Un trabajo asocia su consumo a altas temperaturas con más cáncer de esófago. La próxima vez que su taza de té llegue ardiendo a la mesa, espere unos minutos antes de tomársela. Un trabajo acaba de relacionar el consumo de esta bebida a altas temperaturas con un mayor riesgo de padecer cáncer de esófago de células escamosas, el tipo más común de este trastorno.
Varios estudios habían demostrado que el tabaco y el alcohol son dos de los principales enemigos de este tipo de cáncer. Sin embargo, su alta incidencia en poblaciones donde estos hábitos no están extendidos hacía sospechar a los investigadores en la existencia de otros factores también fundamentales para su desencadenamiento. La abrasión del esófago a causa de la ingesta de sustancias muy calientes era una de las posibilidades más barajadas.
Precisamente para arrojar un poco más de luz sobre este asunto, un equipo internacional de investigadores analizó un caso paradigmático: el de la población de una provincia iraní, Golestán, una región donde la incidencia del cáncer de esófago es muy alta pese a no guardar una relación significativa con el consumo de alcohol y tabaco.
Las costumbres de la zona hacen que sus habitantes beban más cantidad de té y a temperaturas más elevadas que sus vecinos más cercanos.
Para analizar una posible relación entre este consumo y la aparición de la enfermedad, los autores de este trabajo evaluaron a través de cuestionarios los hábitos de ingesta de té de 300 personas que habían padecido un cáncer de esófago. Después, los compararon con los de otros 571 individuos sanos de la misma región.
Un trabajo británico
Los resultados de su trabajo, que se publican en la revista "British Medical Journal", mostraron que aquellas personas que manifestaban tomar el té "caliente" tenían más del doble de posibilidades de sufrir un cáncer. Si lo preferían "muy caliente", este riesgo se multiplicaba por ocho.
Los resultados fueron similares en cuanto a la velocidad de consumo. Los participantes que confesaban tomar la bebida menos de dos minutos después de servirla presentaban un riesgo de padecer la enfermedad significativamente más alto que aquellos que esperaban más de cuatro minutos.
Dado que los cuestionarios sólo permitían establecer una valoración objetiva de la temperatura del té, los investigadores quisieron avanzar un paso más e iniciaron un segundo estudio con 48.582 participantes en el que sí midieron la temperatura a la que cada individuo prefería tomar su té.
Las conclusiones de su trabajo mostraron que la mayoría de los individuos analizados bebían el té a temperaturas superiores a los 60 grados centígrados y en cantidades superiores a un litro al día.
"Esas pautas hacen a la población de Golestán particularmente vulnerables a los posibles efectos carcinogénicos de beber té muy caliente", explican los investigadores en su trabajo.
Aunque no han podido determinar los mecanismos de esta asociación, los investigadores sugieren que la clave puede ser el daño que cualquier líquido muy caliente podría provocar en los tejidos del esófago. "Tomar bebidas calientes es muy común y puede ser la causa de un número sustancial de cánceres de esófago, especialmente en áreas de gran incidencia", añaden.
Pese a que reclaman más estudios que ratifiquen sus resultados, estos autores no dudan en concluir que "informar a la población sobre los peligros de ingerir té muy caliente podría ser útil para reducir la incidencia del cáncer de esófago en Golestán y otras poblaciones de riesgo con los mismos hábitos".
El Mundo 27-03-2009
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