domingo, 3 de mayo de 2009

"NOS VEMOS EN FACEBOOK"

"Nos vemos en facebook"

Ilustraciones de Meritxell Duran

Texto de Mònica Artigas

Si dos viejos amigos se encuentran, hoy ya no se despiden con la típica frase “a ver cuándo hacemos una cenita”. Tengan la edad que tengan, un nuevo poder, el de las redes sociales, hace que las cosas hayan cambiado. El punto de encuentro es otro. Y se dice: “Nos vemos en Facebook”.
Carlota cumplirá 14 años el próximo mes de julio. Estudia segundo de ESO. Cuando llega del instituto, cada día, se conecta a fotolog y a tuenti, sus espacios para estar con sus colegas. Abre mensajes privados, rechaza invitaciones a actos, comenta fotos, fiestas pasadas, y reparte te quieros y signos interrogativos y de admiración a toda máquina. Seis horas más tarde, en el mismo ordenador, cambian los actores, pero no el argumento. La madre de Carlota es Carmen, 41 años, y se conecta –“cada día, sí, estoy enganchada”– a otra red social, la del poderoso Facebook. No teclea a la misma velocidad ni es capaz de chatear con alguien mientras se baja una canción, ve un programa de tele en el ordenador y acaba un trabajo de ciencias sociales, que es lo que hace su hija.

Tampoco charla tanto –“mis mensajes se limitan a explicar qué disco estoy escuchando, qué me parece la última majarada de un político o qué estoy cocinando”– pero al menos, dice “me siento rejuvenecida” y se entera de en qué andan sus amigos, porque así se llaman todos sus conocidos en esa gran red, esos cuyo nombre y foto cuelgan a la izquierda de la pantalla.
Si existe un fenómeno global en internet que en pocos meses ha seducido tanto a nativos digitales –menores de 18 años como Carlota que no entienden cómo pudo existir la vida antes de internet– como a inmigrantes digitales –el resto del mundo– y que atraviesa edades, orígenes, profesiones e intereses, ese es, sin lugar a dudas, el de las redes sociales. Las cifras cantan: Facebook tiene 4,3 millones de usuarios en nuestro país, un crecimiento del 1.147% en el último año –según los últimos datos de medición de comScore, Inc–, y es la favorita de los treintañeros. Tuenti, que es la que prefieren los de veintitantos, cuenta con 5,6 millones de usuarios y es la más utilizada: el tiempo medio de permanencia en ella es de dos horas, a diferencia de los 45 minutos de media que cualquiera pasa en el resto de los portales. España es el país de Europa con más usuarios de redes sociales –el 73,7% de los internautas está en alguna–, sólo detrás del Reino Unido. “Y en Europa estamos en el principio”, asegura Pedro Sánchez Pernía, director en España de Viadeo, una de las redes para profesionales, que junto a Xing o a Linkedin es de las más utilizadas. Cierto desde el momento en que en China, por ejemplo, hay 295 millones de personas conectadas a estos espacios.

Y no sólo es eso, no todo son cifras. Más allá de estas, la cultura de las redes de contactos ha cuajado de tal modo que hoy cualquier tienda, acto, programa de televisión o radio, editorial o negocio que se precie tiene que tener su sitio en Facebook donde sus amigos puedan virtualmente estar juntos, enterarse de todo y conocerse, porque, como dicen algunos, “si no estás en Facebook, es como si no tuvieras face”. En las redes sociales se montan auténticas manifestaciones y protestas contra nuevas leyes, obras municipales o despidos masivos. Hasta hace poco, los políticos medían su popularidad a través de encuestas. Hoy gana el que consigue tener mayor número de amigos en la famosa red, hasta el punto de que este dato, que unos meses atrás era insignificante, hoy es un activo a la hora de presentarse ante quien sea.
La red acorta las distancias. En una empresa, estas páginas pueden servir para codearse con el jefe, saber qué ha hecho el fin de semana o ver las fotos de sus hijos en una relación que antes parecía imposible. Acceder a un trabajo resulta más fácil si se está expuesto en una de las redes y la parte contratante puede ver el ambiente por el que se mueve al candidato.
Si se está en el paro, una red exclusiva de contactos profesionales resulta casi imprescindible. Y encima, han nacido nuevos términos para nombrar a los que usan y disfrutan de las redes. Por ejemplo, un flogger es un usuario de fotolog, la red social preferida de los adolescentes, y el flogger tiene una estética y unos gustos determinados. ¿Cuándo un sitio de internet fue capaz de crear una tribu urbana? Ahora.

