sábado, 23 de mayo de 2009

EL ÚLTIMO SUEÑO DE UN ENAMORADO

AVENTURA CON FINAL TRISTE / JULIÁN LAGO
EL ÚLTIMO SUEÑO DE UN ENAMORADO


Hace cinco meses vendió lo poco que le quedaba y se marchó a Paraguay para iniciar una nueva vida como ganadero. Quería olvidar y crear una escuela para niños. Un atropello lo frustró todo
Mª EUGENIA YAGÜE / PABLO AMARILLO | MADRID / ASUNCIÓN

Lo único que merece la pena en este mundo es ayudar a los demás». Julián Lago (63 años) se despedía así de sus amigos a finales del pasado año, poco antes de marcharse al Paraguay para emprender una nueva vida. Un viaje tal vez sin retorno. Desde el 15 de mayo, después de ser atropellado por una motocicleta en el pueblo de Coronel Oviedo (Paraguay), la situación del periodista empeora por momentos.

Los bomberos tardaron en llegar 10 minutos al lugar del accidente. La lluvia había dejado de caer hacía un rato en el municipio. Julián Lago bajó de su camioneta y pretendía cruzar la calle cuando Roque Lugo, un joven de 23 años de edad, le embistió a bordo de una moto.

La clínica local fue el primer lugar donde le atendieron. Horas después, tras constatar la complejidad de su estado clínico, una ambulancia le trasladó al Centro Médico Bautista, en la capital del país, a 130 kilómetros de allí. Fuentes bien informadas indican que fue ahí donde Lago sufrió posiblemente el mayor daño. La ambulancia no contaba con equipos necesarios para un paciente de situación tan delicada.

«Ni oxígeno tenía la ambulancia, con decirte que ni sábana, no le acompañó ningún paramédico, un desastre; además, no avisaron al hospital de que iba a llegar un herido de esas consideraciones», ha revelado esta misma fuente.

Después de la primera cirugía en la cabeza, nunca salió del estado de coma y el pasado martes tuvo que ser operado del intestino a consecuencia de una infección generalizada. Dos días después, este jueves, sufría un nuevo infarto que afectaba a la parte izquierda del cerebro. El lóbulo derecho ya estaba necrosado desde el accidente. Su situación es crítica e irreversible. «Mi hermano está expirando», comentaba desolado su hermano Jesús.

«EL POCERO»

Francisco Hernando, El Pocero, había ofrecido estos días su espectacular avión privado para trasladar al periodista a Madrid. «Me emocioné cuando vi a su hermano hablar de Julián en El gato al agua, de Intereconomía, donde hace unos meses también participaba Lago», explicaba Hernando a

La Otra Crónica. «El avión se va a preparar con lo que haga falta para traerle a casa lo antes posible».

El ofrecimiento de El Pocero tuvo más eco informativo que la propia situación del enfermo. Quizá por eso, Víctor y Ana Lago, los hijos mayores de Julián, que están hace días junto a su padre, han declinado el ofrecimiento del famoso constructor, «a causa del circo mediático montado en torno a este tema», según una nota enviada por el abogado de los dos hermanos. La voluntad de sus hijos era que, si Julián Lago hubiese podido volver a España con vida, lo hiciera en un avión de Europ Assistance, perfectamente preparado. Pero su situación crítica hace imposible el traslado.

En Asunción está con ellos un médico español, el doctor José Eugenio Guerrero, jefe de la Unidad de Cuidados Intensivos del Hospital Montepríncipe, un profesional de gran prestigio en su campo y probada humanidad que conoce bien el historial clínico del periodista. El doctor Guerrero cogió el jueves un vuelo regular a Paraguay para comprobar personalmente el estado de su paciente y asesorar a sus hijos.

