PARAG KHANNA
«El mundo ha entrado en una nueva Edad Media»
CARLOS CARRIÓN
Asesora a Obama en política internacional, pertenece a uno de los ‘think tanks’ más potentes de Washington y sólo tiene 32 años. Por si fuera poco, ha escrito un libro donde expone su visión del mundo y sus opiniones no han dejado indiferente a nadie. Hablamos con él.
Parag Khanna, de 32 años, es un trotamundos compulsivo que ha dado el campanazo con un tratado de geopolítica: El segundo mundo (Paidós), un libro que redibuja un nuevo orden mundial tripolar, donde China y Europa le arrebatan la supremacía a Estados Unidos. A raíz de su publicación, Khanna ha sido incluido por la revista Esquire entre las personalidades más influyentes del siglo XXI. En el currículum de este hijo de la globalización, nacido en la India, criado en los Emiratos Árabes, educado en Alemania, casado con una pakistaní y con ciudadanía norteamericana, destacan sus tareas como asesor de Obama, estratega de las Fuerzas de Operaciones Especiales estadounidenses en Iraq y Afganistán y experto en relaciones internacionales de la New American Foundation, uno de los think tanks más potentes de Washington. XLSemanal ha charlado con él en la sede madrileña de la Fundación Rafael del Pino.
XLSemanal. Algunos lo tachan de antinorteamericano.
Parag Khanna. No lo soy, pero hago un análisis desapasionado de la influencia de Estados Unidos en el mundo. Y el declive es incontestable.
XL. Pero ya había voces que anunciaban el fin de la hegemonía norteamericana desde Vietnam y ahí sigue...
P.K. Porque no se trata de un declive terminal, es sólo relativo. Dentro de 20 años, EE.UU, la Unión Europea y China tendrán el 20 por ciento cada uno de la economía global. Estados Unidos seguirá siendo la potencia militar más temible, pero cada vez habrá más países con arsenal nuclear. Y seamos sinceros, ¿en los útlimos ocho años le ha servido de algo tener un Ejército tan poderoso a la hora de cumplir sus objetivos en política exterior? No nos hemos anotado ni un tanto. Ni en la lucha contra el terrorismo, ni en la pacificación de Iraq ni en el control de Afganistán… Para que podamos hablar de declive absoluto es necesario un colapso. Sin embargo, los imperios duran años después de haber declinado. Hay una inercia. Pero los signos son inequívocos.
XL. ¿Cuáles?
P.K. Estados Unidos acaparaba la mitad de la economía global al final de la Segunda Guerra Mundial. Ahora tiene el 25 por ciento. Nuestro gobierno está endeudado y las costosas aventuras militares son financiadas a costa de un déficit galopante. La calidad de vida está en franco deterioro. Nuestro sistema de salud excluye a una parte importante de la población. La desigualdad económica es cada vez más aguda entre una minoría de ricos y una clase media cada vez más empobrecida. El índice de criminalidad no es comparable con el de Europa. Tenemos mejores universidades, pero muchos no terminan sus estudios y, a la postre, nuestras aulas sirven para preparar a élites de otros países. Las compañías norteamericanas están siendo compradas por asiáticos y fondos soberanos extranjeros. Estados Unidos debe europeizarse.
XL. En Europa también tenemos problemas...
P.K. Pero lo público funciona, aunque mis amigos europeos sean bastante cínicos sobre su propio sistema. Y vaticinan que el estado del bienestar es insostenible a largo plazo. Pero, de momento, funciona. Y sólo hay que comparar sus hospitales, sus infraestructruras, sus carreteras o sus puentes con los americanos. Se vive mejor en Europa. Una consecuencia de la crisis es que se ha impuesto el capitalismo de Estado. El modelo europeo, donde el sector privado está subvencionado, le ha ganado la partida al neoliberalismo. La eurozona se recuperará antes. La Unión Europea se ampliará hasta 35 países, incluso admitirá a Rusia a largo plazo, y el euro se implantará en países como Islandia, que lo despreciaron y que ahora se dan cuenta de que no pueden sobrevivir con su propia moneda.