Lugar de encuentro
Quien jamás haya entrado en una red social ni tenga intención de hacerlo, puede preguntarse, simplemente, qué pasa ahí que sea tan útil y divertido. Pues bien, tomando como ejemplo Facebook, imaginemos un sitio de internet donde un usuario tiene una página personal en la que figura su nombre, fecha de nacimiento, aficiones, profesión y cualquier otro dato que quiera poner, como estado civil, tendencia política, religión, etcétera. A la vez, en esta página aparecen también sus contactos y amigos, es decir, personas que también tienen una página personal igual en la misma red y con las que intercambia mensajes, chatea o comparte fotos. El usuario puede saber quiénes son los amigos de sus amigos y, si los conoce, les manda un mensaje y los incorpora a su lista. Estas nuevas adquisiciones le darán cada vez más posibilidades de comunicarse, mientras que también lo expondrán a que otras personas de la red contacten con él. Es el efecto bola de nieve. Si este ejercicio se realiza con asiduidad, cualquiera puede sorprenderse de la cantidad de gente que acaba colgando en su página. Hay quien cuenta sus amigos por miles.

Estos portales son un perfecto lugar de encuentro de viejos colegas, porque tienen un buscador de personas y a veces otras herramientas que facilitan este empeño. Siempre es posible que alguien que haya rastreado la red con todos los nombres de la lista del colegio acabe contactando con algunos de ellos. También es fácil dar con gente afín, porque uno de los mayores divertimentos para el usuario es definirse, crear una identidad pública apuntándose a grupos –o crear alguno, a cuál más rebuscado– que rimen con sus gustos. Si en la vida real es difícil encontrar fans de “las albóndigas que hace mi abuela”, en las redes, no. Por último, cada usuario tiene espacio en su página para colgar vídeos, fotos, artículos, links... y responder a preguntas como “qué estás haciendo ahora” –esta es normalmente la bienvenida de Facebook que invita a escribir–, con lo que cada uno se convierte en protagonista emisor, en el autor de algo, aunque sea una tontería como “estoy comiendo avellanas”.

“Todos tenemos la necesidad de comunicarnos y, aunque en estos sitios se digan chorradas, son las conversaciones que se tienen a pie de calle, no hay más, y ahí radica el éxito de las redes”, dice Mar Monsouri, autora de Manual de redes sociales en internet (Creaciones Copyright). Monsouri se adscribió a 50 redes para escribir este libro. “La gente conoce las más comunes, pero hay de todo y para todos”, explica. Así, mientras en España las más utilizadas son las redes sociales, las profesionales y las de contactos –tipo match.com o parship–, “en Estados Unidos es increíble la cantidad de redes que hay para inversores, lobbies, ocio, aficiones exóticas... Incluso las hay como datemypet, para que amos y perros encuentren pareja”.



Intimidad expuesta
Existen otras razones coyunturales que podrían explicar este éxito. Eloi Fernández-Porta es autor del recientemente publicado Homo sampler. Tiempo y consumo en la era afterpop (Editorial Anagrama). Según este pensador contemporáneo, las redes sociales han cuajado en un escenario definido por algunos como capitalismo emocional, “en el que los afectos, los sentimientos y las relaciones se convierten en el centro de la dinámica de mercado. Fa­ce­book nos permite gestionar los vínculos personales como movimientos mercantiles”. Por otra parte, ha habido una serie de cambios sociales, referentes a cómo nos relacionamos los humanos en esta era, que han favorecido esta acogida. “El principal consiste en que el concepto de presencia física se ha desvirtuado y ha sido sustituido por una gestión de la ausencia y la lejanía, que es lo que permiten los metamedios digitales.” Según Fernández-Porta, “el individuo actual ha ido adquiriendo una concepción de las relaciones menos instintiva y pasional, más cerebral y organizativa, y también más literaria”. Sitios como youtube y las redes sociales, donde uno puede contar o mostrar en tiempo real su intimidad, han cambiado radicalmente el concepto de identidad y la gestión de la misma. “El individuo produce su intimidad. Como dice la socióloga de las emociones Eva Illouz en su ensayo Intimidades congeladas, no lo hace como expresión de individualidad sino precisamente como producto comercial”, dice Fernández-Porta. Así, uno mismo se convierte en un producto “que tiene su imagen pública –el perfil–, su modo promocional –sus actividades– y sus consumidores potenciales, también llamados amigos”. El hecho de publicar la vida tiene sus consecuencias. Conocido es el caso de Kevin Colvin, un empleado de banca británico que una mañana no fue a trabajar porque dijo que le había surgido una emergencia familiar y, pocas horas después, colgaba las fotos de la noche anterior vestido de Halloween y contaba lo bien que se lo había pasado. Su jefe lo vio en Facebook, y Colvin fue despedido. Como él, también ha habido otros.

