domingo, 3 de mayo de 2009

¿ POR QUÉ YA NO FUNCIONAN ?

ANTIBIÓTICOS
¿Por qué ya no funcionan?


IMAGELIBRARY

Cada vez más bacterias desarrollan resistencia al tratamiento. ¿La causa? El mal uso y el abuso de los fármacos. La alarma se agrava por el aumento de contagios en los hospitales y por el desinterés de la industria farmacéutica ante esta emergencia.



Marzo de 1942, en un hospital de New Haven, Connecticut, Estados Unidos. Una mujer de 33 años agoniza por una infección de estreptococos. Los médicos consiguen una pequeña cantidad de un nuevo fármaco, la penicilina, que le inyectan con cautela. La mujer mejora y, tras nuevas dosis, la bacteria desaparece de su organismo. La paciente vivirá hasta los 90 años. Casi siete décadas después, en 2009, un septuagenario muere en San Francisco con una endocarditis causada por el Enterococcus faecium, resistente al antibiótico vancomicina de última generación. Con estas historias, el New England Journal of Medicine traza el dramático recorrido de los antibióticos, desde su debut, en 1942, hasta hoy: una era que muchos expertos califican de «preantibiótica», ya que los que parecían fármacos invencibles están descubriéndose como armas sin filo: las bacterias han desarrollado una resistencia difícil de vencer y ciertos números ya son de boletín de guerra. Con todo, las cifras en nuestro país se encuentran dentro de los niveles de media europea, y la OMS, de hecho, ha designado recientemente a España representante del proyecto Bacteriemia Zero, que pretende crear una red de UCI que aplique prácticas seguras de efectividad, para reducir los niveles actuales.


Ahora bien: ¿por qué ocurre todo esto? Comencemos por el principio: las bacterias, unos microorganismos unicelulares de menos de cinco micrómetros de largo (cinco millonésimas partes de un metro), representan una de las formas de vida más antiguas, resistentes y extendidas de la Tierra. Han estado, están y estarán en cada rincón de nuestro planeta. Literalmente. En un gramo de tierra hay 40 millones de células bacterianas; en un mililitro de agua, un millón. Se cree, a su vez, que el 90 por ciento de las bacterias existentes no ha sido aún descrita. Su adaptabilidad es altísima: han resistido glaciaciones, erupciones, terremotos y vencido en todas las batallas que se han dado en organismos vivos. Cuando ya no estemos, ellas estarán incluso en los desechos radiactivos, en las profundidades del mar, en la lava y el espacio exterior, en cuyas condiciones extremas algunas logran sobrevivir. No sorprende así que nuestro cuerpo aloje tantas células bacterianas como células humanas. Aunque nuestro sistema inmune hace que la gran mayoría sea inofensiva o beneficiosa, algunas bacterias pueden causar enfermedades infecciosas –cólera, sífilis, lepra, tifus, difteria, tuberculosis, escarlatina...– a las que el hombre aprendió a combatir con antibióticos: una sustancia química producida por un ser vivo, o derivada sintética de esa sustancia, que, a bajas concentraciones, mata o impide la reproducción de ciertas clases de microorganismos sensibles: las bacterias patógenas, principalmente, pero también algunas inofensivas o incluso beneficiosas para nosotros. De ahí, la importancia de no tomar antibióticos «por si acaso», como solemos hacer ante un catarro o una gripe, causados por virus, no por bacterias. Hay millones de bacterias que sí queremos tener en nuestro cuerpo, pero que acabamos matando al ingerir antibióticos «por si acaso». Algunas de estas bacterias tienen una relación de beneficio mutuo con nosotros, muchas del intestino– y, al matarlas con un antibiótico, rompemos el equilibrio e invitamos a prosperar a otros organismos perjudiciales que antes no podían hacerlo porque las bacterias que hemos matado se lo impedían.


Para más inri, corremos el riesgo de reforzar a las que queremos mantener a raya: las bacterias se reproducen muy rápido y las que sobrevivan al antibiótico tienden a mutar para hacerse menos susceptibles a ese antibiótico específico en futuros ataques. Pero aún más: no sólo consiguen hacerse inmunes, sino que, además, transfieren sus genes a otras bacterias, que heredan su inmunidad. Lo hacen, además, no sólo con las de su progenie, sino también con las bacterias de cualquier otra especie.

Hoy, así, hay cada vez más bacterias resistentes a los tratamientos antibióticos más comunes y ya no nos vemos afectados por bacterias sensibles a los fármacos, sino, cada día más, por las nuevas cepas resistentes. De ese modo, tenemos una mayor probabilidad de pasar una estadía hospitalaria más larga y cara o de padecer una infección letal.


