domingo, 5 de abril de 2009

EL SECRETO DE AVILÉS

En los últimos años, la comercial y portuaria ciudad asturiana de Avilés ha dado un importante cambio, se ha renovado, restaurado y peatonalizado, convirtiéndose así en una ciudad joven de espíritu y señorial de aspecto, dispuesta a ser descubierta a pie. Pasear por sus calles conduce a un paraíso arquitectónico, a un edén del tapeo, a un disfrute de verdes populares.




Ha abandonado sus ropajes industriales que tiempo atrás la dotaban de una presencia grisácea y un tanto oscura; le ha sacado brillo a sus fachadas y hoy se muestra como una ciudad coloreada, repleta de balconadas y soportales mimamos a ultranza. En los últimos años, la comercial y portuaria Avilés ha dado un importante cambio, se ha renovando, restaurando y peatonalizando, convirtiéndose así en una ciudad joven de espíritu y señorial de aspecto, dispuesta a ser descubierta a pie.

Pasear por sus calles conduce a un paraíso arquitectónico, a un edén del tapeo, a un disfrute de verdes populares... En su corazón vetusto, bien podría comenzar un viaje por su historia.
Viajes por el tiempo

Paseando por su casco antiguo, declarado Conjunto Histórico Artístico, el viajero cree haberse metido en una máquina del tiempo que le trae y le lleva del presente al pasado. La Plaza de España es el mejor lugar para comenzar uno o varios viajes por la ciudad. Dicha Plaza es un espectacular recinto donde se pueden contemplar el Ayuntamiento (del siglo XVII), su bella torre del reloj (del XIX) o el que fue el primer edificio noble de Avilés, la Casa de Campa. Desde esta céntrica plaza, que los días de calor se llena de terracitas al sol, nacen varias calles algunas propicias para la contemplación y el recuerdo del ayer (La Ferrería, San Francisco-Galiana y Rivero) y otras ideales para dejarse llevar por el vicio de las compras (La Fruta y La Cámara).

Si se recorre de arriba a bajo la calle Galiana en algún momento se puede llegar a sentir que se está en una ciudad del siglo XVII

Si se recorre de arriba a bajo la calle Galiana en algún momento se puede llegar a sentir que se está en una ciudad del siglo XVII: sus caminos adoquinados, sus soportales (hay 252 metros cubiertos para protegerse de la lluvia), las balconadas y, al final de la calle, la capilla de Jesusín de Galiana. Pero esta calle goza de fama en Asturias porque en los días de Carnaval se organiza un divertido y enloquecido desfile de disfraces y carrozas, el Descenso Fluvial Internacional...

Avilés en su época medieval con su murralla y sus vías de piedra se podía recorrer en tres calles: la de La Ferrería, la de La Fruta y una pequeña artería llamada calle del Sol. Por eso, cuando hoy se pasea por la de la Ferrería los pasos parecen conducir a otros tiempos. Dicha vía debe su nombre a los herreros que trabajaban a pie de calle aquí. Bellos soportales, vetustas casas, flores en los balcones y así, paseando, se va desde la Puerta del Alcázar hasta la Puerta de La Mar, con la bella iglesia de los Franciscanos (S.XIX).

También se respira ese pasado medieval cuando se deambula por la calle San Bernardo. Los días de sol relucen sus coloreadas casas, es uno de los lugares pintoresco de la ciudad. Su nombre le fue dado por el antiguo convento de monjas bernardas que hasta el siglo XIX había en esta calle. Hoy solo se pueden ver algunos vestigios de viejo edificio. Caminado por esta calle, fascinándose con las balconadas, se llega a otra joya arquitectónica de la ciudad, al Palacio de Camposagrado (s.XIX). Se ha llegado a decir que la fachada de este Palacio es de lo mejorcito del barroco asturiano, y puede ser.
De compras

Entre paseo y paseo se puede hacer culto a una de las buenas costumbres de Avilés, el tapeo. Hay que ir a este centro histórico para encontrarse con la vida de tarde y noche en barras diseñadas, en su mayoría, con elementos tradicionales. Pero aún más. De la tapa a las compras. En dos calles se arremolinan las tiendas, en La Cámara y en La Fruta. En ambas sigue vivo el pasado el pasado medieval, en ambas se puede ver esa conjunción perfecta entre el pasado y el presente de la ciudad, y en ambas lo que vamos a encontrar es gentío con bolsas en mano pasando las tardes lluviosas o soleadas de Avilés.

Pero para compras... Cualquiera que acuda a Avilés no se puede perder de ninguna de las maneras una visita a la Plaza del Mercado o de los Hermanos Orbón. El día para ir es el lunes, el día de mercado. Es entonces cuando alrededor del bello edificio del siglo XIX se ponen los puestecitos de frutas y verduras y otros menesteres. Es popular hasta tal punto que todos los asturianos acuden a este mercado a comienzos de semana. Como nota de curiosidad, la Plaza del Mercado y su vida comercial fue instituida hace más de quinientos años por concesión de los Reyes Católicos.

Se podría descubrir una y mil ciudades solo con proponerse visitar y admirar sus majestuosos edificios, viva muestra de un mimado pasado

Y si algo tiene Avilés es la posibilidad de encandilar a los amantes de la arquitectura. Se podría descubrir una mil ciudades solo con proponerse visitar y admirar sus majestuosos edificios, viva muestra de un mimado pasado. Algunos ejemplos de su arquitectura son el Palacio Valdecarnaza, el mejor vestigio de la arquitectura gótica de Asturias, tras varias renovaciones hoy alberga en su interior el Archivo Histórico Municipal. O la Iglesia de los Padres Franciscanos, que es el edificio más antiguo de la ciudad. Se construyó entre los siglos XII y XIII. Durante mucho tiempo fue la parroquia de San Nicolás y hoy es un disfrute de piedra e historia.

Solo como apunte decir que en el interior de la iglesia se puede encontrar un mausoleo con los restos del marino, Pedro Menéndez de Avilés, fundador de San Agustín de La Florida, la ciudad más antigua de EEUU. Junto a esta Iglesia se encuentra la que se dice que es la joya de Avilés: la Capilla de los Alas. Fue construida en el siglo XIV por una familia de mercaderes para que sirviera de mausoleo familiar.

Otros puntos de la ciudad que hacen Avilés única dentro del Principado de Asturias son: el Palacio Ferrera (bellísimo hotel en la actualidad), las fuentes de los Caños de San Francisco, la Casa de Arias de la Noceda, el Palacio de Balsera (hoy Conservatorio Municipal de Música), la bella Iglesia de Santo Tomás de Canterbury... y un largo etcétera que podría bien concluir en alguno de sus parques. Estos son aún hoy centros de reunión los días soleados. Nada como un paseo por el Parque de la Ferrera, por ejemplo, para respirar el aroma de mar y tierra que exhala la ciudad.

Sara Cucala

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