Aunque esta paradójica intimidad expuesta afecta a todos los grupos de edad, existe uno más vulnerable. Previo a la era de internet, los adolescentes escribían diarios personales que cerraban a cal y canto en un cajón de la mesita de noche. Hoy, además de contar su vida, su domicilio y sus movimientos precisos en una red, con el peligro que esto supone, vociferan –porque eso es contar algo en internet– el amor y el sentir, el divertirse y las borracheras, muchas veces sin ser plenamente conscientes de ello. ¿Cómo pueden no imaginarse que esa foto en la que se recupera de sus excesos y que sus amigos comentan con risas la puede ver su padre? “La mayoría de las veces están convencidos de que ellos no entran en su mundo. Si no, no harían gala de ese exhibicionismo que tienen ni se harían esas fotos en el lavabo mirando a la cámara en plan sexy, que eso abunda en sus redes”, explica Mar Monsouri. A la hora de la verdad, aunque a cualquiera le resultaría fácil entrar en el fotolog de su hijo, “muchos padres prefieren ponerse una venda en los ojos y no hacerlo”. Sin embargo, y sobre todo para protegerles de los problemas que pueden surgir por colgar su vida privada, su domicilio, sus entradas y salidas de casa y sus movimientos en la red, “es interesante controlar de algún modo esto y que al menos los hijos enseñen su perfil a los padres, aunque no las conversaciones con los amigos”, aconseja Monsouri.

Publicidad y privacidad
“Las redes sociales serán el gran negocio de internet en los próximos años –profetiza Pedro Sánchez Pernía, presidente de Viadeo–, porque ganan dinero y por eso lo tienen todo a su favor.” Las fuentes de ingresos que proporcionan su buena salud son diversas. Por ejemplo, en el caso de Viadeo, existen tres ejes principales: las cuotas de los usuarios que, aunque son bajas, son muchas; los servicios de business to business para empresas y la publicidad. “En ningún caso, y además la ley lo prohíbe, se comercia con la información privada de los usuarios”, asegura Pedro Sánchez Pernía, su presidente. Sin embargo, otras sí lo hacen, incluso a veces amparadas por unas condiciones legales que se enseñan en letra muy pequeña, que cuesta entender y que, la mayoría de las veces, el usuario no lee: se limita simplemente a clicar y aceptar.
Artemi Rallo es el director de la Agencia Española de Protección de Datos. “La información que uno da sobre sí mismo en internet tiene un valor incalculable. Los datos de 170 millones de personas acumulados a través de una red social abren unas posibilidades inauditas a la economía, al mercado y a la publicidad directa”, explica. Reconoce que el fenómeno, sí, les ha explotado en las manos. “Es un éxito sin precedentes y extraordinariamente reciente, sólo hace tres meses que se plantea el alcance y el poder de las redes.” En este tiempo, han acumulado 13 denuncias. “Pero la mayoría son de suplantación de identidad. Por ejemplo, en un centro escolar crean el perfil de un profesor, él se entera y lo denuncia.”

Las redes se deben conocer y utilizar. El usuario ha de saber que la mayoría de las veces pierde el control de los contenidos: la red se apropia de lo que se deja ahí, sea información personal, fotos, vídeos, textos... También es importante que sepa que si un día decide darse de baja, será difícil. “Si tras muchas cortapisas lo consigue y logra que se cancelen sus datos personales, hay redes que se quedan con la información del usuario y con los contenidos que haya colgado para siempre”, explica Rallo. Es importante, por otra parte, configurar el perfil teniendo en cuenta las posibilidades que hay de modular la entrada de publicidad. El darse de alta sin hurgar demasiado “conlleva una configuración por defecto que da permiso a la red para que entre el máximo de publicidad en el perfil”, aconseja Rallo.

Pero aquí no acaban los temores que planean sobre las redes sociales. Además de los altísimos riesgos de explicar en estas páginas según qué, como dar información sobre dónde está y vive uno y que podrían convertirlo en blanco de cualquier acto de delincuencia, sobre las redes sociales planean dudas y leyendas que se han extendido con su propio boom. ¿Son un paso más en el control de los individuos a través de internet? ¿Es una herramienta contra el terrorismo? ¿Tienen algún objetivo más allá del meramente comercial, que no es poco? ¿Somos más vulnerables desde que somos virtuales?