Julián Lago se fue en diciembre a Paraguay sin dar muchas explicaciones. A los 63 sentía que era libre por primera vez en su vida, aunque los más cercanos conocían su estado de ánimo. Amargura personal y familiar, una economía limitada, desilusión por una profesión que ya no entendía y que le había abandonado, además de sentirse hastiado de los salones mundanos y políticos donde hace años había sido el triunfador absoluto. Sin embargo, le quedaban ilusión y salud suficientes para afrontar una nueva vida.

«Voy a hacer una fundación de tipo humanitario, quiero hacer una escuela para los niños guaraníes del campo. Borrón y cuenta nueva, me voy». Fue su epitafio de despedida.

Poco antes, en el Hospital Montepríncipe, su amigo el doctor Juan Abarca y el equipo médico que le cuidaba de sus graves achaques, habían conseguido lo que parecía imposible. Estabilizar su tensión arterial, imprevisible y demasiado alta, controlar las consiguientes alteraciones renales y hacer latir su maltrecho corazón, que funcionaba a base de unas cuantas válvulas implantadas en diferentes intervenciones.

FINCA EN LA SELVA

Y se fue. Sin explicar a nadie si iba solo y por qué había elegido ese país sudamericano apartado de la actualidad, hasta que las peripecias sentimentales de su actual presidente, el obispo Fernando Lugo, lo han convertido en noticia de portada.

En Navidad envió a sus amigos un escueto mensaje sms para certificar que todo iba bien, sin más detalles. «Mi hermano había alcanzado la paz y la serenidad, era feliz en Paraguay», explica Jesús Lago, abogado y protector de este único hermano, a veces tan desvalido y necesitado de afecto.

«Yo tampoco sabía mucho de su vida allí pero se había comprado una finquita en la selva, a ciento y pico kilómetros de Asunción, con ganado, y estaba con lo de la escuela para los niños indígenas. A mí no me daba muchos detalles, pero sé que estaba encantado», añade Jesús.

A principios de febrero Julián Lago compró cerca de 70 hectáreas en el pueblo de Simón Bolívar, además de 150 cabezas de ganado. El intendente del pueblo, Adriano Godoy, revela a LOC que algunos vecinos habían interpuesto una demanda contra el periodista por el represamiento de un arroyo que cruzaba esta propiedad. Un litigio que estaba esclareciéndose en estos momentos.

Julián no estaba solo. A pesar de sus sonoros fracasos sentimentales, era un enamoradizo incurable. En Paraguay compartía su vida con Yolanda Franco (29 años), una joven guaraní a la que había conocido en Madrid y que también está a su lado en el hospital, aunque no haya demasiada comunicación entre ella y los hijos del periodista. Todos esperan lo peor. En palabras de la joven ayer a LOC: «sólo nos queda rezar».

Julián decía de sí mismo que su estado natural era estar enamorado. Las relaciones con las mujeres determinaron distintas etapas de su vida. A finales de los años 70, durante su matrimonio con Ana Moreda, su novia de Valladolid y madre de sus hijos mayores, Julián era un señor gordito, con entradas pronunciadas y gafas transparentes que dejaban ver sus brillantes ojos azules.

Llevaba trajes impecables, corbata y parecía más el director de un banco que el serio periodista que trabajaba a caballo entre Madrid y Barcelona para distintas publicaciones del Grupo Zeta. Como profesional se había iniciado en El Norte de Castilla, donde hacía excelentes entrevistas, su género favorito.

METAMORFOSIS

La aparición de Interviú supuso un antes y un después en el periodismo en España. En la fisionomía de Julián Lago, editor de la publicación, también. La política del país se transformó con la muerte de Franco y Julián Lago vivió su propia transición personal. Cambia los trajes sastre por vaqueros, se quita kilos de encima, tira las gafas a la basura y sobre la antigua calvicie aparecen unos rizos que le dan un aire más joven y más resuelto. Se convierte en un conquistador.

Sus romances con Ana Obregón, Bárbara Rey y alguna que otra celebridad, incluidas señoras con marido notable, le divierten y le dispersan sentimentalmente, pero nunca pierde su pasión por la profesión, que ocupa todo su tiempo.

