En el aniversario de la muerte de Juan Pablo II
En el aniversario de la muerte de Juan Pablo II
Andrzej Koprowski*
El Camino Místico de la Iglesia de Roma
En la primavera de 1957, el capellán de los universitarios de Cracovia, Karol Wojtyla, junto con el obispo de Wroclaw, Boleslaw Komikek organizó un encuentro de estudiantes universitarios provenientes de toda Polonia. Era la primera vez en un país del socialismo real, en donde desde hacía años no era posible salir del ámbito parroquial. El tema era el rol de los laicos en la Iglesia, y en el verano se organizaron ejercicios espirituales para un grupo restringido. Recuerdo ésto como un hecho muy significativo: se reflexionaba acerca del rol de los laicos pero partiendo de una base de profunda formación espiritual.
Quince años más tarde, en 1972, se realizó el sínodo diocesano de Cracovia, que sobrepasaba los límites de la diócesis para reunir a docentes universitarios, estudiantes y trabajadores con el objetivo de asimilar el contenido y el espíritu del Concilio, en la línea de Gaudium et Spes -un texto que estaba en el corazón de Wojtyla- para quien existe una dinámica entre Cristo Redentor de los hombres, la Iglesia como Lumen Gentium y el mundo.
Cuando se convirtió en Papa, Wojtyla profundizó el análisis de las situaciones sociales y culturales en América y en Europa, y esta lectura se vio reflejada en las encíclicas como Sollicitudo Rei Socialis en la cual habla de “las estructuras de pecado” que se radican “en el pecado personal” y, por lo tanto, están siempre unidas a actos concretos de las personas que las introducen, las consolidan y las hacen difíciles de renovar.
Con profunda convicción, Juan Pablo II buscó llevar a Cristo desde su diócesis hasta los confines de la tierra. Fue un verdadero místico, que supo ver no las multitudes sino las personas individuales. En esto Juan Pablo II y Benedicto XVI, su sucesor, son pontífices semejantes. En los encuentros con ellos, la gente se sentía y se siente profundamente tocada por esa mirada muy personal y muy profunda.
Según el Cardenal Roberto Tucci, el primer viaje de Juan Pablo II a Polonia fue crucial para el ambiente del Vaticano porque constituyó la ocasión para conocer las líneas principales de todo su pontificado. Pero para esto son importantes también las encíclicas Redemptor Hominis y Dives in Misericordia, en las cuales se transparenta una visión integral para realizar de un modo eficaz, en el tiempo, teniendo en cuenta de las etapas necesarias para su actuación.
Durante el primer viaje a Polonia, el Papa tocó temas referentes a los fundamentos de la fe y temas sociales y culturales que se desprenden de una visión cristiana del hombre. Los sucesivos viajes a este país brindaron la ocasión para volver sobre estos temas pero con acentos diversos que reflejaban nuevos contextos y necesidades. En el centro de sus reflexiones siempre estaba Cristo Redentor. Aparece significativo, pues, el método a largo plazo de Juan Pablo II, con una visión precisa de los objetivos y la consciencia del tiempo necesario para hacer madurar la comunidad cristiana.
Desde el inicio del pontificado, Juan Pablo II mencionó a menudo la realidad de la misericordia de Dios, le dedicó en 1980 la Dives in Misericordia y aceleró la beatificación y la canonización de Faustina Kowalska, ligada al mensaje de la misericordia divina a la cual consagró el mundo durante su viaje a Polonia en 2002.
Su mirada a largo plazo lo impulsó a apoyarse en los movimientos católicos. La sensibilidad humana y pastoral produjo a veces frutos no previstos en un primer momento. Y la dinámica de los encuentros con los jóvenes desembocó en las jornadas mundiales de la juventud.
Como lema papal, Wojtyla escogió Totus Tuus, con la plena consagración a María que conduce a Cristo y una devoción profunda al Sagrado Corazón de Jesús. La mirada a largo plazo ha sobrepasado los límites del pontificado y el propio Benedicto XVI ha decidido comenzar el 19 de junio el Año Sacerdotal, solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús.
El aniversario de la muerte de Juan Pablo II brinda pues la ocasión para reflexionar sobre como el Espíritu Santo y Jesús de Nazaret, Cristo Salvador guían a la Iglesia. A veces después de los encuentros con sus más estrechos colaboradores sobre esbozos de documentos o de decisiones oficiales, Juan Pablo II decía a los que estaban cerca de él: “Debemos volver sobre el tema todavía una vez. Por la expresión que tiene, comprendo que el cardenal Ratzinger no está totalmente convencido. Debemos reflexionar todavía”.
Juan Pablo II guió el cristianismo en el areópago social, cultural y político destacando los temas esenciales del mensaje cristiano. Benedicto XVI da un paso adelante hacia la profundización de la fe en Jesús de Nazaret, hacia el significado de la Iglesia como comunidad enraizada en la vida de oración y sacramental, hacia la reflexión sobre los efectos de un estilo de vida verdaderamente cristiano en la promoción social, con una sensibilidad extraordinaria para lo concreto. En este sentido es significativo lo que dijo el Papa sobre su próxima encíclica social: “Estábamos a punto de publicarla cuando se desencadenó esta crisis y retomamos el texto para responder de una manera más adecuada, en el ámbito de nuestras competencias de la doctrina social de la Iglesia, pero con referencias a los elementos reales de la crisis actual. De esta manera espero que la encíclica pueda ser un elemento, una fuerza para superar la difícil situación presente“.
El grito que reclamaba “Santo enseguida” después de la muerte de Juan Pablo II tuvo un significado fuerte. Pero como lo repiten los medios es algo equivocado: el reconocimiento oficial debería en realidad ir acompañado de un proceso de santificación de la Iglesia. Esta es una comunidad de fe y no una institución mundana cualquiera. La Iglesia es la comunidad que está en camino desde el Cenáculo de la Última Cena y de Pentecostés hasta el fin de los tiempos, hasta el encuentro con Dios.
*Andrzej Koprowski, Jesuita, Director de Programas de Radio Vaticana
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