Hace unos meses se divulgaron rumores –y algunos medios de comunicación británicos los dieron como ciertos– que vinculaban Facebook con la CIA, porque uno de sus fundadores, se dice, formó parte de esta organización. Se le comenta el supuesto al director de la Agencia Española de Protección de Datos: “Yo no lo sé –afirma–, pero hace dos semanas asistí a un congreso organizado por una asociación de profesionales de la privacidad en Washington y coincidí con personas pertenecientes a la CIA. En plan informal les trasladé a ellos y a otros colegas esta pregunta que a mí me hacen los medios de comunicación. Rieron ampliamente y, entre risas, lo negaron.”


Entrevista chris de wolfe, fundador de myspace
“Ponemos las bases para descubrir el mundo a través de los ojos de nuestros amigos”

Californiano, 42 años, fundó, en el 2003, junto a su socio Tom Anderson, la red MySpace, que ahora cuenta con 135 millones de usuarios en todo el mundo. Vendieron la empresa en el 2005 a News Corp, de Robert Murdoch, por un precio de 580 millones de dólares.

¿Cómo se les ocurrió la idea de MySpace?
Con Tom Anderson nos planteamos cuáles eran los principales costes de una empresa de internet, que eran el marketing y el contenido. Con el tema del marketing, está claro que en una red social no hace falta porque es todo viral, son los amigos que les dicen a sus amigos que se unan al grupo, así que el coste era cero. Y sobre el contenido, pensamos en una red en que los mismos usuarios generaran contenidos, por lo tanto también el coste sería cero. Pensamos, “hey, esto podría ser un buen negocio”, y lo hicimos.

¿Cuánto les costó lanzarla?
No me acuerdo, pero después de tres meses ya teníamos beneficios, así que no debió de ser mucho.
¿Cuánto vale ahora?
Miles de millones, pero no sé cuántos. Pertenece a una gran empresa, y es difícil valorarla.

Usted es un cibermillonario.
Soy suficientemente rico, tengo bastante dinero. Estoy contento.

¿Dónde comenzó el boom?
MySpace despegó en Los Ángeles, porque es donde estaban todos nuestros amigos. Teníamos grupos de música, actores, directores, escritores... amigos nuestros, y comenzamos a expandirla ahí. Por alguna extraña razón después comenzó el éxito en Hawái –¡creo que dos tercios de Hawái están en MySpace!–, luego nos expandimos a Nueva York, el resto de Estados Unidos... y después Europa y Asia.

¿Cómo se consigue que una empresa global acabe teniendo sus particularidades en cada país?
En parte porque intentamos que en cada país MySpace esté dirigida por gente local. Y después, la red en cada país evoluciona de forma distinta dependiendo de su propia cultura y de cómo se usa el sitio. Por ejemplo, Japón. A ellos les gusta escribir blogs pequeños, como microblogs, y la red se compone de ellos. En Corea, en cambio, les gusta mucho compartir juegos. Cada lugar es distinto.

¿Cuáles son las fuentes de ingresos de MySpace?
Tenemos 450 personas trabajando para crear una publicidad dirigida a las personas adecuadas. Por ejemplo, si necesitamos hacer llegar una campaña sólo a los entusiastas del deporte de Barcelona, lo hacemos. Es un sistema sofisticado. También hay una parte de e-commerce: puedes comprar música en MySpace, y dentro de poco pensamos añadir más posibilidades, como regalos virtuales, tickets de conciertos, etcétera. Pero sobre todo en la publicidad competimos con los portales como Yahoo o MSN, no con el resto de las redes sociales.

¿Qué significa esto?
Damos a las compañías datos generales sobre gente que está interesada en su firma. Nos interesa crear un enorme negocio y gastamos una gran cantidad de dinero en desarrollar una tecnología que monitorice nuestro sitio y haga que los anunciantes tengan realmente unos beneficios importantes a través de nosotros.

¿En qué se diferencian de Facebook?
No somos una red social puramente. No se trata sólo de tener amigos y de poder enviarles un mensaje o dejarles ver tus fotos, sino que, además, quien está en MySpace quiere descubrir música, gente, contenido, cultura. Ponemos las bases para conocer el mundo a través de los ojos de nuestros amigos.

Y con el éxito que tiene Facebook, ¿no podrían acabar juntas?
No, no lo creo.

¿Van a ser las redes sociales como el móvil? ¿Van a acabar las abuelas en MySpace?
Bueno... Kirk Douglas está en MySpace y es un blogger muy activo.

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