Raramente un político en el poder admite en público que "vivimos una situación insólita y distinta a lo ocurrido nunca" o que "vamos a algo muy excepcional". Y cuando algún ministro o alto dignatario habla en esos términos es señal casi segura de su cese o dimisión. No es el caso de Pedro Solbes, vicepresidente económico del Gobierno de España: en los últimos días ha reconocido lo que hace un año negaba, es decir que España afronta una crisis económica sin precedentes cercanos, y que en 2009 el paro llegará a los cuatro millones de desempleados, el déficit público rebasará el 6% del PIB, sin contar los gastos sociales que a su vez se dispararán, y la riqueza nacional disminuirá por debajo del 1,6%. Solbes ha dicho más: el Gobierno de Zapatero ha agotado su margen de maniobra, no tiene más mecanismos de acción que poner sobre la mesa y los Presupuestos aprobados hace un mes son ya completamente ajenos a la realidad. Lo único que Solbes no ha hecho aún es sacar las consecuencias de sus declaraciones: un gobernante en esa posición debe retirase y dejar paso a alguien que dé la respuesta que los ciudadanos necesitan. Y si el problema es la estabilidad política de Zapatero será hora de preguntarle si sus intereses de partido están por encima del bienestar de los españoles.
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