El proceso de resistencia de las bacterias se dio también, sobre todo, porque los fármacos matan muchas, pero no todas. Las que sobreviven cuando hemos acabado un tratamiento correctamente tomado incorporan la información del agente que las destruyó y se hacen lo suficientemente fuertes para resistir el fármaco en el futuro. Y lo hacen por uno de estos cuatro mecanismos: la inactivación o modificación del medicamento, la alteración del sitio diana del antibiótico, la alteración de la ruta metabólica inhibida por el antibiótico o la producción de mecanismos que diluyen la acumulación del antibiótico. Como se ve, la bioingeniería de las bacterias está fuera de toda duda y exige que la nuestra perfeccione aún más los fármacos. Hoy se requiere, por ello, que las nuevas generaciones de antibióticos sean capaces de erradicar muy cerca del 100 por ciento de los organismos infectantes para prevenir la aparición de una resistencia microbiana.


Existen muchos ejemplos de antibióticos que han perdido su efectividad. La penicilina y las sulfas, que fueron los primeros agentes quimioterapéuticos de amplio espectro, no tienen ya un gran uso en la actualidad. También un tercio de las cepas de Streptoccus pneumoniae –responsable de la aparición de neumonías– resistente a la penicilina, lo mismo que el 30 por ciento de las cepas de estafilococos, que se ha hecho resistente a la oxiciclina, y el 60 por ciento de las cepas invasivas de Escherichia coli –bacteria responsable de muchas de las infecciones urinarias– no retrocede ante la ampilicina.


La situación preocupa mucho en los hospitales, donde no siempre se siguen praxis correctas. Hasta los 90, por ejemplo, la resistencia del Staphylococcus aureus a la meticilina sólo se daba en personas con el sistema inmunitario comprometido. Ahora ya no es así: durante los últimos años los casos se incrementan en todo el mundo, entre otras cosas porque las bacterias se difunden en los ambientes hospitalarios donde no se adoptan medidas de prevención, como lavarse correctamente las manos. Además, faltan antibióticos nuevos, sostiene Giuseppe Cornaglia, presidente de la Sociedad Europea de Microbiología Clínica y de Enfermedades Infecciosas: «Una categoría de fármacos en los que la industria invierte cada vez menos», dice. «Comparados con los usados para las enfermedades crónicas –el cáncer, la diabetes, los problemas cardiovasculares…–, los antibióticos son poco rentables: unos se toman a menudo durante toda la vida; los antibióticos, sólo durante breves periodos. Es crucial por eso investigar para hallar nuevas moléculas eficaces. Y para eso es necesario que la industria farmacéutica vuelva a invertir.»

Esteban Font

MEJOR NO TOPARSE CON ESTAS SEIS




# SINUSITIS Y OTITIS

La Streptococcus pneumoniae es una de las causas más frecuentes de infección en las vías respiratorias (sinusitis, otitis, neumonía). A veces provoca enfermedades graves, como la septicemia o la meningitis. Resiste los antibióticos que suelen usarse para tratar estos males: penicilina y macrólidos.

# NEUMONÍA Y PERITONITIS

La Streptococcus pneumoniae es una bacteria gram positiva que se encuentra en la piel del 30 por ciento de las personas sanas. Normalmente, no hace daño, pero en algunos pacientes puede causar septicemia. Las formas resistentes a la meticilina (MRSA) resultan más complicadas de tratar.


# INFECCIONES URINARIAS


La Enterococcus sp forma parte de la flora intestinal y puede provocar infecciones en el tracto urinario e, incluso, endocarditis, peritonitis y abscesos intraabdominales. Si se hace resistente a los antibióticos más habituales (penicilina y ampicilina) y a los glicopéptidos, es difícil de erradicar.


# SEPTICEMIA Y ENTERITIS


La Escherichia coli es la primera causa de infecciones del tracto urinario y de la septicemia. Asociada a la enteritis, puede causar peritonitis y meningitis neonatal. Las formas resistentes a los antibióticos tipo penicilina, cefalosporina, fluoroquinolona y aminoglicosida son cada vez más frecuentes.


# INFECCIÓN EN TEJIDOS BLANDOS


La Klebsiella pneumoniae coloniza la piel, el tracto gastrointestinal y las vías respiratorias de pacientes hospitalizados. Asociada a infecciones urinarias y respiratorias en gente con las defensas bajas, aumentan sus formas resistentes y multirresistentes a la cefalosporina, fluoroquinolona y aminoglicosida.

# LA `REINA´ DE LOS HOSPITALES


La Pseudomonas aeruginosa, muy presente en el ambiente, provoca infecciones nosocomiales y complicaciones bacterianas en pacientes con fibrosis quística. Son frecuentes las formas resistentes a antibióticos como la penicilina y el carbapenemo.

PARA SABER MÁS...

http://www.antibioticos.msc.es/ Campaña del Ministerio de Sanidad y Consumo para el uso responsable de los antibióticos.

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