces me pregunto qué hace un chico como yo en un sitio como este ¡Con lo bien que se vive de profesor universitario! ¡Sin estrés! Y ya ve, ahora tengo que aguantar hasta que me insulten ¡a mi edad!».

Aprovecho el momento: «Mire tengo una hija de 17 años que prefiere su universidad porque el curso que viene aún no han implantado Bolonia para la carrera de doble titulación que quiere, ¿usted qué haría?». Y al otro lado del teléfono, la voz tranquila del rector sólo repite «hace bien, hace bien».

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