En 1981 funda y dirige la revista Tiempo, un semanario que se convierte enseguida en líder de opinión y de información. Es un periodismo de investigación, atrevido, dinámico, independiente. En aquel momento las revistas políticas tenían un poder extraordinario y Julián Lago era todo un personaje.

En Tiempo, Julián Lago hizo la primera entrevista en exclusiva a la Reina Sofía. La revista desmitificó a la famosa jet-set de Marbella y fue el azote de la emergente beautiful people, nacida a la sombra del socialismo en el poder. Descubrió las tramas financieras de Javier de la Rosa y Los Albertos. Fue su revista la que desveló el romance entre el ministro Miguel Boyer e Isabel Preysler, casada entonces con el marqués de Griñón.

Tanto en Tiempo como en la revista Tribuna, que fundó y dirigió después, Lago escribió con valentía sobre las llamadas amistades peligrosas del Rey, se atrevió a penetrar en el ocultismo del intocable Opus Dei. Resistió a las presiones de políticos y financieros y fue el primero que intuyó graves fisuras en la espléndida fachada de Mario Conde, símbolo entonces del triunfo y el poder financiero.

PREMIO LARRA

Las olivetti de aquella redacción echaban humo cada vez que todo el equipo andaba detrás de un gran scoop. El director iba de mesa en mesa en mangas de camisa, animándoles y disfrutando del momento. Julián Lago fue toda una institución en el periodismo, con un premio Larra que acredita a los grandes profesionales. Su estilo creó escuela, pero cuando publicó en 2008 Un hombre solo (Styria Ediciones), una especie de testamento autobiográfico de más de 400 páginas, pesimista y sincero, aseguraba que ese periodismo comprometido, creativo y romántico, independiente de empresarios y financieros que jamás entenderán al profesional con vocación, había desaparecido. «Para mí fue una religión, hoy lo he dejado y también me ha dejado a mí».

Julián, apasionado de la poesía, él mismo buen creador de versos y nostálgico de los tiempos en que le gustaba ponerse delante de un toro, tuvo su primer desencanto profesional a principios de los 90. Se apartó de la dirección de Tribuna para irse a Rusia a escribir Bajo el volcán de Moscú, una novela que no tuvo el éxito que esperaba. El desencanto quedó compensado por su primera incursión en el mundo de la televisión.

ILUSIÓN EFÍMERA

La máquina de la verdad, en Tele 5 -donde hizo célebre la frase: «No me conteste ahora, hágalo después de la publicidad»- fue el primer reality show y consiguió los mayores índices de audiencia.

Las explosivas declaraciones de Antonia Dell'Atte contra Alessandro Lequio o las confesiones de Juan Guerra, el hermano incómodo del poderoso vicepresidente socialista Alfonso Guerra, le dieron a Julián Lago una popularidad extraordinaria.

Un éxito que ya no tuvo después en otras cadenas. Se despidió de la televisión en el Canal Nou valenciano después de vivir algunos romances tormentosos.

La discusión con una novia de carácter complicado acabó en una agresión por parte de ella. Lago declaró en el hospital, donde ingresó con lesiones, que sólo había intentado protegerse. Hubo acusaciones mutuas de malos tratos, retiradas por ambas partes más tarde. A pesar de todo, la jueza sentenció que los dos debían trabajar un mes en servicios para la comunidad.

En 2007, Julián Lago volvió con ganas al periodismo activo, como director de Tribuna de Salamanca, hasta que se dio cuenta de que el editor no compartía su forma de ejercer la profesión.

Hasta que Paraguay, el campo y una joven guaraní se presentaron como algo más que un espejismo. Aunque, al cierre de esta edición, el periodista seguía con vida (la posibilidad de desconectarle de una máquina de respiración artificial, llegado el caso, no es legal en Paraguay y tampoco la compartía toda la familia), las próximas horas son decisivas. La ilusión apenas ha durado cinco meses. Un accidente absurdo se la ha llevado por delante

No hay comentarios:

Publicar un comentario