XL. ¿Quién manda en el mundo?
P.K. Nadie. Todo el mundo y nadie. Desde luego, Estados Unidos ya no. La mitad de la población mundial confía en China y tiene relaciones bilaterales con ella, tanto económicas como estratégicas. En cuanto al mercado europeo (450 millones de consumidores), es más grande que el norteamericano. Pero nadie es el amo del universo. El mundo ha entrado en una nueva Edad Media donde un montón de agentes se disputan el poder: no sólo países, también multinacionales, organizaciones religiosas, terroristas… No es que el este reemplace al oeste, y el Pacífico al Atlántico, como centros de poder. No. Tampoco hay aliados claros. Ni existe un alineamiento de países democráticos contra autoritarios. Eso sólo lo puedes decir si estás sentado en tu despacho de Washington. Es una visión confortable, pero irreal.
XL. ¿En qué se parece la situación actual a la de la Edad Media?
P.K. Entre los siglos V y XV, el mundo vivió un periodo de incertidumbres, plagas, revoluciones comerciales, cruzadas, mercaderes… Fue multipolar, sin un único líder global. Estaba muy fracturado. Fueron siglos donde florecieron las ciudades-Estado, comparables a las megalópolis actuales. Siglos de mecenas, de migraciones y también de plagas. No tenemos peste negra, pero hay otras amenazas como la malaria, el sida o la gripe. Y la economía globalizada está acelerando una división de la sociedad en estratos, donde hay unos pocos señores y muchos vasallos, que recuerda al feudalismo.
XL. ¿Y cuándo llegará el Renacimiento?
P.K. Me temo que falta mucho todavía.
XL. ¿Entonces en qué quedamos, la globalización es positiva o negativa?
P.K. La globalización está haciendo cosas muy buenas y algunas malas. Ha acentuado la crisis. Pero el producto interior bruto mundial aún crecía en 2008, aunque de forma más lenta. Pero la globalización china es distinta a la europea y la norteamericana. Ellos se basan en producir mucho y exportar mucho. Y les funciona. Un montón de países necesitan dinero y ahora miran a China a la hora de construir sus alianzas.
XL. ¿La globalización previene los conflictos?
P.K. No. El comercio global no garantiza la paz. En Estados Unidos decimos que todo país donde haya un McDonald’s nunca nos atacará, pero no es así. Antes de la Primera Guerra Mundial se vivió un gran ensayo de globalización: todos los países tenían relaciones comerciales entre sí. Pero la guerra estalló de todos modos. Es la inversión la que previene los conflictos. Si una potencia quiere paz, debe invertir en las regiones donde puede saltar la chispa. Europa tiene mucha más inversión en China que Estados Unidos. Y como los chinos no dependen de las inversiones norteamericanas, su interés en mantener a EE.UU como aliado disminuye. Europa lo está haciendo muy bien en el Magreb. El 90 por ciento de la inversión extranjera en el norte de África es europea. Si esa inversión se cortara, la economía del Magreb se vendría abajo. En contrapartida, Europa recibe gas. Así se construyen las lealtades.
XL. ¿Dónde puede saltar esa chispa?
P.K. Los posibles detonantes son múltiples: la competencia por los recursos en los mares del Caspio y China meridional, el control de los yacimientos energéticos en Asia central, el hiperterrorismo con armas nucleares, un ataque en el golfo de Adén... Y hay mucha incertidumbre sobre el alineamiento de potencias como Rusia, Japón y la India. Las tensiones están aumentando sigilosamente. Y no olvidemos que la guerra reporta beneficios al complejo industrial militar y siempre tiene el apoyo de grandes facciones patrióticas en todos los bandos.
XL. ¿Qué es el segundo mundo?
P.K. Son los países enclavados en regiones de un alto valor estratégico para las tres grandes potencias. Es decir, los países de Europa del Este, Oriente Medio, Asia central, sudeste asiático y Latinoamérica. No son ni ricos ni pobres. Y de ellos depende que la balanza del poder se incline hacia un imperio u otro. Ya no puedes decir simplemente que Japón, Corea del Sur, Colombia o Arabia Saudita son aliados pro americanos. Porque si viajas por esos países verás que Arabia le está comprando misiles a China; Brasil está incrementando las relaciones comerciales con Europa; Japón realiza maniobras militares conjuntas con Rusia; Corea del Sur ha firmado un pacto de no agresión con los chinos… Hay mucha confusión.
XL. Usted fue asesor de Obama. ¿Se deja aconsejar?
P.K. Éramos 300 asesores sólo en política exterior, más que los funcionarios de un ministerio en algunos países. Yo le hice algunas sugerencias sobre Irán y Afganistán. Y sí, está abierto a los consejos. Escucha. Le propusimos una serie de líneas estratégicas que ahora está poniendo en práctica. Pero él ya tenía la convicción de que había que cambiar la política exterior. Sus esfuerzos por destensar las relaciones con Irán y Cuba son una prueba.
XL. ¿Se siente usted tan influyente como lo consideran?
P.K. No, ahora soy visible. Pero no hay que confundir la visibilidad mediática con la influencia real sobre la política de un gobierno o las decisiones de una gran empresa.
XL. ¿Cómo sentó en Washington que España anunciase la retirada de sus tropas de Kosovo? ¿Cayó tan mal como la retirada de Iraq?
P.K. Cuando España retiró las tropas de Iraq, se estaba alineando con una tendencia mayoritaria en Europa. Otros aliados como Polonia o Georgia también lo hicieron, con menos polémica. Kosovo es diferente. De acuerdo, retiren a sus soldados, pero por lo menos inviertan allí, formen a la Policía, vigilen las fronteras... Si Europa no es capaz de poner orden y estabilidad en los Balcanes, es decir, en el patio de su casa, sería patético.
XL. ¿Y Afganistán?
P.K. Francamente, y hablo por mí, no por Obama, sus tropas podrían hacer mucho más. En EE.UU somos muy críticos al respecto. Hacen falta más equipos de reconstrucción, más lucha contra el narcotráfico. Queremos ver más acción por parte de Europa y de España.
XL. Pero muchos opinan que España ya hace mucho en Afganistán. Han muerto militares. Y algunos no ven claro qué se nos ha perdido lejos de nuestras fronteras.
P.K. Yo he estado en Afganistán. He hablado con sus tropas. Y se puede hacer más. No quiero que los españoles piensen que hablo mal de España. No soy quién para decirles lo que se juega allí Europa. Es su decisión. Pero Europa tiene un problema de drogas, un problema de militancia extremista islámica, de acuerdo que agravado por la invasión de Iraq. Fue en gran parte culpa de Estados Unidos. Pero sucedió así y ya no hay vuelta de hoja.
XL. Usted recorrió 45 países para documentarse y cita a San Agustín como inspiración: «El mundo es un libro y quienes no han viajado han leído sólo una página».
P.K. Lo típico es que los expertos escriban libros sentados en sus despachos. Yo decidí hacer lo contrario. Lo empaqueté todo y me fui. Ojo, hay mucha investigación académica previa. Pero necesitaba comprobar si las teorías funcionaban sobre el terreno. Parece obvio que es la única forma de escribir algo creíble, pero no es tan obvio en Washington para mucha gente.
XL. ¿Adónde le gustaría volver?
P.K. A Turquía, a Vietnam, al Líbano...
XL. ¿Y adónde no regresaría nunca?
P.K. A Venezuela, pasé miedo allí. No tanto como en Iraq, pero es un desastre donde Chávez se dedica a intimidar a la élite y a los empresarios.
Carlos Manuel Sánchez
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